Domingo, 8 de mayo de 2005 | Hoy
Películas como Los puentes de Madison cambiaron su fama de duro por la de espíritu sensible. A la hora de talar pinos californianos, sin embargo, Clint Eastwood sigue siendo tan implacable como Harry el sucio. Y los ambientalistas acaban de declararle la guerra.
Un grupo de ambientalistas norteamericanos tiene novedades para quienes consideren que las últimas películas de Clint Eastwood (en especial las exitosas y premiadísimas Río místico y Million Dollar Baby) sólo pueden ser obra de un tipo extremadamente sensible. El viejo Clint será capaz de arrancarle unas cuantas lágrimas a su público, pero cuando se trata de pinos y palos (de golf) vuelve a ser el duro de otras épocas.
La cosa es así: el ex cowboy spaghetti es el socio más célebre de un consorcio que planea ampliar sus campos de golf en el condado de Monterrey –complejo hotelero incluido– y parece dispuesto a tirar abajo unos cuantos árboles de una de las zonas boscosas más bellas del mundo, cuyos pinos crecen en pocos lugares del planeta.
Hace ya varias décadas que la península de Monterrey es famosa tanto por sus bellezas naturales como por su campo de golf de Pebble Beach, que se extiende entre los árboles y hasta los acantilados al borde del océano. El único camino hacia Pebble Beach es privado, y cada vehículo que pretenda visitarlo debe pagar unos u$s 8,50. El paseo, de 25 kilómetros, es ofrecido como “atracción turística”, pero en realidad no es más que un tour deprimente por el desastre en el que el golf, las casas de retiro, los elegantes restaurantes tipo country-club y una sucesión de negocios inmobiliarios han convertido al área más espectacular de la costa californiana. El mes pasado, la Pebble Beach Company persuadió a la junta de supervisores del condado de Monterrey de aprobar una ampliación del complejo que incluye un octavo campo de dieciocho hoyos, 160 suites, espacio para los empleados y un centro ecuestre. El proyecto exigiría la supresión de unos 17 mil pinos más.
Para David Dilworth, del grupo ambientalista HOPE, el proyecto implica una catástrofe ecológica en ciernes y ya ha motivado una demanda. Pero el enemigo es poderoso. Detrás del consorcio se encuentran, además de Clint, el campeón de golf Arnold Palmer y el empresario deportivo Peter Ueberroth. Cuando el grupo inició su proyecto de expansión, hace unos seis años, Eastwood participó de una campaña promocionando el plan como una manera de preservar el bosque: prometía salvar varios cientos de hectáreas de bosque a cambio de los árboles a hachar.
El hechizo de Hollywood funcionó: a principios de este año, contra las advertencias de la Coastal Commission (una entidad creada en los ‘70 para frenar la agresividad de los emprendimientos empresariales regionales), la junta de Monterrey aprobó el proyecto de la Pebble Beach. Dilworth lo tomó como una declaración de guerra e inició acciones legales contra la junta. Además de los pinos, dijo, el proyecto amenaza otras tres especies: un tipo de orquídea, un ciprés y una rana de patas rojas que un ensayo de Mark Twain volvió célebre. Eastwood & Cía. alegan que su plan es mucho menos dañino que el de los propietarios anteriores del consorcio (que no ofrecían protección a otras partes del bosque Del Monte en compensación) y hasta han acusado a los ambientalistas de “preocuparse más por las ranas de patas rojas que por los seres humanos”.
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