CASOS > EL ASESINO DEL ZODíACO LLEGA AL CINE
Mató “apenas” 5 personas, pero se convirtió en uno de los asesinos seriales más emblemáticos de la historia: su caso inspiró Harry, el sucio con Clint Eastwood, sus cartas enloquecieron a los lectores de los diarios, sus acertijos superaron a los desencriptadores del gobierno y su logo se volvió emblemático. No por nada David Fincher lo eligió para filmar el reverso de Se7en: el caso de un asesino sin afán moral, sin mensaje y sin resolución.
› Por Mariana Enriquez
Después de Jack el Destripador, el Zodíaco es el asesino serial jamás encontrado más famoso, el que más obsesiona a los entusiastas de los crímenes sin resolver, el que todavía cuenta con investigadores amateurs propios y dedicados. Y eso a pesar de que, comparado con sus pares, su “actividad” fue más bien escasa: según la investigación canónica, asesinó sólo a cinco personas entre diciembre de 1968 y octubre de 1969, en el norte de California –la última víctima fue un taxista de San Francisco–. Su método criminal tampoco fue demasiado destacable: tres veces usó arma de fuego, dos usó cuchillo. Pero sin embargo, tres años después de su primer crimen y cuando todavía su figura obsesionaba a los californianos, se estrenó Harry, el sucio: el asesino, llamado Scorpio, está basado en el Zodíaco, y el propio Harry es una versión bastante más violenta del mítico policía Dave Toschi, encargado de la investigación (también fue él quien inspiró a Steve McQueen para componer al oficial de Bullit). Y ahora David Fincher, el director de Se7en y El club de la pelea acaba de llevar la historia del asesino con Zodiac, una película de casi tres horas, minuciosa hasta la obsesión, con un elenco de estrellas comandado por Mark Ruffalo, Robert Downey Jr. y Jake Gyllenhaal. “Seamos claros –dice– la fascinación por el Zodíaco no tiene que ver con la cantidad de crímenes ni con el método; el tema es cómo él se presentaba. Basta mirar sus cartas: son terriblemente atractivas. Fabricó un acertijo inigualable.”
El asesino era (¿es?) una especie de macabro genio del marketing. Reportó cada crimen a la policía, con frecuencia justo después de cometerlo. Envió cartas a los tres diarios más importantes de la zona, el Vallejo Times Herald, el San Francisco Chronicle y el San Francisco Examiner. Las primeras, manuscritas e idénticas, venían acompañadas de un criptograma de 408 caracteres que, decía, contenía el secreto de su identidad. Exigió que fuera publicado, de lo contrario, amenazó, asesinaría a docenas de personas. Los diarios le hicieron caso, y miles de lectores trataron de resolver el código, como si se tratara de un crucigrama. De hecho, lograron resolverlo dos lectores, una pareja de maestros, a pesar de que la policía le había encargado la tarea a especialistas de la Marina. Claro, el código no daba su nombre. Decía: “Me gusta matar gente porque es mucho más divertido que matar animales salvajes en el bosque, porque el hombre es el animal más peligroso de todos. Matar algo es la experiencia más excitante, es aún mejor que acostarse con una chica. Y la mejor parte es que cuando me muera voy a renacer en el paraíso y todos los que he matado serán mis esclavos. No daré mi nombre porque ustedes tratarán de retrasar o detener mi recolección de esclavos para mi vida en el más allá ebeorietemethhpiti”. Esos últimos dieciocho caracteres nunca fueron descifrados. Además, firmaba cada carta con su símbolo: un redondel pisado por una cruz, similar a una mira. Fue, entonces, el primer asesino con logo. Cuando en septiembre de 1969 atacó a una pareja en el lago Berryessa –por la tarde, a pleno sol– se presentó con capucha, anteojos y una especie de manto negro sobre el pecho que contenía el ya famoso símbolo de la mira. Se sabe porque el hombre vivió para contarlo. Llamó a la policía desde una cabina telefónica cercana, y dejó escrito en el auto de la pareja otro código: Vallejo 12-20-68, 7-4-69, Sept 27-69-6:30 con cuchillo.
El mismo se bautizó Zodíaco en todas las cartas siguientes que le llegaron a la policía y los medios, por lo menos hasta 1978. En algunas, comentó películas como Badlands de Terrence Malick o El exorcista. En muchas amenazó con crímenes que no cometió, y en otras se atribuyó asesinatos ajenos. Los códigos y criptogramas continuaron. La investigación llegó a tener 2500 sospechosos. Hoy día el caso sigue abierto.
Fue ese juego con los medios, esa forma de hacerse público (de necesitar al público, y jugar con él) lo que siempre fascinó a Fincher. En Se7en, la película que hizo famoso al director, el asesino John Doe (interpretado por Kevin Spacey) quería darse a conocer, porque su “obra” tenía un significado moral, era un “mensaje”. Pero en Zodiac –la película, y el caso– si hay un mensaje, no está resuelto. Por eso si Se7en focalizaba en lo macabro, en el detalle morboso de cada crimen, en climas de oscuridad espeluznante, Zodiac (la película) se focaliza en la tensión, las conversaciones, los datos; apenas hay escenas violentas. La película está hecha de la desesperación por las pistas escritas y los datos; no hay nada lúgubre, ni una sola autopsia ni un cuerpo examinado, no recurre al thriller forense tan de moda. Los tres protagonistas son Dave Toschi (Mark Ruffalo, el policía), Robert Graysmith (Jake Gyllenhaal) caricaturista del SF Chronicle que acabó siendo especialista en el caso, y publicó varios libros clásicos sobre la identidad del asesino, y Paul Avery (Robert Downey Jr), el periodista que hizo toda la cobertura y el que recibió postales personales del Zodíaco. A los tres, la obsesión les consume la vida. Zodiac está protagonizada por estos hombres y la investigación, no por el asesino.
Pero, más importante para la película de Fincher, lo más agotador en el caso del Zodíaco es la sobreinformación. En este sentido, críticos como Nathan Lee de The Village Voice vieron en Zodiac un comentario sobre la era actual de la información y las comunicaciones, un pozo sin fondo de llamadas telefónicas, códigos imposibles de crackear, contraseñas, rumores, artículos periodísticos, datos y más datos. Zodiac es una película con tantas explicaciones como JFK de Oliver Stone, pero no por afán didáctico, sino a propósito: así es el caso del asesino californiano, un hervidero de cabezas, un fenómeno muy similar al de la numerología de Lost, el entramado de Matrix, el juego del anonimato de Internet –la red es el lugar de encuentro favorito de los “fans” del Zodíaco, que siguen tratando de armar un rompecabezas al que le faltan tantísimas piezas–. La película apuesta a una resolución (la misma que sostiene Graysmith, en cuyos libros se basó), pero no es concluyente; a los protagonistas reales se les fue la vida detrás del Zodíaco, y ese desgaste está interpretado de forma magistral por los actores, a quienes se ve agotados, tanto como puede quedar el espectador, sobrecargado, abrumado. Este año también se estrena un documental llamado Hunting The Zodiac, sobre los investigadores amateurs que siguen visitando los lugares de los hechos y llevándoles teorías a los policías. Tienen el mismo entusiasmo que los fanáticos de Viaje a las estrellas. Y el mismo de Fincher, que logra trasladar su propia obsesión a una película claustrofóbica en la que llueve y llueve durante los últimos minutos, una lluvia que parece seguir borrando las pistas, y machacando con una insistencia tenaz.
Zodiac de David Fincher se estrena el jueves que viene en los cines porteños.
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