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Sábado, 3 de agosto de 2002

El dueño de la Historia

1. Vuelve al futuro con Minority Report, una oscura distopía sobre un mundo en el que todos estamos controlados.
2. Tiene lista otra película para estrenar.
3. Está trabajando en el postergado retorno de Indiana Jones.
4. Planea filmar un western a cuatro manos con Martin Scorsese.
5. Y un par de cosas más.
Cuando muchos creían que ya había dado lo mejor y que sólo restaba verlo navegar a la deriva entre su espasmódico historicismo norteamericano y la dudosa seriedad con que intentaba dejar atrás su etapa descaradamente infantil, Steven Spielberg resucitó.

 Por Rodrigo Fresán

En el principio fue el transistor. Un día, el padre de Steven Spielberg llegó a su casa en Phoenix, Arizona y, triunfante, le mostró a su hijito un transistor y le dijo: “¡Esto es el futuro!”. El pequeño Steven lo miró por un segundo o dos. Y se lo tragó. Después, casi enseguida, Steven Spielberg (Cincinnati, 1946) descubrió que su futuro estaba en la preservación del pasado para proyectarlo una y otra vez o -para ser más claros– en el negocio del cine. El pequeño Steven consiguió una cámara Super-8 y, sin demora, procedió a filmar su primer e inolvidable gran efecto especial: el estallido de la olla a presión de su madre. Big Bang. El primero de muchos. A los 12 años filmó su propia versión de Sin novedad en el frente, “una con un dentista asesino” y “otra titulada Escape to Nowhere sobre la Segunda Guerra Mundial, con soldaditos de plástico”. Steven Spielberg se la proyectó a los actores de Rescatando al soldado Ryan antes de comenzar el rodaje. “Se pusieron un poco nerviosos, me parece”, recuerda Spielberg. Y agrega: “Al final, toda la historia de mi vida y obra puede resumirse así: mi trabajo es soñar. Y para soñar mejor vuelvo una y otra vez a mi infancia”. Pensar en Steven Spielberg como en un Peter Pan que decidió crecer, pero jamás olvidar.

OBRA Y VIDA
A grandes rasgos, se puede dividir el cine de Spielberg en tres grandes grupos: las películas muy buenas, las que le salieron mal pero aún así pueden ser consideradas “interesantes”, y las que uno no puede sino preguntarse “¿Qué pasó, SS?”. Ejemplo: el híbrido de acción-distópica y sátira-moral Minority Report es muy buena y, además (tal vez un poco demasiado, y está esa innecesaria coda que, ya saben, Steven no puede soportar ser tan...) interesante. El imperio del sol (a pesar de su insufrible niño protagonista) y AI (gracias a su adorable niño protagonista) son muy interesantes. Igual que Amistad (que, raro, resulta insoportable en cine, pero apasionante en video), The Sugarld Express (a pesar de Goldie Hawn) y 1941. Siempre, Indiana Jones y el Templo de la Perdición, Parque Jurásico, El mundo perdido, El color púrpura, Hook (una muy buena idea; pero nada que contenga a Robin Williams en su fórmula puede ser disculpado o redimido) y –ya sé que seré lapidado por decirlo, pero sobre gustos no hay nada escrito y cada loco con su tema– la manipuladora y sensiblera ET, pertenecen a la categoría del “¿Qué pasó, SS?”. Reto a muerte, Tiburón, Encuentros cercanos del tercer tipo (con la yapa de François Truffaut), Los cazadores del arca perdida, Indiana Jones y la última cruzada, La lista de Schindler y –más allá de Matt Damon, de esa intro y coda con veterano sollozante y de rodillas, y de tener el dudoso honor de ser el film favorito de Bush Jr– Rescatando al soldado Ryan, cada una en su estilo y en su género, son incuestionables obras mayores. No está nada mal a la hora de sacar promedios parciales de alguien que empezó en lo suyo tomando por asalto y sin pedir permiso con modales de okupa una oficina de la Universal, luego fue apadrinado por Rod Serling para su serie Galería nocturna, y hoy es el hombre más poderoso de la industria cinematográfica (productor, entre otras, de Belleza americana, Gladiador, Volver al futuro y ¿Quién engañó a Roger Rabbit?) y el director más adorado por los espectadores en toda la historia del cine de su país.
Y sigue soñando.

EL DIRECTOR ES LA ESTRELLA
Así se llamaba un famoso libro sobre la edad dorada de Hollywood (cuando en realidad el productor era la estrella) y el slogan en cuestión es más que apropiado a la hora de Spielberg porque el suyo no es sólo el nombre que más brilla en los posters de sus películas sino que, además, está siempre más que implicado en los territorios de la producción. Es decir: Spielberg filma lo que se le da la gana y –casi siempre– es lo que se le da la gana al espectador. Porque –atención– Spielberg es un director pop, entendiendo por pop aquello que es muypopular y que gozará de mucho más que quince warholianos minutos de fama. Spielberg –como Frank Capra y John Ford– define y dirige un largo trecho de historia norteamericana a través de sus películas y, así, define el tiempo que le tocó vivir sin que eso signifique desatender versiones del pasado y anticipaciones del futuro. De este modo, el cine de Spielberg -una cruza entre las ilustraciones cursilonas de Norman Rockwell que decoran su oficina, la frialdad cerebral de Stanley Kubrick y la adicción panorámica de David Lean– siempre se ocupa de héroes comunes enfrentados a situaciones fuera de lo común. La épica de lo doméstico o lo doméstico de la épica. El arqueólogo y profesor Jones mutando a aventurero internacional es la encarnación extrema de un tema que nos muestra a un electricista encogido para viajar a las profundidades del espacio, un hombre de negocios amenazado por un camión sin escrúpulos, un niño de los suburbios comulgando con un alien que parece Bambi después de haber sido pasado por un microondas, un sheriff de isla chica con miedo al agua, una joven pareja empeñada en la recuperación de su hijito... A uno y otro extremo del tiempo y del espacio los conflictos raciales de una nueva nación, la amenaza nazi, los japoneses, los niños mecánicos y los organismos de seguridad siempre contemplados, desde las alturas, por la contante reformulación de los juguetones e irresponsables héroes infantiles de J.M. Barrie y Collodi.
Hay versiones más polémicas y menos angelicales del Mito Spielberg. En su ya célebre libro Easy Riders, Raging Bulls, Peter Biskind no sólo culpa a Spielberg –y a Lucas– de haber implantado en el inconsciente de los productores de Hollywood el obligatorio concepto de la summer-movie multimillonaria sino, además, de ser el indirecto aniquilador –otra vez, junto a Lucas– de esa brillante generación de directores compuesta por Coppola, Ashby, Friedkin, Bogdanovich, Rafelson, De Palma, Scorsese, etc., que casi enseguida sucumbió víctima de sueños poco comerciales y demasiado d’auteur. En su libro, Biskind muestra a Spielberg como un nerd que rechazaba las largas rayas de cocaína que le ofrecían sus colegas así como las atenciones de las numerosas chicas que andaban dando vueltas por ahí con las tetas al aire, prefiriendo absorber toda la información posible. “Mientras todos leían Cahiers, Spielberg leía Variety y se aprendía de memoria las recaudaciones”, afirma Biskind. Puede ser, de acuerdo. Pero lo cierto es que fue Coppola quien acabó filmando una película titulada Jack. Hoy, Spielberg recuerda sin ira y con cariño: “Lo bueno es que –a diferencia de lo que ocurre hoy– éramos todos muy diferentes. Nuestras películas era muy distintas y no estábamos metidos en esa especie de carrera armamentística para conseguir la tecnopelícula perfecta. Ahora todos se parecen demasiado. Michael Bay es muy parecido a David Fincher que se parece mucho a James Cameron y... Nosotros, creo, éramos más apasionados; aunque también ese aspecto de nuestra generación ha sido mitificado en exceso. Me gusta pensar que nos metimos en esto porque no nos quedaba otra”.

CHICO DE TAPA
Y, claro, Spielberg no es tapa sólo en Radar. Spielberg -luego de la debacle de AI, parece que alguien le recomendó mostrarse más hospitalario a la hora de promocionar Minority Report– está en todas las portadas en las que hay que estar. A continuación, un destilado de las declaraciones de Spielberg a Wired, Hot-Dog y Empire.
Sobre Minority Report: “Es una película diferente para mí. Es oscura. Y trágica. Y escéptica, algo que no suele abundar en mi obra. En teoría iba a ser mucho más cínica de lo que acabó siendo. Supongo que, por encima de todo, soy una persona optimista... Lo que cuenta la película es –más allá del aspecto anticipatorio– algo por lo que estamos pasando estos días: la obsesión paranoica en cuanto a lo que puede llegar a suceder y cómo impedirlo antes de que ocurra. El 11 de septiembre de 2001 lo cambió todo,o empeoró todo lo que ya estaba mal. Supongo que a John Ashcroft le gustarán las posibilidades que plantea la película, pero no creo que le divierta aquello acerca de lo que la película acaba advirtiendo. Es decir: no creo que vaya a recibir una invitación de la Casa Blanca para ver Minority Report junto al presidente”.
Sobre la ciencia-ficción: “Alguna vez, cuando recién empezaba, dije que me gustaría ser recordado como el Cecil B. De Mille de la ciencia-ficción. Es decir, elevar la cuestión a alturas e intensidades bíblicas... Mi primer largometraje casero se llamó Firelight, duraba 135 minutos y trataba sobre el contacto con extraterrestres, una primera aproximación a Encuentros cercanos... No sé, es un género al que vuelvo una y otra vez... Todos los otros, siempre, tienen alguna limitación. Mientras que irte al futuro no tiene fronteras. Es como entrar en una tienda de caramelos y que te digan que todo lo que quieras es gratis. Pero hay que tener claro que la mejor ciencia-ficción, la verdadera, siempre tiene que apoyarse sobre los sólidos cimientos de una verdad presente y comprobable”.
Sobre el futuro: “Lo primero que hicimos fue invitar a varios especialistas para sesiones de brainstorming. Me interesaba saber qué pensaban acerca de cómo serían los tiempos que vendrán. Trajimos investigadores en medicina, líderes en realidad virtual, escritores como Douglas Coupland, y los encerramos juntos durante tres días para que conversaran. A ver qué se les ocurría en cuanto a cómo iba a ser el mundo dentro de medio siglo... A Coupland se le ocurrió eso de la sick-stick para producir náuseas. Pero mucho quedó afuera. Me acuerdo que alguien pensó en un inodoro inteligente que analizaba ipso-facto tu materia fecal y te recomendaba qué alterar de tu dieta para vivir más sano y por más tiempo”.
Sobre Philip K. Dick: “Dick es un explorador de conceptos. Yo utilicé el de su relato y lo combiné con lo que hacía Hitchcock con esas películas donde Cary Grant se la pasaba corriendo de un lado a otro sin saber muy bien por qué”.
Sobre Blade Runner: “Es un poco cansador... Cada vez que aparece una película que transcurre en el futuro con fotografía que tiende al azul, bueno, todos empiezan a gritar Blade Runner. Yo creo que Ridley Scott consiguió una brillante y a la vez oscura visión de cómo serán las cosas. Ya saben: lluvia ácida y sushi. A mí me parece que Minority Report es algo un poco más accesible”.
Sobre los efectos especiales: “Al construir películas que dependen mucho de los efectos especiales, puedo decir que he pasado por todas las situaciones posibles. Con Tiburón tuve la desgracia con suerte de que el tiburón mecánico funcionara mal, lo que me obligó a renunciar a la idea de una película en la que el monstruo apareciera todo el tiempo para tener que optar por una versión más estilo Hitchcock: no mostrar el tiburón y mostrar el agua. Y salí ganando. Encuentros cercanos... probablemente sea la película en la que la técnica del matte alcanzó su punto más alto. Y Parque Jurásico estrenó las primeras criaturas biológicas totalmente digitalizadas. Los efectos que se utilizan en Minority Report son muchos –jamás había utilizado tantos desde Encuentros cercanos...–, pero no están utilizados, como en mis otras películas, para crear un mundo sino como recursos narrativos, datos que contribuyen a la historia”.
Sobre Tom Cruise: “Tom me trajo el guión de Minority Report. Nos divertimos mucho filmando. Todo el tiempo nos la pasamos riendo. Y no sólo insistió en filmar varias escenas de riesgo. Se esforzó por no sonreír mucho en la película, sólo lo indispensable”.
Sobre su estilo: “Supongo que hay un primer tramo de mi carrera, largo, en el que mis películas están unificadas por una prolija elegancia. Todo está donde tiene que estar y las sorpresas pasan más por la historia que por mi dirección. Es una dirección eficaz, en función de la trama. Esollegó a su fin con Hook. Ahí me aburrí y empecé a hacer cosas que, supuestamente, yo no podía hacer: filmar en blanco y negro, con cámara en mano. Y, finalmente, contar lo que a mí me interesaba contar sin pensar tanto en el público. AI es un caso claro. No fue lo que todos esperaban. Un ET oscuro. Algo así. En cualquier caso, no fue una película para adultos ni una película infantil. Fue, supongo, una película de Stanley Kubrick más que una película de Steven Spielberg. Curiosamente, o no, fue un gran éxito en Japón”.
Sobre la experimentación: “Creo que yo también tengo mis películas experimentales. La experimentación no tiene que ser algo tan radical como el Dogma 95. Es más, yo jamás haría algo así. Me parece un asco tener que renunciar a un buen sonido y a una buena iluminación en nombre de cierta estética. Creo que yo me solté con La lista de Schindler. Había tenido tantos éxitos comerciales que podía darme el lujo de arriesgar con algo diferente. A partir de esa experiencia comprendí que lo único que me impedía experimentar era yo mismo. Y así, a mi manera, me puse a experimentar todo el tiempo, con la excepción de mis dos películas con dinosaurios. Amistad, Rescatando al soldado Ryan, AI y ahora Minority Report son, para mí, experimentos”.
Sobre el sentimentalismo: “La crítica principal y más recurrente que se les hace a mis películas pasa por el factor sentimental. Es cierto, soy muy sentimental y eso se nota en mi obra. Tuve que hacer enormes esfuerzos para que eso no se pegara a La lista de Schindler y a Rescatando al soldado Ryan, por más que son multitudes los que detestan el principio y el final con el viejo soldado. Lo siento: pero la película era sobre y para los viejos soldados norteamericanos. Y tenían que estar de algún modo en la película. También se me acusa de utilizar la música de John Williams como herramienta para explicarle al espectador qué es lo que tiene que sentir. En fin, está claro que el motivo musical de Tiburón es el más célebre y reconocible en toda la historia luego del de la Quinta Sinfonía de Beethoven. Y yo tuve la suerte de que Williams los compusiera para mí película. A mí me parece que es parte de la narración, del saber narrar. Y no me importa que a alguien le moleste eso, me molestaría que no me importara a mí”.
Sobre el cine: “Lo cierto es que jamás podremos superar el impulso adolescente de pintar cosas en las paredes de las cavernas. Es algo que jamás nos dejará, es parte de nosotros. La tecnología podrá ofrecernos más y mejores medios a la hora de contar historias. La tecnología también podrá proveernos con una suerte de teatro de la mente. Llegará el día en que toda la película tendrá lugar dentro de nuestra cabeza, y ésa será la experiencia más íntima a la que jamás podremos tener acceso: veremos con los ojos cerrados toda la historia, pero también podremos olerla y tocarla, interactuar con ella... Lo que sí me entristece un poco es todo eso que se está hablando acerca del fin del proceso fotomecánico, como si se tratara ya de algo a archivar junto con la venerable figura de Thomas Edison. Hay una magia innegable en el celuloide y los químicos. Es cierto: no hay nada más seguro que una toma digital. Es limpio, seguro, no necesita de un proyector y forma parte de un ambiente tan controlado como una sala de hospital. Y eso es lo que está mal para mí. El celuloide tiene una estructura molecular llamada grano y aunque se trate de una toma de una flor en un jarrón, bueno, esa toma está viva porque está compuesta por granos, por las moléculas del celuloide. Te das cuenta de ello cuando te sientas en las primeras filas de un cine. Todos saben de lo que hablo: la pantalla está viva. La pantalla está viva con la fuerza del caos y la excitación. Todo eso se perderá, estoy seguro, cuando nos pasemos por completo a una cámara digital y a un proyector digital. También es cierto que yo fui uno de los primeros en mejorar mis películas con tecnología digital y me enorgullece el haber jugado un rol interesante en laevolución del medio; pero juro que seré el último en usar el soporte digital para filmar mis películas in toto. Está en mis planes comprar cantidades industriales de celuloide virgen y enterrarlo en alguna parte de Kansas para no quedarme sin material. Palabra de boy-scout”.
Sobre el futuro II: “Tengo la edad de las personas que suelen estar un poco asustadas por el avance tecnológico de los últimos años. Y no soy la excepción, por más que trabaje con tecnologías de última generación. Hay ciertas máquinas que me asustan, simplemente porque no soy muy bueno manejándolas. Por ejemplo: no sé cómo programar una computadora portátil. Puedo conectarme con mi server y eso es todo. Pero me gusta el aspecto narrativo de los juegos. A cada uno que compro, le dedico cinco días, en jornadas de hasta ocho horas seguidas, y no me quedo tranquilo hasta que alcanzo el último nivel. No soporto no saber cómo termina la historia. Mi esposa, claro, se irrita un poco. Pero trato de dedicarme a esos juegos con mis hijos y así compartimos la experiencia. Eso sí: el mouse o el joystick siempre tienen que estar en mi mano. Yo soy el comandante... En fin: es cierto eso de que la tecnología acaba modificando la naturaleza de nuestros sueños. Falta cada vez menos para que tengamos acceso a un tipo de biotecnología que convertirá nuestro cuerpo en una especie de video-game. Podremos disponer de una descarga de adrenalina a las tres de la tarde, como si se tratara de puntos extra, para aumentar nuestro nivel de energía. Pero la verdad es que a mí no me interesa un mundo así. No quiero ser un hombre biónico y no me parece casual que la mejor ciencia-ficción siempre esté escrita alrededor de claras advertencias y cuente historias en las que la sociedad siempre paga un precio alto por haber llegado tan lejos”.

LO QUE VENDRA
A la hora de las frustraciones, Spielberg reconoce una, un poco en broma y bastante en serio: “George nunca me dejó filmar un episodio de Star Wars. Se lo pedí varias veces, desde hace más de quince años se lo vengo pidiendo... Pero no hay caso. Aunque lo entiendo. Es su bebé. Y está claro que somos muy buenos amigos. Lo que no quita que seamos terriblemente competitivos el uno con el otro”. También –dicen las malas lenguas– Spielberg se puso muy pero muy nervioso cuando vio The Matrix y El señor de los anillos. En cualquier caso, Spielberg tiene con qué distraerse. Además de la nueva entrega de Indiana Jones (ver recuadro), ya cuenta con varios proyectos en desarrollo. Uno de ellos es la postergada Memorias de una geisha (basada en el best-seller de Arthur Golden). Otro es la adaptación al cine de la novela de culto Big Fish de Daniel Wallace, donde la pesca con mosca y los bosques del Sur americano se funden con la mitología griega, cierto aire Mark Twain y, uh, Forrest Gump a la hora de contar la relación de un hijo vivo con su padre muerto. Hay rumores de que se viene una biografía de Abraham Lincoln y otra de Charles Lindbergh (lo que nos devolvería al Spielberg historicista), de que está buscando una muy buena idea para un muy buen musical, y de que filmaría un western a deux –titulado Into the Setting Sun– con Martin Scorsese. Pero antes de todo eso y de Indiana Jones, Spielberg estrenará Catch me if you Can, protagonizada por la dupla estelar de Tom Hanks y Leonardo DiCaprio para contar la true-story de un legendario estafador y coleccionista compulsivo de alias y profesiones entre las que se contaron la de piloto de Pan Am, médico de hospital, abogado, profesor de sociología, pediatra, lo que se les ocurra... Y el próximo año el Sci-Fi Channel pondrá en el aire Taken: miniserie de diez episodios sobre abducciones extraterrestres, y recordar que abundan los exaltados que aseguran que Spielberg no es sino el agente publicitario de un planeta muy lejano cuya misión secreta es prepararnos para el Gran Encuentro. Para el cierre de su carrera, antes o después de unir nuestro dedo con el dedito luminoso de algún ET, Spielberg ya tiene planes: I’ll be Home, su autobiografía. “Pero todavía falta mucho. Laverdad es que me da un poco de miedo y todavía no estoy preparado. Es algo muy personal. Cuenta exactamente quién soy, y no estoy del todo seguro de querer que mi público lo tenga tan claro. Ya veremos, ya veremos...”, suspira.
Una cosa es segura: va a ser como un sueño, va a ser un ¿poquito? cursi, va a tener muy buenos efectos y afectos especiales, va a transcurrir en el pasado, en el presente y en el futuro. Y, de acuerdo, no se sabe cómo termina, pero sí cómo va a empezar. Va a empezar un chico que se traga un transistor para así convertirse en parte del futuro, en dueño de la Historia.
Después, títulos.
Y música de John Williams.

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