MúSICA 1
A pesar de haber nacido en Brasil, el compositor, pianista, cantante, coleccionista de vinilos, fanático de los comics y degustador etílico llamado Ed Motta se considera musicalmente un universalista. “Soy un terráqueo antes que un brasileño”, dice este fanático del jazz y los instrumentos vintage, un auténtico extraterrestre de la música brasileña que el próximo fin de semana presentará en Buenos Aires su flamante Poptical, recién editado en Argentina.
Meninos malucos “Lo que yo presento
en vivo es un show de música pop, con moldura soul y jazzística,
pero hecho por un brasileño”, remata Motta y lanza una carcajada
al terminar su propio resumen de qué es lo que hace este carioca que
a los treinta y dos años que tal vez sea el músico contemporáneo
brasileño más respetado fuera de las fronteras del Brasil, y todo
eso sin necesitar que su música suene ni siquiera un poco brasileña.
“Como espectador de las artes en general, me siento más un terráqueo
que un brasileño”, asegura. Pero cuando se le señala que
decir eso casi equivale a ser un extraterrestre en Brasil, lanza una carcajada.
“No te creas”, advierte. “En Brasil existen muchos artistas
y muchos grupos que no hacen la típica música brasileña.”
¿Qué artista brasileño calificaría como universal?
“Mmh... Hermeto Pascoal. Hace música universal, aun cuando tiene
muchos elementos locales. Pero también mucho jazz.” Y, después
de pensarlo un poco, agrega: “Lo más cerca que yo llegué
a la música de Hermeto fue con un disco llamado Dwitza”.
Sexto álbum de estudio de su carrera, y el último de su contrato
con el sello Universal, el fantástico Dwitza (2002) tal vez sea el álbum
que terminó de cincelar la figura de Motta. Una leyenda que comenzó
allá lejos y hace tiempo en un grupo heavy llamado Kabbalah –con
mucho de Deep Purple y Black Sabbath, tal vez la mejor música para un
fanático de comics–, pero que recién conquistó sus
primeras líneas dentro de la historia grande del pop brasileño
a fines de los 80 como parte del grupo Conexao Japeri. “Fui el primer
músico de Brasil en utilizar instrumentos vintage”, asegura Motta.
“Con Conexao usábamos Fender Rhodes y Mini Moogs, y todo el mundo
decía ‘Estos meninos están malucos’. Pero allí
comencé a tener un público de culto.”
Después de un primer éxito comercial con temas como “Vamos
Dançar” y “Manuel”, el funk y el soul de Ed Motta atravesaron
el cambio de década sin pena ni gloria, al punto que este sobrino de
Tim Maia –mítico soulman brasileño– terminó
yéndose a vivir una temporada a Nueva York. Volvió y se asoció
con Liminha, productor del mejor y más exitoso pop brasileño de
los 80, para retomar su carrera. Luego de un par de discos de éxito como
Manual práctico para festas, bailes e afines (1997), llegó el
espaldarazo de Dwitza, un álbum instrumental y libre, en el que Motta
expuso todas sus influencias, y lo consagró como músico de culto
más allá de las fronteras de su país, con giras exitosas
por Europa y Japón. “Fue un disco atípico”, explica.
“Pero me pasé la vida escuchando jazz instrumental, a trompetistas,
saxofonistas, pianistas, y quise darme un gusto personal.”
Ningún cararrota “¿Cuántas
veces un columnista de vinos se da el lujo de llenar el Jazz Café de
Londres dos noches seguidas?” Así es como arranca la entusiasta
crónica que el periódico británico The Guardian publicó
sobre los shows que Ed Motta considera como los más exitosos de su carrera.
“¿Qué te parece? ¿En Buenos Aires tengo que tocar
el repertorio que interpreto en Europa, o lo que hago en Brasil, que es más
soul y funk?”, pregunta el bueno de Ed, que parece muy acostumbrado a
esto de hacer preguntas en sus entrevistas. Los shows europeos de Motta, según
se puede leer en el Guardian, incluyen un cover reconocido por noche. Como,
por ejemplo, una versión de “You’re the Sunshine of My Life”
que, según apunta el cronista, entusiasmó a una multitud que no
conocía la historia del tema dentro del particular mundo de Motta. “Mis
shows europeos mezclan la música de Dwitza con el resto de mi carrera”,
apunta el cantante, y cuando se le señala que eso es justamente lo que
sucede en Poptical, su último disco, no puede menos que coincidir. “Todo
el mundo esperaba que, como pasé de una multinacional a una discográfica
independiente, mi nuevo disco fuese completamente radical. Y no es que no esté
pensando en hacer algo así. Pero como soy un entusiasta de la cultura
pop, preferí homenajear a una estética que admiro.”
Album de canciones, con una verdadera selección de letristas –Adriana
Calcanhotto, Zelia Duncan y Nelson Motta, entre otros– invitados a sumarle
palabras a esa música que Ed parece preferir instrumental, Poptical es
un disco menos pop de lo que parece. “Muchos dicen eso, y yo concuerdo
con ellos. Porque tiene muchas influencias del jazz”, señala. “Incluso
la última canción del álbum la toqué la única
vez que actué en Buenos Aires. Fue muy bien recibida, porque es como
un ritmo del sur de Brasil, cerca de Argentina. Así que tiene muy poco
de pop”, concluye Motta, que asegura haber quedado maravillado con aquella
visita porteña. “Adorei”, dice. “Pero no como esos
cararrotas que aseguran que les fascina cualquier lugar al que van a tocar.
Lo mío es en serio, para mí Buenos Aires es como París,
pero diferente”, explica Ed, que no puede menos que terminar la entrevista
con otra pregunta. “¿No me podrías enviar una lista con
direcciones de disquerías donde ir a comprar vinilos cuando esté
en Buenos Aires?”
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