Dom 04.11.2007
radar

PáGINA 3

La arcada del diablo

› Por BRUCE SPRINGSTEEN

Recuerdo la mañana en que desenterramos tu arma
Los gusanos en el tambor, el sol colgante
Aquella primera nerviosa tarde de perfume y gin
El olor perdido en tu aliento mientras
te ayudaba a entrar.
El apuro de tus labios, el tacto de tu nombre
El latido de tu corazón, la arcada del diablo

Dijiste que se necesitan héroes, entonces los héroes se hacen
Alguien hizo una apuesta, alguien pagó
La fría mañana del desierto, después nada que guardar
Sólo metal y plástico, allí donde tu cuerpo hizo un hueco
Los lentos juegos de póquer con el teniente Ray
en el pabellón de paredes azules, un mar sin nombre
donde estabas a la deriva con los héroes
de la arcada del diablo.

Dormís y soñás con tus compañeros,
Charlie y Jim,
y despertás con el duro polvo del desierto sobre tu piel.
Una voz dice: “No te preocupes, aquí estoy...
Sólo susurrá la palabra ‘mañana’ en mi oído”.
Una casa en una calle tranquila
Un hogar para los valientes
El glorioso reino del sol sobre tu rostro,
levantándose de una larga noche tan oscura como la tumba
en una delgada cadena de próximos momentos
Y algo como la fe
en una mañana para ordenar, un desayuno para hacer,
una cama armada bajo el sol, un cuerpo que espera
el roce de tus dedos al final del día.

El latido de tu corazón, y el de ella
La suave quemazón
de los amargos fuegos de la arcada del diablo.

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