Domingo, 28 de agosto de 2016 | Hoy
MúSICA > DJAVAN
Por Juan Ignacio Babino
Azul es la tarde. Y suave la voz que, del otro lado del teléfono y desde algún rincón de Rio de Janeiro, ya con el agite olímpico en plena retirada, comenta: “Puedo decir que Neymar es un jugador increíble. Pero pasa que hasta ahora no lleva jugado con la selección brasileña todo lo que puede jugar. En esta Olimpíada le fue y estuvo más o menos bien, pero no muy bien, como él puede ser. Es un gran jugador”. Aunque en realidad pudo escapar, en parte, al tumulto deportivo: está recién llegado de unas vacaciones por el nordeste de Brasil; zona de donde él es oriundo. Y que la cuestión futbolística sea lo que preludia la conversación no es azaroso. Ya se verá.
Djavan Caetano Viana –su nombre de pila fue puesto por su madre que, estando embarazada, soñó con una barca llamada así– nació el 27 de enero de 1949 en la ciudad de Maceió, capital del estado de Alagoas. “El lugar –describe– está cruzado por agua por todos lados. Tiene lagunas, ríos, mucho mar. Mucha agua, yo nací y me crié en el agua. Y es una ciudad que tiene una musicalidad muy distinta, muy suave y con una influencia africana muy grande”. Criado en el seno de una familia pobre, él recuerda la musicalidad que significaba escuchar a su madre cantar a Ângela María y Nelson Gonçalves: “Mi madre era una mujer muy ligada a la música, cantaba todo el tiempo. Era una persona que tenía un amor por la música muy grande y un gusto muy refinado. De alguna manera, me presentó a todos los cantantes que le gustaban. Y vislumbró, desde muy temprano, mi vocación para la música. Ella era la que siempre me decía: tú tienes vocación para la música, tal vez en el futuro puedas ser músico. Fue una persona muy importante en mi vida por esta proximidad que tenía con la música”. En su niñez era común que cruzara las anchas calles de tierra de su barrio para pasar largos ratos en la casa del doctor Ismar Gatto, padre de un compañero de colegio: allí tenían no sólo una gran colección de discos sino también un moderno equipo de sonido para la época. “El padre de un amigo de la escuela tenía una discoteca muy maravillosa, donde escuché por primera vez el jazz. Música africana, tenía una colección de música brasileña muy grande. ¡De todas las regiones de Brasil! En aquella casa de mi amigo, yo oí por primera vez a cantantes como Ella Fitzgerald, instrumentistas como Miles Davis, Duke Ellington, también a Dinah Washington, Sara Vaughan, Billie Holliday. Fue allí que escuché esas cosas por primera vez. Y eso fue un verdadero descubrimiento para mí. Porque yo siempre tuve un foco en la diversidad musical. Y todo se estrechó a partir de ese momento”.
Sin embargo, en esa época también despuntabas como un muy buen jugador de fútbol…
—Sí, jugaba muy bien. Mas la música fue mucho más fuerte y me arrebató. Jugaba en el medio campo, armando las jugadas. Jugaba en el Centro Sportivo Alagoano.
¿Y por qué equipo simpatizás en Brasil?
—Aquí, por el Flamengo.
Y luego agrega: “Mi encuentro con la guitarra fue casual. En general, y sobre todo para quien no tiene una condición económica buena, la guitarra es un instrumento que está más a mano, es más natural. Por ejemplo, no podría haberme interesado por el piano jamás. Ni en mi infancia ni en mi adolescencia hubiera podido comprar un piano. La guitarra, el instrumento fue todo un descubrimiento. Y además, en ese mismo momento, Los Beatles era el conjunto que estaba de moda, era la sensación en el mundo. Y también en el nordeste”. Djavan tiene un hablar parsimonioso. Por momentos desliza un portuñol muy claro y en otros arremete a puro portugués. Sin que, en ello, se le vaya la elegancia.
En su juventud tuvo la típica y fugaz banda de la adolescencia: Luz, Sonido, Dimensión (LSD) en la que, justamente, versionaban a Los Beatles. Y poco tiempo después de cumplir veintitrés años se fue a vivir a Rio de Janeiro. Allí conoció al locutor Edson Mauro que conocía a un productor de TV Globo. Después de interpretar algunas canciones para novelas de la televisión, obtuvo el segundo premio en el concurso Festival Abertura de 1975, lo que le acortó el camino para poder grabar su primer disco en 1976: A voz, a violao, a música de Djavan. Algunos de los músicos que grabaron allí formaban parte de la banda de Elis Regina; “Flor de lis”, la canción que abre el disco, fue un éxito instantáneo. Pero vale detenerse, por ejemplo, en alguna otra canción, tanto menos conocida. Por ejemplo, en las primeras líneas de “Na boca do beco” (En la boca del callejón) donde, sobre una bossa nova, canta: “en la hora de la agonía, yo pregunto: ¿dónde están mis amigos, mis compañeros, mis parceiros? En el momento en que más necesito de ellos, no encuentro a nadie”. Toda la sonoridad de aquel primer disco tiene una búsqueda desde la MPB y la bossa. Y a partir de allí es que la musicalidad de Djavan se abre y amplía a cada paso un poco más. “Mi formación es una formación diversificada, porque yo siempre tuve un interés muy grande por la diversidad. Siempre quise saber cómo se hace un bolero, cómo se hace un rock, un samba, un jazz, sobre la música flamenca, la música africana. Siempre tuve una relación de intimidad con la diversidad.” Y es allí que él da en el punto, de alguna manera, quinta esencial de su música: porque recorrer su discografía es embeberse en un repertorio tan vasto como heterogéneo y multiforme.
Voz y músicas –corresponde decirlo: es compositor, guitarrista, arreglador– que dialogan también con la tradición nordestina, Pernambuco incluido: vivió un tiempo en Recife, justo antes de llegar a Rio de Janeiro, a mediados de la década del 70; de allí viene su admiración por músicos como Luiz Gonzaga, Capiba, Nelson Freire, Claudionor Germano. Canciones compuestas con, por ejemplo, Chico Buarque, discos como Seduzir (1981) que lo encuentra en plena búsqueda hacia la africanidad (“Lo poco que aprendí está aquí. Completo. De la cabeza a los pies. Es decir, desde el plantío de Maceió hasta la fertilidad de África” escribió en una de las notas del disco), o, más aquí en el tiempo, cosas como Matizes (2007), único disco en el que no aparece él en la tapa –apenas su nombre y el título en finas letras blancas sobre un fondo de colores violáceos y rojizos en degradé– tiene un pulso eléctrico, ciertamente rockero, y que a la distancia se descubre en diálogo con grandes trabajos que realizaron alrededor de esa época algunos de sus contemporáneos; como por ejemplo, Cê y Zii & Zie de Caetano y Recanto de Gal Costa; o Ária (2010) primer disco donde él se vuelca íntegramente a la interpretación a través de composiciones de Cartola, Gilberto Gil, Bart Howard, Vinicius y Jobim, entre otros. O simplemente detenerse y observarlo: tapas en las que es un guerrero tropical, otras tan andrógino, aquella en la que viste un saco demasiado holgado y típico de los 80, o apenas su perfil en medio de una pista de baile.
En definitiva: canciones decididamente pop o melódicas, folclores nordestinos, cortinas musicales para telenovelas –sin perder de vista lo que significan y el raigambre popular que los culebrones tienen en Brasil–, choros, sambas, boleros, baladas, funk y soul; lo ya dicho: MPB, bossa. “Yo creo que mi música, es una evolución natural, un desarrollo natural. Cuando empecé, en aquel primer disco ya hacía todo. Desde una formación didáctica, porque nunca frecuenté una escuela para aprender música, ni nada de eso. Fui evolucionando de modo natural. Hoy, todo lo que hago, es lo que siempre hice. Con el tiempo, con la experiencia”.
Djavan es timbre áspero en nota dulce. Eso escribía Caetano Veloso hacia 1993 en unas de las notas que acompañaban su disco Tropicália 2. También le dedicó algunos breves pasajes en su libro Verdad Tropical: siempre de manera amorosa, no sin cierta admiración. Aunque la correspondencia venía ya de antes: en su disco Cores nomes (1982) grabó la canción “Sina” –compuesta por Djavan– donde trueca el neologismo caetanear –original de la composición– por djavanear. “Caetano es un ídolo mío. Desde siempre, desde la adolescencia que me gusta mucho. Siempre observé su sensibilidad para escribir, para cantar, para hacer divertir. ¡Tan original! Cuando yo llegué a Rio de Janeiro, fue uno de los primeros grandes artistas que acudió a mi encuentro para saber lo que yo hacía. Cómo lo hacía. Conocer de más cerca mi música. Terminamos amigos. Y somos amigos hasta hoy y es una amistad que me gusta y tengo un amor muy grande por su música, por él, por su personalidad. Muy grande”.
Entonces, si vos tendrías que definir el verbo “djavanear”, ¿qué dirías?
–Cuando yo hice esa canción con el verbo “caetanear”, él me llamó para que cantemos juntos esa música en su disco. Y en la grabación, sorprendentemente él devolvió el verbo con “djavanear”. Entonces, yo cuento que en Brasil, cuando van a ver mis shows, van a “djavanear”. De alguna manera es eso.
Vidas pra contar es su nuevo y reciente disco. Allí uno de los primeros pasajes de la primera canción dice: “La vida no es de fiesta para el pueblo del sertão/Pero hasta quien no tiene, presta, da la mano/ La vida es más dolorida para ese pueblo sufridor/ Hasta el hogar donde falta el pan tiene allá sus días de alegría/ al abrigar una novena para hacer una oración”.
El disco comienza con un ritmo nordestino. ¿Puede entenderse eso como una especie de “declaración”?
—Sí. Es una música tipo nordestina y yo tuve la voluntad de decir en esa letra, de alguna manera, lo que ha sido el nordeste para mi vida. Mi cotidiano. Quise hablar de la fraternidad del pueblo, la religiosidad, el sufrimiento, la alegría, el folclore, las personas. Y compuse la vida nordestina exactamente para mantener, otra vez, ese contacto más estrecho con mi origen, con mi formación.
La banda que grabó con Djavan está formada por Paulo Calasans en piano, Carlos Bala en batería, Marcelo Martins en saxo y flauta, Jessé Sadoc en trompeta, Marcelo Camargo Mariano en bajo y Joao Castilho en guitarras, con muchos de los cuales ya venía colaborando y trabajando desde discos anteriores. Y él encuentra cierta resonancia auto biográfica en estas canciones: “Estoy hablando un poco de mi vida. O sea, un poquito biográfica. Por ejemplo, compuse ‘Dona do horizonte’, para hablar de la relación con mi madre. Una relación musical. Hablo también del hombre en su contexto político y social. Hablo de un nordeste. Del amor.”
Y entonces, además de esa letra, ¿cómo definirías al nordestino?
–La región es una región carente, pobre, más artísticamente muy fuerte. Los grandes artistas brasileños vienen del nordeste. Los nordestinos tenemos la facilidad de transformar el sufrimiento en arte. Y yo agradezco todos los días a Dios porque nací en el nordeste. Porque he aprendido allí, he crecido allí, me he formado allí. Y me formé hasta tornarme en el hombre que soy ahora.
Djavan presenta su nuevo disco Vidas pra contar el miércoles 7 de septiembre a las 21 en el Teatro Gran Rex, Corrientes 857. Entradas a la venta en Ticketek.
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