Domingo, 20 de septiembre de 2015 | Hoy
LUCA PRODAN
Luca Prodan arribó a la Argentina cuando el país todavía se debatía entre la dictadura y el aburrimiento. Venía de Italia, de Inglaterra, huyendo de la pedagogía más vil y la heroína más cruel. Lo recibió la guerra de Malvinas. Era un sobreviviente, pero los miembros del núcleo duro de Sumo, la banda que formaría aquí, siempre supieron que estaba condenado. Así y todo, fue uno de los animadores más borde de la de por sí muy borde década del ’80 de la posdictadura. Hoy, Luca Prodan es un mito viviente al que vale la pena seguir explorando. En esta dirección, el periodista Oscar Jalil entrevistó alrededor de ochenta personas que tuvieron trato con él para reconstruir su vida, y la escena en la que su vida, su música y su mito se desenvolvieron. El resultado es la biografía coral Libertad divino tesoro (Planeta), donde el anecdotario de primera mano se matiza con un impecable análisis crítico sobre el rock, la cultura under y la sociedad argentina de los últimos treinta años.
Por Juan Andrade
“Mirá, Germán, acá falta locura”, solía decir Luca Prodan. “Insistía todo el tiempo con eso. Sumo tenía un hueco, porque había un espectro en la música que no estaba, que era la locura. Eso lo vio de entrada”, cuenta Germán Daffunchio en Libertad divino tesoro, la monumental biografía escrita por Oscar Jalil. El tano angloparlante que acababa de aterrizar en Buenos Aires con el hígado hipotecado y la experiencia del rock británico de la época almacenada en su sistema nervioso central parecía llevar ese proyecto hasta sus últimas consecuencias: a poco de su llegada a Nono, comenzó a circular el rumor de la presencia de un “italiano loco” que levantaba polvaredas con sus cabalgatas intempestivas a la pulpería del pueblo. En 1980, en plena dictadura, el rock argentino todavía se dejaba seducir por la onda progresiva o jazzera, ajeno al estallido punk. Entonces Prodan abandonó su proyecto agropecuario inicial, voló a Londres para vender su departamento y, con ese dinero fresco, compró equipos e instrumentos para iniciar una revolución artística.
“Cuando Luca estaba en Inglaterra ya quería hacer música, pero había una gran desorientación entre su adicción a la heroína, sus amistades y la nube de estímulos en la que vivía”, dice Jalil. “En el año 78, 79, él ya veía que lo que había promovido el punk rock británico había sido captado por la industria: había un montón de bandas que no representaban la esencia original. Y era bastante difícil que lo que él hacía tuviese un lugar, siempre con esa terquedad o quizás ingenuidad de ‘no transar’, de ser ‘auténtico’, que después fue modificando en algún aspecto. Cuando llega a Argentina, aunque venía con otra idea, encuentra que éste es el lugar donde se puede empezar de cero y promover todas las cosas que ya no podía hacer en Inglaterra. Parte de la nada, porque el primer Sumo estaba hecho con músicos que todavía no eran músicos, salvo Ricardo Curtet. Y entonces anima, promueve o estimula a un montón de gente que estaba en la misma situación. Luca los arriaba a todos: era ese personaje del hostigador que logra sacar lo mejor de cada uno”, completa el periodista.
Para dar cuenta de los grandes hitos y los mínimos detalles del tour mágico y misterioso que llevó a Luca por las calles de Roma, Tarquinia, Moray (Escocia), Londres, Traslasierra, Hurlingham y Buenos Aires, entre otros puntos del planisferio que marcaron un derrotero signado por los saltos al vacío, Jalil apeló al testimonio de casi 80 personas que tuvieron mayor o menor cercanía con el protagonista. “No tenía un gran plan: mi idea inicial era bastante caótica. Quería llegar a la mayor cantidad de gente que lo había conocido. Y, a partir de esas piezas, intentar armar la historia. Pero, por una cuestión más periodística que literaria, quería tener testimonios de primera mano. Por eso estuve un año para engancharlo a Superman Troglio: era un personaje escondido, pero tenía que estar. Y me fui hasta un pueblito entre La Falda y Cosquín, donde no hay señal de celular. El libro no tenía razón de ser si no estaba Germán Daffunchio y tardé muchísimo tiempo en contactarlo. Lo mismo con Timmy MacKern, que es el amigo, el personaje tal vez más importante de Luca en Argentina.”
La estructura coral del relato, reconoce Jalil, está emparentada con Please Kill Me, de Legs McNeil y Gillian McCain, la reconstrucción del punk neoyorquino erigida a partir de la primera persona de sus hacedores. Y también remite a Tanguito, el libro de Víctor Pintos. “Era mucho material y era imposible hacerlo novelado, algo que tampoco me interesaba. Había tantas voces, que lo que me parecía importante entonces era contextualizarlas, ubicarlas en tiempo y espacio. Y después dejar que las personas que conocieron a Luca contaran la historia.” Las piezas encajan y, a medida que se avanza en la lectura, producen nuevos efectos de sentido en un trayecto vital y artístico que ya había sido presentado en distintos formatos en el pasado. El libro dialoga de alguna manera con la película de Rodrigo Espina, que de hecho participa como entrevistado. Y a la vez toma distancia de otras versiones. “Juro que nunca me tomé una ginebra con Luca Prodan”, es lo primero que escribe Jalil en el libro.
El kilómetro cero de la investigación quedó marcado, como no podía ser de otra forma, en Traslasierra. Corría enero de 2012 y, sentado en un banco la plaza de Villa de las Rosas, lo esperaba Andrea Prodan, el hermano actor del biografiado. “Fueron dos o tres días de charla en su casa, en los que me contó toda la historia familiar, el árbol genealógico de Luca. La importancia de su abuelo, de su padre, de la familia paterna y la materna, de esa combinación entre austríacos, italianos y escoceses”, enumera Jalil. El par de capítulos que inaugura el libro, de hecho, pone el foco sobre su padre, Mario, y también sobre su abuelo Giovanni. “Hay una situación de conflictos mundiales que los persiguen, porque su familia era europea y estaba en China cuando estalla la Segunda Guerra Mundial y caen los japoneses. Cuando Luca se vino para acá, trajo a Stephanie Nutall, una baterista inglesa. Y al toque Argentina le declaró la guerra a Inglaterra. Son cosas curiosas, llamativas.”
Uno de los grandes hallazgos del texto es, precisamente, la sutileza con la que transparenta o sugiere las coincidencias o correspondencias que sobrevienen entre los pliegues de la saga de los Prodan. “Para mí hay una cuestión, y es que la familia siempre pesa”, afirma el autor. Sin caer en el determinismo psicológico, el sopapo que le devuelve Luca a su padre después de haberse fugado del colegio escocés Gordonstoun adquiere otro relevancia al leer que, luego de recibir un empujón de parte de un sargento japonés en el campo de concentración en el que había caído prisionera la familia Prodan en China, el propio Mario había sido capaz de pegarle una trompada al militar frente a las narices del mismísimo comandante. No sólo la osadía de rebelarse frente a la autoridad sin medir las consecuencias, sino también la sensibilidad y la intuición con la que se movía el progenitor en el mundo del arte chino o el cine italiano, su facilidad para relacionarse con figuras como Christopher Lee o Federico Fellini, también iluminan varios pasajes de la vida del fundador de Sumo.
La figura cristalizada del mito arrastra las distorsiones propias de un laberinto de espejos. “Desde el vamos, no quería idealizarlo”, dice Jalil. “Hay dos ideas sobre Luca. Para el fanático es dios, siempre callejero, buena onda, muy sensible y humano. Y también está esa otra imagen de la película Luca vive, la del borracho que les pegaba a las mujeres y estaba todo el día de la cabeza. Son dos degradaciones, están muy alejadas de lo que era Luca, que tenía algo de todo eso, pero que era un tipo mucho más solitario, más romántico, alguien a proteger. Por eso es interesante su relación con las mujeres: ellas son las que mejor lo definen, en cuanto a su sensibilidad”, completa. Además del testimonio de novias y amigas, algo que el libro comparte con el documental de Espina, Libertad divino tesoro también se apoya en los recuerdos de los fans, un rubro que incluye a músicos en ciernes como Diego Tuñón de Babasónicos, Walas de Massacre y Pety de Riddim. Junto a sus compañeros de aventuras en Sumo, aportan piezas fundamentales para armar el rompecabezas de Prodan.
En la introducción de cada capítulo, la exhaustiva revisión de la discografía y de las distintas etapas de Sumo se alimenta de la mirada experta de Jalil como crítico de rock. Pero la vida de la banda se funde con el pasado, el presente y el futuro de Luca: el factor humano está en primer plano. “Era un tipo que estaba sufriendo: la muerte le pisaba los talones”, sintetiza el autor. ¿Cuál fue su principal legado? “La libertad que expandía. El país venía de una represión muy heavy –dice Jalil–. A todos los tipos con los que hablé, salvo Melero, les cambió la cabeza. Alentaba a la gente a salir, a ser libre: tenía una cosa punk, pero a la vez hippie, más allá del no future”. En apenas siete años, Prodan marcó un antes y un después en la historia del rock argento. El libro reconstruye la historia sin par de esa estrella fugaz que llegó a estas pampas estallando desde el océano y que brilló con una intensidad tal, que hoy son muchísimos más los que lo recuerdan y lo celebran que los que tuvieron la suerte de ser testigos directos de su fulgurante aparición.
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