Dom 05.06.2016
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LAS PELOTAS

EL GRAN ESPÍRITU

Luego de la partida de su histórico vocalista, Alejandro Sokol, Las Pelotas encontró un atajo para reinventarse y seguir en la ruta. Se convirtieron en un caso fuera de lo común, el de un grupo que terminó entrando en la liga de los clásicos del rock nacional pero mantiene la vitalidad y la audacia para seguir apostando a una permanente renovación estética. Repartido entre Córdoba y Buenos Aires, el sexteto liderado por Germán Daffunchio está a punto de emprender una gira que comenzará el domingo 12 de junio en el mítico Luna Park para presentar nuevo disco, Brindando por nada. En esta entrevista hablan de cómo ven al grupo en el panorama del rock local, su difusión, de la necesidad de no renunciar a la rebeldía y de cómo enfrentar el desafío de crecer sin estancarse.

› Por Juan Andrade

“Estamos generando una contracultura dentro del rock”, dice Germán Daffunchio con un tono levemente conspirador, atenuado por una sonrisa a media asta. El compositor, guitarrista y cantante de Las Pelotas fuma de espaldas a una pileta llena de agua verdosa, en medio de un jardín alfombrado de hojas secas. Estamos en la casa del tecladista Sebastián Schachtel, la entrevista todavía no empezó y, mientras el anfitrión revuelve en la cocina un delicioso goulash que en un rato más deleitará a los presentes, en un sillón del living la baterista Gabriela Martínez chequea los mensajes que llegan a su celular. No suele suceder, pero la frase que Daffunchio tira como al pasar bien podría sintetizar el contenido de la inminente charla y también, por extensión, el presente de la banda que lidera desde hace casi treinta años.

La definición que suelta Daffunchio, que repetirá unos minutos más tarde ya con el grabador encendido, viene a rematar su descripción del pasaje que llevó a Las Pelotas de un disco rompe-moldes como Cerca de las nubes (2012) a uno todavía más arriesgado como el flamante Brindando por nada. Tal vez forzados por las circunstancias, luego de la partida de su histórico vocalista, el recordado Alejandro Sokol, se toparon con un atajo para reinventarse. Y así terminaron por protagonizar un caso fuera de lo común: el de un grupo con la suficiente trayectoria como para recibir los laureles reservados a los clásicos, que sin embargo juega todas sus fichas a la renovación estética. En las grandes ligas del género a escala local, aquí y ahora no hay un ejemplo que sintonice mejor con el imperativo beatle de la evolución permanente.

Para un sexteto cuyos integrantes viven repartidos entre el mapa de Buenos Aires y el de Córdoba, el pulso creativo de cada proyecto queda marcado por la naturaleza del viaje. El punto de peregrinación grupal es el Estudio Los Ángeles, emplazado en Nono, Traslasierra. “Básicamente, nos juntamos en Córdoba. Hacemos varios viajes y, para los que vivimos acá, en Capital, implica salir de nuestra vida cotidiana y familiar para internarnos en nuestro laboratorio. Estamos muy concentrados en lo que pasa ahí adentro. No significa que las cosas salgan automáticamente, porque hay mucho laburo detrás”, cuenta Schachtel. “Fueron dos años en total, hasta terminar de darle forma a Brindando por nada. Y en el medio también salió el disco en vivo 5 x 5 (2014) y empezamos a girar mucho. Quizás eso hizo que nos llevara más tiempo, porque no podíamos viajar tanto a Córdoba para seguir componiendo”, completa Martínez.

“Las Pelotas es un gran espíritu, esa es la realidad. Entonces invocamos al Gran Espíritu y viene. Nuestra música es nuestra música: somos nosotros”, tira Daffunchio, un tanto críptico. ¿Cómo describiría a ese Gran Espíritu? “Y… es complicado. Tiene sus días y sus caras. Pero hay una cosa nuestra que es única, que es la misma que nos llevó a estar tantos años en el under, siendo independientes y luchando contra las corporaciones, yendo a las la disquerías para llevar nuestros discos. El de Las Pelotas es un espíritu rebelde”, define. ¿Cambió esa energía con el paso del tiempo? “El Gran Espíritu se pone más sabio. Cuando hicimos ‘Basta’, para mí era la canción perfecta para empezar una marcha: el ritmo y la letra iban como loco para el frente. Pensé que la gente iba a decir ‘qué bueno’, pero nadie le dio ni cinco de pelota. Uno se da los gustos artísticos y hace las cosas como quiere”.

“La gente toma la música y, en general, todas las manifestaciones artísticas, de manera muy personal. Lo que aprendimos es que lo que hacemos nos tiene que gustar a nosotros primero”, agrega Schachtel. “Sí, es una premisa: nos tiene que gustar a nosotros. De hecho, muchas de las cosas que salen en zapadas se descartan. Por ahí podrían llegar a ser temazos, pero si a nosotros no nos cierran los dejamos pasar”, coincide Martínez. “Nos ha pasado de escuchar cosas viejas y decir: ‘¿Y esto? ¿Qué nos pasó el día que dijimos que no iba?’. Somos expertos en introducciones”, bromea Daffunchio. “Trabajamos mucho, Muchísimo. Y por suerte nos conocemos tanto que uno puede decir: ‘La verdad que es una garcha eso que estás tocando’. Y el otro contestar: ‘Sí, a mí también me parecía, pero necesitaba que alguien me lo dijera’. Y así vamos armando lo que hacemos.”

En los momentos en los que conseguían aislarse de todo en el búnker de las sierras cordobesas, entonces, la materia prima de su onceavo trabajo no detenía su crecimiento. El escenario que los rodeaba era el mismo de otras veces. Ni los protagonistas ni el método habían cambiado. Sin embargo, Brindando por nada cargaba desde su génesis con una impronta tan clara como diferenciadora. “El disco tuvo su principio intelectual, que era a dónde queríamos ir. Y después un desarrollo, que es como venimos trabajando siempre”, explica Daffunchio. “Lo que tuvo de particular fue que esta vez apuntamos a otro lugar. Queríamos que fuera más intenso, más directo, más volador. Todos los discos de Las Pelotas son voladores, pero en este nos fuimos al carajo”, dice el cantante y guitarrista. Y es ahí cuando repite la idea que, a esta altura de la nota, ya suena como un leitmotiv: “Estamos haciendo una especie de contracultura dentro del rock. Este disco se sale de lo que está pasando en el rock argentino, de toda esa normalidad”.

Vale la pena hurgar en su opinión de la escena contemporánea porque, entre otras cosas, el álbum se puede escuchar como una interpelación implícita al panorama circundante. “La normalidad de la que habla Germán tienen que ver con algo concreto: pareciera que todo es melodía y armonía. Son fórmulas que están un poco en 2D. Y nosotros pensamos los discos más como atmósferas, climas, texturas”, amplía Schachtel. “En estos últimos años, el rock se hizo lindo. Nosotros crecimos con el rock como una herramienta de contestación, o de reacción, o de algo. Y de golpe se volvió algo muy light, muy Disney. Y trató de agradarle a todo el mundo, se hizo amigo de la Mona Jiménez, los músicos se quisieron hacer populares. Pero me parece que falta música, falta una búsqueda de otro tipo de formas. No es que nosotros inventamos nada, pero al menos lo buscamos”, sigue Daffunchio.

“Tampoco quisiera caer en la idea de que ‘el rock ya no es lo que era’, porque si no parecemos unos viejos nostálgicos. Hay de todo y también hay muchas escenas, el rock no es necesariamente una sola cosa”, se ataja Schachtel. Y Daffunchio recoge el guante: “Claro, no estoy hablando del semillero, sino de lo que pasa a otro nivel. En el establishment hay mucha moda, mucho maquillaje, mucho baile, mucha impostación. Cantantes que cantan todos iguales, que salen de la misma escuela. Y me parece que es mucho más amplio todo. ¡Se puede romper con eso! Me acuerdo cuando triunfaron los Twist, que todo el mundo quería ser twist, pero no había una versión mejor que la original. Hoy en día, entre Justin Bieber y la masificación del rock, con todo el cholulismo inmundo que se armó, nosotros apuntamos a otro lugar”.

SONIDO ORGÁNICO

“Víctimas del cielo”, cantaba Daffunchio en medio de una zapada en su propia casa. Fue antes de que comenzaran las sesiones en el Estudio Los Ángeles, de Nono. El futuro disco era todavía un borrador de intenciones apenas esbozadas. Y esa imagen, que brotó de su inconsciente y se transformó en palabras, encontró en la música que improvisaban Martínez, Schachtel y el guitarrista Tomás Sussman a su aliado indispensable. “¿Víctima del cielo? ¿Qué está cantando?”, se preguntaban sus compinches, que igual no podían sustraerse al impulso de acompañarlo en ese salto al vacío. Fue el minuto cero de Brindando por nada. Y trazó el bosquejo de lo que iba a venir. “Es un momento mágico, cuando estás zapando y de repente te das cuenta que aparece la canción: está surgiendo algo buenísimo y unos segundos antes no había nada”, recuerda la bajista.

“Ahí aparece el Gran Espíritu”, acota Daffunchio. “A veces lo miro a Germán y es como si estuviera diciendo algo sin saber lo que está diciendo”, describe Schachtel. “Hay composiciones que son espontáneas. En otras épocas, cuando zapaba empezaba a balbucear en inglés. Ahora me pasa que, después de tanto trabajar juntos, ya empiezo a balbucear en castellano. Y muchas veces bajan palabras que no sabés de dónde vienen”, confirma. Y agrega: “Una cosa a desarrollar por los que cantamos en Argentina es hacerlo desde el principio en castellano. Porque es muy difícil, es muy duro el idioma; es mucho más fácil armar melodías con un inglés de mierda que tratar de transcribir esa misma cadencia melódica en palabras en castellano. Ese es un desafío interesante”, dice el tipo que aprendió el oficio con un tano que hablaba cocoliche con acento británico, en los tiempos de Sumo. Obvio, hablamos de Luca Prodan.

Otra vez, aparece en la charla el espejo en el que no se quieren mirar. “Hay un estándar en la dirección de las letras de rock, porque van a los lugares comunes, que no te traen problemas para que te pasen en las radios y para caerle bien a la abuela. Son siempre las mismas cosas trilladas. Y en este viaje hay una búsqueda también en ese sentido”, dispara el vocalista. El disco deja impregnadas en la memoria sentencias como “Hoy te diría tantas cosas bellas/ que son mejor que ayer” o “El amor hace falta/ hace falta para amar”. De hecho, las letras del álbum se pueden escuchar como fragmentos de un discurso amoroso. “‘El amor hace falta’ fue otro punto de partida, el desafío era, después de esa frase, ¿qué más podemos decir?”, confiesa Daffunchio. ¿Qué siente al cantar esas líneas, que revelan su costado más sentimental e intimista? “Lo puedo hacer porque estoy con ellos. Sé que me van a decir si es una cagada o no, como hacen siempre”.

“No solamente las palabras, los acordes o las armonías te inspiran, sino también las texturas, el volumen y cierta materialidad de la música. Y esas son otras cosas que están un poco perdidas en el rock. Por eso está chato, está plano, no tiene profundidad o matices. Parece como si fuera todo un MP3: no solo por la calidad del sonido, sino también de lo que se canta y de la manera de tocarlo”, apunta Schachtel, que además de ocuparse de los teclados también se encarga junto a Daffunchio de la producción artística de los discos de Las Pelotas. “Nos divertimos mucho en el estudio, es un laburo que realmente disfrutamos: arte puro”, dice el cantante. “El trabajo de laboratorio nos gusta mucho. A veces las cosas no salen, pero la clave está justamente ahí: en seguir probando, buscando alternativas, pensando que en el próximo viaje va a salir”, completa Schachtel.

En la discografía reciente de Las Pelotas, el salto de calidad que trazan Cerca de las nubes y Brindando por nada no sólo está emparentado por la conexión estética que establece el refinado arte de tapa de ambos, obra de Catalina Daffunchio, la hija del cantante. Hay también un tejido orgánico de guitarras y teclados, bajo y batería que le dan a los paisajes sonoros de la banda una dimensión espacial característica. “Para nosotros la cuestión también pasa por poder ver a la música como si tuviera volumen. Para darle cuerpo, por ejemplo, usamos las guitarras con un delay que agrega una textura especial. O buscamos que el sonido del bajo no sólo haga lo fundamental del tema, sino que también aporte un dibujo. O que los teclados y los coros también vayan más allá”, ilustra Schachtel. Y así las canciones revelan su costado de esculturas invisibles, perceptibles por el oído.

“La clave de todo es la búsqueda, porque de repente estamos zapando y un detalle sonoro nos despierta algo. Y decimos ‘es por acá’, aunque muchas veces eso no te lleva a ningún lado. Por eso decimos que tenemos muchas introducciones”, dice Martínez con una sonrisa. “Componemos mucho juntos, cada uno hace su aporte. No es que hay temas que trae uno por un lado, dice ‘vos tocá esto’ y ya está. No es así. Por eso también nos lleva tanto tiempo el proceso, porque nos tenemos que poner de acuerdo en esa búsqueda y consensuar”, agrega la bajista. “Desde afuerase podría ver como algo más trabajoso. Pero para nosotros es la manera que va, la que hace ya varios años encontramos como método de laburo, de generar ideas y música. Y nos funciona, así logramos generar una especie de estado grupal para invocar al Gran Espíritu”, dice, a su turno, el responsable de los teclados.

TODO LO VIVIDO

Germán Daffunchio conoce de memoria la ruta que une a Córdoba con la ciudad de Buenos Aires. Varias veces por mes recorre esos kilómetros que van de las sierras a la gran urbe, ya sea para sumarse a los ensayos en la antigua casona de Hurlingham, a una seguidilla de conciertos o a un compromiso de la banda con los medios. Viaja solo o acompañado por el histórico manager Timmy MacKern, el mismo hombre que ocupaba ese puesto en las filas de Sumo y ahora se desplaza con movimientos casi imperceptibles entre el living y la cocina de la casa de Schachtel. El cantante detesta a los micros de gira y por eso, cuenta, prefiere ir con su propio auto a la ciudad donde les toque presentarse. Las grandes distancias no son un problema para él y, mientras maneja, aprovecha para escuchar música, para pensar o simplemente para dejar que su mirada se pierda en la línea pintada sobre el asfalto que suele apuntar al horizonte.

A diferencia de sus compañeros, que admiten que tuvieron la necesidad de despegarse del último trabajo después de pasar meses y meses abocados a su grabación, Daffunchio cuenta que Brindando por nada está entre las carpetas más reproducidas últimamente en el estéreo de su coche. “Yo nunca paré de escucharlo. Y aparte descubrí que tengo los últimos cuatro discos en el equipo del auto: Despierta, Cerca de las nubes, 5 x 5 y Brindando por nada. El otro día los escuché a todos y me encantó. Porque además, es notable, pero todo tiene una relación, y es la búsqueda de la que hablábamos recién, de distintas maneras. Un día tenemos que escucharlos juntos, porque cuando dejás pasar un tiempo, redescubrís cosas”, les proponea Schachtel y Martínez. “Despierta hace mucho que no lo escucho”, admite la bajista. “El otro día lo puse y me partió la cabeza”, arenga el cantante.

Fue justo en ese momento, durante la gestación de Despierta (2009), que tuvieron que atravesar el momento más difícil de su historia. Alejandro Sokol, que ya no formaba parte de Las Pelotas, murió mientras sus antiguos compañeros le daban forma a un puñado de canciones que olían a despedida. Dedicado a la memoria de Sokol, hoy se puede ver como una bisagra en la obra de la banda. “Fue el primer disco que hicimos sin Alejandro. Y tuvimos que empezar todo de vuelta, de alguna manera. Por más nombre que tuviéramos, hubo que rearmar, reestructurar la banda, sobre todo por el hecho de que empecé a cantar yo”, explica Daffunchio. “Fue muy loco, porque si bien ya éramos una banda conocida, sentíamos que teníamos que demostrar que estábamos a la altura o incluso mejor de lo que habíamos hecho hasta ese momento. Fue un recontra-desafío y así lo tomamos”, sintetiza Schachtel.

Cuando los temas de Despierta lo encontraron con las manos al volante y el camino recorrido a su espalda, Daffunchio se puso “recontrafeliz”. ¿En su memoria no queda angustia asociada a la experiencia? “No fue un momento de angustia, sabíamos que teníamos que encerrarnos en el estudio y trabajar. Aparte, con Ale había que laburar de otra manera, con las cosas que él hacía. Por eso me encantó cuando volví a escuchar Despierta. ‘Saben’, con el coro de chicos, me pareció muy bueno. Son lindos recuerdos, porque también fue un momento de búsqueda, de juntarnos y divertirnos”, dice el cantante y guitarrista. “Para la preproducción, fuimos con nuestras familias a Córdoba, todo enero. Fue un viaje distinto a los otros, super disfrutable”, acota Martínez. “Después de la tormenta, buscamos un plan más ‘amoroso’ al ir con las familias”, dice Schachtel.

“En la vida siempre hay épocas fáciles, o mejores, y épocas difíciles. Pero afortunadamente seguimos haciendo música y pasándola bien”, concluye Daffunchio. Aunque suene a paradoja, la ausencia de Sokol de alguna manera está presente en la discografía más reciente del grupo. “El recuerdo es algo personal de cada uno, aunque en las situaciones en las que estamos todos juntos, por ahí nos acordamos de alguna anécdota de Alejandro”, dice Schachtel. “Hoy/ quisiera recordarte/ cuando aún estabas bien/ cuando aún reías/ No importa donde fuiste/ no importa cómo fue/ porque aún hoy vives/ Volveremos a vernos de nuevo”, canta Daffunchio en “Como una estrella”, incluida en Brindando por nada. Palabra del autor: “La letra también dice ‘importa nada más/ todo lo vivido’. Como se le está hablando a alguien que ya no está, podés pensar que es Alejandro, pero también que es otra persona”.

Desde su origen, Las Pelotas se plantó como un tanque de guerra siempre listo para disparar canciones a la manera de himnos de batalla. Sin perder su esencia, fue mutando hasta convertirse en una especie de organismo sensible y reflexivo, en el que cada uno de sus miembros juega un papel vital. Ese pasaje del combat rock inicial a una zona más propicia para las baladas escritas a corazón abierto se acentuó en los últimos años, pero ya había marcado varios hitos a lo largo de su trayectoria: “Cuánto podrás amar” de Para qué (1998) prefiguraba de algún modo el estallido de popularidad que vino de la mano de “Será”, incluido en Esperando el milagro (2003). “Uno busca a través de los discos distintas formas de decir las cosas. En ese sentido, todos son diferentes. En los primeros hay temas como ‘Chupa-chupa’, que son recontra-combativos”, describe Daffunchio.

“Cambió el cantante: el que está hablando de las distintas cosas, el que está pensando lo que está diciendo es otra persona”, subraya Schachtel. “En estos últimos discos empezamos a apuntar a otros lugares”, confirma Daffunchio. “Quizás nos bajamos del tanque porque nos dimos cuenta de que las balas pegaban siempre en un murallón que no se podía romper. Y entonces ahora tratamos de penetrar o entrar desde otro lugar, de otra forma. En el fondo, yo sigo sintiéndome igual. Sólo estamos siendo más sabios, pero el espíritu rebelde siempre está”, dice. Y el tecladista toma la posta: “La rebeldía en el arte o en la música también pasa por conmover al otro. Y eso es lo que buscamos: un ataque a la sensibilidad del otro, que cuando nos escuche le pase algo. Que una canción te haga pensar o te emocione o te enoje o te genere una idea”.

EL SHOW Y LAS RUTAS

La hora de la presentación de un álbum marca un nuevo comienzo en la hoja de ruta del grupo. En un rato más, llegarán a la casa del tecladista los integrantes que completan el sexteto: el baterista Gustavo Jove, el tecladista Tomás Sussman y el trompetista Alejandro Gómez Ferrero. Esta misma noche partirán rumbo a Bahía Blanca y Neuquén. Una semana más tarde será el turno de Mar del Plata y Tandil. En el camino, Las Pelotas calienta motores para su gran desembarco en el Luna Park, el próximo domingo 12. “Cuando sacás un disco nuevo se renueva todo: el show, la lista de temas, la puesta en vivo. El iluminador, el sonidista, el que hace las imágenes empiezan a pensar qué pueden hacer. El avispero se empieza a mover, es un desafío para todos y está buenísimo”, dice Schachtel.

Trasladar la arquitectura sonora de un álbum como Brindando por nada a la dinámica de un recital podría implicar un esfuerzo extra. Sin embargo, los protagonistas destacan la naturalidad con la que fluyó el proceso. “Laburamos tanto en el disco, que después fue fácil empezar a tocarlo en vivo. Somos obsesivos cuando grabamos. Entonces, hasta que algo nos gusta, ya lo hemos tocado tantas veces, que a las canciones las tenemos incorporadísimas”, explica Martínez. “Este disco tiene más laburo en los coros, parte de las texturas que comentábamos antes las hacen las voces. Y eso hay que trabajarlo”, observa Schachtel. Para Daffunchio, “traducir lo que hiciste en el estudio al vivo es todo lo que hay que lograr: lo tenés que sentir igual. Tenés que llegar al punto de que lo estás tocando sin que te resulte automático, para entonces poder disfrutarlo”.

Claro que no todo es goce en la vida de un rockero. “Odio profundamente a los micros de gira”, tira Daffunchio. “Lo único que a mí me estimula es el show. Así que trato de ir siempre en auto. Pero somos unos profesionales totales. Nos gusta tocar. Y estamos acostumbrados a este peregrinaje. Hay lugares que, según la ruta, son alucinantes”. Cuenta Schachtel: “Todos los años vamos a una ciudad en la que nunca antes habíamos estado. La semana pasada tocamos por primera vez en Villa Mercedes. Y el año pasado fuimos a Los Antiguos, en Santa Cruz. Entonces lo que hacemos tiene algo de colonizador, porque esa gente no va a escuchar el último disco: están esperando que toques todos los hits”. Sigue Martínez: “En general, viajar es algo que siempre hicimos. Siempre nos gustó ir por todo el país tocando nuestras canciones, hasta cuando era muy difícil hacerlo: fue un desafío”.

“Desde el principio, el hecho de salir al resto de Argentina fue una especie de tarea colonizadora, en serio”, se entusiasma Daffunchio con la metáfora. “Tengo recuerdos de montones de ciudades en las que había un cierto sector de la sociedad que le tenía mucho miedo al rock. Miedo a lo que podían hacer todos esos pibes juntos. Recuerdo imágenes de un show en Formosa, después de 2000, con camiones de policía llevándose gente. Y escuchar que desde adentro cantaban ‘¡Vamos Las Pelooo!’ Y estar tocando con la policía armada adentro. Recuerdo que con Ale nos tiramos encima de un cana y le gritamos: ‘¡¿Qué te pasa, hijo de puta?!’ Hay provincias que son mucho más de derecha que otras: Argentina es como muchos países en un mismo dibujo. Y ves el manejo de los caudillos y de las fuerzas de seguridad y te das cuenta de que hay una sensación de impunidad total”.

En esos lugares, precisamente, la energía rebelde que nutre su obra se corporiza: infla el pecho y muestra los dientes. “Ahí el Gran Espíritu se agranda grosso, ahí nos ponemos con todo, realmente”, dice Daffunchio. ¿Será esa forma de plantarse la que los distingue en el mapa del género a escala local? “Nosotros no le damos ni cinco de pelota al rock argentino. En el fondo, no le damos ni cinco de pelota a nada. Pensamos en hacer lo que hacemos y que la gente lo pase bien. Si te prendés en la historieta de cómo te ven los otros, es como jugar el mismo juego. Nosotros no hacemos las cosas para tener un posicionamiento o para ser los referentes de nada. Componemos canciones y salimos a tocarlas porque nos gusta. Y no estamos buscando nada más que ser felices y divertirnos con eso. Lo que te llevás de la vida es lo vivido. No hay otra cosa.”

Las Pelotas toca el domingo 12, a las 21, en el Luna Park. La gira de presentación de Brindando por nada los llevará después a la Plaza de la Música de Córdoba (el 17) y al Club Brown de Rosario (el 25). Más tarde, la banda llegará a Tucumán y Salta.

Foto: Gonzalo Martinez

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