VALE DECIR
Para protección vampírica, después de la cruz, viene el ajo. Cuenta la leyenda –con raíces en Rumania y expansión global– que sus dientes y flores proporcionan el mejor escudo contra un mordiscón maligno, visto y considerando que los dráculas nunca han podido soportar su olor. De hecho, el ajo tiene por reputación mantener alejados a los espíritus malignos desde hace rato. Según Plinio el Viejo –erudito naturalista del siglo 1 a.C.–, la hortaliza ofrecía las veces de defensa contra las serpientes y prevenía contra la locura. Si a los usos se le suma la salsa, sus alcances parecerían no tener límites.
No resulta extraño, entonces, que hayan sido cinco rumanos los que el pasado junio fueron apresados por robar –justamente– ajo. Y no unos pocos dientes, flores o plantas, sino unas 9,5 toneladas. Ocurrió a mediados de mes, cuando tres furgonetas intentaban cruzar a Hungría desde Austria y, detenidos por fuerzas de seguridad, una revisión poco exhaustiva dio con el hallazgo. Asegura la crónica que, para localizar el atraco, la policía austríaca no necesitó perros rastreadores. “Los vehículos realmente apestaban”, explicó un oficial.
Al parecer, la materia prima procedía de España, y se estima que su valor ascendería a los 30 mil euros. La identidad de los sospechosos no fue revelada, conforme a las leyes de privacidad austríacas, pero cabe sospechar cuáles eran sus verdaderas intenciones.
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