PERSONAJES FABIANA CANTILO
Justo cuando se cumplen treinta años de su debut solista, Fabiana Cantilo vuelve con uno de los mejores y más ambiciosos discos de su carrera, que la encuentra en un estado de gracia compositiva y musical. Sin la presión de una discográfica grande y embarcada por primera vez en un proyecto independiente, en Superamor dejó atrás los covers de canciones de rock nacional –que tanto embelleció su voz de tono extraordinario– para volver a las canciones propias con la participación de Ricardo Mollo como invitado y con Lisandro Aristimuño como productor y arreglador. En esta entrevista, Fabiana Cantilo habla de ser compositora desde la adolescencia, de su relación con Charly García y Fito Páez, de su familia y de cómo y cuánto cambió su vida en los últimos años.
› Por Juan Ignacio Babino
“Vivo en Acassuso, en casa alquilada y con auto viejo.” Mucho del presente de Fabiana Cantilo se puede resumir –de hecho ella lo hace– enumerando cada una de esas cosas. “Conmigo no van a poder ni con la guita ni con el poder. Nunca pudieron agarrarme con eso porque no me seduce”, agrega, y larga una carcajada y mueve las piernas debajo de las sábanas y juguetea con un mono de peluche. Porque tuvo un mediodía complicado, no se sintió bien, propone charlar recostada en la cama en una de las habitaciones de la casa de su madre, a la que sigue tratando de usted y donde todo es orden y pulcritud. “¿No te molesta, no?”
“Y si vamos para atrás en la historia, ponés rewind, le preguntás a tu mamá o a tu abuela, cuando tenía nueve años canté ‘Balada para un loco’ y me fue a ver Amelita Baltar. Entonces ya estaba como la pendeja cantando. Era chiquita y me mandaban. Bueno, en realidad yo quería y me mandaban a estudiar guitarra y folclore. Mi familia tiene un lado bastante artístico. Y mi abuela me cantaba tango y folclore en la guitarra. Esta que está acá”, dice y señala el portarretrato que está sobre la mesa de luz. Fabiana Cantilo tiene un ya conocido tronco familiar: parte de su rama materna –los Luro Pueyrredón– son un linaje tradicional de Buenos Aires y están relacionados con la fundación de Mar del Plata. Es prima, además, de la política Patricia Bullrich. Pero esta vez ella se detiene en otro punto de su historia: el tío Vasquito. “Era un loco importantísimo, nunca fue famoso ni nada pero escribía las paredes de su casa, vivía ahí casi recluido en el campo. Tuvo su época medio revolucionaria, era como amigo del Che y entonces eran unos locos importantes y no sé qué hizo, tiró una bomba no sé dónde y el Vasquito se tuvo que ir a vivir ahí. Y era alcohólico. ¡Después preguntan de dónde salí y eran todos medio ‘choborras’! Pero no voy a decir nada porque si no me matan todos, todos esos de los cuadros. Y entonces en el campo escribía los poemas en la pared y yo de chiquita no entendía nada pero él se copaba conmigo porque yo tocaba la guitarra. Lo que pasa que pobre, ahí la quedó. Pero esa cosa de los artistas, de querer tapar el dolor porque somos muy sensibles. La vieja historia de querer dejar de sufrir. En esa estamos todos”, cuenta.
Si se mira en perspectiva su recorrida, una de las cosas que brota es que su nombre cruza la música rock de acá desde el regreso de la democracia hasta la actualidad. Y allí es larguísima la nómina de autores, músicos y discos en los que grabó, co-compuso, fue corista, vocalista, intérprete, estuvo invitada, etc. El arcón de todo eso va desde Los Redondos –donde de alguna manera comenzó formando parte de las Bay Biscuits (junto a Vivi Tellas, Isabel de Sebastián y Edith Kucher)– hasta Los Twist, pasando por Seru Giran, Spinetta, Leda Valladares, Andrés Calamaro y, claro, Charly García y Fito Páez. Y ese recorrido, además, incluye doce discos solistas –sin contar dos compilados: desde su debut con Detectives (1985) con Charly García como productor pasando por los multirradiales y vendidos Inconsciente colectivo (2005) y En la vereda del sol (2009), donde versionó grandes canciones del rock argentino–. En definitiva es como si aquella niña, que empezó con las clases de canto y guitarra a los ocho años, no hubiese dejado de cantar hasta hoy. “Yo soy muy cancionera. Lo que pasa es que a mí me sacaban de eso porque me decían que se iban a dormir. En general medio que me presionaban para hacer canciones ‘up’. No sé bien por qué, no importa. Se dio. Pero esto es lo que a mí me gusta. Hacer un tema que es una demencia y después poner una cosa re bailable. Esa soy yo. La gente no sabe que yo puedo hacer eso. Pero bueno, a las pruebas me remito. Lo que pasa es que yo estoy más tranquila ahora. Sola, ocupándome mucho de mí, entonces la energía que irradio no es la misma. Si bien dijeron que nunca había incursionado en este estilo, no es así. Yo toco folclore desde los siete años y ya había hecho música electrónica: que no se difunda no es mi culpa. Entiendo, nadie tiene por qué seguir mi carrera. Pero cuento, como hablan de mí a mí me gusta defenderme. Todavía tengo ego. Me encantaría no tenerlo, sería más feliz.” Y entre todo eso también actuó y tuvo participaciones especiales en cine y en televisión. Por ejemplo en Boro Boro, junto a Pipo Cipolatti (1992, Telefé), Graduados (2012, Telefé), Guapas (2014, Canal 13), y en cine; De quién es el portaligas (2007, Fito Páez) y Aire Libre (2014, Anahí Berneri).
En algunas entrevistas dijiste que te gusta que te dirijan. Y eso ¿puede pensarse como una especie de opuesto complementario tuyo, cuando en tu vida has sido una mujer libre y hasta por momentos un poco anárquica?
–No te creas, eh. No creas. Vino García y me dirigió. Los Twist y Detectives, estaba ahí. Hacía caso porque ¿le voy a discutir? No. Fito me cagaba a pedos. Me cagaban a pedos mal. Parecía eso, pero está bueno que sepan que no es verdad. Sí, habré hecho un montón de cosas que dan para pensar que siempre fui muy libre. Fito era más chico que yo y los demás, pero un capo. Cuando todos estábamos mucho más ‘loquibambis’, él y Soda Stereo siguieron, así, derecho, entonces les fue bien. Me gusta que me dirijan pero autorizado por mí. Cuando me dirigen y yo no quiero, ahí me pongo loca ¿entendés? Ayer en un ensayo a uno de los productores le dije: Cay dirigí el ensayo porque esto se va. Pero cuando yo lo digo. Soy mucho más insegura y mucho más sumisa de lo que todos piensan. Para que veas que no todo lo que brilla es oro. Ahora, recién ahora soy libre. Que estoy solita y limpia.
“La voz femenina del rock nacional” o “la dama del rock argentino”. Hasta no hace mucho era común que esos epítetos anticiparan cualquier referencia hacia Fabiana Cantilo. Adjetivos que con el tiempo se adivinaron un tanto perezosos. Si hasta hace muy poco tocó y cantó con todos, ahora lo hace con y para ella misma; que fue niña, mujer, femme fatale, chica brava del rock, hembra, reina y mendiga de los excesos, hija de la lágrima y las carcajadas, cuántos días sin dormir. Todo eso se dijo –se dice– sobre Fabiana Cantilo. Pero lo cierto es que en estos días todo en su mundo –o casi todo– toma forma de canción y eso quedó registrado en Superamor, el gran y reciente disco que acaba de editar. “Estoy sola hace cuatro años y no estoy hablando de amor pagano, ponele. Estoy hablando de súper amor, que es el amor que uno siente por una mamá, por un gato, por un amigo, no por el común de las parejas, que siempre se manifiesta ahí los celos, la envidia. Gracias a Dios pude quedarme sola y aprender y tratar de ser mucho más sabia. Que es lo que me está pasando hace cuatro años. Entonces es otra la cabeza y aflora mi verdadero yo, que es éste.”
Si en la tapa de Hija del rigor (2007) aparecía herida, ensangrentada y con la cara vendada, y en Ahora (2009) había una pintura de una mujer –¿ella?– saliendo desnuda, a brazos abiertos, de un mar multicolor, en Superamor alcanzó otro estadio: porque allí está, rodeada de flores, pájaros, peces, elefantes, nubes. Punto de llegada y de partida a la vez, el último de tres pasos que podrían ser su propia y personal reducción de daños de todo este tiempo.
Este disco es el más ambicioso de toda su discografía. No sólo porque es la primera vez que se embarca en un proyecto independiente –“las canciones las hice yo y nadie me rompió las pelotas con que sí o no. A veces protesto porque no puedo cambiar el auto y qué se yo, pero estoy muy orgullosa, me pone muy contenta que haya gente dispuesta a poner un poco más de plata antes que la industria y la máquina de hacer chorizos”– sino también por su inquietud sonora y musical. Y para ello buscó y encontró la parcería musical de Lisandro Aristimuño –arreglador, director musical y productor artístico del disco–. Doce canciones propias (excepto una compuesta por Laura Casarino y tres en coautoría con Aristimuño) donde hay aires folclóricos, rock clásicos (“Rocktradición” y “Payaso”), arreglos de cuerdas y, sobre todo, el pulso más cancionero de Páez y García. Todo ello tamizado por las ideas y toques del cancionista nacido en Viedma –texturas de sonidos, programaciones, voces sampleadas–. “Si vamos a hablar de música argentina tiene como una cosa así de Cerati, García dando vueltas. Siempre me gustó todo eso. Yo busqué la mano de Lisandro en realidad. La armonía que él usa es parecida a la que yo uso cuando hago ese tipo de música. A él le gusta mucho usar la fonética, no el sentido. A mí me gusta el sentido, entonces entre los dos terminamos de darle eso en común. Y es muy talentoso”, dice Fabiana. Y sigue: “Con Charly aprendí que yo podía cantar cualquier cosa arriba de cualquier cosa. Esa era mi virtud. Ese método lo hicimos en el disco. ‘Tocá cualquier cosa’, le decía yo. ‘¿Cómo que toque cualquier cosa?’ Vos tocá cualquier cosa y yo canto. Y se dio. Tengo como una facilidad extraña, que sólo lo aprendí cuando Charly me autorizó y yo me autoricé. Charly era tan maestro”.
Y Lisandro cuenta: “El concepto que busqué en la parte de producción surgió a medida que fuimos trabajando y conociéndonos, es un disco libre de prejuicios y con mucho sentimiento. La situación que sanamente está atravesando ella es realmente lo que hizo que el disco tenga un compromiso y una pureza a flor de piel. Fabi es una gran compositora, es muy grosa haciendo melodías. Tiene habilidad para hacer armonías, complejas y simples a la vez. Esto llevó al disco a profundizar esas canciones, genuinas y personales e intentar no perder esa naturalidad cancionera que mostró a lo largo de su carrera”.
Superamor, además, puede pensarse como una obra conceptual. O como un viaje trascendental: la primera canción se llama “Desde el cielo” y le siguen, entre otras, “Terra”, “Tren (volar en círculos)”, “Escritos del mar” y, última, “Delfines”. Luz, agua, mantras, sol, Gaia son algunas de las palabras recurrentes a lo largo de todo el disco. En “Tren...” incluyó una oración que le enseñó un maestro espiritual: “Conjuro a mis enemigos externos o internos a los portales de Belén” y en la canción homónima, el hoponopono –una especie de mantra hawaiano– que dice: “Te amo, perdóname, lo siento mucho, gracias”. El arte de tapa, además, incluye tarjetas individuales de cada letra con ilustraciones al dorso, y cada una de ellas en conjunto, puestas como un rompecabezas, forman una especie de geometría universal. Ella lo explica así: “Es la geometría sagrada. No es mágico, es el universo que está hecho de lógica, de matemática, cosas más frías de lo que nosotros pensamos. No hay moral, no hay ni bien ni mal. Es como que el árbol crece si le ponés agua, sino, se muere. Punto. Eso está atrás, la flor de la vida y todo es un círculo. Eso es lo que yo quiero decir. Son todas cosas que me pasan. No soy solamente una loca sacada. La loca sacada es porque no quería sufrir”.
En los agradecimientos del disco nombrás a los grupos de recuperación, a tus médicas y de hecho lo dedicás a “la recuperación”. No es muy común que en el ambiente se hable abiertamente de ello...
–No me sale mentir. ¿Nadie dice nada? Son todos unos caretas entonces. En un momento estaba tan contenta que había encontrado la forma de parar. A mí no me interesaba ese tipo de práctica. Nunca me interesó. Yo tenía como una doble vida: danza, estudiar, tatatá y los fines de semanas ¡pa!, me iba al carajo. Me sentía re culpable. Hasta que pude parar un año –en el ’95– y empecé los grupos estos –que no puedo nombrarlos–, hace quince años. Lo que quiero decir acá es que la recaída es parte del tratamiento. Vivir para contarlo. No lo recomiendo. Pero si recaés tenés que volver, no hay otra. En estos grupos te enseñan. Tiene que ver mucho con el budismo, el modo de vida, la humildad; ves a tipos sentados hablando de sus problemas, llorando, bajando la cabeza. Yo la voy por ahí. El ego de mierda que todos tenemos.
Y, por si hiciera falta, dirá, finalmente: el amor es de lo que está hecho todo.
Después de presentar Superamor gratis en C. C. Kirchner, Fabiana Cantilo sale de gira con shows el 21 de agosto en el Estadio Ruca Che de Neuquén, el 11 de septiembre en el Teatro Municipal La Comedia de Rosario y el 25 de septiembre en La Trastienda Club de Montevideo, Uruguay.
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