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Domingo, 7 de marzo de 2004

EL OMBLIGO DEL MUNDO > DE ACá, DE ALLá Y DE TODAS PARTES

Todo importado

Tras el éxito de La llamada, remake norteamericana de un thriller de terror japonés, Hollywood no para de comprar originales asiáticos para rehacerlos a su manera. ¿Sequía creativa o romance bicultural?

Mientras su biopic sobre Howard Hughes entra en posproducción, Martin Scorsese negocia para dirigir la remake de Infernal Affairs, el film de gangsters cantoneses que está estrenándose con éxito en diversos países occidentales. Cruda e ingeniosa, la película cuenta una historia de infiltraciones cruzadas, con un policía que se infiltra en las tríadas mafiosas y un mafioso que hace lo propio en las fuerzas de seguridad de la ex colonia inglesa. La versión de Scorsese –que casi con certeza será protagonizada por Brad Pitt– ya ha sido bautizada, al parecer sin intenciones irónicas, Pandillas de Hong Kong.
¿Homenaje o robo? “Se han quedado sin ideas”, brama el escéptico director de fotografía de Infernal Affairs Chris Doyle, el legendario ojo de Wong Kar Wai. No parece haber pasado tanto tiempo desde que Hollywood lanzara su raíd sobre Hong Kong y desapareciera llevándose a John Woo, Jet Li y Jackie Chan. Pero esta vez los estudios salieron de shopping por todo el territorio de Asia. Gracias a un puñado de productores asiático- americanos que trabajan en Los Angeles (principalmente Roy Lee y su compañía Vertigo), los derechos para remakes se están vendiendo como pan caliente. Hasta el momento, la mayor venta fue la del film japonés de terror Ringu, que fue rehecho con el título La llamada. Ringu no se estrenó en Estados Unidos ni tuvo distribución alguna, lo que constituye un triste síntoma del aislamiento cultural norteamericano. El resultado, sin embargo, arrasó con la taquilla, vendió dos millones de dvd el día de su lanzamiento y tiene ahora una secuela en camino. La llamada preparó el terreno para la venta acelerada de ideas y guiones asiáticos; Miramax (que desató la estampida en 2001) compró My Wife is a Gangster (Corea) para Queen Latifah y ¿Bailamos? (Japón) para Jennifer López y Richard Gere, y la tragicomedia coreana My Sassy Girl acaba de ser adquirida por la compañía productora de Madonna.
Los tiburones de Hollywood están especialmente dispuestos a abalanzarse sobre cualquier película de terror del estilo de Phone, que fue comprada recientemente por Dreamworks. Hamish McAlpine –distribuidor londinense de Infernal Affairs– observa que, desde La llamada, los productores que no tienen una remake asiática en carpeta parecen no estar trabajando. “Por otro lado –agrega– todos tienen miedo de proponer una idea original: lo único que quieren son franquicias y dinero fácil.”
Hay otra buena razón que explica por qué Hollywood se ha vuelto loco por Oriente. Se llama China. Warner acaba de cerrar un acuerdo para abrir complejos de exhibición en toda la República Popular y Rupert Murdoch lleva años tratando de hacerse de una porción de la torta. Chris Doyle -que también fotografió Hero, de Zhang Yimou– abriga pocas dudas al respecto. “Hero probó que se podía hacer dinero en China con unaproducción estilo Hollywood”, dice. En honor a la verdad, el tráfico entre Hollywood y Oriente ha sido en general de doble mano. No es ningún secreto que Kurosawa reexportaba películas de cowboys a los EE.UU. bajo la forma de historias de samurais. Infernal Affairs, por otro lado, tiene algo más que un toque del Fuego contra fuego de Michael Mann.
Parece altamente posible que una compañía china compre un estudio del tamaño de la Universal Pictures o incluso la mismísima Disney. “Va a ser una operación masiva”, dice Blake Murdoch, jefe del departamento asiático del Hollywood Reporter, una de las revistas de la industria. “Se viene un boom de la construcción de cines en Corea y China, y a pesar de las advertencias de que está por explotar, la burbuja cinematográfica coreana sigue creciendo”. Aunque algunos temas son intraducibles de una cultura a la otra, advierte Blake, es sorprendente, a veces, cuántos sí son traducibles. Montado a esta tendencia reciente está Je-yong Lee, el sosegado director cuyo Untold Scandal –una versión coreana de Las relaciones peligrosas exquisitamente traspuesta a la escena imperial del siglo XVIII– rompió records de taquilla en su país y tuvo gran éxito en el último festival de Berlín. El imperativo económico de quedarse con un pedazo de la creciente economía coreana y la atracción natural que siente Hollywood hacia su nueva y dinámica industria cinematográfica han capturado a las mentes ejecutivas de Hollywood. De una manera u otra, la industria norteamericana debe posicionarse para ganarse el premio mayor: China.
Quizás el actual torrente de remakes hollywoodenses termine por hacerse de una gran reserva de talentos, pero una vez que los expertos asiáticos estén en su lugar e impartan órdenes en el mayor mercado del mundo, tal vez Hollywood se descubra cambiado, cambiado para siempre y desde adentro. En realidad, es la historia más antigua del mundo: una historia de amor. Hollywood –sean cuales sean sus impuras motivaciones– se ha enamorado de Oriente.

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