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Inseparablemente juntos
Con Northfork, su tercer largometraje, los gemelos Polish profundizan su veta lírico-freak y demuestran por qué son la promesa del cine indie norteamericano.
Los hermanos Polish no necesitan de nadie. Michael dirige, Mark actúa, ambos escriben y sus películas no cuestan millones sino algunos cientos de miles de dólares. Ellos son su propio Hollywood, y no podría ser de otra manera: el delicado lenguaje de símbolos y sueños que hablan colapsaría si se metiera alguien de afuera. Hermanos gemelos, los Polish interpretaron a una pareja de siameses en su film debut, Twin Falls Idaho (1998). Jackpot (2001), por otro lado, contaba la historia de un cantante de countrywestern de karaoke que buscaba la fama desde el escalón más bajo.
La nueva película de los Polish, Northfork, es la más lujosa que hayan hecho hasta el momento. La protagoniza Mark, hay papeles para Nick Nolte, James Woods y Daryl Hannah y narra la epopeya de un pueblo del Medio Oeste (el Northfork del título) que se ahoga bajo el dique de Montana en los años 50 y la suerte de las almas desamparadas que se negaron a abandonarlo. Pero Northfork es también su proyecto más puro: un film extraño, chirriante, devastadoramente conmovedor. Combinando los paisajes lavados, fríos y vacíos del Midwest con el sueño febril de un niño moribundo y resistente al que dejan en el pueblo al cuidado de un cura (Nolte), cada imagen del film flota entre dos mundos y destila una emoción austera que Hollywood no sabría ni siquiera cómo imaginar. Los gemelos adoran las fronteras: de hecho son hijos de un padre austríaco y una madre mexicana.
Los hermanos lucharon durante todo el rodaje por hacer de cada fotograma un mixto de alienación y sinceridad. “Algunas rarezas hay, pero están conectadas con el alma de la gente”, dice Michael. “Yo quería que el niño fuera el corazón de la historia y ramificarla a partir de él”, explica Mark. “Tal vez sean fríos, pero el chico es cálido. Intentamos hacerla alternativamente fría, cálida, fría... como los síntomas de un resfrío”, arriesga Michael. “La sociedad norteamericana considera el simbolismo como los cambios de estaciones: invierno, luego primavera, etc. Para nosotros es bueno poder meternos más profundamente, ir más lejos.”
Duel Farnes está perfecto en el papel de ese chico de ocho años, enfermo, que anhela que se lo lleven los ángeles. “Duel leía el guión con su mamá”, dice Michael. “Y nos decía: ‘Sólo quiero saber cuándo me muero’. Estaba muy contento de morir. Hablaba de eso todos los días.”
“¡Mark casi se muere un par de veces!”, informa Michael alegremente cuando se le pregunta si la obsesión de Northfork por un final hermoso y trascendente refleja su propio deseo. “Atropellado por un auto, cosas así”, cuenta Mark con ligereza. “Es una gran obsesión. Uno no sabe qué hay allá afuera. Sería grandioso poder explorar la muerte y volver. No creo que quiera morir. Lo pienso científicamente, como una exploración. Si apareciera una nave como la de Encuentros cercanos y me dijeran: ‘Podés subirte, pero no vas a volver’, me zambulliría de cabeza, sin pensarlo. Es lo mismo que la muerte. Es como el suicidio, en cierto sentido.”
“Es simple: abrazar la muerte tanto como se abraza la vida”, agrega Michael: “De eso trata Northfork”. Pero también tiene que ver con el pasado personal de los hermanos, que crecieron en una serie de pueblos californianos. “Sabíamos que nos queríamos ir”, dice Michael. Michael se fue primero; Mark lo siguió un año más tarde. Pero el lazo nunca se rompió. Hasta que aprendieron a filmar. ¿Estaría completo el uno sin el otro? “No lo creo”, dice Mark. “Tarde o temprano sabremos lo suficiente como para, tal vez, separarnos.” Twin Falls Idaho asume esa posibilidad de manera sumamente literal. “Era una proyección de lo que alguna gentepiensa de nosotros”, recuerda Mark. “Piensan que somos siameses. Cada vez que armo una reunión lo traen también a él. Como si estuviéramos pegados.”
¿Les molesta esa fusión perpetua? “A veces”, dicen al unísono. “Cuando la gente se enoja con él me tratan mal a mí, y yo no puedo hacer nada al respecto”, se queja Mark. “La gente no nos identifica individualmente.” “Probablemente estén celosos”, dice Michael. “Hay un lazo que la mayoría de la gente no sabe cómo sentir.” La frase parece insinuar que el amor de los hermanos gemelos, incluso el de los siameses, es el tipo de amor con el que la gente sueña. “¡Exacto!”, dice Mark.