VALE DECIR
“Hasta el momento pude ir a una rave en una lavandería, beber una pinta de cerveza en un estacionamiento de varios niveles y ver videoclips en estaciones de servicio en desuso. Pero, hasta ahora, nunca había tenido oportunidad de compartir un jacuzzi con extraños”, escribe Sarah Morrison, periodista de The Independent, al momento de dar a conocer la nueva sensación trendy de Londres. Después de la burbuja inmobiliaria, llegan las burbujas del Hot Tub Cinema.
La propuesta es sencilla: por un mínimo de 22 libras, los interesados se acercan al bar Netil 360, ubicado en una terraza al este de la capital inglesa, se quedan en ropa interior y proceden a sentarse en un jacuzzi caliente, a 40 grados. Cuando las burbujas suben y las 12 piletas disponibles se llenan con entre seis y ocho personas, el proyector arranca y comienza una película. Para acompañar, nada de pochoclo: champagne.
Otra diferencia con los cines convencionales es que los jóvenes asistentes, lejos de mantenerse en silencio, charlan, bromean, chapotean y hasta saltan de jacuzzi en jacuzzi. Y, como bonus, pueden quedarse a la fiesta post-film, con un DJ pasando música y una privilegiada vista de Londres de fondo. “La diversión y la decadencia de los jacuzzis rompen las barreras sociales y eso hace que la gente se involucre con mayor libertad, como cuando todos los espectadores comenzaron a bailar en sus jacuzzis al son de Marty McFly cantando ‘Johnny B. Good’ en Volver al Futuro”, cuenta Asher Charman, el creador de Hot Tub Cinema, un chico de 27 años con un éxito entre las manos. No por nada empezó con cuatro jacuzzis calientes y ya llegó a la docena.
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