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Sábado, 3 de agosto de 2002

PáGINA 3

Los nuevos tangos

Por Alejandro Szwarcman

“El tango es y será Buenos Aires”
Jorge Luis Borges

Supongo que los conceptos expuestos por Victoria Morán el pasado domingo en el suplemento Radar se sustentan en la escasísima difusión que poseen los llamados tangos nuevos, especialmente los de los últimos diez años y, por lo tanto, en el desconocimiento que se tiene de ellos. Por supuesto que Victoria tiene derecho a interpretar el repertorio que más le plazca, pero ella misma se contradice cuando afirma no tener la intención de cantar algunas obras que, aun con grandes méritos artísticos, ya se han convertido en los lugares comunes de cualquier iniciado en el género. Esa saludable postura, sin embargo, ha ido acompañada de conceptos peyorativos con respecto a los nuevos autores, que si bien comparto parcialmente, abarcan de manera injusta a la totalidad de la obra tanguística actual. Porque tangos malos, al fin y al cabo, han existido en todos los tiempos.
El tango, se ha dicho una y mil veces, es y ha sido un testigo de época. Entonces, por qué privarnos los autores actuales de narrar nuestra propia historia. ¿O acaso sería más creíble seguir invocando funyis y farolitos? Es verdad, alguno de los últimos que han sido difundidos por ahí son tan circunstanciales y precarios que vasta con escuchar unas pocas estrofas para regresar despavorido al repertorio tradicional. Pero también hay de los buenos y si uno se arriesga un poco más encontrará que algunas de las letras que hoy por hoy escriben los Fito Páez, los Calamaro, los Bersuit, etc. han tomado algunos condimentos de la alacena del tango. ¿Por qué entonces los autores actuales del tango tendríamos que renunciar a enriquecerlo con el aporte de otras corrientes poéticas y musicales que, al fin y al cabo, forman parte de nuestro propio proceso de formación? Esta idea de Victoria de que los autores hemos “contaminado” al género no es nueva. Vicente Rossi, el investigador de los orígenes africanos del tango, narraba, en 1926, las resistencias que generaba el bandoneón para ser incorporado en las llamadas orquestas típicas de principios del siglo XX puesto que era considerado un instrumento con acentos extranjerizantes y escasamente vinculado con las sonoridades criollas. Si uno de nuestros grandes poetas urbanos como Homero Expósito hubiera desistido de la idea de incorporar alguno de los elementos del paisaje de su propio tiempo nos habríamos privado, los tangueros y los no tangueros, de una obra tan exquisita como “Afiches”. Los ejemplos podrían ser muchos más, y todos ellos nos remitirían indefectiblemente a las actitudes de resistencia y conservadoras que ha padecido el tango desde sus mismos inicios, desde adentro y afuera de él.
“Los nuevos autores contribuyeron al quiebre del género”, afirma Victoria Morán. En realidad, los nuevos autores no somos más que víctimas de un proceso de “destanguización” de los medios que no empezó hace dos días y que posee objetivos muy concretos, los cuales tendríamos que ponernos a analizar y discutir alguna vez con profundidad en el marco de esta globalización feroz. Por último, los autores actuales somos víctimas también de todo aquel intérprete que no busca, que no se esfuerza en hallar repertorio original, temas que lo vinculen con su tiempo, con su lenguaje, que no se arriesgue, en definitiva, a combatir esta malsana costumbre que ha surgido en los últimos tiempos de convertir al tango en una pieza de museo o en un objeto de mercachifles y oportunistas que lo conciben sólo como un souvenir para el turismo.

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