CINE > ENTRE COPAS RESCATó A DOS ACTORES OLVIDADOS. Y AHORA PUEDEN LLEGAR A BRINDAR POR UN OSCAR CADA UNO.
› Por Mariano Kairuz
Entre copas es una de las cinco películas nominadas al Oscar principal esta temporada, probablemente la mejor del quinteto. Y entre copa y copa, los votantes de la Academia pusieron sus fichas en las dos resurrecciones ejecutadas por el casting del film. Por un lado, nominaron a Thomas Haden Church como mejor actor de reparto. Aunque no está muy claro por qué “de reparto”: su personaje, Jack –un actor de series televisivas y publicidades a quien probablemente ya se le pasó su cuarto de hora, y que ahora que está a punto de casarse con una chica de familia adinerada no piensa demasiado en su carrera– es casi tan importante como el de su amigo y complementario Raymond Miles –un docente de escuela secundario y escritor frustrado con un gran conocimiento sobre vinos–. El detalle no debería importarle demasiado a Haden Church, si es que, como él mismo dijo, para cuando le dieron el papel de Jack ya se consideraba a sí mismo un actor “bastante” retirado y pasaba buena parte de su tiempo en su rancho en Texas, la ciudad en la que nació hace casi 44 años. Lo más cerca que llegó a estar de la fama fue hace diez años, cuando interpretaba a Ned, el publicitario cretino e irresistible de Ned y Stacey, una sitcom divertida que quedó trunca al finalizar apenas su segunda temporada. Y desde entonces vagó sin rumbo en el limbo de los telefilms y los doblajes de dibujos animados, aunque también escribió y dirigió una película de bajo presupuesto (una road movie en busca de un bosque “mágico” –léase marihuanero–) llamada Rolling Kansas, que no se estrenó en casi ningún lado. Dentro de poco se lo verá en la última de Adam Sandler (Espanglish) y, es de suponer, en bastantes películas más de las que él mismo hubiera sospechado hace tan sólo un año.
El otro rescate de Entre copas que resultó oscarizable fue el de Virginia Madsen. La rubia de genes daneses, hermana del gran Michael Madsen –un clase B convocado cada tanto por Tarantino– hoy tiene 41 y hace veinte fue una promesa de superestrella. Se desnudó en la ochentosísima Class y luego estuvo en manos del David Lynch menos memorable (el de Duna), alternó entre apariciones televisivas importantes (Moonlighting) y películas no muy recordadas. Ni recordables, con alguna excepción, como aquel thriller sudoroso y polvoriento llamado La Zona Caliente, dirigido por Dennis Hopper y protagonizado por Don Johnson, en el que hizo muy convincentemente de chica mala. En la última década, dice, participó en varias indies que no llegaron a estrenarse y se dedicó a criar –sola– a su hijo. Pero ahora puede darse el lujo de decir que las cosas ocurrieron tal y como tenían que ocurrir: “Desde que tenía diez años de edad supe que en mi carrera no iba a pasar nada hasta alcanzar esta edad, porque para mí, las actrices como Bette Davis, Katharine Hepburn y Barbara Stanwyck siempre eran mujeres de 40 y pico”.
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