Domingo, 13 de septiembre de 2015 | Hoy
CINE 2 > JOAQUIM PINTO Y NUNO LEONEL
El documental Rabo de peixe, sobre la cotidianidad de un pueblo pesquero perdido en las islas Azores, es la nueva película de los portugueses Joaquim Pinto y Nuno Leonel, dedicados a mezclar el cine con sus vidas. Tanto, que después del rodaje la pareja de directores se quedó viviendo durante siete años en la comunidad que fueron a filmar.
Por Andrea Guzmán
“Tenemos muchos problemas para disociar nuestro cine de lo que pasa en nuestras propias vidas”, explica Joaquim Pinto, a propósito del estreno de Rabo de peixe, su última película. Es una frase elocuente, que podría englobar el recorrido artístico que él y su compañero, Nuno Leonel, han transitado como realizadores. Presentada en la última edición de la Berlinale y codirigida por ambos a principio de la década, es un documental ensayístico que fue pensado originalmente para televisión y editado según las limitaciones y requerimientos del medio. Ahora, casi 15 años después de terminarlo y con total libertad autoral, los realizadores han reeditado el material y lo han convertido finalmente en el film que habían imaginado desde un principio. Una narración reflexiva y cariñosa –más ocupada en el transitar y las vicisitudes humanas de sus personajes que en la descripción técnica que exigía su primera versión– sobre la cotidianidad en un pueblo pesquero perdido en las islas de Azores en Portugal.
Registro de un oficio y una organización humana destinada a desaparecer –devorada por las técnicas de explotación industrial y la producción a gran escala–, filtrada por los pensamientos y cavilaciones personales de ambos directores, es un relato con aires a lo Chris Marker, que resulta realmente emotivo y cautivador. Fue filmado durante un año a principios de los 2000, en una comunidad separada de la isla y eternamente estigmatizada mediáticamente. Sin embargo, la relación que alcanzaron a establecer los directores con el lugar fue tan profunda que se quedaron a vivir durante siete años e incluso aprendieron algunos de sus oficios. “La comunidad era bastante inaccesible”, dice Joaquim. “Hablan un dialecto casi incomprensible y es en general muy mal vista por la población. Pero cuando la conocimos, había algo extraordinariamente vivo al estar ahí, se respiraba algo muy físico, de salud, de alegría de vivir. Nos interrogábamos de qué forma eso podía tener que ver en su trabajo y su organización.” La película enuncia con destreza y sensibilidad ciertas cuestiones sobre la técnica, el trabajo y sobre cómo ambos pueden modelar y determinar las formas en que se percibe el mundo.
Joaquim Pinto y Nuno Leonel, que son pareja y socios hace casi dos décadas, abrazaron el quehacer cinematográfico de forma multidisciplinaria, autodidacta y con amor por los oficios; trabajaron como sonidistas, montajistas, camarógrafos, actores. “No somos realizadores profesionales”, se aventura a decir Joaquim. A pesar de no ser del todo cierto, ya que en su carrera trabajó en rodajes de Manoel de Oliveira y Raúl Ruiz, solamente por nombrar algunos. Quizás es ese ímpetu por desdibujar todos los límites entre la película y su correlato en la experiencia vital de la realización, lo que hace de sus historias una experiencia tan genuina y conmovedora. Rabo de peixe podría entenderse como un preludio del muy celebrado E Agora? Lembra-me (2013), documental autobiográfico doblemente premiado en Locarno y catalogado como una de las mejores entregas de ese año. Un intenso relato que tuvo recepción arrolladora, por la forma a la vez descarnada y poética en que Joaquim narra en primera persona la vida con el VIH que ha enfrentado por más de 20 años, el duro tratamiento experimental al que se aventuró para combatirlo, y toda la experiencia humana que existe en el medio. Fue por este mismo motivo que en primer lugar llegaron a la Isla de Azores a principio de los años dos mil, como viaje en busca de nuevos aires para favorecer la salud de Joaquim. Ahí conocieron a este grupo de pescadores y sus historias. El trabajo, la muerte, la vida en comunidad, la familia y una forma de existencia que de a poco se va extinguiendo con el abuso del progreso tecnológico, se ve representado con sensibilidad en personajes que acarrean con la desprotección y los riesgos de su oficio, pero que también conviven con sus propios caminos de transformación. “No sólo nuestras experiencias de filmación y la forma de contar historias, sino nuestras experiencias de vida durante estos 15 años se reflejan en esta nueva versión. Teníamos un sentimiento de insatisfacción con lo que habíamos hecho inicialmente. Y siempre tuvimos la idea de volver a la película, lo hicimos desde cero, lo teníamos todo en la cabeza y este es el film que siempre quisimos hacer. Centrado en personas y no solo en las técnicas”, dice Joaquim.
Las islas de Azores son famosas por sus magníficos paisajes naturales y también hay esmero en los directores por lograr este retrato. Después del primer acercamiento, para ellos fue evidente que debían filmar arriba y también en las profundidades del agua. Por eso, durante la película Nuno aprendió a navegar y a bucear profesionalmente y muchos de su pasajes más elocuentes y reveladores son acompañados de tomas subacuáticas realizadas mientras aprendía el oficio. “Después que terminamos de filmar, nuestra idea era que, ya que ellos nos dieron tanto de sus vidas, nosotros teníamos que devolver algo. Uno de los problemas era que no había sistema de búsqueda cuando hay accidentes, Nuno ayudó a armar el curso de búsqueda que existe actualmente”, cuenta Joaquim. La contraparte al imponente paisaje natural es el olvido y la desprotección en la que se encuentran los pescadores y hubo cierta incomodidad en la versión inicial por este retrato. En la televisión no había cabida para las experiencias personales, y las asociaciones de pescadores se quejaban de que ciertas historias no favorecían a la mala imagen que ya se tenía de la comunidad. En la película hay pasajes magníficos, que a pesar de maravillar el evidente amor que se despega de ellos, podían resultar tan conflictivos para el momento como el de un pescador que no sabe nadar y, el largo proceso en que lo aprende siendo adulto. “En el proceso de volver a ver material retomamos contacto con todos los amigos y pudimos seguir lo que pasó con cada uno”, cuenta Joaquim. “Unos continúan, otros cambiaron, otros se perdieron. La situación es mas dura ahora que en aquella época, pero no quisimos hacer una comparación. Quisimos mostrar el retrato de ese momento, de nuestros amigos.”
Rabo de peixe se exhibe desde este miércoles en el Centro Cultural Caras y Caretas, Sarmiento 2037.
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