Domingo, 8 de septiembre de 2002 | Hoy
RENTRéES
A los 84 años, Ingmar Bergman vuelve a hacer lo único que lo divierte más que jubilarse: filmar. Sarabanda la película que empieza a rodar en estos días reencuentra a la pareja protagónica de Escenas de la vida conyugal treinta años después, en el crepúsculo de sus vidas, para someterla a uno de los clásicos laboratorios emocionales que cimentaron la gloria del cineasta sueco. Entrevistado por la prestigiosa revista Sight & Sound, Bergman habló del proyecto, de la joven Julia Dufvenius (su último descubrimiento), de Lars von Trier, de las nuevas tecnologías y de la leve, jovial inquietud que le provoca volver a dirigir a Erland Josephson (enfermo de Parkinson) y Liv Ullman (flamante cardiópata), sus dos actores-fetiche.
Por Stig Björkman
En el verano del 2001, descubrí que estaba otra vez embarazado.
Como le sucede a Sarah en la Biblia, supe, para mi asombro, que esperaba un
nuevo hijo a pesar de mi avanzada edad. Al principio, esto me hizo sentir muy
mal, pero enseguida lo acepté como algo divertido e inesperado: otra
vez esas ganas de pararme detrás de una cámara... Así
describe Ingmar Bergman sus sensaciones a la hora de emprender su nueva película,
Sarabanda, que comienza a filmar en este septiembre: Sí, volvió
el deseo, de modo que me reservé tres meses para dedicarme nada más
que al guión.
Así, Bergman se recluyó en su casa de la isla de Farö durante
todo el otoño y el invierno, mientras su modernizada versión de
Fantasmas de Ibsen triunfaba en el escenario del Teatro Real de Drama de Estocolmo.
En estos días se estrena también su puesta de María Estuardo
de Schiller en Nueva York, pero Bergman se queda en Suecia.
Sarabanda está más o menos relacionado con uno de sus grandes
éxitos, la serie que hizo en 1973 para la televisión sueca y más
tarde estrenó fuera de su país, en cines, bajo el título
Escenas de la vida conyugal. Sin embargo, pese a que la pareja protagónica
de Johan (Erland Josephson) y Marianne (Liv Ullman) reaparece en Sarabanda,
a Bergman no le interesa demasiado que el film sea considerado en términos
estrictos como una segunda parte. Es simple: conozco tan bien a esos personajes
que no pude evitar imaginarme lo que les ocurriría casi treinta años
después.
Hasta
que la muerte los separe
Sarabanda, en efecto, transcurre tres décadas después que Escenas
de la vida conyugal. Han pasado treinta años de silencio hasta que, finalmente,
Marianne decide salir en busca de Johan, que se ha mudado al campo, a la casa
de sus abuelos. Henrik el hijo que Johan tiene de un matrimonio anterior
y Karin la hija que tuvo con Marianne viven cerca de allí.
Ambos son cellistas.
Uno de los primeros títulos que Bergman pensó para el proyecto
fue Anna, nombre del quinto personaje invisible que termina de construir
esta pieza de cámara. Anna estuvo casada con Henrik durante veinte años,
pero muere antes de que la historia de la película empiece. Anna
es la depositaria de todos los sentimientos que se han perdido, apunta
Bergman. Era una de esas personas que hacen más fácil y
agradable la vida de los demás. Pero ahora reina el caos, y Marianne,
que acaba de llegar, descubre que se encuentra en medio de un conflicto.
Bergman escribió el guión teniendo perfectamente claros los rostros
de los actores que interpretarían a sus personajes. A Josephson y Ullman
se suman Börje Ahlestedt (quien interpretara al Tío Carl en Fanny
y Alexander) en el papel de Henrik y la debutante Julia Dufvenius en el de Karin.
Dogma
y pareja
¿Cómo eligió a Julia Dufvenius y dónde la descubrió?
La encontré mientras preparaba María Estuardo. Había
cuatro chicas jóvenes que interpretaban a unas doncellas. Recién
habían salido del conservatorio, y todas eran muy dulces y agradables
y llenas de talento. En los ensayos tenían que llevar los corsés
y vestidos largos que más tarde usarían en la obra. Los corsés
tenían escotes muy pronunciados, y ellas disfrutaban tanto usándolos
que se los ponían todo el tiempo, incluso cuando no les tocaba participar
en ninguna escena. Yo las llamaba mi jardín de flores y,
claro, las estudiaba cuidadosamente. Eran todas formidables, pero Julia tenía
algo especial; despedía una luz propia y única, aunque hiciera
exactamente lo mismo que las otras. Me di cuenta de que llegaría a ser
una de las grandes, así que decidí convertirme en su descubridor
antes que otro se me adelantara. De cualquier manera, ya está más
que bien encaminada: en estos días actúa en Twelfth Nigth de Shakespeare
y participa de la versión teatral de La celebración, de ThomasVinterberg.
Así que, al escribir el guión de Sarabanda, pensé en ella.
Lo único que me daba dudas era que pensara quedar embarazada a la brevedad.
(Julia ya tiene un hijo.) Pero se lo pregunté y me dijo que valía
la pena postergarlo un poco.
Como ocurre con Escenas de la vida conyugal y muchas de las otras películas
de Bergman, Sarabanda vuelve a funcionar como una pieza de cámara para
unas pocas voces. Aunque el título evoca esa hermosa suite para cello
de Bach, la sarabanda, en realidad, es una danza para parejas cuyo supuesto
erotismo le valió la prohibición en la España del siglo
XVI. Con el tiempo llegó a convertirse en una de las cuatro danzas de
ejecución obligada a la hora de las suites instrumentales del Barroco.
Primero aparecía como último movimiento; más adelante,
como tercero. La película sigue esa misma estructura: siempre hay dos
personas que se encuentran. Toda la película está plantada en
diez escenas con un epílogo.
Usted dijo que Fanny y Alexander iba a ser su última película.
Pero desde entonces ha realizado varios films para la televisión.
En principio, Sarabanda iba a ser otra de esas películas para televisión.
Pero cuando terminé el guión no estaba muy seguro de qué
hacer con él. Así que lo llamé a Josephson y una cosa fue
llevando a la otra y... También podría haber funcionado como obra
de teatro o radionovela. Pero enseguida supe que lo mejor sería la televisión.
Y ahora la idea de los productores es estrenarla en cines. Ya veremos. La gran
ventaja de una película para televisión es que se emite una noche
y después desaparece. Como mucho se pasea un poco por el mundo y después
se olvida. Por estos días hay tanto circo alrededor de las películas
para cine... Hay que enviarlas a festivales, conseguir que las nominen para
premios. Tal vez eso sea lo que atrae a los directores jóvenes, pero
para mí es algo realmente insignificante.
Su relación con la imagen siempre ha sido algo muy consciente...
Sí, y aunque la cámara pueda llegar a jugar un rol importante
y se convierta en un fin en sí misma, no puedo negar que hay algo de
todo eso que me preocupa. Era algo muy interesante hacia el final del cine mudo,
cuando los directores, presionados por la amenaza de la inminente llegada del
sonido, se jugaron a un mayor dominio del trabajo de la cámara. Allí
se descubrió casi todo. Directores como Murnau, Von Sternberg y King
Vidor se lanzaron al descubrimiento, en ese último minuto del silencio,
de una nueva forma del lenguaje cinematográfico. Basta con rever al Murnau
de La última risa, que experimenta con la cámara para crear una
forma de expresión más sugestiva y poética. No hace mucho
volví a ver El cantante de jazz, que se considera el primer film sonoro,
aunque apenas contenga unas pocas líneas de diálogo y varias canciones.
Esta película un supuesto avance está
planteada como una torpe sucesión de tableaux vivants, sin ningún
tipo de gracia ni talento. Y ya sé que a usted y a muchos les gustan
los films del grupo Dogma, pero no me resulta fácil relacionarme con
el aspecto técnico del asunto. Para mí no es más que un
truco, y ni siquiera de los mejores. Aunque pienso que Thomas Vinterberg es
un gran talento y La celebración una de las mejores películas
que jamás he visto. En lo que a Lars von Trier se refiere, creo que es
un genio; pero es un genio que no cree o está inseguro de su propia genialidad.
Se la pasa huyendo y corriendo cuando debería quedarse quieto y buscar
adentro suyo. La gente dice, en broma, que para hacer cine Dogma hacen falta
cinco personas: una para sostener la cámara y las otras cuatro para mover
al tipo que sostiene la cámara. Pero algo de cierto hay en ese chiste.
Y ahora me dicen que para Sarabanda quieren utilizar cámaras digitales...
No sé, tengo mis dudas. La ventaja está en que la resolución
es tan buena que no hay problema para transferir el material a 35mm. Y se necesita
muy poca luz. Las cámaras de televisión que se usan ahora son
más sensibles que el ojo humano cuando se las trabaja con la lente abierta
al máximo. Pero también es un poco triste... La iluminación
de las películas filmadas a la antigua es algo maravilloso. Hay algo
ligeramente erótico enese círculo de luz, algo mágico.
Harriet Anderson dice que las nuevas cámaras son aburridas porque no
puedes oír el ruido que hacen al filmar. Y sí: hay algo muy emocionante
cuando se oye ese sonido de las cámaras comenzando a rodar.
Adiós,
otra vez
¿Qué piensa de los últimos films suecos?
Veo todas y cada una de las películas suecas que se estrenan. Lo
que puede llegar a ser una verdadera tortura. Durante los últimos dos
años ha surgido toda una nueva generación de directores muy capaces
desde un punto de vista técnico. Todos son muy profesionales, pero para
mí el único que sobresale es Reza Parsa, el director de Antes
de la tormenta. Me parece un director apasionadamente comprometido con lo que
quiere contar y con el modo en que lo cuenta, y su película representa
una esperanza en relación con toda esa falta de misterio que ha marcado
a todo el cine sueco en el último tiempo. Y también está
Lukas Moodyson, que es un genio narrativo. Demuéstrame tu amor es una
obra maestra; la he visto varias veces y pienso que no tiene defecto alguno.
Es perfecta. Juntos, la segunda, es también muy buena, pero no tanto
como su debut. De cualquier manera, es un talento inmenso. Lo único que
le falta es hacer muchas más películas.
Igual que a usted...
¡Oh, Dios! Este mes empezamos con Sarabanda y todo debe estar listo
para finales de diciembre. Es demencial que haya vuelto a meterme en esto. Acabo
de cumplir 84 años. ¡Soy un kamikaze! Erland padece mal de Parkinson
desde hace tres años y lo operaron de dos coágulos en el cerebro.
Liv tiene problemas cardíacos. Börje acaba de romperse el tendón
de Aquiles. Julia y yo somos los únicos con buena salud en todo el equipo:
la más joven y el más viejo. Tiene su gracia. Varias personas
me han pedido venir a filmarnos mientras hacemos la película. Parece
que todos creen que moriré durante el rodaje, y no estaría mal
registrar ese gran momento en un documental. Hay un director americano cuyo
nombre no diré que se ha mostrado muy insistente, así que
se me ocurrió pedirle una cantidad monstruosa de dinero para que me dejara
en paz. Pero me respondió que estaba de acuerdo. Así que igual
tuve que decirle que no. Lo siento. No me interesa. También me estoy
yendo del Teatro Real de Drama, del despacho que he ocupado desde 1963. Le diré
adiós a todo cuando termine Sarabanda y volveré a Farö y
ya no saldré. Me dedicaré a escribir. Y a ver películas.
Creo que me he ganado ese derecho, ¿no?
Traducción de Rodrigo Fresán
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