RETROCEDER NUNCA, RENDIRSE JAMAS
Cansados del hastío
y el desgano de sus alumnos y el malestar que se vivía en la universidad,
dos profesores empezaron un Taller de pensamiento filosófico en la UBA.
Cuando la academia los excomulgó por juzgar el saber académico,
pasaron definitivamente al ostracismo y largaron Parte
de guerra, una de las revistas más extremas de los kioscos porteños
y noble heredera de la Cerdos & Peces, a la que consideran su madre atorranta.
Por Claudio Zeiger
Unos años atrás, dos profesores universitarios sentían bastante malestar. Malestar en la cultura, malestar en las aulas; los alumnos simulaban aprender; los profesores odiaban dar clases. Eso sentían Héctor Fenoglio, psicoanalista, y Oscar Cuervo, profesor en Filosofía. Para colmo de males, enseñaban en un lugar de tránsito, algo así como el preembarque de la universidad: el CBC. Como una salida, o al menos “como una forma de reflexionar por qué hay tanto malestar en la universidad” al decir de Fenoglio, concibieron un “taller de pensamiento”. Primero ponían notas, pero al sospechar que los alumnos venían por la nota tomando al taller como una materia, sacaron la nota. Estudiaban de manera heterodoxa a pensadores de distintas ramas del saber, esencialmente filósofos. El taller creció y un día hicieron un “juicio al saber académico” y no cayó nada bien. Así lo explicaron en un artículo de la revista Parte de guerra, que emergería de ese malestar y de otras causas más azarosas: “Éramos profesores del Ciclo Básico de la UBA, de la materia Introducción al Pensamiento Científico, y buscábamos salvar algo que siempre estaba a punto de morir aplastado por la vida académica. La vida académica: los programas, los cronogramas, los diagramas, los parciales, los estudiantes que detestan estudiar, las reuniones de cátedra, los planteos gremiales... así fue que, con la venia de la titular de cátedra, comenzamos con el Taller de pensamiento científico (ya se sabe: uno no elige su nombre y sus apellidos). Un día perdimos la venia de la titular de cátedra y, como consecuencia, uno de los apellidos; así pasamos a ser el Taller de Pensamiento y nos fuimos con la música a otra parte. Recién en los últimos años nos empezamos a dar cuenta de nuestro nombre: ¿Un taller de pensamiento?”. Ahora, los hacedores de la revista cuentan que si bien abandonaron el taller en la sede del CBC de Paseo Colón, lo mantuvieron en el ámbito de la UBA: el Centro Cultural Rojas primero, la Facultad de Sociales después y desde 1997 (año en que empieza a salir la revista) en la sede de Filosofía y Letras, en la calle Puán, donde aún lo siguen haciendo a través del centro de estudiantes.
Esta es la primera parte de la historia. En la segunda entra Enrique Symns, un histórico del campo alternativo, un intelectual de los márgenes hoy residente en Chile y hacedor, en los ‘80, de una de las revistas más extremas de la resurgida democracia: Cerdos & Peces.
“En los ‘80, lo único que me ataba realmente al mundo era Cerdos & Peces” confiesa hoy Fenoglio. “Alguna vez había fantaseado con hacer un suplemento de la revista, así como Cerdos... había sido en su momento un suplemento de El Porteño. Cuando nos contactamos con Symns, él no estaba en un buen momento; andaba bastante deprimido, sin proyectos. A tal punto que cuando le propusimos hacer algo recuperó el ánimo y poco después decidió volver a sacar la revista. En ese momento, desde el taller, nosotros ya habíamos empezado a sacar publicaciones periódicamente. Entonces le propusimos hacer el suplemento. Quedamos una noche en cenar y conversar sobre el tema. Por esas cosas que pasan, quizá chupamos mucho, discutimos a los gritos y nos peleamos con Enrique. Lo que iba a ser un suplemento de Cerdos & Peces terminó siendo el primer número de Parte de guerra. Después, en Cerdos, Enrique contó lo sucedido en un recuadro y se alegró de que esa borrachera hubiese permitido que sacáramos la revista”.
O, como lo sintetiza Cuervo: “Esos dos rechazos, el del CBC y el de Enrique, nos obligaron a asumir nuestra propia palabra”.
¿Cuál son, entonces, las palabras que viene a pronunciar Parte de guerra? Cuando se recorren los números que vienen publicando desde 1997, más o menos trimestralmente, uno puede olfatear ese aire de familia con la Cerdos (y también la nueva etapa de Crisis y Fin de Siglo), la preocupación por la política, la sexualidad, el arte (y) la locura, la desmanicomialización y una extraordinaria percepción para meter el dedo en la llaga de los debates progresistas. El rock entendido como cultura deresistencia (discutir a Luca Prodan, a los Redondos, etcétera) es otra de sus obsesiones junto a pensadores poco aptos para el paladar light (Nietzsche, Kierkegaard, Wittgenstein, Pasolini); la producción sobre la “chupada” (notas de Marta Dillon y Enrique Symns) no puede no recordar el antológico dossier sobre el culo de la Cerdos en los ‘80. En suma, en casi 17 números, Parte de guerra contiene artículos muy bien escritos, directos (“sin vueltitas”, dice Fenoglio), y con un peculiar estilo de slogans agitativos aplicados a “productos” insólitos para el slogan. Así, las tapas de la revista suelen ostentar joyas de la propaganda alternativa: Ni izquierda ni derecha: Heidegger Pasolini; Nani Moretti: la política es personal y lo personal es político; En la universidad se mata al saber; Neil Young, Kurt Cobain, John Lennon: Mejor estallar que desvanecerse.
“El número dos fue el momento decisivo”, recuerda Fenoglio. “¿Lo sacamos o quedará el primero como una publicación aislada? Lo sacamos, todavía en forma bastante artesanal, y en el tercero nos lanzamos con Artaud, a raíz de un evento sobre el poeta que habíamos hecho en el Rojas. Fue el primero que llevamos a los kioscos y descubrimos que se vendía, y bastante. De ahí en más empezamos a pensar en la tapa, y aprovechamos la experiencia de haber hecho afiches y carteles para el taller y otras actividades, con buen gancho para convocar”.
Hoy, después de haber polemizado con y alrededor del psicoanálisis (por ejemplo, con una psicoanalista que en la sección Psicología de Página/12, estimaba que Lewis Carroll abusaba sexualmente de las niñitas), con los dichos de Martín Caparrós sobre la fe en un programa de Jorge Lanata, con las declaraciones de Iván Noble en el programa de Nicolás Repetto (cuando brindó por un cáncer a los militares del Proceso) y con Hebe de Bonafini y Vicente Zito Lema por las posturas frente al atentado a las Torres Gemelas, Parte de guerra aparece claramente con posturas disidentes respecto de la izquierda tradicional y en permanente tensión con el progresismo, aunque la dupla Fenoglio-Cuervo no duda en considerarse parte de esta cultura política.
“Venimos de la izquierda, de su tradición y del sentir de izquierda, por llamarla de alguna forma. Pero desde hace mucho hay necesidad de un ajuste de cuentas con el pasado de la izquierda”, dice Fenoglio. “Uno de los objetivos es discutir con las mentiras de la izquierda, entendidas como autoengaños, y no es sólo por una postura de debate intelectual sino por una postura vital”.
Un detalle más: no todos, pero varios lectores se inquietaron –a tal punto de escribir cartas a la revista– por la insistencia en metáforas de la guerra, en pensadores belicosos, en fin, en partes de guerra. Para Cuervo, esta discusión terminó por concentrarse en el título-emblema de la revista, y recurre a la experiencia del atormentado Ludwig Wittgenstein para contestar.
“La respuesta a estos planteos tiene que ver con los diarios de guerra que había escrito Wittgenstein durante la Primera Guerra Mundial. Es una guerra consigo mismo: él se enroló en el ejército muy angustiado, asqueado con la burguesía, casi al borde del suicidio. Pero pronto se dio cuenta de que la experiencia de no encajar en la vida civil se repite con sus camaradas en la vida militar. Él, en verdad, llevaba adelante la guerra de un solo hombre. Los partes de guerra son textos que se escriben en el fragor de la lucha, como testimonios de esa experiencia. Estos textos no son para reflexionar sobre la guerra sino que son partes de la guerra”.