Dom 17.07.2005
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CINE > MARCIANOS EN BA: LOS EXTRAñOS FILMS DE TETSUO LUMIERE

¡Invasión!

› Por Mariano Kairuz


Tres años y medio atrás, al cineasta independiente (y todavía secreto) Tetsuo Lumiere le diagnosticaron un “problema” en la cabeza, algo así como un pequeño tumor. Nada demasiado peligroso, cosa de una cirugía de rutina, le dijeron, pero había que extirparlo. La operación era menor y la recuperación fue inmediata, cuenta, pero por algún tiempo Tetsuo creyó que se iba a morir. “¿Y qué vas a hacer si te quedan dos meses de vida?”, dice ahora y se contesta, como única respuesta posible: “Filmás una película”.

Para entonces, Tetsuo llevaba alrededor de una década haciendo cortos ultrabaratos, caseros, editados a veces con dos videocaseteras hogareñas, y resistiéndose a mostrarlos en público. Tenía, sí, un gran proyecto: un largometraje, mudo, sobre una invasión de platillos voladores a Buenos Aires. En él se combinaban dos pasiones: las comedias de Charles Chaplin y de Buster Keaton, y una ciencia ficción clase Z un poco a la Ed Wood.

Tetsuo sobrevivió, por supuesto, a su pequeña enfermedad mortal, y lo hizo con el ímpetu suficiente como para empezar a filmar su invasión marciana, aunque nunca consiguió el dinero mínimo indispensable para completarla. Entonces puso manos a la obra a otro largometraje que sabía que podría resolver mucho más rápidamente: una suerte de autobiografía, la historia del nacimiento de su cinefilia (a partir de una infancia humilde, de pueblo chico, transcurrida frente a la tele) y más específicamente de su obsesión por el cine silente, así como de sus vaivenes amorosos. El resultado es un falso documental, falso biopic inspirado en algunos hechos estrictamente reales, llamado TL1: Mi reino por un platillo volador (TL1= Todo Lumiere Uno, implicando una inminente segunda parte), que incluye varios de sus cortometrajes previos, en versiones “ajustadas” con los medios, sino abundantes, al menos un poco más holgados de los que dispone ahora. Y el primero de los cuales, El enajenado social –escrito, dirigido y protagonizado exclusivamente por el propio Tetsuo– es una breve y auténtica “pieza keatoniana”, si se quiere, por más que su autor insista en que lo realizó en una época en que todavía no conocía a Keaton sino únicamente a Chaplin.

Otro de aquellos cortos, Honeymoon (la pequeña historia de una mujer lobo durante su primera noche de luna de miel) fue el que le demostró a Lumiere, casi por accidente, que su obra podría llegar incluso a redituarle algo de dinero: enviado sin demasiadas esperanzas a un festival japonés, recibió en respuesta –al domicilio de un amigo, ya que en aquel momento el director no contaba siquiera con un lugar fijo donde vivir– un premio en dinero y equipamiento técnico. Lo suficiente, sino para vivir de filmar, al menos como para no morir sin hacerlo.

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