Domingo, 27 de septiembre de 2015 | Hoy
A 18 MINUTOS DEL SOL
Después de la experiencia de Invisible, Luis Alberto Spinetta abordó el que con el tiempo se convertiría en su disco más jazzero, menos revisitado y más polémico tanto para su público como para la crítica especializada. Y sin embargo, todos esos ingredientes hicieron de A 18 minutos del sol –comenzando por su enigmático título– un mito del rock nacional, antes de tantos otros experimentos de fusión. Casi cuarenta años después de su aparición, y coincidiendo con la reedición en vinilo, Luis Cerávolo y Machi Rufino, baterista y bajista de Spinetta durante aquella experiencia, junto con Guillermo Arrom y Andrés Beeuwsaert, formaron A 18 Minutos, un grupo que debutará en La Trastienda el próximo viernes, recuperando aquel disco que dejó de girar demasiado rápido.
Por Martín Pérez
A 8 minutos, 18 segundos del sol. Así es como debió llamarse, en realidad, A 18 minutos del sol, el disco que inauguró el que tal vez sea el período menos revisitado de la carrera de Luis Alberto Spinetta. El título buscaba hacer referencia al tiempo que tarda la luz del sol en llegar a la Tierra, pero junto a su amigo, el matemático Ricardo Miró, Spinetta cometió un error de cálculo, confundiendo la distancia “¡con un error aproximado a los 10 minutos años luz!”, según se escandaliza el propio músico en el texto que acompañó originalmente el disco. “A todos los expertos les doy mis excusas, por suerte no hemos enunciado una ley matemática sino que simplemente le dimos título al álbum”, bromeó Spinetta, que a pesar de descubrir el error, insistió con el título. “La fascinación de A 18 minutos del sol pudo más que la ciencia, en este caso.”
Casi cuatro décadas después de la primera edición de aquel trabajo único en su discografía, ya que nunca antes ni tampoco después, Spinetta se acercaría tanto al jazz en un estudio de grabación, aquella fascinación parece seguir intacta. Justo en el año en que ha regresado a las disquerías en vinilo, como parte de una serie de reediciones del rock nacional que recuperan ese formato histórico por parte del sello Sony, alrededor de ese repertorio se han reunido cuatro músicos que han tenido distintos grados de relación con Luis Alberto Spinetta, y también con A 18 minutos del sol. “Me da un poco de piel de gallina cuando pienso que soy el único sobreviviente del cuarteto original que grabó el disco”, asegura Machi Rufino, el histórico bajista de Invisible, que continuó con Spinetta luego de la separación del trío pero no formó parte de lo que se llamó La Banda Spinetta, el siguiente capítulo de su breve pero intensa búsqueda dentro del jazz. Aquel grupo dejó un repertorio que quedó inédito, conocido como Los Espacios Amados, por el nombre que tenían sus shows de aquella época.
“No grabamos esos temas porque, cuando hubiese llegado el momento de hacerlo, Luis se fue a grabar con Guillermo Vilas su disco norteamericano, Only love can sustain”, recuerda Luis Cerávolo, que empezó a tocar con Spinetta poco después de la grabación de A 18 minutos del sol, en reemplazo de Osvaldo López, baterista original del proyecto. Cerávolo venía de tocar con Piazzolla junto al guitarrista Tommy Gubitsch –que formó parte de Invisible para El Jardín de los presentes– y continuó junto a Spinetta durante el resto de su etapa jazzera, grabando también los demos del disco norteamericano, que terminaría cerrando aquella época. “Llegué incluso a acompañarlo a Nueva York, antes de la grabación de aquel disco, cuando fue a firmar el contrato”, recuerda Cerávolo, que viajó con la idea de quedarse allá un tiempo, pero terminó regresando con Spinetta.
Fue en realidad Cerávolo el que tiró la primera piedra de lo que hoy es A 18 Minutos, grupo que incluye a un tercer músico que también tocó con Spinetta, pero después de la época que honran con su bautismo. Guillermo Arrom fue el guitarrista de los grupos de Spinetta desde Tester de violencia hasta Pelusón of milk, dos cumbres dentro de su carrera solista. “Para tocar con Luis, sentía que tenía que dar lo mejor de mí, como persona y como músico. Tenía que estar a la altura de las circunstancias”, recuerda Arrom, que a mediados de los 90 se fue a probar suerte a España, pero sólo después de que Spinetta armó Los Socios del Desierto. “Por suerte, en ese momento me di cuenta que estaba viviendo algo que iba a ser una de las cosas más importantes de mi vida, y actuaba de acuerdo a eso”, explica el guitarrista, que fue el primer convocado por Cerávolo para el flamante proyecto, ya que la idea surgió luego de uno de los ensayos que comparten como integrantes de la formación actual de Anacrusa, el histórico grupo de proyección folklórica liderado por José Luis Castiñeira de Dios. “Machi tardó no más de cinco segundos en decirnos que sí cuando lo llamamos”, recuerda Cerávolo con una sonrisa.
El cuarto y último integrante en sumarse al cuarteto fue el tecladista Andrés Beeuwsaert, que nunca llegó a tocar con Spinetta, pero integró durante muchos años la banda de Javier Malosetti, que fue quien se lo recomendó. “Una vez sonó el celular en medio de un ensayo de Acá Seca, mi grupo, y era Spinetta. ¡Yo pensé que era una joda! Me llamó porque estaba en un impasse con su banda y quería que nos juntemos, pero finalmente no sucedió, porque él volvió con sus músicos y además por entonces yo vivía en La Plata, lo que complicaba todo”, explica Andrés, que cuando grabó un disco con Malosetti en La Diosa Salvaje, el estudio de Spinetta, recuerda que siempre se aparecía con unas pizzas caseras, en su papel de gran anfitrión.
Machi fue quien sugirió el nombre de Beeuwsaert para ocuparse de los teclados en A 18 Minutos. Recuerda que, cuando intentó recomendarle su grupo a Spinetta, la contundente respuesta de su amigo le demostró que había llegado tarde con el consejo: “La música de Acá Seca no es de este mundo”. Pese a haber sido el último en integrarse al cuarteto que debutará esta semana en La Trastienda, su rol es fundamental: debe ocupar nada menos que el lugar de Diego Rapoport, el responsable del ingreso de Spinetta en el mundo del jazz, treinta y ocho años atrás. “El tema instrumental ‘Telgopor’, incluido en el disco, debería haberse llamado Rapoport”, cuenta el bajista, presente desde el comienzo en aquel proyecto, revelando el grado de admiración que Spinetta tenía con el tecladista. “Lo compuso para él, y si se terminó llamando ‘Telgopor’ es sólo porque es una palabra con una sonoridad parecida a la de su apellido.”
Cuando Machi se acuerda hoy de aquella época, asegura que le da vergüenza. “No sé qué me agarró, debe haber sido un ataque de ego”, se ríe el bajista, porque explica que, luego de la separación de Invisible, cuando Spinetta le propuso que a partir de entonces fuese su bajista (“quiero seguir tocando con vos y que seas mi mano derecha”, cuenta que le dijo) él le contestó que no.
“¡Decirle que no a Luis, imaginate!”, insiste Machi, que intenta encontrarle lógica a su negativa. “Lo que pasa es que veníamos de tener un grupo en condiciones de igualdad, y de esta manera pasaba a ser simplemente su músico, y se ve que no me lo banqué.” Cuenta Machi que Luis insistió, algo que pocas veces hacía, y que después dejaron de verse por un tiempo. Pero a los tres meses de la separación del trío, cuando pasó por la casa de Spinetta para charlar sobre algunos temas pendientes, lo encontró junto a Diego Rapoport, que ya tenía su piano instalado ahí. “Nos presentamos y al rato estábamos tocando juntos, con un bajo que tenían en la sala. Como yo tocaba jazz, empezamos a hacer algunos standards y ahí fue cuando Diego le dijo a Luis que yo tenía que tocar con ellos. Así que Luis me miró y me dijo: Machi, anda a buscar el Fender”.
¿Pensás que te emboscaron?
–No, creo que fue algo absolutamente espontáneo, y que surgió porque Diego no pensaba que un tipo como yo tocaba jazz. Eso fue lo que más manija le dio, y Luis estaba entonces dispuesto a escuchar muy atentamente todo lo que él le propusiera.
Al que no le hizo mucha gracia la novedad fue a Pomo, con quien Machi había estado ensayando para un grupo llamado Sr. Zutano desde la separación de Invisible. Pero Machi recuerda que sintió que estaba haciendo lo que tenía que hacer. Con esa invitación de Luis a ir a buscar su bajo, comenzó una aventura musical muy particular, que Machi disfrutó con ganas. “Arrancamos como trío, sin baterista”, recuerda, y cuenta que con ese formato tocaron temas como “La eternidad imaginaria” o “Viejas mascarillas”, que terminarían formando parte del disco, ya con Osvaldo López en la batería. “Para mí era un disfrute tocar con un pianista, porque venía de mucho trío de rock”, explica el bajista, que del cuarteto original fue el que más tiempo terminó acompañando a Spinetta durante su experiencia jazzera. “Grabamos el disco prácticamente en vivo, en los estudios de CBS, que estaban en Paraguay y Montevideo. En ese lugar hoy hay un instituto de belleza femenina”, precisa Machi, que agrega que Rapoport dejó el grupo después de un show en La Plata. “No sé bien qué pasó, pero al volver no sólo se fue de la banda sino que también se fue a vivir a Bariloche. Los dos eran escorpianos, Luis y él”, ofrece a modo de explicación.
Cuando también se fue Lopecito, Machi le sugirió a Spinetta ir a ver tocar a Luis Cerávolo en La Taberna de Olivier, junto al trío del pianista Santiago Giacobbe, que también terminaría reemplazando inicialmente a Rapoport. “Machi me recordó hace poco que gracias a mí fue que pido tocar con Baby López Fürst, pero que yo gracias a él toqué con Spinetta”, cuenta Cerávolo, que en realidad le agradece a Machi, pero por haberle proporcionado ese lujo que muy pocas veces aparece en la vida: una segunda oportunidad. “Porque la primera vez que Spinetta me llamó fue un tiempo antes, y yo le dije que no. Me junté con él en Arribeños, pero su propuesta incluía convivir y eso me dio miedo, así que me borré”. Cerávolo aquella primera vez venía de participar del Conjunto S.O.S., una sigla que significaba Sonido Original del Sur, el olvidado primer grupo argentino de Rubén Rada. Y al final de la experiencia jazzera de Spinetta lo terminaría dejando también por Rada, pero en este caso para participar de ese extraordinario supergrupo de músicos de jazz tocando rock que fue La Banda. Pero eso sería mucho después: al comienzo de esta nueva experiencia, Cerávolo recuerda que terminaron ensayando durante un tiempo en la casa de su madre, en Castelar. “Dejábamos todos los instrumentos armados ahí, y mi mamá nos cocinaba. Machi era el preparador del Scalextric, con el que nos relajábamos. Y los dardos no podían faltar. Era un boludeo fantástico, una época muy divertida. No parábamos de reírnos.”
Una de las cosas que más recuerda de aquella época es que nunca ensayó tanto como con Spinetta. “Las pruebas de sonido antes de los shows, por ejemplo, eran como un ensayo general. Yo no estaba acostumbrado a eso, por lo general subíamos y tocábamos casi directamente. Pero se ve que Spinetta lo necesitaba. Y nosotros lo acompañábamos con ganas, por supuesto.” Aunque Cerávolo confiesa no haber pensado entonces en eso, hoy siente que le hubiese gustado participar de una etapa de Spinetta más clásica, no sólo de sus escarceos con el jazz. “Recuerdo que sólo dos veces lo escuché tocar ‘Muchacha’, un tema que no había show en el que no se lo pidieran. Una vez fue en el Astral, cuando se cortó la luz. Y la otra fue en la concentración de la selección argentina, en Pilar, una semana antes que empezase el Mundial de 1978. Fuimos la banda completa, los jugadores se la pidieron, ¡y la hizo!”
Los fanáticos de Spinetta se resistieron bastante en su momento a la propuesta jazzera de A 18 minutos del sol. Pero como Guillermo Arrom no se consideraba un fanático, fue el primer disco del Flaco que asegura haberse aprendido de memoria. “Confieso que hubo una época en la que escuché Artaud todo el día, pero Spinetta no era lo que más me gustaba. Porque yo escuchaba Django Reinhart o Louis Armstrong, cosas antiguas. Por entonces tocaba el banjo en una banda de dixieland de la escuela, así que Spinetta me era extraño. Llegué a escuchar Invisible, pero no tenía los discos: lo escuchaba en una rockola que había en Ramos Mejía, donde estaba cargado el simple que venía con el debut.” Uno de aquellos temas de ese simple, recuerda Arrom, se dio el lujo de llegar a tocarlo con el Flaco en un Gran Rex de la época de Pelusón of milk. Pero sólo porque Jota Morelli, el baterista de aquel grupo, se atrevía a pedirle que tocasen temas viejos. “Gracias a él también tocamos una vez ‘Nunca me oíste en tiempo’, pero tuvo que insistirle bastante.”
La relación de Arrom con Spinetta está construida a partir de esa clase de particularidades. Por ejemplo, lo conoció en La Falda en 1984, cuando el Flaco salió al escenario a defenderlo de los impiadosos choclazos del público cordobés, que se había ensañado con la propuesta de Alejandro de Raco, con quien Arrom tocaba entonces. Lo volvió a ver cuando compartió show con él en Morón, como parte de la banda de Claudia Puyó, en la época que la cantante tocaba ‘Viento del lugar’, un inédito que Spinetta le había cedido. “Nosotros lo llamábamos ‘Ballenero’, y no lo solíamos incluir en la lista porque para tocarlo había que sacrificar una guitarra, con la sexta afinada en Re.”
Arrom ingresó en la banda de Spinetta reemplazando a Ulises Butrón, que lo preparó para hacer sus partes antes de abandonar el grupo. Así que durante mucho tiempo estuvo tocando como Butrón, un guitarrista de la escuela de Fripp y Belew, mientras que él era más de Joe Pass y John McLaughlin. “Grabé Tester así, con el filtro Butrón”, se ríe Arrom, que cuando empezó a tocar más a sus anchas recibió la aprobación de Spinetta, que lo notó enseguida, y le pidió que siguiera así.
Justamente fue Tester de violencia el primer disco que Andrés Beeuwsaert escuchó de Spinetta en su Olavarría natal. “Los discos eran bienes muy valorados entonces, y Tester fue el primero que escuché justo cuando salió. Recién entonces empecé a investigar su carrera hacia atrás”. Por ejemplo, confiesa haber escuchado los discos de Jade, pero sólo en los cassettes que tenía su hermano mayor. Y cuenta que recién escuchó A 18 minutos del sol gracias a Pedro Aznar, cuando formó parte de su banda. “Yo siempre me enganché con Luis a partir de la música, siempre me tarda en caer la ficha de la letra”, confiesa el tecladista, que conoce la polémica que se generó alrededor del disco en su momento. “Me parece que Spinetta en ese sentido siempre fue de seguir un camino, sin estar pensando en los críticos o en la gente”, calcula Beeuwsaert, y Machi confirma la idea. “Era un artista, y como todo tipo que juega en las grandes ligas, nunca se regodeó en sus propios éxitos, y siempre estaba buscando cosas nuevas. A 18 minutos era un disco en el que vos veías, arriba de un escenario, músicos de jazz reconocidos con músicos de rock. La gente ante eso reaccionó de muchas maneras, pero lo curioso fue que el periodismo especializado tampoco se lo bancó. Llegaron a escribir que Luis debería pensar en incluir un guitarrista, como diciendo que le quedaba grande el proyecto. Esas cosas lo lastimaron mucho”.
Por eso es que Machi no puede evitar recordar cuando, algunos años más tarde, lo invitaron a ver una función de Bring on the night, la película que mostraba a Sting compartiendo el escenario con músicos como Darryl Jones, Omar Hakim, Kenny Kirkland y Branford Marsalis. “Todos negros, todos jazzeros y él un señorito inglés rubio, tocando esa música”, enumera el bajista. “Sentados en la misma hilera de butacas, estaban dos de esos mismos periodistas que habían despotricado en la época de A 18 minutos del sol, que al final de la película se levantaron llenos de entusiasmo. Yo no me aguanté más y me les fui encima: ¿Así que esto ahora les parece extraordinario, y cuando Luis Alberto hizo lo mismo en el 77, sólo le tiraron con munición gruesa? Los tipos me escucharon, agacharon la cabeza, y se fueron sin decir una palabra.”
Una de las cosas que más le entusiasman a Machi del proyecto de A 18 Minutos, el grupo para el que lo convocaron Cerávolo y Arrom, es la posibilidad de volver a tocar temas que casi ni se tocaron en vivo. Porque no sólo los fans de Spinetta revisitaron poco los temas de A 18 minutos del sol, sino que también los dejó de tocar su propio autor. Por eso fue que, años atrás, cuando leyó en una entrevista que Luis Alberto consideraba que aquel disco era el mejor que había grabado en su vida, Machi lo llamó para preguntarle si era verdad que él había dicho eso. Porque nunca se lo había escuchado decir. Spinetta no sólo se lo confirmó, recuerda Machi, sino que también lo retó por su incredulidad: “Pero sí, Machi, fue el mejor disco que grabamos ¿No te acordás?”
Ahora que Machi no sólo se acuerda de lo que nunca olvidó, sino que además forma parte de un grupo que –a juzgar por lo que se escuchó en los ensayos– parece capaz de hacérselo recordar a ese público que todos los días extraña un poco más a Spinetta, se preocupa por aclarar que el cuarteto no se formó sólo para tocar esos temas. “No es un grupo homenaje”, avisa. Porque esto es apenas el punto de partida: la idea es seguir tocando, e ir variando de repertorio. “Este grupo no tiene fecha de vencimiento”, asegura Cerávolo, el gestor de la idea.
Una idea que, si encontró en Beeuwsaert a su Rapaport, la voz que encontró es la de Machi, como viene sucediendo últimamente en los homenajes a Spinetta. “Pero no es que haya empezado a cantar ahora”, explica el bajista. “Siempre canté, desde chico. La diferencia es que ahora me están llamando para cantar. Y si me atrevo a cantar las canciones de Luis es porque él fue el primero en invitarme a hacerlo”, revela. “La idea de que cantase la segunda estrofa de ‘Durazno sangrando’ en el recital de Las Bandas Eternas en Vélez fue de él, a mi jamás se me hubiese ocurrido pedírselo. Todavía le tengo demasiado respeto a Luis, esté o no esté”.
A 18 Minutos toca el viernes 2 en La Trastienda, Balcarce 460, a las 23.30.
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