Domingo, 13 de septiembre de 2015 | Hoy
ARTE > RICARDO CARPANI
En los años ’60 y ’70, las imágenes de Ricardo Carpani se mezclaron con la multitud circulando en fábricas, universidades, sindicatos, espacios culturales e incluso en las casas, con una impronta que construyó buena parte de la cultura visual de una época. En la muestra Carpani trabajador. Entre el taller y la calle, que se puede ver hasta octubre en el Centro Cultural de la Memoria Haroldo Conti, se compila parte de esta obra: memorabilia, posters originales, bocetos, algunas pinturas y anotaciones originales del propio autor sobre su obra gráfica. Un material inédito y casi íntimo que permite pensarlo como un precursor, alguien que dejó un camino trazado para todo aquel que se preocupe por pensar el arte como un arma de dimensiones humanas.
Por Leopoldo Estol
“Te pido por favor que si alguna vez los militares vuelven, vos salgas y hables al pueblo y digas que Ricardo no estaba de acuerdo con esto.” El pedido se lo hizo Doris Halpin, la viuda y compañera de Ricardo Carpani, a Mariana Varela, una curiosa y joven vecina de la señora. Después de todos estos años de zigzagueante democracia, nadie sabe de qué estará hecho el futuro y a medida que se aproxima la hora, ese resquemor apremia. Por ejemplo, si le hubiésemos dicho a alguien en los setenta que en el predio de la ESMA habría una muestra de Carpani seguramente nos hubiera respondido que era una tomada de pelo.
Y sin embargo, ocurre, está teniendo lugar: como diría Galileo, se mueve. Sería bello pensar que el mundo gira efectiva y ligeramente hacia la izquierda quizás no tan rápido como le hubiese gustado a ese Che Guevara que nos mira desafiante desde una de las paredes del Centro Cultural Conti. En los setenta Ricardo Carpani, el artista que se mezcló entre la multitud, estaba en todos lados pero ahí, justamente, en Núñez, en la escuela de los militares, no estaba. “En la fábrica, en las universidades, en los sindicatos, en los espacios culturales, en la calle, sus imágenes circulaban, se consumían, ayudando a formar un imaginario, la cultura visual de ese momento. Carpani generó una masa de imagen muy grande. En las carpetas del secundario no estaba Messi, ¡estaba Carpani! Era un código de época muy fuerte”, cuenta Silvia Dolinko, investigadora y curadora junto a Isabel Plante de la exhibición Carpani trabajador. Entre el taller y la calle que se puede ver hasta octubre.
Daniel Santoro, pintor que trabaja el peronismo desde un encendido vector visual, reflexiona: “Para nosotros su figura era inalcanzable. Si teníamos que hacer algún volante o poster, intentábamos poner alguna figura o rasgo de su estilo”. Incluso el laureado Luis Felipe Noé compartió con Carpani exilio y unas cuantas tertulias: “Ricardo era muy inteligente, era un tipo que veía las cosas de manera clara. Tenía la capacidad de exponer sus ideas y mucho poder de síntesis pero sobre todo, tenía convicción.”
Y a pesar del afecto y la gran popularidad que gozó en su momento, hoy hablamos de la recuperación del imaginario de Carpani como si éste se encontrara sigilosamente oculto en su taller. Esto le pasó a Mariana, la joven vecina, que se asomó hace poco al atelier de Carpani porque no entendía por qué nunca se levantaban esas persianas de la planta baja de su edificio. Se sorprendió como Indiana Jones ante un templo oculto, al encontrar las brochas, los pinceles, reglas y tijeras sobre las mesas como si el tiempo no hubiese pasado. Todo igual, como si Ricardo se hubiese detenido hace un momento, con la sola excepción de una importante capa de polvo. Mariana comenzó a visitar a Doris con frecuencia y se fueron volviendo amigas: “A veces Ricardo ponía los bocetos en el retroproyector y yo iba dando el primer trazo de esa necesaria ampliación” le contó la viuda. El año pasado Eduardo Jozami y Andrés Labaké visitaron a Doris en su departamento de San Telmo, en representación del Centro Cultural Conti. Cuenta Labaké: “Doris nos mostró muchas pinturas, obras de varios periodos, que estaban en el taller. Pudimos acceder a una planera con gran cantidad de bocetos, dibujos y anotaciones originales de Carpani sobre su obra gráfica y acción política de los años sesenta y setenta. Quedé conectado y entusiasmado con todo ese material inédito, íntimo y casi personal de Ricardo.”
La posibilidad de disponer de este nutrido archivo abrió el juego para preparar la actual muestra habilitando la capacidad de imaginar a un Carpani distinto porque si bien su imagen es bastante conocida, no así su historia. Carpani nació el 1930 en Tigre. Siendo muy joven, a los veinte, viajó a Europa donde trabajó como modelo vivo. La vuelta lo encontró con el radar encendido, estudiando en el taller de Pettoruti. A partir del año 59 sus inquietudes políticas se hacen explícitas en sus búsquedas estéticas. Funda y participa durante dos años del grupo Espartaco junto a Elena Diz, Raúl Lara, Franco Venturi, Juan Manuel Sánchez, Mario Mollari, Pascual Di Bianco, Esperilio Bute y Carlos Sessano. Tomaron como referentes al muralismo mejicano. La potencia de Rivera, Orozco, Siquieros y sobre todo, su voluntad de un arte público, un arte que carecía de temor a la hora de intervenir en lo social. En la esfera local, Carpani retoma la posta de Ernesto de la Cárcova, de Guillermo Facio Hebequer y de Antonio Berni quienes habían logrado mechar en la agenda de los salones el sufrimiento de los desplazados, la angustia de desocupados y la avanzada arenga de los rojos. Cuando Carpani irrumpe en escena Berni es un hombre mayor que quiere proyectarse internacionalmente y la bandera roja de Facio Hebequer, le queda lejos. Los colores que Carpani elige para su llamada son los nacionales, el estandarte albiceleste que se hermana en el grito de lucha con la patria grande.
Carpani representa a los desempleados como gigantes que parecen haber sido esculpidos en piedra, como Hulks –como se escuchó decir provocadoramente en la inauguración– que a paso firme caminan rumbo a nosotros. Todo lo contrario de la imagen extendida del desempleado, la que se nos viene a la mente cuando pensamos en la vulnerabilidad de alguien sin trabajo, la fragilidad de su grupo familiar y ese tiempo complicado lleno de cálculos obtusos que genera el hecho de no tener un ingreso fijo. De todas formas, pareciera no haber resquicio para la duda ni para la miseria porque los personajes de Carpani vienen programados de fábrica con voluntad de cambio. “Es el hombre en lucha”, dice Luis Felipe Noé. Carpani ofrece al trabajador una imagen desbordada: ¿Será posible a través de un afiche darle fuerza al que solo posee su propia desesperación? Noé insiste: “Él no se pregunta por el sentido del arte y mucho menos por su definición. El arte no es su tema, es su arma. Ése es su sentido. No hay pregunta, hay respuesta”.
En la exhibición del Conti redoblan la apuesta los puños cuyo diseño se asemeja a las milenarias bardas patagónicas mientras un regio seleccionado antiimperialista se reproduce gracias a retratos que van desde el caudillo Felipe Varela a Carlos Marx pasando por la primera y la segunda línea peronista donde aparece, por ejemplo, John William Cooke con una mirada calma y un temple tranquilo. Tan frondosa sería la imaginación del artista que lo pinta así a Cooke, conocido por su incapacidad para quedarse quieto. Una gran virtud de la muestra es saber esquivar el mausoleo. Podemos ver merodeos en lápiz negro hasta dar con el escorzo justo. También, la cuadricula sobre algunos dibujos paso intermedio que apunta a la realización de murales. Se intuye la cercanía de Raimundo Ongaro, histórico líder del gremio gráfico y de la CGT de los Argentinos, quien le facilita máquinas para imprimir sus afiches. Pero, quizás más importante que eso es pensar en cómo lo humano trasciende el fetiche del objeto único.
Imaginamos a un entusiasta a deshora discutiendo en la asamblea permanente que le dará para siempre su aura de compañero. Carpani ilustra a Walsh en los periódicos, y asiste a encuentros internacionales con Luis Felipe Noé y León Ferrari. En la muestra el trío posa en una foto del año ’73 compartiendo el aire de La Habana. Hay un buen balance de memorabilia, posters originales, bocetos y algunas pinturas. Dicen las curadoras: “Pusimos el foco en el trabajo que hace Carpani en los afiches. Nos interesa mucho por la impronta en lo social que tiene esa circulación múltiple. La pintura tiene un circuito muy acotado en la medida que son obras únicas y es estricta su conservación. Esto era papel y circulaba de mano en mano, de libro en libro, se pegaba en la calle, la mayoría de las veces el papel se destruía. Pero la gente tenía los impresos de Carpani colgados en sus casas. Los afiches siempre fueron una parte de lo cotidiano, no solo de los militantes, era un consumo popular extendido.”
Nos ensañamos y le preguntamos a Luis Felipe Noé el porqué de la imagen del trabajador como un fisicoculturista enojado y hete aquí que nos responde con una chicana para Berni: “Carpani se opuso siempre al realismo social por su imagen llorona de la realidad. No quiere caer en una imagen que presente a los sectores populares en la derrota aunque para algunos la imagen de Ricardo es desproporcionada, Oski solía bromear al respecto. Es una imagen chocante. Recuerdo en la calle Florida, la cara de los transeúntes contemplando atónitos afiches de la CGT de los Argentinos que apelaban a la resistencia a través de la poderosa imagen de Carpani, preguntándose ¿Qué se va a venir ahora? “
Y la pregunta puede ser respondida de muchas maneras, por empezar, ese hombre fuerte que va en busca de su destino, ese logotipo de la lucha revolucionaria, es una imagen estallada, rota y fragmentada. No porque haya perdido actualidad, sino porque hoy vivimos un frente de múltiples reivindicaciones donde la imagen de una masculinidad enojada no necesariamente trasmite fortaleza. Ni una menos, las Marchas del Orgullo Gay, Ayotzinapa, el campamento Qom encabezado por Félix Díaz. Todos luchan y luchan por captar nuestra atención, nuestro deseo o nuestra empatía. Tenemos que pensar en la cena y en cómo salvar a los movimientos sociales de la entropía y sin duda, en el intento nos quedaremos varados en algún extraño parador. En ese camino que aparece regado de twitteros nihilistas es posible mirar hacia atrás con cariño y reconocer en la gesta de Carpani el afecto y la urgencia que hacen falta para trasmitir aquello que como colectivo de iguales buscamos. Seguimos sus huellas por un tiempo y vemos a Carpani de espaldas sentado frente a una mesa en ese taller de cortinas de metal dibujando por horas. De pronto alguien llama a la puerta y cuando volvemos a mirar Carpani ya no está. Nada nos impide acercamos un poco, sentarnos en su silla. Nosotros también queremos cuestionar lo que está mal. Ser parte. Dar cuenta de lo que nos oprime y ahí nomás notamos que ese asiento no está frio.
Doris, que cuidó la obra y el legado de Ricardo desde su muerte en el ’97, está cansada. Sin embargo, nada le impide acercarse a la inauguración y decir unas palabras, se la nota feliz. Gracias a un acuerdo, el archivo de obras de Ricardo Carpani quedó al cuidado de la Universidad Nacional de San Martín. El colectivo Tarea, responsable de la restauración del mural de Siqueiros, vela ahora por la integridad del archivo Carpani, adentrándose por todo el material y preservando aquellos papeles que no fueron pensados para durar. Mariana Varela, vecina y amiga, registra con su cámara este reverdecer en la obra y la sigue a Doris de cerca, como si fuese una abuela elegida. En una oportunidad Mariana le ofreció a Doris su cuaderno y le preguntó: “¿Si tuvieses que escribirle algo a Ricardo qué le escribirías?” Ella tomó el cuaderno y en un borde bien chiquito escribió: “Todavía te sigo amando” y luego lo firmó, Doris.
Carpani trabajador. Entre el taller y la calle, se puede ve hasta octubre, en el Centro Cultural de la Memoria Haroldo Conti, Av. del Libertador 8151. De martes a viernes de 12 a 21 hs. Sábados, domingos y feriados de 11 a 21 hs. Lunes cerrado.
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