TEATRO
Caminante no hay camino
A semanas de visitar Buenos Aires por primera vez, el escritor inglés David Lodge habla de Terapia –la versión de su novela homónima que la argentina Gabriela Izcovitz acaba de llevar al teatro– y de los efectos terapéuticos que una célebre peregrinación cristiana puede tener sobre una pareja en crisis.
Por Laura Isola
El escritor inglés David Lodge llegará a Buenos Aires en abril y no hace falta ser adivino ni vidente para asegurar que irá al teatro. La argentina Gabriela Izcovitz adaptó a la escena su novela Terapia, que en estos días se representa en La Carbonera. Allí Lodge se enfrentará con la versión carne y hueso de Lorenzo Passmore, protagonista de la novela y de la obra, y redescubrirá no sólo el dolor que aqueja la rodilla del personaje sino también todas las complicaciones físicas y psíquicas que un burgués de edad mediana, casado, con dos hijos y un promisorio presente de escritor de sitcoms televisivas puede sufrir cuando se le da vuelta la taba. Pero Lodge aún está lejos, y para hablar con él hay que aceptar el delay de un diálogo por correo electrónico que acepta con gusto y presteza.
La transferencia
La relación con Izcovitz fue la clave de la génesis del proyecto. Sobre todo la simpatía que la autora y directora teatral supo transmitirle a Lodge en relación con su novela y su personaje principal. “Gabriela la leyó hace dos años, le gustó mucho, quiso adaptarla para teatro –algo que ya había realizado con éxito con otros escritores ingleses– y me escribió pidiéndome permiso. Puedo decir que es una artista muy seria y que tanto mi novela como el personaje de Passmore fueron de su agrado. Así que acepté.” Era su primer contacto personal con la cultura argentina, de modo que Lodge siguió paso a paso la adaptación de la obra: “Me gusta estar en el proceso. Mejor dicho: yo mismo suelo hacer las adaptaciones. Por ejemplo, la de ¡Buen trabajo! para la BBC y la de la obra de teatro Home Truths para Channel 4 las hice yo, y disfruté de ambas experiencias. En este caso, Gabriela tradujo el primer borrador al inglés y me lo mandó. Se lo devolví con comentarios y sugerencias que, creo, le fueron útiles. Después ella siguió el trabajo por su cuenta, porque el teatro es un medio totalmente distinto a la televisión o el cine. Hay que hacer algo completamente nuevo. De cualquier modo, ella me tuvo al tanto del asunto y hasta me mandó por correo electrónico las fotos del casting de actores. Tengo unas ganas bárbaras de ver el espectáculo”.
En Terapia, la crisis de la modernidad occidental encuentra una opción de salida en una práctica cristiana muy antigua: la peregrinación por el Camino de Santiago, que el personaje de Lorenzo emprende junto a su antigua novia Maurren. Este recurso al límite de la racionalidad es lo que el autor eligió para resolver el conflicto. “Es cierto que la peregrinación no encaja con el criterio moderno racional y está ligada a una superstición y a la leyenda. Para colmo, el apóstol Santiago no está, ciertamente, enterrado en Santiago. Y aunque muchos que hacen ese camino lo saben, hasta los más serios le encuentran sentido a eso de repetir los pasos que devotos y pecadores cristianos marcaron hace tantos años. El peregrinar es tomado como una metáfora de la búsqueda del sentido y la trascendencia de la vida.”
¿No le parece que el turismo opaca un poco esa búsqueda?
–Los turistas que viajan a los grandes sitios de las civilizaciones pasadas son un poco peregrinos, y efectivamente hay una veta turística en el moderno Camino de Santiago. Pero al mismo tiempo hay una dimensión espiritual muy genuina. Lo descubrí haciendo un documental para la televisión.
Una profesora de filosofía medieval argentina decía que, en épocas de crisis, la cultura occidental mira hacia Oriente en busca de respuestas. Y concluía: “Pero nunca encuentra nada”. ¿Es el mismo caso de Passmore y su “peregrinar” por las terapias alternativas? ¿Cuál es su posición sobre la New Age, por ejemplo?
–Passmore no se toma en serio la tradición mística oriental, donde mucha gente ha encontrado soluciones a su angst. Personalmente, yo me identifico muy fuertemente con el concepto de la autonomía individual dela sociedad occidental y cristiana, y la noción de personaje en la novela europea tiene mucho que ver con esto. La tradición oriental no significa mucho para mí, ni para Passmore.
En busca del pasado perdido
El tema del pasado, fundamental en la novela, es retomado en la obra de teatro. Cuando todo se desmorona ante sus ojos, la obsesión de Passmore por una novia de la adolescencia empieza a incrementarse. Recuerda su cara y sus gestos y la primera vez que acarició el pecho de la joven, a la que volverá a encontrar muchos años después, ya adulta y con la huella de una mastectomía. Donde hubo placer erótico, ahora hay un hueco y una falta. Sin embargo, este encuentro es la salvación del protagonista; en el texto, el paso del tiempo se deja ver como beneficioso; la decadencia no está entre sus efectos. Lo que podría revelar dos cosas: o que es sólo una construcción para el personaje (y el punto de vista de Lodge nada tiene que ver), o que Lodge no frecuenta mucho las reuniones de egresados de su colegio secundario. “Es una cuestión difícil de contestar. Comparto algunas cosas con Passmore, pero en otras somos totalmente distintos. Sueño con mi propia adolescencia, sobre todo por el contexto social en el que se desarrolló, pero no ando buscando a mi antigua novia. Yo fui a Santiago a hacer un documental; al héroe de mi novela, en cambio, lo mandé a hacer una búsqueda espiritual por razones terapéuticas. Para Passmore, reconectarse con el pasado es una redención. No lo es para mí. En cuanto a mis amigos de la secundaria, tengo un par a los que veo, pero en general trato de evitar esas reuniones”.
Entre la risa y el llanto Todos los conflictos que crispan a Lorenzo Passmore, su mujer y los demás personajes reproducen prototipos de la clase media, aunque matizándolos con algunos componentes particulares. Por ejemplo, la sombra de cierta zona de la biografía del filósofo Sören Kierkegaard se teje en paralelo con la del personaje principal. Lodge lo pensó de este modo: “Me pareció que la historia de Passmore necesitaba una historia en paralelo que le diera otra perspectiva: la depresión del filósofo y su relación obsesiva e infeliz con una joven fueron los puntos de partida para empezar la investigación”. Por otro lado, el sentido del humor de la obra balancea la gravedad de un tono serio y deprimente. Lodge sabe perfectamente hasta qué punto ese equilibrio forma parte de la tradición humorística inglesa: “La novela clásica inglesa es muy fuerte en cuanto al humor. Fielding, Smollett, Sterne, Austen, Dickens... Pero hasta los novelistas ‘serios’ tienen una buena relación con la comedia. Estoy convencido de que pertenezco a esa tradición y de que mis influencias vienen tanto de George Eliot y Thomas Hardy como de Evelyn Waugh y Kingsley Amis, por nombrar algunos posteriores”.
Ezeiza sigue siendo un puerto remoto para el autor de La caída del Imperio Británico, de modo que es algo prematuro preguntarle qué le parece Buenos Aires. Pero ¿qué sabe de la literatura argentina? “Me temo que Borges es el único escritor que puedo decir que he leído. Aunque prometo mejorar un poco antes de visitar su país”.
Terapia, de David Lodge, con dirección de Gabriela Izcovitz. Los sábados a las 21 y los domingos a las 20 en el teatro La Carbonera, Balcarce 998. Localidades: $ 10.