MúSICA
Oso solo bien se lame
Misterios del rock: cada vez que una banda se toma un año sabático, uno de sus integrantes se mete en un estudio y graba un disco solista. En este caso, el grupo es Café Tacuba, el incontinente es Joselo y el resultado es Oso, un disco en el que el guitarrista incluye todas esas canciones que sólo él podía cantar. Y lo bien que hizo.
Por Roque Casciero
Joselo Rangel nunca se imaginó que iba a hacer un disco solista: la culpa la tuvieron las canciones. Durante cuatro años, sin pensarlo demasiado, el guitarrista de Café Tacuba acumuló composiciones que sentía que sólo él podía cantar. Hasta que, en cierto momento, se dio cuenta de que ya tenía un número considerable y se planteó qué iba a hacer con aquello. Entonces surgió la idea de Oso, primer movimiento en solitario de uno de los cuatro tacubos. Bueno, no tan solitario: Joselo le propuso al cantante Rubén Albarrán que produjera su álbum, a su hermano Quique (bajo) que se encargara del arte de tapa y al tecladista Emanuel Del Real que remixara una canción para un single. Por eso no es extraño que el disco se parezca bastante a Café Tacuba. “Es algo que me han dicho bastante”, reconoce Joselo por teléfono. “No hubo ningún concepto prefijado respecto de diferenciarme o no de la banda. Simplemente tenía ganas de cantar mis canciones. Digamos que esto confirma que sí soy una cuarta parte del grupo al que pertenezco. De hecho, hasta me lo confirmó a mí. He descubierto cosas mías en relación al grupo que antes no veía.”
¿Por qué decidiste invitar a un grupo entero, Los Liquits, para que te sirviera de banda de apoyo en el disco y en vivo?
–Cuando nos juntamos con Rubén para empezar a trabajar pensamos en cómo vestir las canciones, porque yo las tenía con guitarra y voz. En ese momento surgió la idea de invitar a un grupo entero. A Los Liquits los conocí hace cinco o seis años, y me gustó mucho lo que proponían: era como una música bastante lúdica y resolvían las cosas de un modo muy divertido. Después, a medida que los conocía más, me di cuenta de que eran muy buenos músicos individualmente, más allá de lo que tocaban en el grupo. Cuando les propuse que tocaran conmigo se acoplaron en el momento. Les mostré las canciones y fuimos trabajándolas de a una. Sumaron bastante, porque son más rockeros que yo o que cualquiera de Café Tacuba.
En un reportaje dijiste que después de tener el disco terminado te diste cuenta de que las canciones tienen obsesiones con la muerte y con el tiempo.
–Sí. Se me hace más importante que la obsesión el hecho de que me diera cuenta después de que las canciones estaban en el disco. Hay gente que podrá imaginar que yo pensé qué temas me gustaría tratar y que los reflejé en el disco, pero no fue así. De repente, puse todas las canciones juntas en un demo y me di cuenta de que repetía cosas sin darme cuenta. Uno se descubre cuando ve las cosas desde afuera, se da cuenta de las cosas que trae encima. Ahorita trato de pensar conscientemente cuáles son mis ideas sobre la muerte o si tengo miedo, pero no encuentro eso. Me digo: “No tengo miedo a morir”, pero en el disco hay reflejado algo, ¿no? Con el tiempo, en cambio, sí me doy cuenta de que estoy preocupado por las cosas que tengo que hacer todos los días o a cada hora, que tengo que estar cumpliendo una serie de metas cada determinado tiempo. Eso también me sirvió cuando empecé a escuchar los discos de Café Tacuba, en los que algunas canciones mías repiten este tema del tiempo.
“A tres semanas” habla de extrañar a tu mujer cuando estás de gira. ¿Siempre te pasa eso de contar los días como los presos?
–Sí, siempre tuve como una fijación con las giras. Cuando estábamos en el Watcha Tour del 99, con Bersuit, Illya Kuryaki y Molotov, cada quien venía de diferentes momentos de gira. A mí me preocupaba mucho el tema de poder vivir una vida normal, cómo asumir eso de estar en todos los lugares y no estar en ninguno. Respecto a la pareja, a la familia, a todo... Entonces estuve haciendo una serie de entrevistas a los grupos y cada uno tenía una forma diferente de ver todo. Los Illya Kuryaki lo veían normal, pero a mí se me hace todo un tema el andar dando vueltas por la forma en que acomodo mi vida. O como creo acomodarla.
En el bolero “Cuéntame” asumís un punto de vista de una mujer que quiere conocer al detalle el pasado de su pareja. ¿Cómo te surgió esa idea?
–Estaba tocando, haciendo canciones, y no me salía nada, sentía que estaba estancándome en una visión. Entonces, como un experimento, dije:”¿Qué pasaría si cantara algo como si fuese una mujer?”. Y me salieron las frases de “Cuéntame” como si mi parte femenina me las hubiera dictado. Cuando leo la letra como Joselo, hombre, no quiero saber todo de mi pareja. Prefiero no saberlo, incluso hasta le digo que no me cuente, que se quede ella con eso que vivió y ya. Pero mi parte femenina exigía saber. Entonces les he preguntado a diferentes mujeres, incluida mi esposa, y se sienten muy identificadas con la canción, con eso de querer saber todo lo que hizo el hombre, aunque a ellas les duela. Se me hizo interesante que esta canción sí pudiera hablar por las mujeres.
En “Déjame intentar” le hablás a alguien que escribe canciones y le decís que vos también querés hacerlo...
–(Interrumpe.) Debo aclarar que yo no soy el personaje de la canción. Alguna vez, una persona me contó que cuando era chica vio cantar a alguien y ahí mismo decidió dedicarse a cantar. Pero yo no tengo eso en mis recuerdos, no sé en qué momento decidí ser lo que soy, no lo tengo tan claro. Entonces digamos que robé esa historia y la canto en primera persona.
Durante mucho tiempo, los Tacuba dijeron que no se sentían músicos, así que no es tan extraño que no sepas en qué momento decidiste serlo.
–Sí, tienes razón. Y creo que todavía no me siento un músico ciento por ciento, sino un comunicador o algo así. Entonces, utilizo las herramientas que tengo alrededor.
¿Cuál creés que será el impacto de Oso en Café Tacuba? Porque vos cantaste y Rubén produjo, cosa que antes no era tan frecuente.
–Creo que tendrá un impacto hacia todos lados. Yo invité al resto del grupo a hacer cosas que no venía haciendo, sobre todo para continuar con la idea del año sabático que nos tomamos antes de ponernos a trabajar en el nuevo disco. Ahora que ya estamos haciendo demos para ir formando el próximo álbum de Tacuba, se van notando las cosas que cada cual vivió durante este año que nos dimos. Tal vez no sea tan directo, no es que porque Rubén produjo ahora está produciendo, sino que hay muchas ganas de hacer cosas. Eso es lo que más se nota. Yo entiendo cosas que antes no entendía, porque pude cambiar de lugar y pasar a ser el frontman. Eso es lo que me ha resultado más interesante de esta experiencia.
De todas maneras, como grupo parecen estar buscando cosas diferentes. ¿Qué van a hacer cuando ya no les quede nada nuevo por probar?
–(Se ríe.) Hay gente que dice: “Bueno, están buscando algo nuevo”. Pero se da de una manera muy natural. No es que hacemos lo que no hemos hecho hasta ahora, sino que se da al revés: cuando tenemos ganas de hacer algo, nos damos cuenta de que no lo hemos hecho antes. Buscamos formas de trabajar y de crear que no nos resulten tan fáciles, porque sentimos que el experimentar nos da una parte de riesgo. Creo que eso es lo que todavía nos mantiene juntos a los cuatro y con ganas de hacer más cosas.