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Tierra adentro
Un hombre, una mujer y un extraño culmina la trilogía autobiográfica del británico Shane Meadows. Esta vez, contando la historia de un hombre que sale en busca de su mujer y su hija con la nube de sus ilusiones juveniles flotando sobre su cabeza.
El título original de Un hombre, una mujer y un extraño es el más sugestivo Once upon a Time in the Midlands, que viene a ser algo así como Érase una vez en el Interior. Un nombre que homenajea ligeramente a los spaghetti westerns de Sergio Leone, y además mantiene la relación trazada por su propio director, Shane Meadows, con su obra previa: según Meadows, Once upon... completa su trilogía sobre los Midlands británicos, iniciada en 1997 con 24/7 (un film sobre un entrenador de boxeo –interpretado por Bob Hoskins– y su equipo de alumnos de clase obrera, que pasó sin pena ni gloria por los cines argentinos varios años más tarde) y continuada por A Room for Romeo Brass, una historia de iniciación de neto corte autobiográfico escrita junto a su amigo de la infancia Paul Fraser, también coguionista de sus otros dos largometrajes.
Integrante de la selección oficial de Cannes del año pasado, Un hombre... llega con un tufillo por lo menos un tanto sospechoso, en una época en que los escasos exponentes del cine inglés que alcanzan estas latitudes se vienen pareciendo demasiado entre sí, en especial aquellas comedias dramáticas protagonizadas por héroes de la clase trabajadora tales como The Full Monty y sus desvergonzados sucedáneos El divino Ned y El Jardín de la alegría, y las últimas películas de Ken Loach, también protagonizadas por sufridos personajes de clase obrera, pero con un aliento más trágico (y vocación panfletaria). Para reforzar esta impresión, el tercer film de Meadows abre poniendo en escena a Robert Carlyle, líder de la película de los desempleados nudistas. Acá interpreta a Jimmy, un tipo más bien inmaduro que a pesar de encontrarse económicamente en la lona, sigue flotando en la nube de sus ilusiones juveniles de rocker. Años atrás, Jimmy abandonó a su esposa Shirley (Shirley Henderson) y a su hija Marlene (la preadolescente Finn Atkins, verdadero hallazgo de esta película). Ahora sale en busca de ellas, desde Glasgow hasta los Midlands, convencido de que aún le pertenecen, tras presenciar una vergonzosa escena en un talk show televisivo en el que Shirley rechaza la propuesta matrimonial de su actual novio, el bueno de Dek (Rhys Ifans, de Un lugar llamado Notting Hill). El enfrentamiento final de Dek (que, siempre resignado a su suerte, inspira más compasión que otra cosa) con Jimmy emula –o esas son las intenciones del director– los duelos al sol de Leone.
A pesar de unos cuantos momentos graciosos y un conjunto de personajes consistentes (al cuarteto protagónico hay que sumarle a la parentela de Jimmy: hermana, ex marido cantante y descendencia) la película de Meadows es despareja y menos interesante que su largometraje debut, 24/7. Que fue filmado cuando su director tenía sólo 25 años de edad y casi tres decenas de cortos –y ninguna educación formal en cine– en su haber. A pesar del tono más ligero, melancólico, pero nunca realmente amargo, de esta tercera entrada, Meadows sigue pensando en un cine “de personajes” y en filmar sobre aquello que conoce personalmente, siguiendo siempre la guía de su película favorita, Calles salvajes de Martin Scorsese (Meadows jura haberla visto decenas de veces desde su adolescencia, e identificarse con el personaje de Harvey Keitel). Y aunque no le simpatiza del todo que algunos críticos lo hayan alineado con cierta corriente de “neorrealismo inglés” (en la que se afiliarían los films como directores de Gary Oldman y Tim Roth) reconoce que en algún modo se siente asociado a las películasde Lynne Ramsay (Rat Catcher, El viaje de Morvern) aunque lo suyo sea “menos comprometido visualmente” y se encuentre más dedicado, al menos hasta ahora, a filmar historias “sobre mi propia vida”.