Dom 24.04.2005
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Los inevitables: Salí - Teatro x 4

El traje del fantasma

Un clown espectral explora el lado oscuro del amor en un recital de boleros y valses románticos

Por Carolina Prieto
Una opción distinta, emotiva y con una factura impecable llega de la mano de Darío Levin, actor y clown que acaba de aterrizar de París, donde se perfeccionó con reconocidos maestros. El versátil intérprete (actúa, toca el acordeón y canta como los dioses) interpreta un clown de lo más extraño, sin la tradicional nariz roja ni las medias rayadas ni la alegría a flor de piel. En realidad, interpreta el fantasma de un payaso muerto por un amor no correspondido. Por eso sus tonos son oscuros: su nariz es negra como sus uñas, tiene la tez pálida y lleva puesto un traje hermoso y extraño, parecido al de algún barón antiguo salido de un cuento infantil, hecho de capas superpuestas, texturas varias y firmado por la artista plástica Magda Banach, también vestuarista de La Señora Macbeth.

Acompañado por guitarristas, iluminado por velas y provisto de un viejo libro del que lee versos, el personaje se lanza a recorrer su Cancionero negro, un recital de boleros, rancheras románticas y valses mechados con sonetos de amor de Shakespeare y las más inusitadas ocurrencias que dispara a los espectadores. Desde el comienzo del show, Levin captura la atención con su sola presencia, y cuando canta potencia el ensueño con una voz honda y timbrada. Sus versiones de clásicos de Chavela Vargas y Bola de Nieve como “La Llorona”, “Volver”, “Vete de mí”, “Luz de Luna” y “Noche de ronda” juegan con las emociones más dispares, desde el desgarro más profundo hasta la alegría y la euforia. Imposible no identificarse con alguna. Imposible no disfrutar de la ridiculez y la inocencia de un personaje que viene a recordarnos que el amor duele pero vale la pena.

Cancionero negro. Los jueves a las 20.30 en Espacio Callejón (Humahuaca 3759).

Tres tristes travestis

Trazos gruesos, delirios de comic y vértigo sexual en un inédito delirante de Copi

por c. p.
Inédita en Argentina, la obra de Copi El homosexual (o la necesidad de expresarse) es una explosión de humor e irreverencia tan feroz y brutal que sus protagonistas parecen personajes de alguna viñeta alucinada. Los trazos son gruesos a todo nivel: colores, palabras, acciones. Un trío esperpéntico (una madre y su hija, ambos transexuales, deportados a Siberia, y la profesora de piano de la menor, que en realidad es travesti) se enredan en una serie de desencuentros delirantes alrededor de la búsqueda de la identidad y el bienestar, dos sueños que les son escamoteados permanentemente. Hay ansias de control y sexo desenfrenado y hasta peligrosas autoagresiones en el marco desolado de la estepa rusa, con todos los peligros externos e internos que amenazan a los personajes.

Quizás esta pieza sea una de las que mejor revela el talento de Raúl Damonte (el verdadero nombre de Copi) para la tira cómica (sus trabajos de humor gráfico solían aparecer en revistas como Tía Vicenta y Cuatro Patas y, en Francia, en Le Nouvel Observateur), y también para la dramaturgia, género que cultivó con gran dedicación en París, donde cosechó un éxito notable. El de Copi es un mundo de caricaturas en constante ebullición; todo puede suceder, desde resurrecciones hasta cambios de género. Ahora, esas coordenadas desopilantes encuentran en el grupo (H)umor Dramatis una interpretación notable. Marcos Montes (la Sra. Simpson), Catherine Biquard (la hija) y Carlos Portaluppi (la maestra) componen criaturas paradojales, por momentos entrañables y a menudo también exasperantes por su violencia.

El homosexual (o la necesidad de expresarse). Los sábados a la 0. en Anfitrión (Venezuela 3340).

La banda de la risa

Un equipo de comediantes notables resucita el humor ácido del café concert entre clásicos de jazz

por C. P.
La entrada de Venezuela 3340, en pleno Once, parece salida de una película de Almodóvar. Metros de tul rojo cubren la puerta, engalanada con flores, cintas y un cartel en forma de corazón que anuncia: “La actriz Concha del Río recibe desde las 20.30 a su público”. Una vez adentro, las sorpresas crecen: suenan boleros y un puñado de chicas lindas, con aires de cabaret, ofrecen licores mientras acomodan a los recién llegados, algo perplejos frente a tanto derroche de color. Es un espacio íntimo, con mesitas de café-concert y una anfitriona más que especial: Concha (Noralih Gago), suerte de diva mexicana que, enfundada en un vestido blanco con plumas y boquilla, interpela a los espectadores, recuerda anécdotas y presenta a sus compañeros.

Lo que sigue, durante casi dos horas, es una serie de números breves de música, baile y humor a cargo de talentosos artistas. Mónica Cabrera es una ex fumadora al borde de un ataque de nervios y una bestial madama vía hotline; Damián Dreizik (quien junto a Carlos Belloso integraba el mítico dúo Los Melli) vuelve a deleitar con situaciones cotidianas que hace estallar desde su manejo del absurdo y del sinsentido; Pablo Palavecino conmueve como una cincuentona que encuentra alivio en un templo evangelista. Y un plus bienvenido: el aporte de Laura Silva y Gustavo Monje, que entre escena y escena versionan clásicos de jazz. Pero la que se destaca del resto, silenciosa y tímidamente, es Mariana Chaud, cuyas criaturas extrañas y perturbadas se alejan de todo cliché. Aquí compone a una chica que no para de preguntarse por el sentido de las cosas, desde el nacimiento de los bebés hasta la ridícula banderita que corona ciertos sandwiches o los paragüitas de algunos tragos. Verdaderos hallazgos, su voz y sus gestos son de una eficacia estremecedora.

El 3340 (con humos de cabaret). En el bar del Teatro Anfitrión (Venezuela 3340) los miércoles a las 21. Reservas al 4931-2124.

Un hereje a escena

El lirismo áspero de Pier Paolo Pasolini llega al teatro de la mano de Paco Giménez

Por Cecilia Sosa
Si llevar la obra de Pier Paolo Pasolini al teatro puede sonar pretencioso o imposible, Paco Giménez y su grupo La noche en Vela logran poner el conflicto en escena y travestirlo con temeridad sorprendente. La compañía, que nació en 1991 con La noche en vela y deslumbró con Manjar de los dioses (1997) y Ganado en pie (2000), sale por primera vez del off para hacer Fiori di merda, una obra que transcurre por partida doble a orillas del río más oscuro: el Riachuelo (que casi toca las puertas del inmenso Teatro de la Ribera, en La Boca) y el río que se abre inmediatamente después del proscenio. Por allí saltan una y otra vez melancólicos suicidas, caen arrojados y se pescan peces y niños. Pero por allí también fugan, espejean y se contaminan tango y opereta, travestismo y burlesco, homenaje y divorcio.

La fábula neorrealista de Accattone, el melodrama freudiano de Mamma Roma y la parábola religiosa de Teorema se fusionan en un escenario atormentado que parece no descartar nada y se ríe de su propia desgracia. Por allí desfilan un Accattone venido a menos, cuatro Mammas Romas semirredimidas (más una original que espía desde la pantalla), un cafishio que no quiere renunciar a su diezmo y el camaleónico José Luis Arias, que con sus 18 cambios de vestuario (muchos in situ) deslumbra como novia, cantor de tango, policía y modisto y se roba las risas de todos. Ni Pasolini podía quedar afuera del convite: pintado de negro o vestido de dandy, en orgiástico abrazo con alguna de sus creaciones, la obra lo corona (o crucifica) en un instante mágico que hace vacilar todo desmadre. Temeraria, sofisticada e hilarante, la propuesta de Giménez & Cía. no se domestica al pasar al teatro oficial.

Fiori di merda: de jueves a sábados a las 20 y domingos a las 19.30 en el Teatro de la Ribera, Avda. Pedro de Mendoza 1821.

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