Domingo, 30 de junio de 2002 | Hoy
RADIO El obrero que los días de tormenta se cae del Obelisco. El chico muerto hace años que todas las noches despierta a sus padres. El fantasma de Fangio. Los demonios expulsados por los únicos monjes exorcistas de la Argentina. Las almas de un viejo cementerio clausurado en Juncal y Cerrito. Yabrán. Menem. Las ratas en la comida china. Etcétera. Todos los jueves a la una de la mañana, Asuntos internos (97.9) recoge y chequea las mejores leyendas urbanas de la Argentina. Quien quiera oír, que oiga.
Por Mariana Enriquez
El auto último modelo
siempre aparece en la Panamericana, quizá por la invitación a
la lujuria que la avenida sugiere. Descuidado y a una velocidad terrible, el
conductor choca con otro auto, más modesto. Baja enseguida para comprobar
los daños. Se trata de Carlos Menem, acompañado de una espectacular
vedette. Pide disculpas y le da al chocado una tarjeta de un concesionario,
firmada al dorso. Ahí te van a tratar bien, le asegura. El
dueño del auto roto se acerca al otro día al local y allí
le regalan un coche nuevo, mucho mejor del que tenía hasta entonces,
y sin hacerle preguntas. Esta leyenda urbana, que se le atribuye en general
a Menem padre, pero en vida también se le atribuía al hijo, refleja
como todas las leyendas urbanas el imaginario colectivo de la gente, sus miedos,
sus incertidumbres, con un Menem en el apogeo del pizza con champán,
regalando cosas como un Papá Noel siniestro.
Es una de las tantas leyendas que se recogen en Asuntos internos,
un nuevo programa de radio que va de 1 a 2 de la madrugada cada jueves por FM
Cultura (97.9) y que se encarga de recopilar esos relatos, pero sólo
argentinos. Los productores, Martín Zambonini y Walter Vázquez,
dos creativos publicitarios, explican que la gran mayoría de las leyendas
que últimamente dejan los oyentes se relacionan con política.
Cuando hicieron un programa sobre el Buenos Aires subterráneo, llovieron
las historias sobre los túneles por donde Menem salía de la quinta
de Don Torcuato donde estuvo preso. Debe ser lo que da más miedo
ahora, dice Raúl Manrupe, el locutor del programa, que además
es historiador e investigador de cine (el otro integrante del programa es Pablo
Guyot, productor y ex G.I.T., que se encarga del sonido y la musicalización,
fundamentales para el clima del programa).
Pero las historias clásicas siguen circulando, con algunos elementos
renovados. Lo que cambió, dicen los integrantes del programa, es la sensación
que provocan. Las más antiguas daban miedo, ahora en general causan paranoia.
Lo que antes se transmitía de boca en boca ahora tiene una forma de circulación
mucho más amplia, el e-mail por ejemplo. Pero casi todas dejan una moraleja,
en general expresión de los miedos y cuidados a tomar colectivos. Una
de las más populares indica que hay que cuidarse de mirar la butaca antes
de sentarse en el cine, a riesgo de que alguien haya dejado una aguja ensangrentada
allí clavada. La paranoia al contagio del sida es la causa. Sin excepción,
es casi imposible rastrear las fuentes de las leyendas. Siempre algo que
le pasó a un tercero, dice Raúl, por eso decimos que
el origen es difuso, en el mejor de los casos. Pero hay pautas comunes: las
leyendas sexuales suelen ser aleccionadoras. Muchas de comida expresan xenofobia.
Las de personalidades suelen demostrar que los argentinos creemos ser más
importantes de lo que somos. Las de robos de órganos y secuestros no
expresan más que miedos cotidianos exacerbados. Es obvio decirlo, pero
todas tienen una base cercana a lo real, que después se tiñe de
subjetividad y se distorsiona, como en el juego del teléfono descompuesto.
CASAS TOMADAS
En Inglaterra, el mercado inmobiliario de casas embrujadas es floreciente. En
el Sunday Times, los clasificados ofrecen mansiones con monjes y mucamas francesas
muertas por cifras imposibles. En Buenos Aires la situación es completamente
distinta y la gente todavía se asusta sanamente. Es posible hacer una
cartografía de la ciudad encantada y empezar nada menos que por el Obelisco.
Se dice que a mediados de los años 30, un obrero limpiaba el interior
cuando cayó un rayo que hizo temblar toda la estructura. Perdió
pie y murió después de caer desde gran altura. Los días
de tormenta, cuando se pasa cerca del Obelisco, todavía se pueden escuchan
sus gritos desesperados.
El barrio más maldito de Buenos Aires sería Belgrano. En la esquina
de Luis María Campos y José Hernández, por ejemplo, se
construyó en 1907 elPalacio de los Leones, una excentricidad de un italiano
muy rico que estafó a mucha gente con falsas jubilaciones antes de que
existiera un sistema de retiro. Era una fantasía medieval, rodeada de
jardines y un pórtico con dos leones, de ahí el nombre del castillo.
Cuando el italiano desapareció tras la estafa, la mansión fue
subastada y la adquirió el Dr. Teófilo Lacroze, hijo de Federico.
Los Lacroze la abandonaron enseguida, y la tapiaron. Allí comenzaron
los rumores de quejidos y ruidos extraños, chistidos al pasar y una mucama
vestida de celeste que se asomaba por entre la vegetación casi selvática
que había invadido el parque. Empezó a correr el rumor de que
había muerto uno de los serenos y entonces ni siquiera los policías
se atrevían a vigilar. El castillo fue demolido, pero aún hoy,
de noche, se evita pasar por allí.
Entre las casas embrujadas famosas hay dos embajadas: la de Alemania y la de
Perú. La embajada germana queda al lado de la iglesia San Benito, y hay
varias teorías acerca de por qué estaría encantada: una
asegura que allí hubo un crimen que se ocultó. Otra sostiene que
en San Benito estaban los únicos monjes argentinos que tenían
permitido hacer exorcismos. Los demonios, una vez expulsados, no podían
quedarse en la iglesia y se fugaban hacia la casa. La del Perú, en Libertador
al 1700, estaría visitada por el fantasma del antiguo dueño, de
apellido Del Soler Dorrego, que se habría suicidado al enterarse de que
padecía una enfermedad mortal. En Asuntos internos cuenta
de la existencia del fantasma el historiador Roberto Elizalde, asiduo visitante
de la embajada, que sin embargo jamás tuvo el gusto de cruzarse con el
ánima. Lo mismo ocurre en el Palacio Noel, donde se ubica el Museo de
Arte Hispanoamericano Isaac Fernández Blanco, sobre la calle Suipacha.
Su directora, Sarita Viña, dice que si hay fantasmas son muy amables,
porque jamás la molestaron a ella ni a su personal. Pero estaría
embrujada porque allí, en tiempos de la colonia, estaban los terrenos
donde una compañía esclavista mantenía a los esclavos que,
desesperados, invocaban a sus antepasados. Esos fantasmas de esclavos visitarían
el museo, o quizá los de un viejo cementerio que estaba en Juncal entre
Carlos Pellegrini y Cerrito (el de los Ingleses Disidentes): cuando mudaron
el camposanto, sólo se llevaron las cruces y lápidas, dejando
los cuerpos. Las almas, desorientadas, vagarían por el Palacio Noel.
Y hay fantasmas que se resistieron a cambios de la ciudad. Una de las leyendas
más famosas se gestó cuando se construyeron las autopistas. Un
hombre que vivía en Villa Ortúzar (14 de Julio y Giribone) se
ahorcó como protesta cuando intentaron expropiarle su modesta propiedad.
La casa tardó en ser derribada, sin embargo, por problemas burocráticos.
Cuando finalmente entraron los obreros, vieron que en el piso había quedado
recortada la silueta del ahorcado, con soga y todo. Cuando removieron el piso,
la mancha seguía sobre el concreto. Sólo la pudieron sacar con
una topadora.
En Asuntos internos, la producción trata de llegar lo más
cerca posible a la fuente del rumor, aunque sea una tarea de improbable concreción.
Por eso, cuando hablaron de casas embrujadas, entrevistaron a Roberto Blanco
Pazos, de una importante inmobiliaria de la Capital. Él recuerda una
casa, en la calle Agrelo (una calle corta, entre Independencia y San Juan, en
Boedo), donde se dice que hubo un crimen. Pero nunca estuvo habitada, y sigue
cerrada. Sin embargo, alguien paga rigurosamente los impuestos cada mes.
APARICIONES
FAMOSAS
La cuentan, o la contaban, los taxistas de la ciudad. Sube un hombre y le indica
al chofer que lo pasee por varias calles y barrios, de forma errática.
El taxista, en todas las versiones y por motivo desconocido, no le presta atención
al pasajero. Recién cuando se baja, después de pagar, y le dice
manejás bien, pibe, el taxista reconoce a Juan Manuel Fangio.
Según la leyenda, Hitler estuvo en Argentina. Terminada la guerra, en
Mar del Plata se entregaron un par de submarinos alemanes. Lo de los submarinos
es verdad, pero la leyenda dice que pararon antes, en Mar de las Pampas, y ahí
bajaron Hitler y Eva Braun. Siempre terminamos teniendo famosos acá,
dice Raúl. En las películas norteamericanas, por ejemplo,
todo el mundo se esconde en las Pampas, es el culo del mundo, es como barrer
debajo de la alfombra. Además hay elementos que contribuyen a lo de Hitler,
como lo de Eichmann, que no fue ninguna leyenda. Una de las leyendas más
irreverentes entre las innumerables que legó el peronismo (y el antiperonismo)
es la que refiere que a principios de los 50, cuando el boxeador Archie
Moore vino a pelear con locales y se le ofreció el manejo del box en
la Argentina, el motivo de tanta hospitalidad sería que el General tenía
un romance prohibido con Moore. El antiperonismo dejó miles de
leyendas así, dice Raúl. Es como la de la gente del barrio
Los Perales, cuando contaban que hacían asado con el parquet, o que usaban
los bidets como macetas. El menemismo está dejando montones de leyendas:
que Yabrán vive, por ejemplo, es una de ellas.
Otro rumor que circula, pero relacionado al cine, es que en los 50 se
hizo una película pornográfica en Argentina, con actores famosos
usando antifaces. Es más: el cine porno se habría inventado en
Argentina en los años 20. Y no podía estar lejano al cine
Perón: cuando Gina Lollobrigida vino al Festival de Cine de Mar del Plata,
se decía que la diva llevaba un vestido de nylon que permitía,
mediante una cámara infrarroja, que se la viera desnuda. Hace poco,
cuenta Raúl, apareció en un sitio de remates de Internet
una foto de Gina desnuda con el famoso vestido, del brazo de Perón. Muy
trucha. Esperemos que nadie la haya comprado.
SON RUMORES
Martín y Walter, que vienen de la publicidad, saben de la fuerza de un
rumor, de cómo puede destrozar una campaña publicitaria, de cómo
puede destruir la carrera de un ejecutivo. El mito, la leyenda y el rumor
están muy ligados y ahora el mail ayudó a propagar eso,
explica Martín. El mail te da anonimato y multidistribución:
es geométrico y se pierde el control. Es el mejor elemento a efectos
de trasmitir. Hace poco hasta salió Unicenter con una solicitada para
desmentir: se decía que una chica había sido raptada en el estacionamiento
y obligada a ir de compras, y los locales que se mencionaban ni siquiera están
en el shopping. O uno que venía supuestamente del programa El Bar,
con el DNI de una de las participantes, diciendo que la habían obligado
a tener sexo. Era mentira, pero el DNI le daba un aire de credibilidad. Lo mismo
le pasó a Telenoche Investiga y tuvieron que desmentirlo.
Donde más hiere el rumor, dice Martín, es en el tema de la comida.
Una leyenda famosa habla de un restaurante tenedor libre chino, donde un hombre
comió hasta atragantarse literalmente. En el hospital, lograron sacarle
un huesito de la garganta; los médicos le informaron que se trataba de
un hueso de rata, no de pollo. Cuando allanan el local, encuentran muchos roedores
listos para ser preparados. A McDonalds un mail que circuló no
llegó a herirlo de muerte, pero era inquietante. Decía que la
carne de McDonalds provenía de una suerte de entes genéticamente
modificados, sin ojos ni orejas, sólo boca, de aspecto gelatinoso, en
fin, una cosa que se mantendría viva con tubos especiales. Comer la carne
de esta cosa produciría Alzheimer. Cosa que habría hecho cuantiosamente
Ronald Reagan.
En una entrevista del programa especial sobre leyendas urbanas de comida, el
Gato Dumas no tiene problemas en arruinar su reputación y cuenta cómo
cambió salsa de trufas por salsa de tripas. Tenía un plato
negro, que se llamaba Del Rey de Harlem, con trufas negras. Los argentinos en
ese momento no tenían remota idea de qué eran las trufas. Se vendía
mucho, y una vez me quedé sin trufas. Le dije a mi pollero: consiga todos
los páncreas de pavo que pueda. Los puse quince días en la heladera
con extracto de carne y un cognac de mala muerte. Después lo fileteé.
La gente no podía creer las maravillosas trufas negras que estaban comiendo.
Las verdaderas costaban como 2200 dólares el kilo en aquel momento.
¿Alguna vez se sugestionan los productores de Asuntos internos,
en este trabajo de recopilar leyendas? Poco, pero sí. A Martín,
por ejemplo no le gustó nada la recomendación de un oyente, que
lo mandó al sitio de Internet mysonpeter.com. Es una página
hecha por cualquiera, con fotos de un nenito de cinco años. La escribe
el padre que dice algo así: yo soy Richard, tengo un hijo, Peter,
al que siempre le gustó jugar a las escondidas. Y todas las noches me
viene a despertar para jugar. El problema es que mi hijo Peter lleva más
de ocho años muerto. Esta página la hice para testimoniar el infierno
que vivo y he vivido cada día. Yo la vi a las dos de la mañana
y casi me muero. Otra vez, un entrevistado empezó a recitar los
nombres del demonio y, sugestionados, lo interrumpieron. Es que es algo
atávico, dice Raúl. Cualquier noche se juntan amigos,
juegan a la copa, se cuentan historias. Es parte de la cultura, y es difícil
separarse y pensar fríamente. La mayoría de las personas que entrevistamos,
además, pide seriedad, porque creen realmente. Y a veces, uno cree también.
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