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Las voces de la luna
Un escritor elige su película favorita: Pablo De Santis y Hechizo de luna, de Norman Jewison
POR PABLO DE SANTIS
Las películas que puedo ver una y otra vez no son en general las grandes películas del cine, y a menudo ni siquiera las mejores obras de sus directores. Pero hay algo en su estructura emocional que me resulta irresistible. Hechizo de luna (1987) comparte ese lugar con Drácula de Francis Ford Coppola, Hechizo de tiempo de Harold Ramis, Príncipe de las tinieblas de John Carpenter, El tercer hombre de Carol Reed y Toy Story de John Lasseter, entre muchas otras. Son películas muy distintas entre sí, pero tienen en común la ausencia de relleno y el efecto de euforia que provocan. Cada plano ha sido largamente meditado, pero aparece como si fuera una ocurrencia del momento, una súbita iluminación.
Hechizo de luna es una película inolvidable casi por milagro si consideramos que tiene varias cosas en contra: sus protagonistas, Nicolas Cage y Cher, son en general insoportables; su director, Norman Jewison, tuvo una carrera discreta; y el género al que pertenece –la “comedia romántica”– rara vez pasa de ser un homenaje melancólico a las grandes películas de amor del pasado.
Todos los personajes son italianos o de ascendencia italiana, y están ligados por un argumento sencillo, que tiene por centro los preparativos de una boda. Loretta (Cher), una viuda de 37 años, planea casarse sin gran entusiasmo con Johnny (Danny Aiello), un solterón. Cuando Johnny viaja al sur de Italia (no recuerdo exactamente dónde) a ver a su madre enferma, Loretta aprovecha la ocasión para buscar al hermano de su futuro marido, Ronny (Nicolas Cage), e invitarlo a la boda. Los hermanos no se hablan desde hace años: Ronny le echa la culpa a Johnny del accidente que le costó su mano derecha y por el cual, además, su novia lo abandonó.
Loretta encuentra a Ronny en la panadería donde trabaja, y él le promete que asistirá a la boda a cambio de que ella lo acompañe a la ópera esa noche. Antes de aceptar, Cher le da una interpretación del accidente en el que perdió la mano. Según esta suerte de análisis siciliano-psicoanalítico, Ronny es un lobo que metió la mano en la trampa (un matrimonio equivocado) y prefirió perder la mano antes que la libertad.
–Buscas en mí al lobo –le dirá él más adelante–. Pero eso no te convierte en cordero.
Es una línea que me encanta.
Pero esa noche de ópera hay luna llena, que en el film tiene el poder de trastornar los corazones (y no de convertir a nadie en lobo), y los dos, por supuesto, se enamoran. Mientras regresan, muy tarde, por calles desiertas, él trata de convencerla de que suba a su cuarto. Hace frío, se están congelando en la vereda, y él le dice:
–El amor no hace que las cosas sean lindas. El amor lo arruina todo. Te rompe el corazón. Crea problemas. No estamos aquí para que las cosas sean perfectas. Los copos de nieve son perfectos. Las estrellas son perfectas. Nosotros no. Estamos aquí para arruinarnos la vida y rompernos el corazón y para amar a la persona equivocada y... ¡para morir! Y ahora, ¿quieres hacerme el favor de subir a mi cuarto y meterte en mi cama?
El cine sólo se ocupa de la vida sentimental de los jóvenes, pero en Hechizo de luna hay una tensión entre los padres de Loretta (Vincent Gardenia y Olympia Dukakis) por una amante coqueta y persistente. Al final de la película, la madre de Loretta le pide a su marido que deje de ver a la otra mujer. Él golpea la mesa, con una autoridad que se desarma de inmediato. Y explica: “En la vida de un hombre, hay un momento en que se da cuenta de que todo lo que tiene, todo lo que cree que ha conseguido, no significa nada”. Ella se indigna: “¿Cómo puedes decir eso? ¿Nada?”. Y pasa al italiano: “Io ti amo”. Y él responde: “Anch’io ti amo”.
Por esta película, Cher ganó el Oscar a la mejor actriz, Olympia Dukakis a la mejor actriz secundaria y John P. Shanley al mejor guión. No sé qué otras cosas escribió este hombre, pero aquella vez contó con la inspiración de la luna.