DANZA
Bailando sobre el silencio
Exotismo y silencio son las consignas de Sandra Fiorito, que reestrena dos obras –Percacoba y Hoy (feria)– en el Centro Cultural San Martín.
Por Analía Melgar
La perca es un pez de río verdoso, plateado y dorado, muy apreciado por los buenos paladares. Una coba es un halago fingido, una adulación. El azar, sin querer, ha reunido las dos palabras para inventar un neologismo que titula una de las coreografías de Sandra Fiorito: Percacoba. Sin embargo, el hallazgo no alude a un pescado chupamedias ni a un elogio sabroso: funciona como un juego fónico que irradia, con sus vocales abiertas, reminiscencias de culturas exóticas (¿africanas?). Percacoba, en efecto, es una composición para cuatro bailarinas que remite a una ceremonia ritual de un tiempo remoto y perdido. Pero la temática religiosa no es más que el disparador para construir una pieza estrictamente de danza, y para inspirar ese vestuario de soleros rústicos, de tiras irregulares. El énfasis está puesto más en la minuciosidad de los pasos que en la transmisión de una idea precisa. Lo único necesario es el espacio, enorme y abierto, donde cuatro cuerpos cortan el aire recorriendo las dos diagonales mayores. Hacen pausas en puntos escondidos del escenario como un modo de evitar el centro. Se disgregan para reencontrarse: al rechazo sigue la atracción, el conjunto se desarma y renace en núcleos pequeños. Hasta que llegan el fuego del sacrificio y el momento de elegir la víctima propiciatoria para ofrecer piadosamente a los dioses. En esa atmósfera de misterio ancestral discurre el despliegue enérgico de la pieza.
Percacoba se completa con Hoy (feria), con la que comparte la brevedad. (Las dos obras, que en el 2003 se habían presentado juntas en el Teatro del Sur, se reponen ahora en el Centro Cultural San Martín. El reestreno no es un fenómeno nuevo en el campo de la danza: las fechas que los teatros suelen asignar a las obras son pocas, siempre insuficientes para lograr una difusión razonable y desarrollar un potencial que sólo el tiempo puede desplegar convenientemente.) Pero Hoy (feria) cobra un matiz más interpretativo. Comienza con un solo ejecutado por Sandra Fiorito, que encarna a una mujer encerrada en su cuarto a la que sus compañeras sólo logran sacar a la calle el día de feria. Es una figura aislada, encerrada en sí misma, y algunos toques de humor la emparientan con Betty, la fea: la ingenuidad, la torpeza, la incomodidad con que vive su propio cuerpo.
Pero ambas coreografías incurren en excesos y lugares comunes ya canónicos en la danza contemporánea. Primero: ¿por qué las luces tenues –casi la oscuridad total– durante larguísimos minutos? Ni siquiera desde la primera fila es posible descifrar el espectáculo. Si los cuerpos son bellos y las intérpretes excelentes, ¿por qué ocultarlos? ¿Por qué reducirlos a sombras? Segundo: ¿por qué bailar en silencio, siempre? Aunque el silencio permite la experimentación, los suspiros, exhalaciones, aullidos y golpes que lo perturban, por cautivantes que sean, al cabo de un tiempo terminan agotándose en sí mismos. Los momentos más atractivos de las creaciones de Fiorito están acompañados de música: con Baro Biario y sus estridentes metales, al estilo de Goran Bregovic; con los sonidos actuales del dinamarqués Ejnar Kanding; con la alegre percusión del brasileño Tom Zé. Y por fin: ¿por qué desfavorecer la fisonomía femenina? ¿Por qué esconder el pelo bajo gorras de baño y recurrir a corpiños reductores? Pueden justificarse para armar algún personaje, pero, ¿por qué adoptarlos como uniforme?
Ninguno de esos reparos socava, sin embargo, el trabajo pulido, prolijo y ajustado que estructura el armado de las dos coreografías. Ambas exhiben las mismas virtudes. La investigación es productiva en formas y movimientos logrados, en cambios de velocidades, de calidades y de dinámica. Deliciosos son los dúos y tríos, los contactos, los impulsos, la entrega del peso. Julieta Rodríguez Grumberg, Lorena Ferreyra, Verónica Maseda, Mariela Loza y la propia Sandra Fiorito ejecutan las secuencias con una calidad impecable.