PERSONAJES
Con las manos limpias
El mundo del espectáculo genera sus propios anticuerpos: Marcelo Polino es uno de ellos. Autodefinido como “monstruo verborrágico”, este joven veterano de la gráfica, la radio y la TV también incursiona en teatro y café-concert destilando venenosos monólogos escritos por él mismo. Sincero hasta el escalofrío, Polino se considera un laburante de los medios más que un mediático, y acepta con fruición desmitificar el glamour de los artistas, hablar de la trastienda de divas y galanes. Y, para tener las manos libres, no hace amigos en la farándula.
POR CLAUDIO ZEIGER
“A mí me pasa algo raro. Si ahora vamos a un shopping o por la calle, vas a ver que se me acerca gente a decirme: gracias por decir la verdad.” Quien dice esto no es Lilita Carrió, ni Luisito Zamora. Es Marcelo Polino. Alguien a quien le gusta mostrar la otra cara del caretaje, un justiciero para los televidentes, en especial para sus acérrimas seguidoras: mujeres mayores de 60 años, que no sólo lo ven en “Rumores” (lunes a viernes de 14 a 16 por Azul) y lo escuchan por radio en “Los Marcelos” (junto a Marcela Tauro, sábados a las 13 por Radio 10) y leen sus notas en varias revistas de espectáculos, sino que desde el año pasado tienen la posibilidad de verlo en teatro, en Buenos Aires o en Mar del Plata (en temporada), en unipersonal o rodeado de pulposas divas como la Pradón o Florencia de la Vega, haciendo chispeantes monólogos donde se burla de la TV (la de aire y el cable), de las vedettes y sus excesos de plumas y pretensiones entre otros temas del espectáculo, la farándula y los medios. Dentro de muy poco, Polino vuelve al teatro con unos cáusticos monólogos que escribe él mismo, para lo cual, hace tres años, empezó un curso intensivo de guión integral (o sea: Polino está también habilitado para escribir una telenovela o una ficción de Pol-ka).
Polino no para de trabajar. Informa con orgullo que en enero del 2003 cumplirá diez años ininterrumpidos en televisión. Empezó –como casi todos– con Lucho Avilés en “Indiscreciones”, pasó por el 7 y por América donde estuvo en “Paf” con Rial y luego de una larga temporada con Carmen Barbieri en “Movete” en calidad de coequiper, hace un mes recaló como columnista del programa del dúo Monti-Roccasalvo. Allí, Polino se sienta al lado de la impredecible Silvia Süller y juntos hacen una increíble pareja cómica, no siempre voluntariamente (“¡El chaleco de fuerza te lo van a poner a vos!”, le gritó espontáneamente después de que la Süller acabara de confundir un chaleco de fuerza con uno antibalas). Él dice que no es amigo personal de Süller y, en rigor (como suele declarar Jorge Rial) que no tiene amigos en la farándula, salvo Alejandra Pradón. “Trabajé cinco años con Lucho y nunca fui a su casa. La Barbieri fue una gran compañera de TV pero jamás tomamos un café. Con Süller somos buenos compañeros mediáticos pero punto. De ahí a visitarnos, o salir...” Y jura, además, que nunca-nunca le preguntó nada sobre la verdad o ficción de su embarazo. “Ahora voy conociendo el estilo de ‘Rumores’, aunque ahí tengo un perfil propio, más de show. Ellos vienen trabajando juntos hace siete años. De pronto llego yo, una especie de monstruo verborrágico frente a ellos que son muy conservadores y hay que ensamblar las partes, buscar una química, un punto de encuentro. Pero siempre lo tomo de la misma manera: trabajar en televisión es un trabajo más. Está la gráfica, la radio, y lo que vengo haciendo en teatro. Yo soy mi empresa y la tengo que ir ampliando y modificando para no quedarme”, explica Polino. “De ser un periodista de gráfica de pronto me encontré, en el verano, llevando 1800 personas en un fin de semana al teatro. Soy un periodista que encontró una veta graciosa, pero tengo claro que la gente me va a ver porque me conoce de la tele. A mí me sigue un público muy particular que son las viejas. Yo siempre digo que mis fans están entre los 60 y la muerte. En el teatro, les pido que se mediquen, que se abriguen y que se cuiden porque en cinco años me voy a quedar solo, si no.” LLEGARON LOS MEDIATICOS
Farándula hubo siempre. Actores también y lo mismo puede decirse sobre los chismes y rumores acerca de lo que hacen todos ellos cuando se apaga la luz de la cámara y se enciende la noche. Pero lo que no había hasta hace poco eran los llamados “mediáticos”: gente que está en TV, que se pasea por diversos programas y canales haciendo de ellos mismos sin ser nada específico en el mundo del espectáculo. Ejemplo obvio: Jacobo Winograd. O la familia Süller, o Malena Candelmo. Polino, experto en la materia, ensaya una interesante explicación acerca de por qué surgió estefenómeno. Y va un paso más allá, conectándolo con una visión crítica sobre el comportamiento de los artistas argentinos.
“El mediático es un personaje que va a la televisión porque produce rating a muy bajo costo. Más que con lo artístico, tiene que ver con el quilombo. Creo que básicamente es el emergente de la televisión barata que tenemos ahora. Llena espacios, trae algunos puntitos de rating y se representa a sí mismo. También creo que crecen al calor de la hipocresía que caracteriza a tantos artistas y que los termina dejando afuera de la TV. Los actores y las actrices, cuando tienen un buen momento, no te dan pelota: no te van al programa. Si están en la cresta de la ola, tratan a los periodistas como si fueran sirvientes; y cuando se caen de la ola, van a buscar a la prensa, le hacen un asadito, festejan el cumple de la nena, el bautismo del nene. Fijate el caso concreto de Nancy Dupláa y Pablo Echarri: se enojaron cuando dije que estaban saliendo, mientras grababan ‘Los Buscas’. Lo negaban a muerte. Y ahora, que están grabando la película Apasionados, te cuentan todo. Una vez que se termine la prensa de la película, me gustaría ver qué actitud toman. ¿De vuelta van a negar las notas? Los mediáticos, en cambio, hablan de su vida cuando se lo pidas. Todo esto pasa en medio de una crisis económica que llegó a la televisión con furia. Cuando este año me pasaba de América a Azul, me crucé en la radio con Gerardo Rozín, que trabajaba con Repetto y ahora entraba como gerente artístico a Azul, que me dijo: ¡Cómo estará la televisión que vos sos la nueva estrella de Azul y yo el gerente!”.
SOMOS ARTISTAS: TOMATELAS
No termina allí la diatriba contra los actores. Agrega Polino (y esta vez no sólo sus seguidores sino muchos noteros se acercarían para felicitarlo por decir la verdad) que en su opinión los actores deberían cambiar la postura. “Deberían ser más accesibles y abiertos a la prensa, y más solidarios. Vos fijate que un cronista va a hacerles una nota y hasta que no comieron el postre, ni bola. Después salen con los anteojos negros y se zambullen en el auto importado, y el cronista resulta que estuvo haciendo una guardia de 24 horas. Susana Giménez te da una nota con los anteojos negros de este tamaño (hace el gesto) después de salir de la peluquería donde se acaba de hacer 500 extensiones en el pelo y sólo dice dos palabritas. No hay una actitud positiva de las primeras figuras para con la prensa. Y ni qué hablar con la gráfica y las radios. Para las grandes figuras son como de segunda línea y a mí eso me da mucha bronca. Si vas con un grabadorcito a la puerta del canal, te cortan la cara, pero le prendiste la cámara y aunque más no sea por miedo a quedar escrachados, te dicen dos frases. Yo no los ataco, yo digo: ¡no son todos tan buenos como dicen ser!”
Hay algo más (algo así como un cierre) sobre el tema: “Acá hay cinco productoras, de las cuales tres hacen ficción. Te peleaste y te quedaste afuera de un día para otro. Por eso hay tanto servilismo. La televisión es un medio muy prostituido. Es más importante cómo cogés que cómo actuás. Te pueden decir que transas hay en todas partes. Pero un neurocirujano, aunque se acueste con el director de la clínica, si la primera vez que opera mata al paciente, no labura más. Aquí no. ¿te cogiste al productor de turno y fracasaste en el programa? Te ponen en el programa que sigue”.
OPINIONES DE UN DISIDENTE
Tener estas posturas te puede poner en aprietos pero al mismo tiempo hacerte fuerte: ser como el maldito justiciero.
–Yo lo digo muchas veces en el aire: en realidad cuento mucho menos de lo que sé porque no me gusta tener una postura destructiva para con el otro. Pero sí es bueno mostrar la otra cara, o decir algo diferente de lo que se suele mostrar. Un ejemplo concreto: soy como el enemigo público de Natalia Oreiro, hemos tenido disputas hasta con gente interviniendo en el medio, porque lo único que osé decir es que no me gusta cómo canta. Sisale Graciela Dufau, por poner un nombre, a decir que no le gusto como cronista de espectáculos, yo no voy a salir a decir que la Dufau es lo peor que me pasó en la vida. El artista no está preparado para la crítica. Natalia me parece muy bonita, muy preparada para hacer telenovelas, pero para mí canta horrible. Eso ya me pone en un lugar terrible. Y no es un juicio personal porque nunca tomé ni un café con ella. Puede ser muy solidaria, muy buena hija, pero canta mal. Dicen que triunfa en Roma, en Rusia, pero si cantás mal acá, cantás mal en todas partes. Esto lo charlo con cantantes de primera línea y te aplauden, pero le ponés el micrófono y te dicen: Nati es divina, está empezando su carrera. Sí, decir lo que pensás te transforma en maldito.
Hace un rato dijiste al aire que sufriste alguna agresión.
–Es curioso, durante años no pasó nada, pero en el último año tuve dos agresiones anónimas: una en la puerta de casa y otra en la puerta del canal. Las dos veces se me acercaron y me metieron una trompada en la cara. Yo no supe de dónde venían pero algo pesado hubo. En esos días me avisó Daniel Hadad que habían dejado un mensaje en su celular avisando que me habían pegado. Y eso que él cambia el número todas las semanas... Me dio miedo y estuve con custodia. Fuera de eso, no tuve problemas. Y ojo: si alguien se ofende, yo agarro el teléfono y puedo pedirle disculpas si considero que cabe.
Muchos nos preguntamos si los escándalos mediáticos no están inducidos de alguna forma. Quiero decir: uno se imagina que los que se pelean a los gritos por la tarde, a la noche se juntan a tomar unos vinos en casa.
–Si no hay polémica, no hay negocio. Pero no están guionados. Vos ya sabés que, si querés generar pelea, vas a hacer chocar a tal con tal otro porque es fija que van a saltar chispas. Lo que puede pasar es que, cuando el mediático ve que se le está terminando el rollo, fomenta una historia nueva. El típico “encontré un llamado en el contestador amenazándome de muerte”. Dale que va...
¿Qué clase de escándalos te gustan más?
–No me gustan los quilombos familiares ni los rollos personales. Me gusta el puterío de camarín, las peleas por el cartel de las divas y las vedettes, los odios entre ellas porque a una la aplauden más que a otra, o la que se queja porque en el final la taparon con las plumas; o la que no quiere rubias en el elenco para ser la única rubia. Aparte, el ochenta por ciento de las vedettes de este país son prostitutas, salieron del sauna, ¡y vos las ves con unos aires! Se venden como reinas y son gatos. Vos las ves que andan todas con los abogados de aquí para allá. Me divierte. Me parece re-Almodóvar.
¿Sentís que a vos y tus colegas los menosprecian por hacer chismes y escándalos, o como cuando se habla de tele basura?
–Es un país lleno de discriminación, y este rubro no escapa a eso. Pero yo no me veo en otro tipo de programa. Después de las cosas que he hecho, no me veo convocado para un noticiero. Ni conduciendo un programa propio. A mí me gusta asumir este rol en un programa conducido por otro: mi rol es el de que disiente. Si yo conduzco el programa, ¿con quién voy a disentir?
¿Quién es el más malhumorado de los famosos?
–Creo que Nicolás Repetto. Justo él, que hizo un programa de chimentos con Luisa Delfino, se porta de lo peor. Es un mala onda. Una vez le fui a hacer una nota a Ezeiza, yo estaba con la camarita, y me tiró el carro con las valijas encima y casi me aplasta.
¿Y el o la de mejor onda?
–Hay varios que son bárbaros. Pinti, Moria, Valeria Lynch, Carmen Barbieri, la Gra Borges. Les prendés el grabador y te hacen la nota ellos solos. Hablando de buena onda, una vez sacamos en la radio a la Coca Sarli y ella me dijo: ¿Le puedo decir algo, Polino? Yo pensé, chau, qué habré dicho que se cabreó. Todo lo contrario. Me dijo que quería felicitarme porque me seguía la carrera, y a mí me emocionó que me lo dijera alguien como ella. O como una vez que Cacho Fontana, gloria de la radio, me dijoque me escuchaba todos los sábados. Esos son los grandes halagos, las grandes ondas.
Por malicioso o sangriento que sea un periodista, parece que hay límites que no se pasan, o cosas que no se cuentan: esas historias que todos oímos entre bambalinas pero jamás se dicen al aire. ¿Cuáles son los límites?
–Mi límite es no dañar. Si vos ponés el reloj ahí sobre la mesa, en treinta segundos yo puedo producir diez divorcios. He hecho notas puntuales en la revista Caras con tipos abrazados a los hijos y diciendo que lo mejor es la familia, mientras se cogían a un gato amigo mío y le mantenían un departamento. Sería muy vivo, dirían qué canchero que es este Polino, pero si te lo ponés a pensar bien: ¿para qué?