Sábado, 31 de diciembre de 2005 | Hoy
NOTA DE TAPA
¿Tienen algo o son una mera estrategia publicitaria para volver a vender en dvd las mismas películas que vendieron durante años en videocasetes? Las posiciones alrededor de los extras de los dvds son de lo más variadas: algunos alegan que ver la trastienda de una película le quita “magia” mientras otros los consumen con fruición. Cualquiera sea el caso, aprovechando el auge, muchas reediciones incluyen el rescate de material histórico, documentales con directores contando perlas desconocidas y reconstrucciones de una época sin computadoras en la que cada efecto especial era una pieza de ingenio e ingeniera. A continuación, Radar ofrece una guía de lo mejor que encontró en los extras después de las películas.
Por Mariano Kairuz
¿Por qué ver los extras de los dvd? La vida es corta y no todas las películas (por muy buenas o muy malas que sean) ameritan una investigación sobre su contexto de fabricación, sus anécdotas de rodaje, sus problemas de producción. Incluso en algunos casos en que sí valen ese tiempo de más, los extras no ofrecen ninguna respuesta, ningún dato ni testimonio interesante.
Pero hay extras que merecen ser vistos. No son, por lo general, aquellos que responden a la categoría de “notas de producción”, que suelen consistir en entrevistas en las que unos miembros del equipo de una película les lamen las botas a los otros miembros. Actores y productores hablando del director “visionario” –que siempre “sabe exactamente lo que quiere lograr con cada plano”– con el que les ha tocado en suerte trabajar. Directores y productores explicando sin demasiado esmero cómo es que esa trama apenas divertida o sencillamente banal de su último bodoque conecta con los temas más profundos relativos a la condición humana. O cómo la superestrella elegida fue siempre la única opción en la que pensaron para el papel protagónico. También suele haber algunas escenas descartadas que valen por lo que muestran (y fueron cortadas por un exceso de duración o por redundancia), pero también por lo que dicen acerca de qué es lo que Hollywood opina que debe quedar adentro y afuera de sus películas. A veces no hay vueltas; esas escenas descartadas lo fueron por aburridas, por estúpidas, por innecesarias; básicamente porque a todas luces no había razón para que quedaran dentro.
La enumeración anterior parecería indicar que, en general, los extras se componen de cosas que no vale la pena ver. Que no son más que argumentos de marketing para acelerar la transición entre el vhs y el dvd, y volver a vender las mismas películas una y otra vez. Es más: un razonamiento ya algo anticuado dice que conocer todos los secretos de la confección de una película, para quien no es ni cineasta ni estudiante o crítico de cine, sólo contribuye a restarle “magia”. Toda una generación criada por una programación de cable repleta de adelantos y making-offs descartaría este argumento, probablemente porque ya no queda quien considere que el cine tiene algo que ver con algún tipo de magia.
Los extras que sí valen la pena, los que agregan, muchas veces son los de las ediciones de clásicos y películas viejas en general: de sus realizadores y protagonistas hay menos imágenes en circulación; hablan de una época en que los medios de producción eran diferentes (había efectos visuales mecánicos, maquetas y muchos otros recursos; no existían las gráficas digitales que terminan por homologarlo todo). También porque algunos mitos de otras épocas hoy pueden ser revalidados o sencillamente humanizados gracias al tiempo y la distancia. Porque a veces permiten ver en acción a grandes maestros largamente desaparecidos. Porque obligan a reconstruir materiales arruinados o que se creían perdidos, descuidados por los estudios en algún depósito.
Y porque con el tiempo podrían llegar a enseñarles a ciertos cineastas con tendencias megalomaníacas que no es necesario torturar a los espectadores en el cine con esas escenas que sobraban, ya que habrá oportunidad de reciclarlas a la hora de la cajita con “bonus”. Es decir, de alguna manera sinuosa, los extras de dvd podrían ayudar al cine a cortar y a contar mejor.
Con su carga de fetichismo, con su culto al star system, con esa curiosidad morbosa y a veces hasta con un afán genuinamente historicista, los buenos extras recuperan partes perdidas de las películas y de quienes las hicieron, engrandeciéndolas o simplemente permitiendo restituir el valor que tuvieron en su propio contexto. En los casos de algunos extras muy buenos, la película en sí puede llegar a convertirse en la “atracción secundaria”: la película como el extra de sus propios y más interesantes “materiales adicionales”. Esos buenos extras ayudan a restituirles a las películas una de sus condiciones esenciales. Eso que, como le dijo James Stewart a Peter Bogdanovich (un director alguna vez genial cuya trágica historia personal alcanzaría para editar colecciones enteras compuestas exclusivamente de extras), entrega la gente que hace cine con cada película: ni más ni menos que fragmentos de tiempo.
En cierta manera, Peter Jackson fue un pionero en el uso de los extras de dvd: no bien se estrenó El retorno del rey (última parte de la trilogía de El señor de los anillos), se supo que algunos de sus inevitables baches narrativos iban a ser “curados” en la edición extendida (de más de cuatro horas de duración). Es decir, la película recién iba a estar “completa” en su dvd.
El neocelandés llevó su estrategia (y el negocio) varios pasos más allá con King Kong, editando en dvd los “Diarios de rodaje” de la película en simultáneo con el estreno del film en los cines. Realizados originalmente para Internet, los diarios se convirtieron en los extras que se adelantaron a su propia película. Lo mejor: cuando monta elaboradas puestas en escena para bromear sobre su agotamiento físico (“llevo diez años filmando sin parar”) y sobre una posible, absurda secuela para Kong.
Los extras de la edición de Muertos de miedo (su película de fantasmas con Michael J. Fox) consisten en un making off bastante rutinario, aunque invaluable cuando Jackson narra –con su carisma de storyteller nato– su breve encuentro personal con lo sobrenatural.
Ni Jack Nicholson ni Faye Dunaway figuran entre los entrevistados de los extras de Chinatown, así que la misión de relatar el proceso de construcción de esta película “a lo Chandler, pero en la que el botín esta vez no es una caja fuerte ni joyas sino, por primera vez, el suministro de agua y de energía” (según la describe, palabras más, palabras menos, su propio guionista) recae en el productor Robert Evans, el escritor Robert Towne y el propio director Roman Polanski. Evans cuenta cómo le ofreció a Towne 175 mil dólares (una fortuna para la época) para que adaptara El gran Gatsby y cómo éste le contraofertó esta historia por tan sólo 25 mil.También es el relato de búsqueda de una “visión europea” y de cómo llegaron al final del rodaje sin un guión terminado. Polanski –quien para esta película volvió a los Estados Unidos por primera vez desde el asesinato de Sharon Tate a manos de la Familia Manson– le da el toque más personal al relato cuando recuerda que hizo que Dunaway (que finalmente se impuso sobre el intento del estudio de poner a Jane Fonda en su lugar) se pintara las cejas como recordaba que lo hacía su propia madre antes de la guerra.
La que quizá sea la mejor película de Steven Spielberg cumplió treinta años y tiene un dvd más que digno: los extras (que ocupan un disco entero) no son mero relleno sino que reconstruyen la complicada concepción de un verdadero monstruo cinematográfico. Hablan Peter Benchley (autor de la novela original), el productor Richard D. Zanuck y el guionista Carl Gottlieb. Spielberg recuerda las inevitables anécdotas sobre el ingobernable muñeco del escualo asesino y las enormes dificultades de filmar en el mar; los problemas de casting y el famosísimo leit motiv musical de John Williams. Y se reserva para sí la mejor anécdota: la de la cita a Moby Dick que no pudo ser porque Gregory Peck (el Ahab más famoso) no estaba precisamente orgulloso de aquella película que había filmado a las órdenes de John Huston.
También vale la pena echarle un vistazo a la edición especial de ET, pero por motivos totalmente diferentes: la explicación que el propio Spielberg ofrece acerca de los retoques digitales que hizo para el vigésimo aniversario del film, con los que reemplazó armas de fuego por walkie talkies en la escena en que las autoridades persiguen a los niños en bicicleta, constituye una muestra del cinismo supino que ha alcanzado la industria.
La edición en dvd de la película de Carol Reed con guión de Graham Greene y protagonizada por Orson Welles en 1949 no trae detrás de escena, ni comentarios del director de El ciudadano, ni de su coprotagonista Joseph Cotten, ni de Greene, ni nada por el estilo. Lo que sí incluye y lo convierte en una rareza es un episodio de la serie de tv homónima producida por la BBC una década después de la película. En el papel de un Harry Lime bastante más gentil y menos oscuro que el de Welles, aparece ese tipo de rarísimo rostro llamado Michael Rennie, quien ocho años antes había protagonizado El día que paralizaron la Tierra. En el episodio incluido a modo de extra, Lime viaja en plan mercenario hasta un castillo en Lisboa que podría no existir; en el camino, se encuentra con varias personas dispuestas a mandarlo matar. Una simpática bizarrada.
Lanzada localmente en dvd con el espantoso título El último espectáculo, puede decirse que la edición de The Last Picture Show, segundo opus de Peter Bogdanovich, es un extra en sí mismo: jamás, desde su estreno en 1971, había podido verse como corresponde en esta parte del mundo (incluso el cable la emitía rebanada). Ahora no sólo se la puede apreciar completa, sino que el documental que la acompaña incluye momentos imperdibles: el propio Bogdanovich relata las dificultades de llevar al cine un libro muy bueno pero no intrínsecamente cinematográfico (la novela homónima del texano Larry McMurtry), y los actores reconstruyen un rodaje que hoy suena a epopeya. De manera inevitable, el detrás de escena se inmiscuye en la vida amorosa del director, que se enamoró de su naciente estrella Cybill Shepherd (en esa época, su mujer era la diseñadora de producción Polly Platt). De hecho, el corte completo de la película permite asomarse al famoso y fugacísimo topless de Shepherd. Un único plano que luego sería el centro de una disputa entre el director y la revista Playboy: en ese episodio comienza a encadenarse una serie de hechos que desembocaría en la tragedia que tal vez haya perdido a uno de los mejores directores de su generación.
Famosa por sus excesos (melodramáticos, de producción, de duración), la película producida por David O. Selznick basada en el best seller de Margaret Mitchell llegó al dvd en una edición de ¡cuatro! discos, la mitad de los cuales está dedicada a su monumental “detrás de escena”. Sus extras consisten en la reconstrucción –impetuosa, con ánimos de “así se forja una leyenda”– del fatigoso proceso de adaptación de la novela, el relato de las infinitas vueltas de casting (con un documental dedicado exclusivamente a Vivien Leigh); la relación de Selznick con los estudios; el largo camino de George Cukor hacia una película que él no terminaría de dirigir; la resistencia inicial de Clark Gable; la monumental secuencia del incendio de Atlanta (una anécdota histórica increíble) y los intentos del infame censor Hays por cambiar la entonces soez y hoy celebérrima frase “Francamente querida, me importa un carajo”. Además, subrayando el tema nada menor de un potencial conflicto racial cuando todavía no se había extinguido el fuego desatado por El nacimiento de una nación, se incluye el corto El viejo Sur, dirigido por el gran Fred Zinneman. Casi podría decirse: unos extras tan buenos como la película.
No hay mucho que decir sobre la obra maestra de Francis Ford Coppola, pero sí que la edición de la trilogía incluye un cuarto disco destinado al detrás de escena. Lo más interesante quizá sea verlo al propio Coppola narrando cómo asumió “físicamente” el engorroso proceso de adaptación de la novela de Mario Puzo. Coppola explica en cámara cómo marcaba y recortaba las páginas del libro, cómo las anotaba y cómo iba señalando qué debía hacer con cada escena: una pequeña clase de transposición literario-cinematográfica, que reconoce las enseñanzas previas del director Elia Kazan (recopiladas en un libro sobre su versión de Un tranvía llamado Deseo). Verlo a Coppola dar esas explicaciones es como asistir a un momento histórico: así se hacen los clásicos.
Hay otros extras: unas cuantas escenas adicionales que permiten completar la cronología desordenada de las tres películas (es decir, deshaciendo los flashbacks que explican la historia de Vito Corleone en El Padrino II, con De Niro en el personaje que fuera de Brando), o, por otro lado, una pantalla que permite acceder al árbol genealógico de la saga ítalo-norteamericana.
(En plan película mafiosa, conviene echarle una ojeada a la edición en dvd de Erase una vez en América, que incluye, además de los comentarios del crítico Richard Schickel, una historia oral del film de Sergio Leone.)
La edición especial por los veinte años de Volver al futuro incluye un disco completo de extras, en el que su director Robert Zemeckis y su coguionista y productor Bob Gale vuelven a contar que conservan una carta de cada uno de los estudios de Hollywood que rechazó el guión (todos lo desdeñaron como demasiado “infantil”, excepto Disney, que encontraba la relación de Marty McFly y su madre demasiado incestuosa). Además, la explicación de por qué casi no pueden contar con Fox (que en ese momento hacía la serie Lazos familiares) y cómo concibieron el argumento más como una comedia sobre la brecha generacional que como una aventura de viajes en el tiempo. Prácticamente retirado de la actuación, Fox grabó nuevos comentarios acerca de la inconciencia con que llevaron adelante en 1985 lo que terminaría por convertirse en todo un clásico moderno.
Casi contemporánea, también obsesionada con las paradojas temporales, Terminator no tiene extras demasiado interesantes: quizá algunos comentarios de James Cameron sobre los sueños apocalípticos que dieron origen a la saga y algunos detalles sobre efectos visuales cuando no se resolvían enteramente dentro de una computadora, en una época tan lejana y tan cercana como dos décadas atrás.
El regreso de los “motoqueros salvajes” que salvaron a Hollywood de sí mismo, según el controvertido libro de Peter Biskind. La edición local en dvd de Busco mi destino (o Busco mi camino, según el equívoco título actual) incluye un making off que arranca con este texto: “En 1969, una película de motocicletas de bajo presupuesto cambió para siempre la manera en que Norteamérica se veía a sí misma y la manera en que los films redefinían la cultura. El viaje de los realizadores fue tan salvaje y revelador como la película que estaban haciendo...” Hablan, por supuesto, Dennis Hopper y Peter Fonda, que siempre tuvieron visiones contrapuestas sobre cómo se inició todo el proyecto y versiones divergentes sobre la paternidad de esta película-fenómeno. Sus testimonios (entre otros, como los de Karen Black y Seymour Cassell) contextualizan su aparición en el filo de una década lisérgica (el único cine sobre la juventud que producía el mainstream eran las películas de playa con Frankie Avalon, recuerda Hopper), en la que “no había películas sobre nuestra realidad”.
El centro de los extras de Vértigo consiste en un documental que da cuenta del arduo trabajo de restauración de la película. Entre los testimonios de sus responsables se cuelan los comentarios de esa suerte de habitué de viejo cineclub que parece ser siempre Martin Scorsese, quien en plan didáctico señala lo sorprendente que era que, sobre el final de la era de los estudios, una película “tan personal” fuera producida por esos mismos estudios. El relato se pone más interesante cuando desanda el camino que siguió Alfred Hitchcock en la concepción de la película: la locación como primer disparador (San Francisco, pensó, sería una gran ciudad para un thriller, cuenta la hija de Hitch); luego la búsqueda de un papel para lanzar al estrellato a Vera Miles (un par de años antes de Psicosis). Kim Novak participa con sus recuerdos del rodaje. Pero tratándose de Hitchcock, tal vez convenga ir a lo seguro: el DVD de Psicosis contiene el increíble trailer original de la película, una de esas apariciones del director en el tono de las de su serie de televisión AH presenta. Hipnótico.
Y hablando de Hitchcock, un extra más: el DVD local de Los treinta y nueve escalones contiene el episodio El jarrón Cheney, precisamente de la serie Alfred Hitchcock presenta.
El hombre que fue Rick Blaine dio lugar a varias colecciones de películas aglutinadas básicamente por ese star power que permanece casi intacto. Algunas ediciones de DVD resultaron un poco decepcionantes en lo que a extras se refiere: tanto Sirocco (Sahara) como Dead Reckoning (Maldita mujer) y Tokio Joe contienen apenas una breve biografía textual centrada en su relación con los estudios (aunque en el caso de Tokio Joe se agregan una serie de trailers correspondientes a los estrenos de El puente sobre el río Kwai, El motín del Caine y Los cañones de Navarone, que valen como curiosidades). Quizás el bonus más valioso en un DVD “de Bogart” sea el que acompaña Tener y no tener, una obra maestra de Howard Hawks basada en lo que el propio Hawks le dijo a Hemingway que era su peor obra: “Ese pedazo de basura llamado To Have and Have Not”. Un breve documental cuenta los orígenes de la película, desde el momento en que William Faulkner, convocado para la adaptación, debió trasladar la acción de la novela de Cuba a Martinica por un pedido de corrección política de la administración Roosevelt; y, por supuesto, los inicios de uno de los love stories más apasionantes de la historia de Hollywood: cuando Bogart conoció a Bacall.
Unos cuantos imperdibles en materia de dibujos animados, de toda calaña: por un lado, la edición especial de Los Increíbles, la familia de superhéroes de Pixar, viene con varias escenas “eliminadas” (bocetos animados de escenas que no fueron), un comienzo alternativo y un corto que termina de cerrar el gran enigma de la película: ¿qué pasa con Jack, el más pequeño de la familia? Del mismo director, Brad Bird, también hay que recomendar el disco doble de El gigante de hierro, emocionante versión del cuento que el poeta inglés Ted Hughes escribió para sus hijos.
Por su parte, el DVD de Madagascar incluye el corto Una misión navideña, protagonizado por los mejores personajes de la película: los pingüinos marciales. Pero aquellas son todas obviedades. Las gemas ocultas deben buscarse la edición doble de Hellboy, con su caprichosa inclusión de tres lisérgicos cortos de los años ‘50 protagonizados por Gerald McBoing Boing (el niño “onomatopéyico” del estudio UPA) y una versión animada y experimental de El corazón delator de Poe, narrada por James Mason.
En cuanto a los Looney Tunes (Bugs Bunny y compañía), los DVDs que compilan sus cortos ofrecen además algunos testimonios de sus creadores (una vieja entrevista con el mítico Tex Avery, por ejemplo); aunque también conviene revisar la colección Bogart editada por AVH, ya que incluyen viejos cortos de la Warner que parodian a los films del estudio con el actor. Quien, dicho sea de paso, hablaba con una voz parecida a la del conejo de la suerte.
Mientras la espera de la edición de la segunda temporada de Twin Peaks se hace eterna, una nueva recomendación para sus primeros ocho episodios. Entre los extras se destacan, básicamente, algunas respuestas vertidas por el cocreador del programa Mark Frost en una entrevista con la revista Wrapped in Plastic (“Envuelta en plástico”, como el cadáver de Laura Palmer) sobre la creación de un detective “jungiano y holmesiano”. Y, en especial, las presentaciones de cada capítulo a cargo de la Log Lady, la dama que acaricia maternalmente un tronco de madera, mientras nos interpela con frases tales como: “Hay tristeza en este mundo porque ignoramos muchas cosas hermosas, tales como la verdad”; “Véanse en el espejo: ¿qué ven? ¿Es un sueño o una pesadilla?”. ¿Quién está loco: ella o nosotros?
Como complemento ineludible para un doble programa Lynch, se recomienda acudir al DVD de Mulholland Drive (El camino de los sueños). En sus extras el propio Lynch explica su fascinación por Los Angeles: “Esa gente dispuesta a arriesgarlo todo, a irse a la ruina: es una ciudad moderna en ese sentido”. Y se ofrecen las “diez claves para entender el misterio” de esta película, que consisten en instrucciones tales como: “¿Quién entrega una llave y por qué?”; “Presten atención al carnicero, a la taza de café y a una alfombra”; y “¿Dónde está la tía Ruth?”. ¿Esclarecedor? Claro que no, pero así es el mundo según Lynch: si se mira, se escucha.
De las películas protagonizadas por Steve McQueen (La fuga, de Sam Peckimpah; Papillon, Cincinnati Kid, Tom Horn) que se consiguen en DVD, conviene empezar por la edición especial de Bullitt, ya que viene acompañada por el documental SMcQ: The Essence of Cool. Que no es otra cosa que una suerte de E! True Hollywood Story, algo esquemático pero repleto de información y testimonios de quienes lo vieron convertirse en superestrella. Se cuentan sus orígenes humildes, su pico de popularidad, sus pequeñas tragedias y su enfermedad mortal. Para algunos era un tipo encantador, “pero violento”; otros sencillamente lo tildan de loco. En el testimonio más contundente, su ex mujer, la actriz Neile Adams, cuenta que “durante los primeros catorce años de convivencia él jamás le levantó la mano”. De las pocas imágenes de archivo que pueden verse del actor fuera de sus películas, la más impresionante es aquella en la que hace una imitación no muy gentil de Brando (quizá su mayor competencia por el cetro de “Rey del Cool”). Era, sí, un tipo complicado, se escucha por ahí, pero eso es parte de lo que lo hacía irresistible como actor.
El aviador tiene poco y nada que ofrecer aparte de la película en sí. Para encontrar algo de vida detrás del cine del director de Taxi Driver, hay que acudir al DVD de Calles salvajes (1973), que ofrece un comentario de audio del director y el documental Martin Scorsese: de vuelta al barrio, una rara pieza producida en la época de la película que habla sobre ese joven director “que vuelca las experiencias de su vida en Little Italy en su cine”.
Pero son los extras de Toro salvaje (1980) los que les ganan por KO a la mayoría de los “materiales adicionales” incluidos en DVD, con sus comentarios de Scorsese, del director de fotografía, del guionista Paul Schrader y del mismísimo Jake La Motta; con varios documentales sobre la producción de esta obra maestra, uno de ellos centrado en las coreografías y la puesta en escena de la tomas realizadas sobre el cuadrilátero, imágenes de archivo de La Motta y una comparación plano a plano entre las peleas de aquél y las de Robert De Niro en la película. Una clase maestra sobre cómo se filma una pelea en cine.
La Colección Kubrick incluye un disco aparte de sus películas centrado en el documental Stanley Kubrick: A Life in Pictures, el cual honra su título recorriendo algo de la vida y bastante de la obra del director con imágenes poco vistas: películas de su infancia, junto a su hermana; fotos de su juventud; la fotografía del diariero acongojado por la muerte de Roosevelt –una toma que le valió a Kubrick su trabajo en la revista Look–; fragmentos de su corto El día de la pelea, que lo decidió a cambiar las imágenes fijas por el cine; y de su ópera prima Fear and Desire. Entre la parte más conocida de su carrera, se destacan una filmación del director con su familia en Londres –donde vivió cuarenta años, a veces extrañando la Nueva York en que había nacido y que, dice la viuda Christiane Kubrick, él sabía que ya no existía más–, o hablando de la grandeza de Napoleón Bonaparte, en la época en la que preparaba el rodaje de su film sobre el gran estratega, esa gran película que no pudo ser.
La edición de varias de las películas de Charlie Chaplin en DVD (El pibe y Luces de la ciudad, entre ellas) incluye un disco completo que lleva por título Vida y arte de CC, un tributo del crítico de la revista Time Richard Schickel (una figurita común en los programas de DVD) presentado en Cannes hace un par de años. Entre las imágenes menos comunes de Carlitos a las que permite asomarse, se cuentan las rarísimas tomas del rodaje de El gran dictador, un material de archivo recuperado recientemente, momentos de su romance con Paulette Goddard (y luego con Oona: la relación de Chaplin con las mujeres es, por supuesto, uno de los ejes de esta película), o rodeado de su familia, y varios registros –un poco como en Candilejas– del cómico en los últimos años de su vida. Además, numerosas entrevistas y comentarios de Woody Allen, Richard Attenborough y Robert Downey Jr. (director y actor del film Chaplin, respectivamente), Geraldine Chaplin, Johnny Depp, Milos Forman, Marcel Marceau, Andrew Sarris, Martin Scorsese y Sydney Pollack, entre otros.
Un documental acompaña la edición de la cajita con las cinco películas del personaje encarnado por un durísimo Clint Eastwood entre 1971 y 1988. Viene junto a la Harry el sucio original (la de Don Siegel) y habla sobre su época y sobre lo lamentable de la nuestra. Robert Urich presenta todo el asunto con un discurso acerca del tipo de violencia que recorría las calles de los Estados Unidos en los años ’70. Cuando Arnold Schwarzenegger, entrevistado para la ocasión, abre la boca, el nivel de fascismo sube vertiginosamente: el actual gobernador de California recuerda cómo la gente aplaudía al tipo que tomaba la justicia en sus manos y celebra que Harry Callahan descerrajara unos cuantos tiros sobre un grupo de asaltantes de bancos como al pasar, mientras almorzaba una hamburguesa. “La prensa le estaba dando mucha importancia al derecho de los acusados, pero ¿qué pasaba con los derechos de las víctimas de los crímenes?”. Nada ingenuo, el guionista John Milius no elude la polémica y reconoce que el “eje moral del asunto estaba ahí”. “Harry le habló a una ira creciente, pero con pocas palabras, su Magnum habló por él, y por nosotros”, concluye el temible documental.
La edición de la caja que contiene las tres películas protagonizadas por James Dean (Rebelde sin causa, Gigante y Al Este del paraíso), lanzada hace unos meses en ocasión de los 50 años de su muerte, no incluye los extras que uno esperaría, y parece más bien para devotos, pero tiene dos momentos notables –descartados del corte final– de su trabajo con Elia Kazan: una conversación entre hermanos junto al talentoso (y después desperdiciado) Richard Davalos, y una serie de ensayos y tomas de la escena en la que Dean se prepara para regalarle dinero a su padre. Ambos extras están a la altura de lo mejor que dio Dean en la pantalla.
Además, los DVDs contienen algunas de las pocas imágenes que se conservan de él fuera de aquellos tres títulos. Numerosas fotos fijas de sus actuaciones teatrales, por ejemplo. Una fugaz aparición en una publicidad de Pepsi. Algún registro “entre tomas” con sus compañeros de reparto, que lo muestran como un tipo con más sentido del humor que conciencia de superstar. Y, fundamentalmente, una entrevista fatalmente ligada al accidente en el que perdió la vida a los 23 años, en la que le preguntan a Jimmy –sombrero de cowboy, actitud entre canchera e inocente– sobre la responsabilidad de conducir un auto demasiado rápido por la ruta. “Antes solía correr riesgos innecesarios”, dice JD. Del resto, una anécdota contada por Sammy Davis Jr. que involucra a Marlon Brando y a Dean en una misma fiesta; éste vestido como El salvaje y aquél elegantemente trajeado.
El clásico de 1957 basado en la novela del francés Pierre Boulle (el mismo de El planeta de los simios) fue llevado al cine por David Lean en un momento en que el director de Lawrence de Arabia estaba económicamente quebrado. Este dato, que integra el documental que acompaña a la película en su DVD doble, no va en desmedro de este film bélico memorable sino que habla de las dificultosas condiciones de producción que rodean a los grandes films. Los extras incluyen comentarios del historiador Adrian Turner, los traspiés de casting (llegaron a pensar en Cary Grant para el papel de Shears, que terminó en manos de William Holden, por supuesto) y la convocatoria del guionista Carl Foreman, quien, víctima de las listas negras del macartismo, no pudo firmar su monumental trabajo. Aunque quizá lo más impresionante de la edición se encuentre entre los mapas y los datos de estrategia militar y los documentales Building the Bridge y Rise and Fall of a Giant, entre otros, o algo así como “Cómo se construye y se derriba un colosal puente para filmar una gran película”.
Otro David Lean: Doctor Zhivago; con más de diez documentales, entrevistas y comentarios de Omar Sharif sobre la epopeya rusa basada en la novela de Boris Pasternak.
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