NOTA DE TAPA
Hace diez años, el periodista Sergio Marchi publicó No digas nada (Sudamericana), una biografía que iluminó, contó y explicó el complejo torbellino artístico en que se había convertido la obra y la vida pública de Charly García. Una década después, la reedición de bolsillo del libro no se conforma con ser lo que es, sino que su autor la ha actualizado hasta ayer nomás. A continuación, Radar anticipa algunos de los mejores momentos dedicados a Kill Gil: una entrevista a Andrew Loog Oldham, el mítico productor de Los Rolling Stones y ahora de García, otra a Palito Ortega, inesperado aliado en este disco, y el mismo Charly contando su relación con el conde Drácula y el misterioso episodio acontecido en Texas a comienzos de este año.
› Por Sergio Marchi
Andrew Loog Oldham es un personaje lateral pero sumamente importante dentro de la historia del rock. Su trabajo más conocido fue como manager y productor de Los Rolling Stones en la primera parte de su carrera, trabajo que dejó en 1967. Se lo indica como el hombre que estableció la imagen “mala” de los Stones frente a la “buena” de The Beatles, con slogans como “¿Dejaría usted que su hija se case con un rolling stone?”. También se lo hace responsable de haber encerrado a Mick Jagger y Keith Richards en una habitación hasta que compusieran su primera canción. Lo que sí es seguro es que su ojo avistó a una belleza llamada Marianne Faithfull y la transformó en una artista pop, que debutó en los charts con “As tears go by”. Ella después continuaría su carrera de actriz y se convertiría en la mujer de Mick Jagger.
Antes de conocer a los Stones, Oldham fue un adolescente al que le gustaba el buen vivir y que entendió rápidamente que el cambio cultural que traía consigo el rock and roll iba a alterar las costumbres británicas de un modo que lo favorecería, y desde muy joven estuvo ligado al show-business en el área de publicidad y relaciones públicas, por lo que trabajó con varias estrellas musicales de Estados Unidos, organizando su promoción cada vez que visitaban Inglaterra. Eso lo llevó a trabajar brevemente en el área de relaciones públicas para los mismísimos Beatles cuando ingresaron en el turbulento ojo de la fama en 1963, pero antes que terminara aquel fantástico año ya se había ido con los Stones. Sin embargo, logró convencer a John Lennon y a Paul McCartney de que le dieran un tema para sus nuevos protegidos. Oldham también fue el fundador del sello Inmediate Records, la primera compañía discográfica independiente de Gran Bretaña, y tuvo bajo contrato a grupos como Small Faces, Amen Corner, Fleetwood Mac y Humble Pie.
Semejante currículum atrajo poderosamente la atención de Charly García cuando se enteró de que iba a producir un disco de sus amigos, los Ratones Paranoicos, en 1991. Oldham hizo un excelente trabajo con Fieras Lunáticas y con Hecho en Memphis, que inauguraron los años de masividad del grupo con hits como “Rock del pedazo”, “Ya morí”, “Cowboy” y “Vicio”. Hasta se dio el lujo de cantar un tema dedicado a Charly García compuesto en colaboración con Juanse, titulado “Charly, stay on the ground” (“Charly, quedate en la tierra”), incluido en Fieras Lunáticas. A través del cantante de los Ratones, Oldham y Charly no tardarían en conocerse y encandilarse el uno al otro.
Con sesenta y tres años cumplidos en enero de 2007, Andrew Loog Oldham fue el productor de Kill Gil, y la primera vez que Charly utiliza los servicios de alguien en ese rubro desde 1978, cuando Billy Bond produjo el primer álbum de Seru Giran. En honor a la verdad, habría que decir que Pedro Aznar coprodujo con él Clics modernos, y que se cargó al hombro Tango 4, mientras García estaba internado. Lejos de ser un demérito, considero un gran paso adelante que Charly haya decidido contar con algo de ayuda para su nuevo álbum. Lógicamente, este hecho convierte a Andrew Loog Oldham en un testigo de lujo de los pasos más recientes de Charly García. Tal vez sea un poco más que eso; su perspectiva es enriquecedora aun con la cautela con la que contesta las preguntas para este libro, seguramente por ser Charly García su cliente, tal vez por la proverbial serenidad británica, y quizás por su innegable experiencia en el show-business.
¿Recuerda la primera vez que supo de alguien llamado Charly García?
–Yo estaba en Memphis con los Ratones Paranoicos; estábamos grabando lo que terminó siendo Hecho en Memphis. Juanse, Sarco, Roy y Pablo fueron un excelente grupo de gente muy talentosa. Les debo mucho. En tiempos en los que estaba ocupado haciendo nada, me invitaron a trabajar con ellos y esta experiencia me hizo recobrar el espíritu de trabajo en mi vida, lo que había estado ausente por una docena de años. Era eso o nadie iba a llamarme. Los Ratones estaban en un camino ascendente y estábamos trabajando juntos por segunda vez, y grabando en los estudios Ardent de Memphis. Mi función como productor era básicamente agendar el estudio y crear el entorno en el que los artistas pudieran hacer su mejor trabajo. Eso es la base. El resto es ajo o azúcar; no es la carne y las papas. Estábamos en la etapa de los condimentos; los Ratones habían grabado un gran tema, yo sugerí un pequeño fraseo, una suerte de motivo auditivo, y no recuerdo si Juanse o Sarco se dieron vuelta y me dijeron: “No sabíamos que conocías la música de Charly”. Pregunté “¿Qué Charly?”. “Charly García”, me contestaron. Yo sabía quién era Charly García, obviamente, pero no estaba familiarizado con su trabajo. Los Ratones me dijeron que ese fraseo era de un disco de Charly y era como extraño que yo lo conociera. Les dije que jamás había escuchado esa grabación; había sacado la idea de un simple de Larry Williams de 1957, porque el tema de los Ratones me lo había recordado. Esto fue en 1993, así que allí fue cuando supe que Mr. García era alguien que realmente conocía este oficio.
¿Qué fue lo que lo inspiró a escribir “Charly, don’t die” (Charly, no te mueras), aparecido en Fieras Lunáticas?
–Querrás decir “Charly, stay on the ground” (“Charly, quedate en la tierra”)... hay una diferencia, chica, pero diferencia al fin. Yo no tengo ningún derecho a pedirle a Charly que no se muera; cada hombre conoce su propio ciclo y si puede bancarse otros doce rounds, pero vos podés pedirle gentilmente que siga creando, que siga produciendo: que siga siendo. Yo todavía estaba un poco loco cuando escribí las letras para ese tema con Juanse o, como solemos decir, “salimos a almorzar”. Yo estuve con Phil Spector, Harry Nilsson y John Lennon. John estaba en su famoso “fin de semana perdido” (N. del A.: En 1973, John se separa de Yoko y se va a vivir a Los Angeles, donde comienza a consumir cocaína y alcohol en cantidades industriales. Retorna a Yoko en 1975), y como conocía el camino, la ruta, pensé que le podría escribir una carta de fan a Charly, aunque también me estaba escribiendo a mí mismo y a cualquiera que se diera cuenta de que, quizá, sólo quizá, no eran ellos tomando drogas sino las drogas tomándolos a ellos.
¿Recuerda su primer encuentro con Charly?
–Creo que fue cuando él estuvo tocando con los Ratones Paranoicos que fueron soportes de los cinco shows de los Stones en Buenos Aires en 1995. Esa fue una semana mágica: la ciudad pertenecía a ese show. Yo estaba con un amigo, el artista Mario Badaracco, y andábamos dando vueltas por la ciudad. Era como un set de película y la película era de Los Rolling Stones. Buenos Aires era una gran celebración; una semana en donde todo Buenos Aires se encontraba adorando a los Stones. La luna flotaba sobre el estadio de River, y podías tocarle la sonrisa. Los shows fueron magníficos y Charly y los Ratones la pasaron bárbaro. Yo me alojaba en el Hyatt bajo el nombre Robert DeNiro. Todavía tengo los tags de las valijas. Toda esa semana fue un trip.
Usted grabó “Sympathy for the devil” para el álbum de Casandra Lange Estaba en llamas cuando me acosté. ¿Cómo recuerda esa experiencia?
–Juanse me dijo que Charly quería hacer algo conmigo. Fui a un estudio en alguna parte, Charly me recibió en la puerta: fue todo un caballero, un gran anfitrión, un placer. Fue un profesional que trabajó rápido y duro y que sabía lo que quería de mí. Yo nunca había estado antes en esa posición, donde yo era el artista que estaba siendo producido. Sólo tenía que cantar. Llevó unos veinte minutos. Todo lo que Charly dijo fue que Juanse le había pedido que se asegurara de que yo no tomara drogas. Debería decirte que dejé de tomar drogas en 1995. De cualquier manera, ser producido por Charly García fue una experiencia memorable.
¿Estuvieron en contacto entre esa grabación y la de Kill Gil?
–Me parece que nos vimos en Nueva York cuando yo estaba mezclando algo de los Ratones Paranoicos. Charly estaba de vacaciones y pasaba por el estudio. Yo tenía un guardaespaldas en la puerta para mantener a Juanse alejado; él y La Rata, que era el manager del grupo (y utilizo ese término en sentido relativo), estaban de trip en ácido o en Nueva York, por lo que me conseguí uno de los guardaespaldas de Robert DeNiro para mantenerlos alejados. El tipo venía ocasionalmente y me decía “el señor García está aquí”.
¿Cómo fue que terminó siendo el productor de Kill Gil? ¿El se lo pidió? ¿Se lo rogó? ¿O usted quería trabajar con él?
–Charly no ruega, sólo hace una vuelta de más. Yo no tenía ni idea de que iba a trabajar de nuevo, con él o con cualquiera. Yo no estuve de verdad en un estudio por diez años. Primero me puse bien después de parar con las drogas. Una vez trabajé con los Ratones “post drogas”, y como siempre fueron maravillosos, pero estaban en un período de transición. Trabajamos en un estudio cerca de lo de mi nutricionista en Nueva York, por lo que podía monitorear mi salud mientras volvía a trabajar. Después de eso trabajé en mis dos libros que ahora van a salir en un solo tomo en la Argentina y que se va a llamar Rolling Stoned. Volviendo, me había olvidado de cómo era estar trabajando en un estudio. Me mantuve en contacto con Charly, y en alguna ocasión hice algo con Keith Richards, o con Yoko Ono, o con Pete Townshend. El mundo de la música es como un hotel íntimo: todo el mundo está trabajando, y Charly me envía algunas canciones en las que estuvo trabajando y me pregunta si me gustaría ayudarlo a que las termine. Y eso es Kill Gil.
Ambos sabemos que Charly es muy trabajador y, a veces, un genio, pero que también puede ser un poco complicado para trabajar. ¿Fue agotador producir este disco?
–Realmente, no; Charly es un chico grande y él me estaba invitando a subir al ring para ser yo un chico grande de nuevo.
¿Cómo fue el trabajo previo? ¿Qué pensaba de su nuevo material? ¿Qué era necesario hacer?
–No soy George Martin, gracias a Dios, de modo que no voy a devaluar mi trabajo dándote detalles que me hagan quedar bien. El gran trabajo de todo artista refleja su reacción al momento, y todo el trabajo de Charly hace eso. Yo estoy feliz de haber pasado tiempo con él, dándole claridad de audio y significado a lo que Charly sentía, a lo que pensaba de la vida en ese momento, y a lo que él escribió y arregló para que lo exprese. Fue un viaje interesante y, por supuesto no siempre terrestre.
Escuché el álbum varias veces y creo que usted hizo un buen trabajo. Porque le dio cierto orden y organización al sonido respetando el caos que Charly conjura sobregrabando pistas una y otra vez. ¿Estoy en lo cierto?
–Creo que sí; solo traté de darle a la grabación el orden que Charly quería. Y no te estoy vendiendo nada con esto. Traduje su imaginación y arrendé The Magic Shop, un estudio de Nueva York, que venía con el ingeniero Tim Latham, que pudo llevar a cabo esta misión.
¿Hubo algún momento donde sintió que era imposible seguir trabajando en este disco?
–Por supuesto, entonces parábamos, salíamos de compras, o íbamos a ver un show: The Who, Tony Bennett o la reunión de The Zombies, y después volvíamos a trabajar.
¿Tuvo que elegir de una lista de canciones o tuvo que impulsarlo a que compusiera un poco más?
–Charly tenía material más que suficiente. Simplemente desarrollamos todo y después decidimos cuáles eran aquellas canciones que no podían entrar en este vuelo.
¿Le impuso a Charly alguna clase de reglas u organización?
–No, sólo impuse reglas de trabajo sobre mí mismo para lo que yo tenía que hacer por Charly y su trabajo. Y Charly operó en torno de ellas.
Usted dijo que encontraba similitudes entre Charly y John Lennon en cuanto al modo de trabajar. ¿Podría ampliar esta definición?
–Bueno, cuando comenzamos en Nueva York, le dije dos palabras al ingeniero: “John Lennon”. Charly pareció traerme el trabajo perfecto como para que esto sea apropiado. Por un lado, las canciones tenían que ver con lo que había hecho Lennon en el estudio Record Plant, que es por lo que terminamos rentando el amistoso Magic Shop, cuyo propietario es un anglófilo, Steve Rosenthal, que lo equipó convenientemente, y que trabajó conmigo y los Ratones años atrás, y en donde hice remasterización de material de Los Rolling Stones y Phil Spector. Y trabajar con Charly, que es un solista, algo opuesto a un grupo, era una experiencia dinámica que no he tenido muy a menudo. Con John Lennon experimenté un poco eso, cuando hice las relaciones públicas de The Beatles durante cuatro meses, al comienzo de 1963, y después lo vi un poco más en encuentros sociales, cuando Los Beatles ya se habían separado. Los dos vivíamos en Nueva York al mismo tiempo, y lo vi un poco aquí y otro poco en Los Angeles. John era un tipo con mucha frecuencia; no podías ser vago con tus palabras frente a John; él esperaba que fueras consecuente con lo que decías. Y que te bancaras el significado de sus palabras. En ese sentido, John no era frívolo aunque podía ser un tipo gracioso cuando quería. Charly es igual. Con los dos todo tiene que ver con el trabajo y el deber.
¿Cómo fue la grabación de “Corazón de hormigón” con Palito Ortega?
–Todo ese tema lo produjo Charly. Elegiste la canción que requería menos de mí. Sólo tuve que lustrarle los zapatos.
¿Cuál fue la parte más difícil de la grabación y cuál la más divertida?
–Esperar que la tecnología alcance las ideas de Charly. Lo divertido fue estar con esta Enciclopedia del Amor a la Música, el Mundo y el Juego... Mr. García.
En caso de diferencias, ¿quién tenía la última palabra?
–Del modo en el que trabajamos no teníamos desacuerdos. Todo tenía que ver con el trabajo, y en esa situación el trabajo se termina haciendo. Creo que ambos somos un poco más sutiles... quiero decir, no es el primer matrimonio para ninguno de los dos.
Estuvo en el show de cumpleaños de Charly, el 23 de octubre de 2006. ¿Qué recuerda de esa noche?
–Su gracia, su ansiedad, su bronca ante los problemas técnicos. Su preocupación por los fans, el caos, el orden y cómo, atravesando al público para entrar al teatro con Charly, perdí un adorable par de zapatos.
¿Está contento con el resultado final?
–Muy.
¿Volvería a trabajar con Charly?
–En un segundo.
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