Dom 07.02.2016
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PERSONAJES > JULIETA ZYLBERBERG

TODO SOBRE EVA

A los 8 años quiso empezar a estudiar teatro porque era devota de Juana y sus hermanas, y terminó integrando el elenco del ya legendario Magazine For Fai. Desde entonces, Julieta Zylberberg no paró: trabajó en televisión y tuvo roles cruciales y diversos en el cine, dirigida por Lucrecia Martel, Diego Lerman, Damián Szifron y Ana Katz, entre otros. Ahora es la protagonista de la nueva película de Daniel Burman, El rey del Once, que se estrena la semana que viene y donde el director vuelve a explorar su territorio favorito, las relaciones entre padres e hijos en la comunidad judía. El complejo personaje de Julieta no dice palabra en la película: es muda por mandato de su religión. De esa mudez va a desquitarse muy pronto, en la adaptación de la serie Mad About You, que protagonizará junto a Juan Minujín y saldrá al aire por Telefe.

› Por Walter Lezcano

Puede que esta sea una metáfora perfecta de su trabajo. Ayer, ella estaba en otro país presentando una película, con un clima de temperaturas bajo cero, vistiendo una campera enorme, gorra de lana y botas mientras que hoy está leyendo un guión televisivo en el patio de un bar, con pantalones cortos, sandalias y una musculosa blanca. La existencia puede ser muy cambiante en cuestión de minutos para Julieta Zylberberg. Lo que implica, por supuesto, que el tiempo se vuelve algo extraño porque le permite habitar varias vidas sin dejar de ser ella misma. Con un licuado a su izquierda y con el texto de la nueva serie que va a protagonizar a la derecha, dice: “Cuando sos chico jugás a ser todas las personas posibles, forma parte de nuestra naturaleza. Cuando sos grande eso queda en el olvido por la responsabilidad y la llegada furiosa de la adultez. Los actores tenemos la posibilidad de perfeccionar ese juego de la niñez y convertirnos en otros pero con nuestro crecimiento y nuevos conocimientos encima. La verdad es que somos personas privilegiadas”.

Ella es una actriz que ha mostrado una rara capacidad para desplazarse por la televisión, el cine y el teatro y lograr que la risa, el encanto, la sorpresa y la tensión inusitada se perfilen como situaciones posibles en un mismo cuerpo. Julieta Zylberberg no es versátil, si no que intenta, con cada papel y como si fuera parte de un plan exploratorio, abarcar todos los momentos inesperados que la realidad le escatima. Sin ir más lejos, este jueves se estrena El rey del Once de Daniel Burman: una película esperada en la que interpreta a Eva, una mujer muda y precisa en sus movimientos pero con una presencia física muy atractiva, que trabaja en una fundación de ayuda judía y que logra atrapar la atención del protagonista masculino, Ariel Sabbagh. Tiene toda la apariencia de ser una comedia, pero sin embargo El rey del Once, el retorno de Burman al espacio y al género que lo hizo reconocible en las carteleras, tiene capas de significado que la vuelven algo más: son personajes buscando un sentido a la religión, a la relación con los padres y, en definitiva, a la cultura en la cual crecieron.

Y es una búsqueda muy parecida en la que está embarcada Julieta Zylberberg desde hace mucho tiempo.

DOBLE VIDA

Julieta Zylberberg es hija de dos arquitectos que se dedican a cosas más realistas: el padre tiene una ferretería y su madre sostiene un negocio de muebles. Ellos hacían circular lo artístico en la casa: “Nos llevaban al cine y al teatro. Era algo natural. Por ejemplo, mi hermana del medio es médica pero también actriz. Y la mayor trabaja en la producción de espectáculos. Algún interés por este mundo artístico nos transmitieron”.

Hasta los 7 años hizo de su casa un estudio de experimentación: “Estaba todo el día disfrazada, pintada, de tacos, jugando a cosas con mis hermanas: hacíamos que filmábamos un programa de tele o que teníamos un show de radio o un desfile, era nuestra diversión permanente”. De todas maneras, la epifanía, aquella que despierta y que define un destino, vino a través de la televisión: “Toda la familia era fanática de Juana y sus hermanas, el programa de Juana Molina. Nunca nos perdimos un capítulo. Y me agarró tal embelesamiento con todo eso que se mostraba que me dije: ‘quiero hacer eso’. Le pedí a mis viejos que me llevaran a teatro”.

A los ocho años se inscribió en la escuela de Hugo Midón y conoció a una profesora que le marcaría un camino con el humor y la diversión: Nora Moseinco: “Yo era muy para afuera, me gustaba el humor. Y cuando empecé a estudiar, la propuesta era bastante lúdica, orientada en esa dirección. Y el hecho de haber estudiado muchos años con ella me fue llevando para un lugar que tiene que ver más con la forma de relacionarme con la actuación.” Julieta se pasaba toda la semana esperando el día de taller. Eso se tradujo en una sensación física de ansiedad y expectativa: “Estaba muy copada y me gustaba participar”. También llevaba una vida normal y corriente de estudiante en el colegio Carlos Pellegrini: “Me encantaba ser adolescente y no perderme nada: fui media hippie, tenía mis amigas, me emborraché, fumaba, me fui de campamento, y todo eso estaba separado de la actuación. Era como una doble vida. Y estaba muy comprometidas con las dos”.

A los doce años ingresó a Magazine for fai, el mítico programa de Mex Urtizberea y ya no paró más. Sus padres no estaban muy de a cuerdo con que ella trabajara en la televisión (“yo tampoco lo estaría ahora que tengo un hijo”) pero rápidamente cambiaron de opinión: “Era una producción que se preocupaba por nosotros y se amoldaba a nuestros tiempos. Yo grababa los fines de semana porque estaba muy ocupada con el colegio, ponele. Y siempre nos trataron de ese modo: se preocupaban por que pudiéramos seguir con nuestras vidas”.

Magazine for fai duró hasta que cumplió 18 años. Era el fin de la adolescencia y a pesar de que Julieta se quería dedicar completamente a la actuación, en el hogar había un mandato: debía tener una suerte de plan B, básicamente significaba estudiar algo lucrativo, por si la elección artística no rindiera frutos: “Empecé a estudiar psicología y me duró muy poco. Me salían trabajos de actuación y no podía ir a la facultad. Después entré en el conservatorio dramático y estuve dos años. Ya después no paré de trabajar”.

ABRE

Lucrecia Martel era parte de Magazine for fai y ya conocía las capacidades de Julieta Zylberberg para el humor. Sin embargo, Martel tenía una visión especial y la convocó para algo distinto: La niña santa: “Eso fue algo medio espectacular. En ese momento me cayó otra ficha de la actuación. Yo había hecho el casting para La ciénaga y cuando me tocó hice una paraguaya: nada que ver, no concebía otro modo de actuar que cierto grotesco. Entonces La niña santa me sirvió para probar otra cosa, en otra línea. Descubrí otra posibilidad, otra parte de mí que podía utilizar. Lo pude mixturar con lo que ya traía. Yo no reemplacé nada. Y eso tiene que ver con la manera en la que uno ve la vida: el humor atraviesa todo aunque estén haciendo algo dramático. Se combinaron bien el histrionismo y la humanidad. Ahí crecí un poco como actriz”.

Los programas de televisión (Culpable de este amor, Enséñame a vivir, Aquí no hay quién viva) y las películas (Géminis, Cara de queso y Un novio para mi mujer) empezaron a tenerla dentro de su elenco como un rostro secundario hasta que apareció una novela ganadora del prestigioso Premio Herralde. Ciencias morales es un libro de Martín Kohan en el que se relata la historia de una preceptora despiadada en una escuela en la cual se filtra constantemente el terror más lacerante y estricto de fines de la última dictadura militar. El texto se llevó al cine con un título, quizás, más efectivo: La mirada invisible, con dirección de Diego Lerman. Fue su primer protagónico. Si la novela era el desarrollo de un pensamiento entonces el trabajo de Julieta consistió en cargar de potencia una forma autoritaria y alerta de mirar: “La idea era transmitir con lo mínimo gestual todo un mundo de sensaciones, pensamientos, angustias, preguntas, todo a través de la mirada”.

Con un personaje tan policial, ¿dónde buscás para construir el verosímil de tu papel?

Los personajes no siempre son cercanos a vos. De todas formas hacés puentes con etapas o espacios de tu propia vida para buscar el paralelo y acercarte a lo que especifica el guión. Mi personaje, María Teresa, tenía cierta ingenuidad y hacía una cosa tremenda sin ser siniestra. Ella se justificaba y le salía espiar, escuchar y buchonear. Yo me agarraba de esa parte para interpretarla: de su abismo entre su pensamiento, su deseo y la obligación de cumplir su función en la escuela. Y sobre todo en ese contexto político terrible. Yo creo que crecí actoralmente con este trabajo porque aprendí a usar nuevas herramientas.

LA FAMILIA

Julieta Zylberberg empezó el 2013 con un personaje principal en un programa de Pol-Ka: Farsantes, que le dio un nivel de popularidad que se fortaleció un año después cuando protagonizó, junto a un dream team de estrellas nacionales, una de las películas más exitosas de los últimos tiempos: Relatos salvajes de Damián Szifrón. Un proyecto de una producción mayor a lo que venía acostumbrada. Más allá de eso, a Julieta le importan las historias: “La cabeza no se me va en diferenciar si algo es mainstream o indie. Lo que me importa es si la historia está buena y el guión. Todo eso. Si es una película que tiene más plata detrás: buenísimo, voy a tener un motorhome. Pero no es lo que busco cuando me embarco en una producción”.

En el 2015, Julieta comparte cartel junto a Esteban Lamothe en una película entrañable: El 5 de talleres de Adrián Biniez. Hacen de una pareja en una trama que busca retratar cuántas formas hay de rehacer la vida luego de los sueños de triunfo y éxito no se terminan de conquistar.

¿En ningún momento sentiste que exponías la intimidad de tu relación?

Éramos nosotros pero nuestra dinámica de pareja es distinta. Fue una filmación familiar porque llevamos a nuestro hijo al rodaje. Eso le dio a la película un contexto de creación cercana a la vida, a lo real. A mí me gusta cada vez más intentar una actuación donde se pueda fundir los sentimientos con la verdad del guión. Lo que yo busco cuando veo una película es siempre que me rompan un poco el corazón. No me copa la actuación muy marcada donde te das cuenta de la composición. Me siento atraída por actores donde no se les nota la forma en la cual logran envolverte en su propia realidad, su verdad, su vida.

Esas palabras sirvieron para guiarla en Mi amiga del parque de Ana Katz. Una película que acaba de ganar el premio al mejor guión en el último Sundance y refleja cierta tensión habitual: cómo criar a tu hijo en un mundo plagados de desconocidos: “Yo la admiro a Ana y me fascina su manera de encarar los temas. Y acá tratamos de explorar situaciones de búsqueda de una madre: de amigos y de armado de toda esa vida alrededor de un hijo”.

EL REGRESO

Casi una continuación de El abrazo partido, El rey del Once recupera, luego de 11 años de aquel trabajo, cierto universo representativo del imaginario de Burman: las relaciones entre padres e hijos, la comunidad judía en el Once y la dificultad para comprender el terreno religioso que le dio sentido y valor a una vida. Ariel vuelve de Estados Unidos por pedido de Usher, su padre. Usher está al frente de una fundación judía que ayuda a la comunidad. En ese contexto, Ariel conoce a Eva (una Julieta Zylberberg que no emite palabra en casi toda la película por estar atada a un mandato religioso por lo que su cuerpo cumple una función especial) y empieza un proceso de reencuentro con su barrio, con su religión y con, por qué no, el amor. “Burman es alguien adorable para trabajar, al igual que Ariel. Cuando me dijo que no tenía que hablar en toda la historia me pareció una locura. Después utilicé eso para construir mejor mi papel”. Julieta explica que su visión de la película es que el personaje de Ariel es un escéptico que va camino a creer en algo y Eva una religiosa que va hacia el abandono de esa creencia. “Como si hiciesen un intercambio de realidades que los libera a cada uno. Son funcionales el uno al otro para aportar y liberarse de creencias. Y se puede dar para cualquier religión y tipo de vida, la película es más que eso. Mi personaje necesita liberarse de cierto mandato. Se vienen bien para lo que cada uno de los personajes necesita y tienen esa búsqueda más espiritual que religiosa”.

Para este 2016, la agenda de Julieta Zylberberg viene provista, además de cine, de televisión y teatro. Ensaya la obra La vida extraordinaria a estrenarse “en algún momento del año” en un teatro del off. Y en estos días también comienza a grabar la sitcom Loco por vos, adaptación de Mad about you, junto a Juan Minujín y que se estrena por Telefé muy pronto.

Así que acá está la mujer, que en marzo cumple 33 años, con muchos proyectos encima pero también con la tranquilidad que aporta la certeza de una búsqueda que no se agota. Desde aquella joven que hacía del histrionismo una carta de presentación potente a esta actriz que ya mostró la fortaleza con cualquier guión que eligió interpretar.

¿Te convertiste en la actriz que querías o imaginabas ser?

No había un objetivo o una imagen clara hacia dónde ir. Me dejé llevar por los buenos proyectos que iban apareciendo y traté siempre de aprovechar lo que iba consiguiendo por el camino, las cosas que me servían para hacer mejor mi trabajo. Incluso, hice mi vida lo más rica posible para que eso sirviera de herramientas que luego utilizaba para determinando papeles. Me parece que no hay que cerrarse a una determinada meta porque uno con el tiempo puede ir cambiando y eso después crea frustraciones. Hay que tratar de prestarle más atención al deseo e intentar seguirlo en la medida que se pueda. Yo hice ese camino.

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