Domingo, 28 de febrero de 2016 | Hoy
MúSICA > SUáREZ
En los años ’90, si hubo una banda que capturó cierto espíritu de época, ésa fue Suárez. Con sus puestas artísticas, su desparpajo para moverse en la escena y comunicarse con el público, cierta aura de misterio y la enorme presencia de Rosario Bléfari, una de las compositoras fundamentales del rock local –además de poeta y actriz y más– se convirtieron en un mito que terminó abruptamente en 2001. Ahora, a partir del documental sobre la banda Entre dos luces. Primera parte, estrenado en el último Festival de Mar del Plata, Suárez se vuelve a reunir. No es una vuelta convencional sino algunos eventos especiales, traer del pasado aquello que los hizo únicos en fogonazos. Así rompen con los esquemas de los retornos rockeros y hacen, como siempre, lo que quieren.
Por Walter Lezcano
“Me acuerdo que hacía mucho, mucho calor, casi tanto como hoy”, cuenta Rosario Bléfari sobre el último recital de Suárez a comienzos de un año que terminaría con un país al borde del colapso institucional: el 2001. Ella lo dice como si fuera hace poco tiempo. Su jovialidad y energía parecen darle la razón. Y agrega un dato importante: “Ah, y también estaba embarazada de Nina. Así que tenía una panza enorme y estaba con los cinco sentidos afiladísimos y en plena ebullición, sobre todo el olfato.”
Los recuerdos se acumulan de forma intempestiva en un bar de Parque Patricios en el que el sol parece estar a centímetros del planeta tierra y se carboniza el asfalto, la piel y la cordura de todos los peatones. La televisión avisa que con un clima de estas temperaturas tan elevadas no se favorece el abastecimiento en el consumo energético, que ya fue declarado en estado de emergencia. Por lo tanto habrá nuevamente cortes de luz programadas en distintas zonas de Capital Federal. En una de esas zonas afectadas está la sala en la que Rosario Bléfari se va a juntar con Fabio Suárez, Marcelo Zanelli, Gonzalo Córdoba y Diego Fosser a ensayar para la vuelta de, así es, Suárez. Como nada detiene a una banda de rock, Bléfari se pone a buscar, con un par de llamadas, otro lugar donde hacer posible la reunión y poder tocar la lista que ya tienen armada. Cuando lo consigue, dice sobre aquel recital del 2001: “Para nosotros era un show más. Incluso estrenamos un tema. Ninguno de nosotros sabíamos que era el último.”
Como banda insignia de la independencia en los años 90, Suárez creó su propia mitología de existencia a partir del desparpajo con el que se movían y generaban su circuito de acción. Ya sea para confeccionar redes de comunicación con sus fans (en esos tiempos remotos de las casillas de correo), grabar según sus propios estándares de uso del tiempo, del dinero y los sistemas de producción, para conseguir lugares nuevos e impensados para realizar sus conciertos, sus puestas escenográficas de perfil arty, y, sobre todo, por cimentar un camino de libertad sonora sin rendirle tributo a lo establecido ni al mainstream. Ninguno de sus discos se parece entre sí. Explica con entusiasmo Bléfari: “Después de la improvisación y la psicodelia de Hora de no ver y Horrible, entramos a trabajar en Galope que fue como ingresar más al rock porque aparecen los riffs y jugamos con guiños del lenguaje rockero, y después pasamos por ese momento al que podríamos llamar ‘la canción es la reina’ en Excursiones. ¿Qué hubiera seguido o habido más allá? Esto que hacemos ahora es sobrenatural: esta banda no existe en realidad. La estamos trayendo al presente dándole una vida nueva y fugaz. No existe en términos de banda que tiene compromisos a largo plazo. Sin embargo, en el momento en el que estamos tocando las canciones y suenan bien, la cosa funciona y es real.”
Para Fabio Suárez lo que más recuerda de la banda son los recitales. Marcelo Zanelli se explaya más y cuenta: “A la distancia todo parece bueno, interesante. No se trata de romanticismo porque fueron cosas que pasaron y se sabe que la experiencia es algo que ocurre, no algo que se instala o se estanca, pasa y no somos los mismos antes y después. Gracias a Suárez me pasaran cosas que me enseñaron y me animaron la vida: recortar textos y fotos para armar ‘volantes’, tocar en lugares fuera del circuito, formar parte de un grupo en el que cada uno podía aportar algo, tocar canciones increíbles e inoxidables con esos músicos y cada una de las canciones de Rosario que para mí, lo dije siempre y no me cansaré de repetirlo, es una de las grandes compositoras de canciones que conozco. Estar ahí, con esos músicos fue una gloria y la gloria a veces es también un privilegio, ¿no?”
Suárez fue una banda que cambiaba disco a disco y siempre consideraron necesaria una cuota de riesgo artístico para poder sobrevivir. Tenían cierto gusto por lo imprevisto, así como sus canciones guardaban un momento para la improvisación y el cuelgue. Es decir, pasaron por muchos momentos porque trataban de no quedar atrapados bajo el régimen de ningún plan. Cuenta Zanelli: “La linealidad no existe. Suárez tiene etapas y en el tiempo que yo estuve creo que hubo, no lo llamaría puntos de quiebre, aunque sí momentos o etapas claves: la salida de los discos podrían considerarse puntos clave. En lo particular, el quiebre fue mío cuando, por razones personales, me retiré del grupo. No fue fácil y tampoco fue el resultado de una disputa, de una pelea, nada de eso. Sólo que en la vida hay momentos en los que uno tiene que tomar una decisión y así fue. Seguimos siendo amigos, seguimos viéndonos durante todos estos años y eso se nota en estos días en que volvimos a tocar juntos. Está la música, están las canciones y están los afectos intactos. Eso es hermoso.”
Mirar hacia el futuro es una constante de las bandas de rock. Suárez, en este caso, no fue la excepción. Recuerda Bléfari: “Fue una época donde estábamos unidos a nivel musical y ahí poníamos todo lo que queríamos darle a la música y lo que esperábamos de ella que era grabar, editar, viajar. Nosotros habíamos tocado acá, inesperadamente en España, Chile, Bahía Blanca, La Plata, y nada más. En esa época no había forma de comunicarse para tocar por el país. Teníamos comunicación por casilla de correo. Era casi imposible ir a las provincias, cosa que nos hubiera encantado para conocer más a ese público que nos escribía y que sabíamos que estaba en otras ciudades. En relación a grabar me hubiera gustado seguir navegando para llegar a tierras desconocidas con las canciones y la música. Nosotros teníamos una nave con la libertad de poder ir para cualquier lado. Eso me hubiera gustado. Se me hace presente la idea de ese disco que nunca grabamos: ¿cómo hubiera sido?”
A fines de febrero del año 2001, Suárez tocó en el club Podestá, en Palermo. Fue un concierto sin ningún detalle especial y donde estrenaron una canción. Como Bléfari estaba embarazada se había decidido dentro del grupo que era momento de organizar un poco mejor los tiempos de ensayo, preparación y grabación ya que la cantante necesitaría tiempo para su futura hija. Recuerda: “Después del nacimiento de Nina empezaron las diferencias, dudas sobre si grabar ya o esperar , por ejemplo.” Ellos habían hecho algunos demos que estuvieron escuchando para ver cómo funcionaban los nuevos temas y hablaron de cómo producirlos, si incluir otros instrumentos, si volver a usar audios de fondo, ese tipo de cosas: “En octubre recuerdo no aguantar más el estado de incertidumbre sobre qué hacer. Yo quería seguir tocando y haciendo cosas, tocar las canciones nuevas que se estaban acumulando y probar algo nuevo.”, cuenta Rosario. “Claramente quería grabar. Y a uno de nosotros le entró la duda. Nunca sabré si tenía que haber esperado. Me acuerdo que estaba en casa y dije: listo, separémonos, para qué vamos a seguir sosteniendo esta vela.”
¿Cómo viviste la separación de la banda?
Una sensación de liberación. Yo había hecho Cara, que era un disco solista, un proyectito paralelo grabado y producido por Gonzalo Córdoba en base a unas cintas e ideas de superposición. Y, de pronto, me pareció que estaba bueno ir suelta, digamos. No tener que esperar cuándo grabar y esas cuestiones. Entre la pesadez de esperar algo que no se resolvía y entrever una situación refrescante e inesperada, emocionalmente lo veía como una liberación. Se arma con las bandas algo familiar donde las cosas se suman y pesan el doble cuando sigue adelante. Supongo que se podía haber seguido 30 años más, pero al mismo tiempo sentí una liberación parecida a cuando te vas de tu casa. No fue de duelo. Yo no generé la separación, al contrario, pero reconozco que fui la que generó el corte. Habría que ver cómo lo percibieron los demás. La carga subjetiva en estos casos es muy fuerte
Fernando Blanco, cineasta e integrante de Valle de Muñecas, vio a Suárez por primera vez en el año 1992. Dos años después tenía que hacer el último corto del año para la escuela de cine donde estudiaba y hacía unos meses había visto Rapado de Martín Rejtman y le pareció que el physique du rol de Gonzalo Córdoba, que actuaba en la película, le cuadraba perfecto y lo invitó a participar en su trabajo: “Suárez acababa de editar Hora De No Ver, su primer disco, y le pedí a Gonzalo que me trajera una copia, que todavía no habían empezado a distribuir. Sin ningún tipo de preconcepto ni expectativas lo grabé en un casete para ir escuchándolo en la calle con mi walkman y el casete no salió del aparato por seis meses. A partir de ahí los fui a ver siempre que pude.”
En el 2013, Blanco le propuso a Bléfari hacer el documental sobre Suárez: “La idea me venía dando vueltas en la cabeza hacía un tiempo. Rosario justo había digitalizado un montón de VHS y material fílmico en otros formatos y consideraba hacer algo con eso. Entonces nos juntamos y sentamos las bases del tratamiento que le íbamos a dar al material.” Entre dos luces. Primera parte es un trabajo radical. Estrenado en el último festival de cine de Mar del Plata, reconstruye desde adentro, sin voces externas ni explicaciones pedagógicas, la vida de una banda que parecía misteriosa para gran parte del público, pero que tenía en su interioridad un funcionamiento normal a cualquier grupo que hacía lo que podía con lo que tenía a mano. Relata Blanco: “La idea en mi cabeza era que la película fuera más sensorial que argumental, así que fue un trabajo más instintivo que cerebral, que es un poco lo que me transmite la música de Suárez.” La película muestra a la banda hasta Horrible, el segundo y último disco que graba Marcelo Zanelli: “Lo único que tenía en claro era que Suárez merecía ser una banda reconocida por las nuevas generaciones y darles un sacudón a las viejas para que no pierdan la memoria”, dice Blanco. El documental deja ver un montón de cosas sin explicarte nada, muestra situaciones de época sin caer en la nostalgia, el único indicador temporal es el que se ve a veces con el día y el año impreso por la cámara en el video, tampoco se dice quién es quién, no hay entrevistas. Rosario propuso eso y yo lo llevé al extremo.”
Cuando el documental estuvo listo, la gente del Festival de Mar del Plata la llamó a Bléfari para saber si Suárez quería tocar. A ella le pareció “imposible”. “Estaban todos muy en sus vidas. Mientras fuimos la misma banda también teníamos nuestra vida, por supuesto, pero sentía que en esa época teníamos los destinos unidos en lo musical. Eso también en un momento se hizo pesado y fue un poco lo que precipitó la separación: la cuestión de cómo manejar los tiempos. También pensé que no iba a ser posible por las preocupaciones de cada uno, que no iban a encontrar un tiempo. Igual, no pasó nada grave entre nosotros. No hubo ninguna traición o ese tipo de cosas irremediables.”
El recital de Mar del Plata se dio en una carpa de eventos especiales que estuvo repleta. Dice Rosario: “Después de esa fecha nos sentimos re bien, la verdad que fue muy satisfactorio tocar juntos de nuevo. Estábamos todos un poco descolocados y a la vez emocionados. Porque la primera vez que nos veíamos de nuevo, luego de la separación, fue en la sala de ensayo. Y estuvo bueno que fuera así. Yo creo que si nos hubiéramos reunido a charlar no hubiese sido lo mismo. Fuimos pragmáticos: enchufamos los instrumentos y a tocar. No queríamos revisar nada ni preguntarnos por qué nos separamos, por ejemplo.”
Ahora, el 4 de marzo van a repetir la experiencia en CC Konex. Sin embargo, para ninguno de los integrantes del grupo se trata de una vuelta con todas las de la ley. Y con respecto al tiempo cada uno tiene su propia versión. Fabio dice que el grupo “tiene pasado”, Marcelo que “tiene futuro porque tiene pasado y ahora, sobre todo, tiene presente”. Y Bléfari, por su parte, es cautelosa: “Lo defino como una reunión. Nos hemos vuelto a unir. Siempre fue con motivo del documental. De hecho, cuando no estaba el documental no pensábamos volver a tocar juntos, ninguno de nosotros. Por lo menos que yo sepa. Lo que sí, para este recital ahora ampliamos la lista, hicimos más ensayos porque tuvimos más tiempo para prepararlo. Estamos haciendo un trabajo más fino: con los arreglos, rescatar cositas que estaban en los discos y ponerlos. Es un trabajo muy de traer al presente las cosas.”
El viernes 4 de marzo Suárez va a dar su primer y único show después de quince años de separación en CC Konex, a las 20. No se suspende por lluvia.
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