MúSICA > EDUARDO MAKAROFF: DEL CAFé CONCERT A GOTAN PROJECT
Empezó cantando para Carlos Perciavalle. Formó Los Hermanos Makaroff con su hermano Sergio y huyó a Puerto Rico y París con el dúo Edu y el Pollo. Hasta que, ya solo, reanudó relaciones con una vieja vocación tanguera y después de seducir a dos franceses electrónicos inventó Gotan Project, el fenómeno que bailan todas las pistas del mundo y arranca elogios de gente tan diversa como Kraftwerk, Caetano Veloso y Nick Hornby.
› Por Martín Pérez
Un par de semanas atrás, de visita en Buenos Aires junto a sus compañeros de Gotan Project, Eduardo Makaroff estaba sentado en una parrilla al mediodía. Acababa de degustar una porción de vacío que calificó de “maravillosa” y cantaba el estribillo de su primer simple como músico profesional, grabado junto a su hermano Sergio –con quien formaban Los Hermanos Makaroff– más de treinta años atrás. “Hagámoslo de parado/ hagámoslo de pie”, les recitaba con una media sonrisa pícara a unos azorados Philippe Cohen Solal y Christoph Müller. Luego de que Makaroff repitiera el estribillo en una apurada pero eficaz traducción al francés, Cohen Solal apenas si alcanzó a replicar en inglés, reprimiendo una justificada carcajada: “Ahora veo por qué Eduardo siempre nos oculta su pasado”.
Aquel estribillo, entonado ante un Carlos Perciavalle que buscaba músicos para su espectáculo de café concert, significó el comienzo de su carrera. Por entonces, Eduardo, que tenía diecisiete o dieciocho años, usaba el pelo largo, tenía un aro y se vestía con un buzo al que le había pegado zanahorias y quién sabe cuántas cosas más. “Perciavalle no me tocó ni un pelo”, advierte. “Te lo aclaro porque sé de un productor de entonces que se cogió a más de uno de mis amigos músicos”, agrega, y lanza una carcajada.
“Me encanta, me fascina”, asegura Eduardo que dijo Perciavalle al escucharlos. Así fue como con su hermano Sergio fueron contratados para tocar su “Rock del ascensor”, que con el tiempo llegó a ser un clásico de culto del rock nacional y fue grabado por Los Rodríguez en su Disco pirata (1992). Con el dinero que ganaron con Perciavalle, Eduardo y Sergio formaron Los Hermanos Makaroff junto al Negro Tordo (que luego integraría la Mississippi) en batería y Gustavo Donés (un futuro Suéter) en bajo, y registraron el tema en cuestión, que salió como simple y fue compilado en el álbum Rock para mis amigos Vol. 1, donde compartía cartel con temas como “Violencia en el parque” (Aquelarre), “Me gusta ese tajo” (Pescado Rabioso) y “Copado y Colocado” (Pajarito Zaguri).
Mucha agua ha pasado bajo el puente desde entonces. Ahora Eduardo acaba de pasar por Buenos Aires para acompañar junto a sus compañeros la demorada edición local de La revancha del tango, el disco con el que unos cuatro años atrás Gotan Project inventó el tango electrónico y estuvo dos años de gira presentándolo en todo el mundo. En su bolso, Makaroff también trajo los discos de Mañana, flamante sello en el que edita the Tango of Tomorrow, según reza su slogan: Melingo, Di Giusto, Cáceres. Y su compañero Cohen Solal trajo Inspiración-expiración, su compilado de New Tracks, Remixes & Funky tangos que revela influencias y continuaciones del primer disco del Gotan. Pero lo más importante es que el grupo en pleno pasó por Buenos Aires para terminar de darle los últimos toques al esperado sucesor de La revancha del tango, que ha inspirado toda una legión de imitadores. “Es fantástico ver cómo ese disco abrió un camino para otros creadores”, dice Cohen Solal. “Pero era una frustración que el disco no estuviese editado oficialmente acá... ¡Hasta había una versión pirata!” Makaroff también confiesa que siente un cosquilleo al ingresar en cualquier disquería porteña y ver una batea dedicada al tango electrónico, género que no existía antes de Gotan Project. Lo que sí se puede afirmar es que, treinta años atrás, y a pesar de tanto “hagámoslo de parado”, el tango ya estaba presente en el mundo del joven Edu Makaroff.
“Sos un traidor”, recuerda Eduardo que le gritaba su hermano Sergio, dos años mayor que él, integrante del elenco de Hair, cuando veía que su hermanito menor iba a estudiar guitarra con el Tata Cedrón. “Mi hermano es la oveja negra de la familia, y yo siempre fui una oveja bien blanca”, explica Eduardo, recordando los tiempos de la guerra del cerdo entre los jóvenes rockeros y la vieja guardia tanguera. “Poraquel entonces el rock reemplazó al tango como lenguaje de expresión, y todo el mundo que tenía algo que decir lo decía con ritmo de rock. Y en aquella época de conflicto y revolución generacional había muchas cosas para decir”, evoca. “Pero hay que ser muy sordo para decir ‘no me gusta el tango’, para contraponer ambos estilos. Me acuerdo que cuando todo el mundo se burlaba de los cantantes que se presentaban en Grandes Valores del Tango, yo me moría de placer al escuchar tocar a la orquesta estable del programa.”
Pero fue con el rock como empezó todo para Eduardo. El rock de su hermano, que se pasaba las tardes después del colegio en una disquería de una galería y llevó los primeros simples de Chubby Checker a su hogar del barrio de Once, sobre Pasteur, entre Rivadavia y Bartolomé Mitre. “Mi hermano a los diecisiete años ya estaba en el hippilinato absoluto”, recuerda Eduardo. “Tenía los rulos colorados bien largos, se hizo amigos de los integrantes de Manal y me convidó el primer porro cuando yo tenía apenas catorce años.” Aquellas correrías con su hermano mayor, a las que a veces se sumaba Miguel Abuelo (“Venía seguido a casa, y llegué a armar un dúo con él”), devinieron primero en un dúo acústico, y luego en el grupo que llegó a grabar el simple de “Rock del ascensor”.
En una entrevista con Radar realizada el año pasado, Ariel Rot aseguraba que Los hermanos Makaroff podrían haber integrado una hipotética escena garage o pre-punk si el rock local hubiese evolucionado normalmente, sin golpes militares de por medio. “Cuando todos estaban mirando hacia el rock sinfónico, lo nuestro era un rock bufón. Teníamos mucha conciencia de la puesta en escena, y lo que hacíamos anticipaba en muchos años a grupos como Los Twist”, dice Eduardo.
Pero el grupo de los hermanos se disolvió muy rápido (“por cuestiones de hermanos”, aclara), y Sergio se instaló en Barcelona, donde escribió canciones que luego grabarían los Tequila en Madrid y Andrés Calamaro (“Loco por ti”) en Buenos Aires. Con la salida de su hermano, Eduardo armó un dúo con un amigo de Sergio, un dandy porteño, casi un Isidoro Cañones, al que sólo le gustaban las carreras y jugar a las cartas: el Pollo Mactas. Así, como Edu y el Pollo, llegaron a editar un disco producido por Piero, con Charly García, entre otros, como invitado. Incluso llegaron a conducir un programa de televisión para niños por ATC, junto a Gachi Ferrari, con el que les fue muy bien. “Formábamos parte de la elite del rock de los ‘80, aunque como Edu y el Pollo no llegamos a vender ni un disco. Yo diría que la inexperiencia hizo que no pudiésemos construir una carrera. También la cocaína.”
Cuando ese argentino ignoto fue a golpearles la puerta con la idea de mezclar tango y electrónica, Cohen Solal y Müller estaban enfrascados en un proyecto electro-brasileño. “Nosotros no sabíamos nada de tango, pero Eduardo no sabía nada de música electrónica”, cuenta Cohen Solal. “Conocíamos Piazzolla, por supuesto. Pero no sabíamos nada de Troilo, Pugliese o Goyeneche, por ejemplo”, agrega Müller. Antes de encontrarse con estos dos viejos lobos de la música electrónica (“Cohen Solal fue el autor del primer compilado de house francés, y Müller es un suizo-alemán que creció escuchando a Kraftwerk”), Eduardo había golpeado a las puertas de varios productores: “Buscaba eso tan argentino que es el filón. Hacer tango para las pistas de baile. Y por suerte fui a dar con ellos, que son tipos sensibles”. “Eduardo quería meter un ritmo bum-bum, y yo le dije que no. Pero un día escuché un tema de Domingo Cura y entendí el camino crudo y percusivo que debíamos tomar”, cuenta Cohen Solal. Se refiere a un tema de 1975 llamado “Percusión” incluido en Inspiración-expiración. “¡Suena tan moderno y minimal!”, escribe Philippe en los comentarios que vienen con el disco. Antes de salir a buscar productores en París, Eduardo Makaroff recorrió mucho camino junto al Pollo Mactas. Como Edu y el Pollo dejaron primero Buenos Aires en la época de la hiperinflación para probar suerte en Puerto Rico. “Ibamos por los bares y nos entrenábamos tocando al lado de una radio en la que sonaba salsa... ¡porque ésa era la atención que nos prestaban!” Al llegar a París, el dúo pasó a llamarse Mano a Mano; así, tocando sus tangos personales, fueron construyendo una pequeña carrera y editaron dos discos. Pero tras diecisiete años de pareja profesional y artística, el Pollo se volvió y Makaroff quedó solo en París. “Jamás pensé en volver”, asegura. “Lo que yo estaba intentando hacer allá era lo que tantos habían hecho antes que yo desde comienzos de siglo: hacerse una carrera tocando tango.”
Cuentan Cohen Solal y Müller que los primeros en celebrar Gotan Project fueron algunos DJ famosos como Peter Kruder y los integrantes de Thievery Corporation. “Nos decían que cada vez que pasaban Gotan Project sucedían dos cosas: la gente se les acercaba a preguntarles qué era eso y las mujeres más lindas salían a bailar... Lo llamaban Gotanator porque era infalible, como un Terminator”, dice Müller entre risas. Si se le pregunta a Makaroff, el disco se llama La revancha del tango porque “el tango se merecía una revancha. Pero una revancha dulce; no estamos hablando de una venganza: es simplemente estar de nuevo en el lugar que se merece para dar otra vez la vuelta al mundo, como lo hizo en los años ‘20, ‘30, ‘40, y también con Piazzolla”. ¿Y el nombre del grupo? “Sale de una charla que tuvimos los tres”, revela Cohen Solal. “Eduardo nos habló de una vertiente del lunfardo, que es el vesre. Y yo le dije que en París teníamos lo mismo, que había un slang en el que en vez de decir ‘metro’, se decía ‘trome’. Era algo que tenían en común París y Buenos Aires, así que de ahí el Gotan. Y Project porque, si bien ahora somos una banda, entonces éramos apenas un proyecto.”
Fue muy de a poco como el Gotan Project comenzó a triunfar en el mundo. Como producción independiente, primero aparecieron algunos temas en discos, remixes sólo para disc jockeys. Después vino su inclusión en compilaciones. Y más tarde el disco, que primero se editó en Europa y mucho más tarde en Estados Unidos, y los llevó de gira por todo el mundo, Japón incluido. Recibieron personalmente las felicitaciones de gente tan disímil como Florien Schneider, de Kraftwerk, o Caetano Veloso y Jacques Morelenbaum, que fueron a saludarlos al backstage de un show que realizaron en Italia. “El disco La revancha del tango es el mejor disco de ambient, el más innovador que he oído”, escribió Nick Hornby en su libro 31 canciones.
Eso sí: lo más cerca de Argentina que se editó en su momento fue en Brasil. “En el momento en que lo editamos, allá por el 2001, lanzarlo acá era hacer patria. Y el único para hacer patria en el grupo era yo”, cuenta Makaroff, que no quiere adelantar demasiado del próximo disco del grupo para no inspirar a sus colegas. “Vinimos a terminarlo acá, como hicimos con el primero”, revela. “Porque hay cierto sabor local que sólo se consigue acá.”
Si bien ésta fue la primera visita porteña de Müller, Cohen Solal acompañó a Makaroff en aquel primer viaje. “Me acuerdo que estábamos en un taxi hablando en francés del proyecto y el taxista nos debe haber escuchado decir una y otra vez tangó, porque nos preguntó de qué hablábamos. Cuando Eduardo le dijo algo así como que estábamos buscando la forma de probar algo diferente con el género, el taxista fue tajante: ‘El tango siempre será tango’, dijo. Por eso creo que sólo estando tan lejos podíamos empezar con algo como esto, y hemos sido como catalizadores para que otros músicos intenten cosas parecidas. Pero no podían empezar desde acá. Porque el peso de la tradición es demasiado fuerte.”
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