Domingo, 7 de marzo de 2004 | Hoy
HISTORIETA
Según las últimas encuestas de las revistas especializadas, Superman, Batman y el Hombre Araña son los tres superhéroes más famosos del mundo. No los únicos. Desde que el género se consolidara definitivamente en 1938, con la irrupción comercial de Superman, la figura del superhéroe (remoto sucesor del mitológico semidiós griego) se filtró con asiduidad y éxito en los cómics de todo el planeta, asumiendo identidades, misiones e ideologías muy diversas. Del paródico Supertiñosa cubano al franquista Guerrero del Antifaz, pasando por Oktobriana (bomba sexual soviética y antiestalinista) y el thatcherista Judge Dredd, Radar recupera diez superhéroes de diferentes nacionalidades, todos clásicos en sus países de origen, que quedaron al margen de la globalización pero dejaron una marca singular en sus respectivas tradiciones locales.
Dylan
Dog (Italia)
El fenómeno editorial más importante de la historieta italiana
irrumpió tímidamente en octubre de 1986. Ex policía, ex
alcohólico, ex fumador y fóbico crónico, el detective privado
Dylan Dog tiene dos hobbies complementarios: el clarinete y las bellas mujeres.
Escapado de la imaginación del escritor Tiziano Sclavi, este autoproclamado
“investigador de pesadillas” atiende en el Nº 7 de Craven Road,
centro neurálgico de una Londres que se asume como cruce histórico,
cultural y sobrenatural del mundo. “La Divina Comedia es una obra de culto
porque se la puede desmontar –dijo Sclavi–. Tomas un fragmento y
lo puedes citar, tranquilamente, fuera de contexto.” Y es en esta capacidad
de permanente recontextualización de los distintos productos culturales
masivos mundiales donde Dylan Dog ha asentado su fama. Entre Tintin y Hannibal
Lecter, Freud y Bugs Bunny, Borges y Corín Tellado, Sclavi y una horda
de dibujantes fueron facetando, mucho más que un personaje, una mirada
metafísica sobre el mundo moderno desde la acumulación periférica
de conocimientos y saberes a simple vista inconexos. Con los pies firmemente
asentados en el género del terror y lo fantástico, Dylan Dog,
según el padre de la criatura, protagoniza “historias intelectualmente
complejas, donde la estructura del relato puede llegar a ser más importante
que la trama, ya que los límites entre la realidad y el sueño,
entre el cine y la literatura y las historietas y la música son, como
mínimo, maleables y manipulables tanto por los personajes como por el
lector desprevenido”. Y para probarlo ahí está Groucho,
eterno escudero y amigo de Dylan que no es otro que Groucho Marx, o su fantasma,
o su doble bizarro, o todo eso junto. Umberto Eco, fanático número
uno de la serie, es mucho más directo y conciso al analizar el cómic:
“Puedo leer la Biblia, Homero y Dylan Dog durante días y días”.
Supertiñosa
(Cuba)
¡Más rápido que una bala! ¡Más poderoso que
una locomotora! ¡Capaz de sobrevolar los más altos rascacielos
de un solo salto! ¡Miren! ¡En el cielo! ¡Es un ave! ¡Es
un avión! ¡No! ¡Es... Supertiñosa! Como no podía
ser de otra manera, el más grande (en realidad, el único) superhéroe
hecho en Cuba es una feroz y mordaz tomadura de pelo a Superman, el institucionalizado
icono del género. Creado por Marcos Behemara (guión) y Virgilio
Martínez Gaínza (dibujos) en agosto de 1959 para el semanario
Mella, Supertiñosa (“Superbuitre”) cuenta las andanzas del
último hijo del planeta Paketón, enviado a la Tierra en una nave
espacial antes del fin de su mundo. Adoptado por el gobierno de los Estados
Unidos, comienza a trabajar para la CIA, el FBI y el Pentágono en ridículas
y fallidas tropelías contra la diabólica “Isla Roja”.
Dueño de prodigiosos superpoderes y del clásico traje con la S
en el pecho, Supertiñosa intenta compensar con fuerza la inteligencia
de la que adolece en su vida civil, donde es Pancho Tareco, periodista estrella
del diario anticastrista Lingote Express. “Con Supertiñosa –explica
Virgilio– me divertí mucho. Me encantaba satirizar a uno de los
mitos de la industria cultural.” La historieta se discontinuó en
1967, cuando aparecía en “El Sable”, suplemento semanal del
diario Juventud Rebelde.
El Guerrero del Antifaz (España)
Una figura épica como El Cid, un paladín justiciero como Batman
y un proceso político como el franquismo. Resultado de la conjunción
de estas tres variables, El Guerrero del Antifaz conquistó los corazones
infantiles españoles en medio de viriles mandobles y un reguero de sangre
morisca. Entre 1944 y 1966, el héroe ideado por Manuel Gago García
sobre la base de la novela Los 100 caballeros de Isabel la Católica,
de Rafael Pérez y Pérez, eliminó a las “hordas de
salvajes sarracenos” que se oponían a los deseos de los Reyes Católicos,
poco antes de la recuperación de Granada. Hijo adoptivo de su peor archienemigo,
Don Alfonso de Moncada (alias Conde de Roca, alias El Guerrero del Antifaz)
dedica su vida a la imposición brutal del cristianismo, fuente de toda
bondad y sabiduría. En el camino conocerá a su escudero Fernando
y al amor de su vida, Ana María, con la que terminará contrayendo
matrimonio. Para el escritor Salvador Vázquez de Parga, autor del libro
Los comics del franquismo, “toda la serie de El Guerrero del Antifaz se
asienta sobre el trípode ideológico inamovible que constituyen
los conceptos de raza, religión y patria. Los tres se conjugan hábilmente
hasta casi confundirse para fundamentar una especial concepción de la
Reconquista española”. Por petición popular, Gago retomó
su personaje más famoso en 1978, firmando Las nuevas aventuras del Guerrero
del Antifaz, serie que quedó inconclusa tras la muerte del autor, el
29 de diciembre de 1980.
Fantomas
(México)
Tomando como base al asesino serial francés creado en 1911 por Marcel
Allain y Pierre Souvestre, Guillermo Mendizábal (guión) y los
hermanos Rubén y Jorge Lara Romero (dibujos) crearon la serie Fantomas
para la poderosa Editorial Novaro en 1966. Durante dos años, las páginas
de Tesoro de Cuentos Clásicos transformaron al criminal en un excéntrico
y multimillonario ladrón que cometía sus robos con fines altruistas,
invirtiendo todo lo sustraído en el progreso de la ciencia y el beneficio
de la humanidad. Sus únicas compañías eran el gato Yago,
el profesor Johannes Semo (tataranieto de Julio Verne), el cómico robot
C-19 y una liga de hermosas secretarias cuyos nombres respondían a los
doce signos del zodíaco. Este Fantomas mexicano arrasó en ventas
en toda América latina, burlando permanentemente el tenaz esfuerzo del
inspector Gérard. Como revista propia, Fantomas la Amenaza Elegante fue
editada por Novaro (de 1969 a 1985) y, tras el quiebre de la empresa, retomada
por Editorial Vid (1991 a 1995). Promotor del estudio y la difusión de
las culturas precolombinas y las bellas artes latinoamericanas, el personaje
se inmiscuyó en la problemática sociopolítica del continente
y fue utilizado por Julio Cortázar en su manifiesto antiimperialista
Fantomas contra los vampiros multinacionales (1975). La Amenaza Elegante estuvo
en México, en Brasil, en Colombia y en Argentina durante la Guerra de
Malvinas. Incentivó la lucha de los trabajadores, reclamando posesión
de la tierra, el agua y el fin del trabajo infantil; se expidió contra
el apartheid sudafricano; rescató un diario inédito del Che Guevara;
condenó las persecuciones ideológicas de todo tipo y color; inició
una activa campaña contra el tráfico y consumo de drogas; bregó
por la igualdad femenina; participó de la guerra civil yugoslava, y apoyó
técnica y económicamente al Ejército Zapatista de Liberación
Nacional, apenas asomó en Chiapas. Y como si todo esto fuera poco, se
dio el lujo de ayudar al Diego en el primer gol contra los ingleses. Sí.
La mano de Dios era la mano de Fantomas.
Oktobriana (Unión Soviética)
La historieta under más famosa de la URSS fue creada en 1961 por unos
estudiantes universitarios antiestalinistas, miembros del ilegal partido Político
Progresista Pornográfico (PPP). Oktobriana (léase “Octiabrina”)
apareció en las páginas de la revista Mtsyry, órgano de
difusión del grupo que se reproducía fotográficamente.
Rubia inmortal, de imponentes senos y labios carnosos, escasamente vestida y
dueña de una avasallador apetito sexual, Oktobriana (cuyo nombre significa
“Espíritu de la revolución de octubre”) lleva pintada
en su frente una estrella roja, símbolo de la revolución bolchevique.
La obra, que también incluía influencias místicas budistas
y católicas, fue suspendida en 1967, tras sufrir la ávida persecución
de la KGB. Petr Sadecky, uno de sus autores, logró sacar clandestinamente
de la Unión Soviética los originales de dos aventuras que fueron
recopiladas (y parcialmente censuradas) en 1971, en Inglaterra, bajo el título
Oktobriana and the Russia underground. Cruza anticapitalista de la Mujer Maravilla
y el Capitán América, Oktobriana lucha a favor del “verdadero
comunismo”, razón por la cual sus creadores no registraron el personaje
y lo dejaron en el dominio público, de modo que cualquier persona pueda
utilizarlo. Desde que el inglés Bryan Talbot la recuperara para su cómic
The adventures of Luther Arkwright, en 1987, Oktobriana recorrió infinidad
de revistas norteamericanas y europeas. Reverenciada por los músicos
Billy Idol (que se tatuó el personaje en el brazo) y David Bowie (que
en 1974 quiso producir una película uniendo la saga soviética
con Ziggy Stardust), la superheroína saltó a la pantalla grande
en 2003 con la producción finlandesa Oktobriana and the finger of Lenin,
protagonizada por Noora Piili.
Judge
Dredd (Inglaterra)
“¡Yo soy la ley!” Estas cuatro palabras le bastan al máximo
exponente de la mano dura para identificarse. Juez, jurado y ejecutor, Joe Dredd
inventó la Tolerancia Cero al darse a conocer el 5 de marzo de 1977 en
las páginas de 2000 A.D. (por “After Disaster”, o sea: después
de la guerra atómica mundial). Inspirándose en el personaje de
Harry el Sucio interpretado por Clint Eastwood, el guionista John Wagner y el
dibujante Carlos Ezquerra inventaron a este policía del futuro preparado
para hacer cumplir a rajatabla la letra de la ley, sin dejar resquicios para
que se filtren interpretaciones sensibleras. Famoso a ambos lados del Atlántico,
Dredd se prodigó en un sinnúmero de revistas (llegando a compartir
cartel con Batman, Depredador y Alien), campañas de bien público,
discos de heavy metal, videojuegos y hasta su propio largometraje, que Sylvester
Stallone protagonizó en 1995. Forjado al calor del punk y el naciente
thatcherismo, Judge Dredd corporizó la irracionalidad de un sistema que
abandonaba al hombre como eje de su existencia. “¿Derechos?”,
exclamó en una viñeta. “Por supuesto, yo estoy a favor de
los derechos. Pero no a expensas del orden. Por eso me gusta tanto mirar esa
estatua del Juicio enclavada allí, elevándose sobre la libertad.
Como una especie de símbolo. La Justicia tiene un precio. Y ese precio
es la Libertad.”
El
Manque (Chile)
Obra cumbre y proyecto de vida de Mario Igor (1929-1995), El Manque (“cóndor”
en mapuche) vio la luz en agosto de 1971 como complemento de El Jinete Fantasma,
uno de los títulos más importantes de la Editorial Quimantú
(“sol del saber” en mapuche), canal cultural de la Unidad Popular
con que el gobierno de Salvador Allende acercaba a las masas trabajadoras herramientas
para pensar y forjar una identidad chilena firmemente asentada en valores socialistas.
Especie de Zorro local (pero pobre y sin doble personalidad), el Manque es un
obrero agrícola golondrina o “afuerino” que pasó a
tener su propia revista mensual a partir de abril de 1972. “En el Manque
–escriben Ariel Dorfman y Manuel Jofré– encontramos un primer
personaje de historietas con instinto de clase. Un héroe de condición
proletaria que no tiene junto a sí a la autoridad y que, representando
siempre los valores del trabajo, de la libertad y de la justicia, espontáneamente
se enfrenta a su enemigo.” El 11 de septiembre de 1973, Pinochet comenzó
el desmantelamiento de la editorial estatal, que fue privatizada bajo el nombre
de Editora Nacional Gabriela Mistral. Junto con los otros productos de la casa,
El Manque se volvió autoritario, paternalista y defensor de los grandes
terratenientes y los capitales concentrados. Como si el mensaje no fuera lo
suficientemente claro, la revista comenzó a incluir diversas leyendas
escritas en apoyo a la dictadura, entre otras “La Patria amaneció
en septiembre” y “Se ha iniciado un gran destino para Chile”.
En 1976, la administración militar canceló la línea de
cómics y transfirió la editorial a financistas privados.
Ultraman
(Japón)
Mucho antes de que los Power Rangers aprendieran a caminar, Ultraman impuso
la justicia intergaláctica a golpe de puño y patada ninja, logrando
sublimar la paranoia atómica japonesa que transformaba, mediante la magia
de los rayos catódicos, a un actor de segunda línea, enfundado
en un ridículo traje de caucho, en el invencible monstruo gigante de
la semana. Corría junio de 1966 y Eiji Tsuburaya, maestro de los efectos
especiales de los primitivos films de Godzilla, estrenó la serie televisiva
Ultraman, explosivo cóctel que combinaba el género superheroico,
la ciencia-ficción, la mitología local y las artes marciales,
todo coreografiado de acuerdo con las reglas y el purismo del teatro kabuki.
El furor popular que despertó el programa cambió de cuajo el entretenimiento
masivo nipón, configurando el mito más importante del manga y
el animé. Miembro de la poderosísima Ultra-Hermandad, cuerpo policial
cósmico de élite, la figura de Ultraman aún continúa
propagándose en remeras, llaveros, muñecos articulados, historietas
(Billiken publicó las originales de 1968), papel higiénico y hasta
barbijos especiales contra la neumonía atípica. Tras el fallecimiento
de su creador en 1970, Tsuburaya Productions y la editorial Shogakukan decidieron
matar a Ultraman. El deceso se produjo en “El chacal contra la Ultra-Hermandad”,
cómic de Mamoru Uchiyama que se enorgullece de ser el más vendido
en la historia del sol naciente. Katsuhiro Otomo, creador de Akira y máximo
responsable de la conquista occidental del manga, declaró en ese entonces:
“Fue un shock. Esta aventura marcó el fin de la inocencia de la
historieta japonesa. Indudablemente, hay un antes y un después de la
muerte de Ultraman en la historia del manga”. Por su parte, la sociedad
nipona guardó tres días de duelo en honor a la memoria de su máximo
paladín.
Cybersix (Argentina)
“Es una historia de nazis, con los clones que supuestamente podría
haber hecho Mengele. Uno de estos clones, una nena, pudo sobrevivir a una gran
matanza ordenada por Mengele al descubrir que los clones tenían emociones.
Veinte años después, esta mujer se viste de varón y es
un profesor de la universidad. De noche, como necesita sustancia para vivir,
se viste de negro y sale por la calle como un vampiro a morderle la yugular
a otra generación de clones que andan haciendo de las suyas por la ciudad.”
Ésta era la premisa básica de Cybersix según la escueta
versión de uno de sus creadores, el dibujante Carlos Meglia. Aparecida
en mayo de 1992 en la edición italiana de la revista Skorpio, Cybersix
pronto se independizó en libros mensuales de 96 páginas. Los guiones,
obra del prolífico Carlos Trillo, trascienden el género superheroico,
incorporando elementos de la ciencia-ficción, la literatura latinoamericana
y la crítica política (al gobierno del entonces presidente Carlos
Menem), y abriéndose también a planteos éticos sobre los
límites de la manipulación genética. Éxito de ventas
en Italia y Francia, Cybersix tuvo muy poca difusión en la Argentina,
lo que no le impidió convertirse en estrella de culto. En 1996 saltó
a la pantalla chica en una fallida serie de ocho episodios para Telefé,
protagonizados por Carolina Peleriti. La definitiva consagración internacional
le llegó en 1999, gracias al animé de trece capítulos que
coprodujeron Japón y Canadá y que aquí se vieron por HBO
y Fox Kids. Para Trillo, parte del éxito de la historieta se debe a que
logró “capitalizar la imagen del fin de siglo caótico y
despersonalizado”. No en vano James Cameron (el director de Terminator
y Titanic) tomó prestadas varias ideas de Cybersix para armar su serie
Dark Angel.
Barbarella
(Francia)
La primera historieta “para adultos”, debido a su alto contenido
erótico, vio la luz a principios de 1962 en la revista V Magazine. “El
editor me había pedido una versión femenina de Tarzán,
Tarzella –escribió Jean-Claude Forest–, pero la idea no me
resultó particularmente interesante. Moviéndome en el terreno
de la ciencia-ficción terminé haciendo Barbarella, cuya desinhibición
sexual le otorgaba un aura invencible y al mismo tiempo frágil. Como
Brigitte Bardot, Barbarella logró encarnar el erotismo efervescente de
los ‘60.” Gracias al revuelo causado por su contenido (un tanto
infantil para los parámetros actuales pero totalmente revolucionarios
en su momento), Dino de Laurentiis se hizo con los derechos cinematográficos
de la obra y contrató al director Roger Vadim para filmar la película.
Inmortalizada en las curvas de Jane Fonda, Barbarella (1967) influyó
sobre la moda y las pautas de comportamiento de una generación de mujeres
que bregaban por la igualdad de género y la distribución gratuita
de pastillas anticonceptivas. Tras el suceso del film, Forest retomó
las andanzas de su heroína en cuatro aventuras que no gozaron del favor
del público lector. En plena movida británica de los ‘80,
los músicos Simon Le Bon y Nick Rhodes (fanáticos del largometraje)
decidieron bautizar a su nueva banda de rock con el nombre del contrincante
de Barbarella: Duran Duran.
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