Domingo, 13 de mayo de 2007 | Hoy
CINE > LA NUEVA PELíCULA DE CESC GAY
Después de filmar una iniciación gay entre adolescentes y las vicisitudes existenciales de los 30, ahora el español Cesc Gay estrena una película que fue premiada... ¡por la Iglesia Católica! ¿Qué hay detrás de su lírica apología de la fidelidad heterosexual?
Por Cecilia Sosa
Dentro de la filmografía de Cesc Gay, el director español del momento, el mismo que provocó con una luminosa película de iniciación gay junto al mar (Krámpack), que siguió con los issues erótico-existenciales de un grupo de treintañeros conflictuados de Barcelona (En la ciudad), ahora sorprende con Ficción, una película introspectiva, ascética y silenciosa sobre la crisis de los 40 y la fidelidad matrimonial, que además de llevarse el Astor a la mejor película en el último Festival Internacional de Mar del Plata recibió el curioso (y hasta molesto) premio de la Oficina Católica de España. ¿La vuelta conservadora del director más moderno de Cataluña? ¿La reivindicación de un género –el matrimonio heterosexual– cada vez menos en alza? Tal vez.
Sin embargo, hay algo más. El protagonista de la película es casi un alter ego del director: Alex (Eduard Fernández, el marido traicionado de En la ciudad), un cineasta a punto de cumplir los 40 (la misma edad que Gay) que deja a su familia en Barcelona (interpretadas por la mujer y la hija del catalán en la vida real) y que escapa un fin de semana a la montaña en busca de algún tipo de inspiración. Allí conoce a Mónica (el debut cinematográfico de Montse Germán), una apasionada violinista que ahora va “por el buen camino”.
La película arranca bulliciosa (cena-debate sobre la melancolía de esa edad donde “las puertas se cierran” y “ya se puede mirar atrás”) y se vuelve cada vez más silenciosa e introspectiva. Parece cargarse en el misterioso aire de la montaña y deviene en un western sin rifles, melancólico, introspectivo, donde abundan las miradas, poco y nada se dice, y ficción y realidad comienzan a entrelazarse. Cuando todo parecía casi listo para el revolcón impune –el refugio aparecido en medio de la nada, la lluvia y el fuego prendido–, Gay opta por la renuncia, o bien la “contrición” y el “sacrificio” que tan heroicos le parecieron a la Iglesia de España.
Más allá de la defensa burlona de Cesc Gay (“no creo que los funcionarios de la Iglesia hayan visto mis películas anteriores” y “me hace feliz que la Iglesia haya premiado una película donde una lesbiana y un tipo heterosexual deciden tener un hijo” en alusión a la otra pareja sí consumada de la película), Ficción tiene otro encanto, acaso más misterioso e inaprensible: el encanto de las historias de amor que no fueron, que podrían haber sido y que por razones casi estéticas se dejan partir por la ventana. En el secreto temblor de una aventura compartida, recortada en tiempo y espacio, donde laten otras vidas posibles, es donde Ficción rinde verdadero tributo a su nombre. Como esas historias de amor imposibles, detenidas en un único beso, que algunos guardan como secretos tesoros asociados a un nombre y que a veces cargan con una intensidad mayor que las que sí fueron. En fin, casi un Lost in Translation en catalán, sin Tokio y sin Bill Murray, claro, pero delicada y perdida en medio de los Pirineos.
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