Domingo, 13 de septiembre de 2015 | Hoy
PERSONAJES > PABLO “PINOCHO” ROUTIN
Figura central y emblemática de la murga uruguaya, e integrante durante una década del grupo de Jaime Roos, Pablo “Pinocho” Routin recuerda que, cuando era un trabajador agropecuario, escuchaba todos los días a sus ídolos en la radio y ni siquiera soñaba con ser uno de ellos. Con tres discos editados como solista, Routin recorre aquí sus primeros años en el oficio, confiesa su pasión por el carnaval y presenta su cuarto álbum, Corazón, antes de presentarse de este lado del charco.
Por Juan Ignacio Babino
Playa Pascual –en el departamento de San José– está a poco más de treinta kilómetros al noroeste de Montevideo. Y, si se quiere refinar un poco más esto de las distancias y calcular, por ejemplo, alguna esquina del barrio Tropas Viejas (Playa Pascual) hasta el Teatro de Verano –epicentro de la competencia del carnaval– en la capital uruguaya, el recorrido se alarga hasta casi unos cincuenta kilómetros. Dos puntos de referencia que, como se podrá ver a continuación, no son azarosos.
Pablo “Pinocho” Routin –el apodo lo adoptó de su hermano mayor– nació en Montevideo, pero vivió gran parte de su infancia y adolescencia en Playa Pascual. “Estuve hasta los diecinueve años. Aunque después, con intermitencias porque ahí siguen viviendo mis padres, he ido y venido. Pero ese lugar es mi lugar de referencia, mi tierra natal, a pesar de que no nací allí”. En aquella casa familiar era común, por ejemplo, que los almuerzos se extendieran largamente por las “cantarolas” –así dice, cantarolas– que se armaban: tíos y tías, abuelos y abuelas entonando tangos y candombes de la guardia vieja, y canciones de La Troupe Ateniense. Pinocho explica: “La Troupe era, de alguna manera, un género que había en los carnavales de los años cuarenta, cincuenta. Después desapareció, pero era una expresión con un coro grande, escenas más teatrales e instrumentación que no tiene la murga”. Y vuelve sobre sus días de trabajador agropecuario en los que, mientras cargaba las bolsas de maíz y afrechillo para los chanchos y caballos de los clientes, en la radio sonaban murgas y canciones de Rada, Opa, los hermanos Fattoruso: “Era la radio de moda y pasaban lo que se llamaba canto popular. Yo daba mi vida por poder hacer lo que hoy hago. Tenía la radio puesta ahí y pasaban canciones de murga, de Jaime, de Hugo y Osvaldo. De todos esos monstruos y, ta, la vida me regaló un día darme vuelta y ver a Hugo tocando el piano en el mismo escenario donde yo estaba cantando. Y a mí no me da la capacidad para darme cuenta del músico que es Hugo Fattoruso, pero quienes son verdaderos músicos quizás sepan la dimensión que él tiene. Para mí es como, como un sol ahí”.
Un buen tiempo antes de compartir canciones y escenarios con, por ejemplo, Hugo Fattoruso, los primeros toques musicales de Pinocho fueron durante época de carnaval con la murga Justamente Risas, a mediados de la década del ochenta. “Fue la salida de la dictadura en Uruguay y fue una apertura cultural importante, porque por ejemplo, en el caso de las murgas se triplicó la cantidad. Fue un pequeño pedacito de la resistencia y hubo como una apertura a la aparición de murgas nuevas, entre ellas, esta donde éramos casi todos debutantes en carnaval, salida de una cooperativa de viviendas de un lugar que se llamaba Mesa Uno. Allí comencé mi camino sin saber que el carnaval me deparaba una cosa tan profunda. Empecé más por esa cosa de cantar, en busca de un espacio recreativo. De a poco me fui dando cuenta que había una profundidad cultural muy grande en el carnaval uruguayo. Aunque siempre estuve vinculado al tablado, desde muy niño”. Le siguieron las murgas La Justa, Curtidores de Hongos, La Milonga Nacional, La Reina de la Teja, A Contramano (“en la que más he estado, tengo como veinticinco carnavales arriba más algunos otros que no salí y con ellos estuve como diez años, casi la mitad lo hice con esa gran murga”) y La Falta y Resto con la que, por ejemplo, en 1988 y 1989 ganó el primer premio en la competencia. De esos años es el recordado personaje Pepe Revolución, con música de Jorge Lazaroff, texto de Raúl Castro y dirección de Eduardo “Pitufo” Lombardo: una especie de cumbre musical del género. Además de acompañar a Rubén Rada en su espectáculo para niños, formó parte de las bandas de Jaime Roos –bautizadas como La Escuelita y La Doble Uruguaya– durante más de diez años: “Tengo un profundo agradecimiento por la oportunidad que en aquel momento me brindó. Lo considero un amigo, pero por sobre todo admiro profundamente su obra, su música. A muchos de nosotros, a partir del vínculo y de poder tocar con él, un músico tan reconocido y tan grande, el trillo de alguna manera se nos ha hecho un poco más liviano, por decirlo de alguna manera”.
Hoy en día, aunque hace mucho que no sale, Pinocho es uno de los cupleteros –o cupleros, según se quiera decir– más reconocidos de Uruguay. “El cupletero es un personaje que por lo general cuenta una historia, desde el desenfado, tratando de generar humor, de ser creíble arriba del escenario. Me gusta definirlo como un vecino disfrazado con intenciones artísticas. De niño veía las murgas y la gente se reía y decía nah mirá, este es el vecino de la otra cuadra de peluca´ más allá de lo que dijera o cantara. No estaba muy en juego si decía o cantaba súper bien o el texto era maravilloso, o qué tipo de personaje era. No había nada de eso. Había sí, el reconocer a alguien del barrio, de repente, disfrazado y yendo al frente con la intención de hacer reír. Esa ingenuidad es la que creo a veces está a punto de perderse, pero por suerte hay generaciones nuevas que van recuperando y reponiendo esas cosas”.
En algunas entrevistas has dicho que “lo que se dice arriba del tablado, hay que sostenerlo abajo”.
–Y lo suscribo. Eso es importante. Al menos yo lo siento así. Me parece que está bueno salir a dar discursos, no solamente por el discurso sino poder ponerle carne a lo que dice. En su vida. No siempre se puede, a veces es difícil. Porque el arte también tiene ficción y porque a veces uno no puede cumplir con eso. Pero yo hago un esfuerzo por eso, trato de escribir lo que después puedo sostener en la vida. Y a veces quizás me pierdo de escribir cosas que estén buenas porque no las puedo bancar después. Me parece que es una cosa que está buena.
De aquellos primeros toques en carnaval, Routin se volvía en colectivo a su pueblo. Y allí era que, esperando, dejaba pasar uno, dos, tres micros con la sola esperanza que apareciera ahí mismo Roberto García, un cupletero y compositor que él admiraba y admira: “Aquello que yo hacía, de pararme y esperar a que llegara Roberto y en lo que veo una parte de mí que me gusta mucho, es parte de toda la ingenuidad que tiene el carnaval. Roberto García es el cantante de ‘Adiós Juventud’, el original de la canción de Jaime, y yo empecé a cantar imitándolo a él. Salimos juntos en el 87 y pude decirle todas estas cosas”.
Aquí está, entonces, lo no azaroso de aquellas distancias, Playa Pascual y el Teatro de Verano: hay que imaginar a un jovencísimo Pinocho dejando pasar uno, dos, tres colectivos que lo devolvieran a su barrio sólo para coincidir con Roberto.
En 1995 editó su primer trabajo solista, Noches de carnaval, al que le siguieron Peligro de murga (1999) y Flores (2009): todos trabajos que empezaban a mostrar la veta compositiva más personal de Pinocho. Y entretanto editó, junto a Edú “Pitufo” Lombardo, Murga Madre (2002), una obra que a la distancia se descubre fundamental no sólo en su recorrida personal sino también en lo que hace a la música popular uruguaya de los últimos años. “Los hechos artísticos siempre nacen por necesidad de quienes los crean. Es una necesidad interna lo que te empuja a hacer determinado tipo de cosas. Y bueno, Murga madre nació así, como una necesidad muy grande de poder mostrarle al público lo que no ven, que son las conductas humanas de los murguistas en un viaje muy intenso que puede llevar, por ejemplo, meses de trabajo, donde hay reuniones creativas en las que se escriben y eligen textos y músicas, se piensan personajes y vestuario. Ahí es donde nosotros quisimos hacer hincapié: no en el mostrador de la murga, sino utilizar la murga para mostrar y contar otras cosas, para contar toda la luz que tiene el carnaval y también toda la oscuridad. Porque tiene esa bendición y a la vez tiene esa trampa, porque vos tenés que crear, tenés que convivir, que cantar con otros. Y para mí el aprendizaje más grande del género, en lo personal, pasa por ahí”. Y la canción homónima del disco –que es una retirada y que, por ejemplo, incluyó Liliana Herrero en el disco dedicado al río Uruguay de su doble Litoral (2005)– dice en algunas de sus partes, como si fuera una especie de composición meta-murguera: “En silencio te quisiera conjurar y jurarte por las cosas que más quiero/ es tan grande lo que pasa en carnaval que la tierra se confunde con el cielo/ los adioses del tablado dónde están, buscaremos en alguna retirada/ en el verso y en la rima primordial que seduce contagiando a la barriada”.
Cantan, reflexiones sobre la voz cantada (Estuario, 2013) se llamó el libro que, a cuatro manos, editó junto a la cantante y diseñadora Valentina Dufort. Allí indagan, debaten, bucean sobre el particular hecho de cantar, sobre la tradición, sobre las influencias y demás. Por ejemplo, llegan a preguntar si la voz tiene una ideología. Y los entrevistados cubren un abanico que va desde Fernando Cabrera y Rubén y Julieta Rada, pasando por Alberto “Mandrake” Wolf, Estela Magnone y Mónica Navarro hasta Emiliano Brancciari, Urbano Moraes y la cantante lírica, teóloga y catequista Alicia Pietrafesa, entre tantos, tantísimos otros y otras.
A modo de juego e intercambio de roles te propongo que seas vos, ahora, el que responda algunas de las preguntas que figuran en el libro. Por ejemplo, ¿por quién y para quiénes cantás?
–Canto por los que están atrás, que es de donde viene la voz, que viene desde que uno empieza a generar ese proceso dinámico que es armar una identidad. Viene con la sangre y con la familia, con el dolor y los aciertos, con los que no están. Es como una forma de re significar lo que soy. Yo canto con eso. Y el canto es hacia adelante, debe ser una celebración.
Y en ese canto, ¿a qué le cantás?
–Le canto a lo que siento. Y le canto, también, a este mundo que me rodea.
Corazón (2014) es su último trabajo. Y es, de todo su derrotero personal, el más variado y cancionero de todos. “Ha sido un largo camino y todos esos discos anteriores han sido un eslabón para ir a otro eslabón en esta larga cadena que no se termina. Creo que es el que habla más de mí, porque las canciones fueron creadas para ese disco, y ahora cuando están sonando, yo todavía me siento representado por esos textos o por esa música”. Y, también, el menos murguero: la única canción que responde estrictamente a ese estilo es la que abre el disco, “Mal de amores”. Por lo demás, hay groove y candombe (“Pasa-tiempo” y “Mundo animal”), flamenco (“Loca de remate”), milonga (en la hermosa “Allá ellos”), aires de salsa (“Bó!”), de bolero (“Silenciosa lección”), cumbia (en la reversionada “Flores”), entre otras. Tuvo como invitados a los hermanos Ibarburu, los hermanos Núñez en los tambores, Matías Rada, Gustavo Montemurro, Mariana Ingold, Pitufo Lombardo, entre otros. Y fue producido por Martín Buscaglia quien, vía mail, dice: “Pinocho es una figura de referencia mítica del carnaval uruguayo y además de esa cosa de poderío, hondura y regocijo, tiene algo extra, una cualidad que podría llamar espiritual y radiante. Eso tienen por ende sus canciones, que nacen de una impronta muy uruguaya, pero que siempre dan vuelta la esquina, remontan vuelo de un modo emotivo y genuino. Hacer el disco fue fácil, fue juntos. Lo fácil es lo fértil. Me parece muy acertada la portada del disco, lo escucho y me suena sargentpepperino, pollockiano. O sea, multicolor. Es un placer y una Gracia con mayúscula el hecho de que hayamos podido convidar al estudio a los mejores tocadores del globo”. El arte de tapa tiene al corazón bombeando mil colores pero no desde el pecho sino desde la cabeza. “Es la batalla eterna de la cabeza y el corazón. Estamos en tiempo de mucho pensar, de elaborar, donde aparece marco teórico para todo. Y me parece que a veces, en el mundo en el que vivo, está faltando amor. No alcanza con cabeza y tecnología y elaboración teórica. Hay que meterle amor. Corazón también nace de ahí. Hablo del amor de la humanidad”, explica.
Por último, ¿carnaval toda la vida?
–Carnaval toda la vida, cerca del carnaval. Hay que liquidar el Edipo en algún momento, pero llevo cuatro años sin salir, haciendo otras cosas, escribiendo, dirigiendo. Y a veces me viene como esa cosa de volver a salir. Tengo como ganas que no tenía cuando hace cuatro años dejé de hacerlo. Yo voy al teatro de verano a ver y es una fiesta. Pasan cosas increíbles ahí, debajo de esa cantera y creo que sí, voy a estar toda la vida apegado al carnaval. Porque es una maravilla la fiesta.
Pinocho Routin se presenta el jueves en La Plata, en el Espacio Cultural Don Juan, y el viernes en Capital Federal, dentro del marco del Ciclo Agadu 2015, en Santos4040, Santos Dumont 4040, a las 21.
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