Fue, sin lugar a dudas, una de las noticias más virales de la semana: como “metáfora de la apatía, la indiferencia política y el fatalismo de la sociedad rusa actual”, el artista Piotr Pavlenski clavó su escroto en los adoquines de la Plaza Roja de Moscú. Amén de la expresión más radical, el resistente y polémico muchacho bautizó a su acción “Fijación” y, en plena celebración del Día de la Policía en Rusia, la llevó adelante con agridulces resultados. Detención policial, hospitalización, sitios y redes sociales haciéndose eco, horror de algunos, interés de otros tantos, burlas de muchos, fueron algunas de las consecuencias del gesto de quien, más tarde, fuera citado ante un tribunal por cargos de vandalismo. Afortunadamente, la jueza Yelena Stashina desestimó la denuncia, muy a pesar de los deseos de las fuerzas de seguridad, que piden neuropsiquiátrico para el dolorido artista. Pavlenski, sin embargo, no se amedrenta, y da sus justificaciones vía comunicado: “La fijación de la sociedad en sus derrotas y pérdidas nos clava cada vez con más fuerza al pavimento del Kremlim, convirtiendo a las personas en estatuas que esperan resignadas a su destino”.

Nacido en San Petersburgo en 1984, el joven –fundador de la revista Political Propaganda– es uno de los mejores ejemplos de la frase que reza “Mi cuerpo es mi campo de batalla”: alcanza con chequear su actividad de 2012 para confirmarlo. En junio del año pasado, Piotr ya había castigado su anatomía con otro gesto extremo de militancia: para protestar por la condena al grupo femenino punk Pussy Riot, con integrantes en prisión por cantar contra Putin en un templo de la Iglesia Ortodoxa Rusa, el pintor literalmente cosió su boca frente a la catedral de Kazan con un cartel que rezaba: “La acción de Pussy Riot es una escenificación de la famosa acción de Jesucristo”. Que coraje –y tolerancia al dolor– le sobran, no hay quien lo dude; lo que habría que poner entre signos de pregunta es cuánto más resistirán sus miembros si siguen las injusticias en su país natal.