Domingo, 13 de marzo de 2005 | Hoy
FAN
Incluida originalmente en The Freewheelin’ Bob Dylan (1963), A hard rain’s a-gonna-fall es, según su propio autor, “un tipo de canción desesperada”. Compuesta durante la crisis de los misiles cubanos en octubre de 1962, fue interpretada por mucha gente –dice Dylan– como “una especie de lento romántico y ligero”. Pero “no es una canción de amor: es una declaración que uno tal vez pueda hacer para sentirse mejor. Es como si uno estuviera hablando consigo mismo. Es una canción difícil de cantar. Puedo cantarla a veces, pero todavía no soy tan bueno”.
No suelo prestarles mucha atención a las letras. Ni siquiera suelo escuchar demasiada música con letra. Excepto Joni Mitchell o algún otro. Pero hace poquito, el año pasado, estaba en una disquería y de alguna extraña manera agarré un disco de Bob Dylan. Dylan era un personaje que nunca me había llamado la atención. Lo había escuchado de bastante chico y no le había encontrado la vuelta. Veinte años después me compré un disco, así, de la nada. Era un disco viejo, Nashville Skyline, y me gustó mucho. Tiempo después fui a un programa de radio de unos amigos y entre todos los discos de jazz estaba ese mismo disco de Dylan. Un amigo me dijo que tenía que escuchar otros, y para un cumpleaños me regaló The Freewheelin’ Bob Dylan, el segundo de Dylan.
Me lo grabé en mini disc para escuchar en el auto (soy un peligro: escucho música con auriculares en el auto), y la canción que más me gustó fue A hard rain’s... Terminaba y la ponía de vuelta. Y sin prestarle atención a la letra. Lo primero que me llamó la atención fue la música: básicamente siempre la misma melodía, siempre el mismo ritmo, todo muy repetitivo –una típica canción de Dylan vieja–, y sin embargo no me sonaba aburrida. Y lo que no era aburrido tenía que ver con las palabras, no tanto con el significado sino cómo sonaban.
Las letras de Dylan no son fáciles: suelen ser largas, tienen muchas palabras abreviadas para que cuelen con la música. Siempre se te suelen escapar muchas cosas. Pero mientras manejaba empecé a prestarle cada vez más atención, y de la letra me gustaron algunas cosas muy grandes. Una de ellas tiene que ver con un comentario de Dylan que encontré entre las notas que trae el disco. Ahí dice que cada verso de A hard rain’s... podría ser una canción nueva, pero como nunca iba a tener tiempo de escribirlas todas las metió todas en una. Me gustó eso. También me gusta que en la canción parece hablarle a su hijo y hace una enumeración constante de todas las cosas malas que pasaban por aquella época. Era el ‘63 o el ‘64. Me pareció muy bonito cómo las decía: con mucha sutileza y en forma de preguntas. A la vez me gustaba cómo cuadraba todo eso con la música.
A hard rain’s... es una de las primeras expresiones del pop donde por primera vez se marcan ciertas cosas que muchos pensábamos y que todavía siguen siendo las mismas ahora. A diferencia de toda la música norteamericana anterior, Dylan empezó a usar muy pocos acordes para letras muy largas. Joni Mitchell decía que Dylan necesitaba generar esas largas mesetas para poder tirar todo el texto.
Mi trabajo es exclusivamente musical y casi exclusivamente improvisatorio. Completamente lejano al de Dylan. Pero me gustan esas ideas y pienso en eso cada vez que intento poner música a alguna letra. Hasta ahora las experiencias siempre fueron horribles.
De A hard rain’s..., lo que más me llamó la atención es el último párrafo. Tanto que decidí incluir ese texto en mi próximo disco. Es el párrafo más largo de todos. Empieza con una nueva enumeración bastante terrible de cosas y termina diciendo qué hace él al respecto. Y dice: “But I’ll know my song well before I start singing” (“Pero me sabré bien mi canción antes de empezar a cantar”). Para mí, ése es el objetivo principal respecto de la música: conocer muy bien lo que uno quiere antes de empezar a hacerlo. No siento que todavía lo haya cumplido, pero es lo que intento. Y es lo que más me gusta de toda la canción.
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