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Domingo, 13 de marzo de 2005

REVELACIONES > ¿QUIéN ES DIEGO VELáZQUEZ?

Secreto a voces

El marplatense Diego Velázquez puso el cuerpo en Decidí canción, Teo con Julia y 23.344 –tres de los mejores espectáculos alternativos de 2004– y pasó a ser el actor del que habla todo el mundo.

 Por Carolina Prieto

Apenas pisa el escenario es casi imposible dejar de mirarlo. Aunque todavía es poco conocido, Diego Velázquez es a los 28 años uno de los mayores talentos de la escena alternativa: imprime tal contundencia a sus personajes que todo a su alrededor parece desvanecerse. Y lo logra sin forzar las cosas, como si el teatro fuera su escenario natural. Ahí arriba es pura energía, desinhibición y entrega; abajo, un chico algo tímido, modesto, bastante autocrítico, que en el 2004 puso el cuerpo a tres obras muy distintas entre sí, de las más interesantes del off porteño.

Velázquez fue uno de los cuatro desaforados amantes de la música de Decidí canción, un homenaje a pura adrenalina montado en un bar de la calle Pringles; fue el protagonista masculino de Teo con Julia, un sutil poema casi sin palabras, animado por música e inspirado en cuadros de Edward Hopper; y fue uno de los tres machos de 23.344, la pieza ganadora del Concurso de Dramaturgia 2004 del Rojas que cuestiona el dogma masculino y que dirigió Ciro Zorzoli, acaso el director joven más dotado de los últimos tiempos. Los dos primeros espectáculos se reestrenarán apenas se normalice el paisaje teatral posCromañón, pero Velázquez ya encara nuevos proyectos: uno junto a otros dos referentes del off porteño, Mariana Anghileri y Gustavo Tarrío, autores de ese espectáculo mágico que fue 3Ex; otro, en soledad, centrado en Aquaman, el ídolo de su infancia.

Interpretar, para Velázquez, es participar de la creación de la obra, animarse al cruce de lenguajes y a la fragmentación narrativa. “Con 3Ex me di cuenta de que es fundamental que el actor proponga y sea partícipe de las puestas, incluso a nivel de la dramaturgia. De hecho, muchas obras del off se arman a partir de las improvisaciones y el trabajo del actor”, comenta Velázquez. La obra, montada en el 2000 en la Fábrica Ciudad Cultural, combinaba recursos cinematográficos y teatrales; su título aludía a ese momento preciso en que tres personas terminan una relación y pasan a ser simples ex.

“Teo con Julia, por su parte, surgió de las ganas de hacer una historia muy sencilla de amor con Paola Barrientos, actriz de 3Ex”, recuerda el actor. Después de pasarse horas viendo películas, Velázquez y Barrientos se toparon con la pintura del norteamericano Edward Hopper. La soledad, la melancolía y el misterio urbanos de sus cuadros no tardaron en cristalizar en el espectáculo, una ficción más danzada que hablada sobre una pareja que intenta recomponer los fragmentos caprichosos que quedaron de una historia de amor.

Después de ese laborioso rompecabezas vino el deseo de pasarla bien. Velázquez se juntó con Vicky Carzoglio para armar secuencias de movimientos y transpirar la camiseta, hasta que los ensayos fueron dando lugar a una especie de confesión musical que revelaba secretos gustos personales, historias íntimas vinculadas con ciertas canciones, en un formato que mezclaba el musical con el documental. Todo terminó sucediendo en un bar metálico con barra, columnas y balconcito donde se acomodaban unos pocos espectadores por función para espiar a un cuarteto de jóvenes que descubrían alivio y alegría en la música.

Otro logro del 2004 fue trabajar con Ciro Zorzoli, a quien Velázquez descubrió no bien se vino de Mar del Plata a estudiar teatro en Buenos Aires. Vio Sal si puedes, una de las primeras creaciones del director de Ars Higiénica: “Estaba muy bien actuada y había mucho movimiento, algo que me llama mucho la atención de las obras de Ciro. El trabajo me interesó, así fue que me propuso 23.344”. Fueron dos meses de ensayos diarios a partir de un texto sin la menor indicación escénica o de actuación: sólo monólogos y diálogos de tres amigos que inician su educación sentimental a través del cigarrillo. Tres machos arrogantes y bestiales desnudando en escena las zonas más oscuras de lo masculino. “Fue un proceso muy rico: improvisamos sobre todo lo que puede pasar cuando se juntan tres hombres, hasta algo medio homo que puede asomar en ciertos casos”, comenta Velázquez.

Ahora, la meta de este actor exhaustivo y riguroso es profesionalizarse y terminar con una doble vida –por las noches es mesero en un restaurante– que le quita tiempo y energía. “En la Escuela Municipal de Arte Dramático gané la Beca Podestá al mejor promedio de mi camada entre los varones. La beca consiste en integrar el elenco de alguna obra del San Martín. Y está muy bueno: es trabajo asegurado y también la posibilidad de que te dirija Jorge Lavelli o Robert Sturúa. Pero por ahora el llamado no se concretó.” Mientras tanto, Velázquez entrena con Ana Frenkel (El Descueve), elucubra con Anghileri y Tarrío un próximo espectáculo donde se entrelazarán cine y teatro y se reencuentra con Aquaman, el superhéroe que deslumbró su infancia. “Era el más naïf: salvo en el agua, no servía para mucho. Andaba en un caballito marino. Con los años se convierte en un ser devastado: un villano le mata al hijo, su esposa enloquece y él pierde una mano y tiene que ponerse un garfio.”

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