Dom 17.07.2005
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TELEVISIóN > EL REGRESO DE V IVASIóN EXTRATERRESTRE

La otra guerra de los mundos

V, la serie sobre una invasión de alienígenas más inteligentes que los de Spielberg, podría volver aggiornada a los terrorismos fundamentalista y financiero.

› Por Federico Kukso

No hay muchas producciones en el universo televisivo que puedan, con tan sólo 19 episodios, gozar del privilegio de llamarse serie de culto. Y en ese mundo reducido, casi provincial, son incluso menos las que pueden decir que marcaron una época sin siquiera haber emitido su capítulo final, el moño que cerrase todos los cabos sueltos de la trama. V: Invasión Extraterrestre es una de estas excepciones, una rara avis televisiva que tuvo todos los ingredientes para destacarse de la trivialidad ochentosa: un argumento adictivo (una invasión de lagartos extraterrestres –que venían por el agua, por el planeta y por los cuerpos– y el grupo de humanos que le hacían resistencia), metáforas no muy complicadas (los alienígenas –con sus trajes rojos, sus insignias y cuasi esvásticas– como nazis y la resistencia como los Maquis franceses), una villana sexy y fatal (Diana –interpretada por Jane Badler–, algo así como Mengele con permanente), una trivia frondosa (cada efecto de rayos láser costaba mil dólares; las naves nodrizas eran pinturas en vez de maquetas) y, para colmo, cuenta con una muerte en el casting original (Dominique Dunne estrangulada por su novio en 1982, un año antes de la salida del programa al aire).

Así, el culto despuntó en 1983 cuando la creación de Kenneth Johnson (remotamente inspirada en la novela No puede pasar aquí, 1935, de Sinclair Lewis) salió al aire en la cadena norteamericana NBC en forma de una miniserie distribuida en cuatro entregas. Se llamó V –que, a diferencia de lo que muchos hoy piensan, no era en alusión a la V de la victoria sino diminutivo de “los visitantes”–. El éxito fue tremendo y, como era de esperar, al año siguiente apareció su continuación (V: La batalla final) y cinco meses después en formato de dosis semanal (V: La serie). Allí estaban por un lado los alienígenas-come-ratones (Diana y la comandante Lydia como sus caras más visibles) y la resistencia encabezada por el reportero gráfico Michael Donovan, la doctora Julie Parish, el veterano de Vietnam Ham Tyler, Willie (el extraterrestre pacifista, Robert Englund) y entre tantos otros Elizabeth, cruza entre una terrestre y un alienígena.

Hasta ahí historia conocida con la salvedad de que de los 19 episodios transmitidos nunca salió al aire la continuación del supuesto capítulo final de la serie. El guión del episodio “El ataque” estipulaba que Diana escapaba de la resistencia, los perseguía por todo el mundo –como en El fugitivo–, mataba a la doctora Julie Parish y aniquilaba al movimiento. Desde entonces no hay año en que no circule el rumor de una secuela. En 1989, Warner Bros. le encargó a J. Michael Straczynski (quien luego crearía la serie Babylon 5) que escribiese el piloto para la nueva serie que se llamaría V: El próximo capítulo y en la que se contaría la historia de la resistencia en sus intentos por contactar a la facción “buena” de los extraterrestres en su planeta (nunca nombrado). Siete años después apareció Will Smith con su Día de la Independencia y los intentos de reflotar V volvieron a cajonearse.

Hasta el año pasado. Cuando, gracias al revival de la versión original en DVD, la NBC le encomendó directamente a Kenneth Johnson una nueva entrega que duraría tres horas y se llamaría V: la segunda generación. “La fuerza extraterrestre está profundamente atrincherada, convenció a muchos humanos de seguirla y los arrastrará hacia una nueva conquista. La Resistencia parece pelear una batalla perdida, cuando súbitamente la Tierra gana un poderoso y misterioso nuevo aliado”, adelantó el escritor que confesó haber hablado con los actores de la original, con más años y más kilos. Pero NBC ya sacó a relucir varios peros y piensa que lo mejor sería hacer una remake aggiornada a los temas actuales. Por lo que no sería del todo extraño ver el año que viene pantallas llenas de lagartos rasgándose la piel humana y las vestiduras, como metáfora lejana y actual de terroristas islámicos o el FMI y su anquilosada agenda destructiva.

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