VALE DECIR
En su afán implacable por resolver las grandes incógnitas de la humanidad, la ciencia ha despojado a los borrachos de uno de sus pretextos esenciales: aquel que postuló que “el alcohol hace que los demás se vean más atractivo”. ¿Es así? No, en absoluto, según un flamante estudio que se llevó a cabo en la Universidad británica de Durham, que se interroga sobre los motivos por los que el consumo de bebidas con graduación alcohólica lleva a muchos a renunciar a sus estándares de belleza.
“No es que se produzca una transformación física en la imaginación del que bebe –asegura la psicóloga Amanda Ellison, autora del estudio en cuestión–. No hace que la gente se vea más atractiva; sólo aumenta su nivel de lujuria”, destaca la señora, para luego explicar que el alcohol “inhibe las áreas racionales y de toma de decisiones del cerebro, dejando intactas las áreas asociadas al deseo sexual”. Al parecer, es una casualidad de la naturaleza que la sección lujuriosa de la mente –su parte más antigua– siga funcionando en plena borrachera. Sin embargo, hay posiciones encontradas sobre el asunto. Mientras la británica sostiene que los anteojos que pone el alcohol son mentirosos, investigadores franceses publicaron un documento el año pasado que sugiere que, cuantos más tragos (a elección) sean consumidos, más aumenta la confianza en el propio aspecto del que bebe, inclusive entre individuos de bajísima autoestima. Por supuesto que unos y otros celebraron sus respectivos hallazgos y aseveraciones haciendo fondo blanco.
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