MúSICA: ULISES CONTI: DEL PUNK A LA LAPTOP PASANDO POR ERIK SATIE
Los viajes de Ulises
Hace cuartetos de cuerdas, discos que flirtean con la electrónica, el jazz y la música clásica (Iluminaciones), soundtracks para obras de teatro, intervenciones sonoras en supermercados. Se llama Ulises Conti y es el nuevo músico de la cuadra.
Por Santiago Rial Ungaro
“Siempre me sentí un extranjero”, dice Ulises Conti, autor de Iluminaciones, probablemente el disco más extraño que haya visto la luz desde diciembre de 2003 en este ya de por sí extraño país. Algunos le dijeron que el título era “pretencioso”. Para él es todo lo contrario: “Todos tenemos nuestras iluminaciones”, dice. Lo suyo, por otra parte, es más ambición que pretensión: “Siempre sentí el deseo de querer ser muchas personas, seguir muchos caminos”. Uno de ellos es el que lo lleva hoy a interpretar su música en el CETC (Centro de Experimentación del Teatro Colón) para 34 metros, la coreografía de Diana Szeinblum y Luciano Suardi en la que el músico dispara su computadora portátil en tiempo real.
Las iluminaciones de Conti son como frutos traídos desde el fondo del mar por un viajero ya predestinado a viajar por dimensiones míticas: piezas con reminiscencias de Satie, Cale, Eno o Giorgy Ligeti, pero distinguidas por una densidad propia, experimentada y experimentable. El soundtrack de un fragmento de vida donde se cristaliza un paisaje espiritual que refleja un largo y misterioso viaje interno. Sólo un verdadero artista puede penetrar en ese tiempo fuera del tiempo, ese espacio interior en el que la memoria nos recuerda que lo evanescente es eterno y la belleza esconde un dolor secreto e inevitable. Las vibraciones de este álbum multiinstrumental (Conti toca el piano, el acordeón, el órgano, la melódica y la marimba, pero también tienen un rol protagónico el cello, el sitar, el arpa judía y el didgeridoo, astutamente ensamblados junto a sampleos y programaciones) entran por todos los poros y convergen en el corazón. Emocional y sobrio a la vez, el disco es la obra de un músico que debió atravesar pruebas, desafíos y viajes para llegar a la tierra prometida de un sonido propio.
–Iluminaciones no es un disco de jazz (aunque en algunos tracks el protagonismo de la trompeta sea decisivo), ni de música clásica (aunque su rigor compositivo y sus complejas estructuras le hayan permitido acceder, vía la aprobación de Gerardo Gandini, al Colón), ni electrónico (aunque la electrónica aparezca en las bases del disco y los experimentos con samplers). La instrumentación, en la que brilla con luz propia el Ensamble Orgánico (Claudio Peña, Ezequiel Cutaia, Alejandro Franov, Juan Puig, Andrés Ravioli y Juan Goldstein), sugiere la sutileza y el equilibrio de un compositor maduro, con años de dedicación a la música “seria”. Quizás sea esa afinidad con el mundo clásico lo que hace que Ulises Conti, auténtico dandy de Palomar, se sienta como un extranjero.
“Mi relación con la música viene de un delirio de adolescente”, confiesa: “Hasta los 12, 13 años estuve muy abstraído por la maquinaria del juego. Era un huevón enorme y me daba vergüenza porque ya era grande para seguir jugando, pero no lo podía evitar. Me sabía el nombre de todos los corredores de autos, los jugadores de básquet y de fútbol, los ciclistas... Hasta que agarré una guitarra eléctrica y un teclado –dos típicos electrodomésticos musicales– y así pasé de un juego al otro”.
Mientras aprendía guitarra clásica con un profesor de Historia de la Música del colegio, el skate y el existencialismo punk –además del hiphop de De la Soul o Tribe Called Quest– lo llevaron a armar bandas como Radical Ric. “Viví en Nueva York antes de Giuliani, cuando todo era un descontrol. Yo estaba a full con la movida de Mission of Burma, Agont Orange... Pero aunque me sigan gustando MC5, The Stooges, Love, Television o Black Sabbath, para mí toda esa época no es relevante. El rock nacional actual me da un poco de pena. Me parece que es una gran farsa, y lo peor es que todos lo saben. Yo flasheé con Los Brujos, y cuando era punk seguí a los Decadentes. Iba a los flippers con ellos. Me parecían guerreros postatómicos, una superpandilla”.
Pero Ulises sentía que había algo más para él, y así fueron volviendo los nombres que había memorizado en el colegio. Brahms, Mahler, Schönberg,Debussy, Satie. Reaprenderlos le llevó casi toda la década del ‘90, a razón de doce horas de piano por día. Una vez terminado el viaje interior, Conti descubrió la necesidad del otro: “Había ahorrado plata trabajando cuatro años de cadete en una empresa. Empecé yendo a Perú, crucé el Amazonas, vi delfines rosados en agua dulce, probé ayahuasca...” Después vinieron una hepatitis y la vuelta a la casa de los padres, donde cocinó los diez platos de Iluminaciones, con el pulpo –motivo gráfico del disco– como plato recomendado.
A partir de ahí, Conti decidió ponerse al día. A principios de 2004 presentó su primer cuarteto de cuerdas en el Festival de Cine de Mar del Plata, donde conoció a la directora de teatro Lola Arias. Fruto de ese “gran amor” fue la música que compuso para la obra Poses para dormir. Siguieron la producción artística del disco del violoncellista Claudio Peña (un ex punk rocker que suele acompañar a Conti en sus presentaciones), los solos de guitarra para Temporariamente agotado (pieza del dramaturgo francés Hubert Colas) y Aire, “una instalación para el Mónaco Dance Forum donde exploro el video como formato musical”.
Esa voluntad de búsqueda se confirma en la experiencia sonora que concibió para los 34 metros de profundidad del espacio donde transcurre la puesta de Diana Szeinblum en el CETC. La música como iniciación, o como iluminación de emergencia. “El rock, el jazz y la academia me parecen muy convencionales”, dice. “Prefiero las influencias de cineastas como Fassbinder, Godard o Cassavetes, aunque también me interesen Eno, Cale o Drake. O ver leer a Carlos Eliff y otros poetas en la Escuela Alógena. O tocar el piano en el bar El Diamante de Palermo y ser amigo de Sergio De Loof. Todo eso también es inspiración”.