Domingo, 4 de noviembre de 2007 | Hoy
VIDEOARTE > LA MUESTRA EUROAMERICANA DE CINE, VIDEO Y ARTE DIGITAL EN BUENOS AIRES
Mañana comienza la Muestra Euroamericana de Cine, Video y Arte Digital (Meacvad) que durante una semana ofrecerá proyecciones, debates, mesas redondas, seminarios y foros de trabajo con realizadores y críticos nacionales y extranjeros de la talla de Jean-Louis Comolli, ex jefe de redacción de Cahiers du Cinéma; Björn Melhus o el brasileño Cao Guimaraes, entre muchos otros. ¿El objetivo? Armar un mapa de situación de los distintos abordajes con que la imagen intenta aprehender el universo de lo real. Aquí, apuntes sobre lo que no hay que dejar de ver.
Por Hugo Salas
Tal como anticiparan cineastas y críticos durante los ’70 (el más ruidoso, Godard), el video abrió las compuertas de la imagen electrónica, produciendo una atomización del paisaje audiovisual. Mientras que el cine, tanto en su variante industrial como independiente, se ha vuelto un medio cada vez más codificado y previsible, el abaratamiento y la mejoría de las cámaras de registro electrónico han permitido la explosión de un ámbito en que realizadores de video, artistas visuales y unos pocos cineastas disidentes se arriesgan, con mayor o menor fortuna, a explorar las posibilidades estéticas, críticas y políticas de la imagen en movimiento. A este tipo de producción está íntegramente dedicada la Muestra Euroamericana de Cine, Video y Arte Digital (Meacvad), que tendrá lugar desde mañana y hasta el viernes en las sedes de la Alianza Francesa, el Espacio Fundación Telefónica y el Instituto Goethe. Su apretada agenda ofrece proyecciones, debates, mesas redondas, seminarios y foros de trabajo, de los que participarán numerosos realizadores y críticos nacionales y extranjeros, intentando conformar un mapa de situación, en esta oportunidad, de los distintos abordajes con que la imagen intenta aprehender el universo de lo real.
Así, serán de la partida la mexicana Tania Aedo, el colectivo cordobés Arte Proteico, la chilena Claudia Aravena, el rosarino Gustavo Galuppo, la tucumana Ana Claudia García, el brasileño Cao Guimaraes, el uruguayo Clemente Padín, la tandilense Inés Szigety y el gentiliciamente inclasificable Björn Melhus (ver recuadro), cuyos trabajos, con curaduría de Rubén Guzmán, podrán apreciarse en función continua desde la apertura de la Muestra, mañana a las 15 hs, hasta su finalización, el viernes, en el espacio Plasma de la Fundación Telefónica, con entrada libre y gratuita. Las actividades, además, serán acompañadas por la publicación de Artes y medios audiovisuales: un estado de situación, virtuales actas del evento compiladas por uno de los mayores especialistas del medio, Jorge La Ferla.
Entre las múltiples presencias extranjeras, se destaca la del crítico y cineasta francés Jean-Louis Comolli, que desde los ‘60 ocupa un merecido lugar en el panorama del pensamiento y la realización audiovisual. De origen franco-maghrebí (nacido en Argelia, circunstancia biográfica que, al igual que ocurre con varios de los principales pensadores de la segunda mitad del siglo XX, no deja de pesar de manera acuciante en sus desvelos teóricos), atravesó su formación académica francesa de rigor en forma errática, hasta desembocar en 1962 en los Cahiers du Cinéma. Poco después, entre 1966 y 1971, habría de convertirse en su jefe de redacción, oficiando de agitador y protagonista del célebre período en que la revista se convirtió en un foro de teoría “dura”, poco amigable con los legos.
En aquella etapa, con tan solo 28 años, Comolli publica, junto a Narboni, dos artículos de referencia obligada sobre el problema de la ideología, “Ciné-ma/Idéologie/Critique”, seguidos, poco después, de la serie “Technique et Idéologie”, de su sola autoría. En ellos (inexplicablemente, jamás traducidos al español), Comolli y compañía intentan generar una visión del problema capaz de superar la concepción, tan simplista como inevitable, que los redactores de Cinétique derivaban de los análisis de Francastel y Wölfflin, condenando al cine como aparato ideológico burgués por su reproducción óptica de la perspectiva renacentista, lo que los lleva a establecer una clasificación ingenua entre películas y directores que muestran y ocultan sus condiciones de producción. Desde un planteo de inspiración gramsciana, los cahieristas ofrecerán una noción más compleja.
Su aporte teórico, indudable, se ve sin embargo obstruido por un condicionante: al igual que ocurrirá hasta hoy, la producción teórica de los miembros de este grupo está sujeta —consciente o no— a justificar el panteón histórico de los Cahiers (Ford, Hitchcock, Lang, Murnau, Rossellini, etcétera), como si el pensamiento crítico nunca pudiera traer consigo una nueva evaluación de las obras, no siempre favorable (a fin de cuentas, revelar contradicciones debería ser uno de los objetivos primordiales de la crítica). Esta tensión entre una genuina preocupación teórico-política y la simultánea preservación de un canon incuestionable e incuestionado marca las señas particulares, las limitaciones y, también, las contradicciones del pensamiento y la obra cinematográfica de Comolli, como bien puede advertirse en la mirada profundamente acrítica que impregna su documental La última utopía. La TV según Rossellini (2006), sobre el proyecto rosselliano de construir una “historia televisiva de la cultura de la humanidad” (con qué criterios y contradicciones ideológicas se construye esa historia, justamente, el director jamás se lo pregunta).
Aun con estos reparos, el trabajo y el pensamiento cinematográfico de Comolli resultan estimulantes e indispensables en un espacio intelectual cada vez más conformista no de algún conformismo sino de todos los conformismos posibles, postura que le permite abordar la creación de trabajos particularmente felices como Buenaventura Durruti, anarquista (2000), sobre la aventura, el fracaso y el olvido del comunismo libertario en España. Además de la proyección de estas películas, Comolli participará durante la Meacvad de debates y mesas redondas, además de ofrecer un seminario los días martes y miércoles sobre la inocencia perdida en el documental, el cine, el video y la TV. Su visita se completa con la publicación de una edición revisada de su libro Ver y poder, hace tiempo agotado, que será presentado el martes, a las 18.30 hs en la Alianza Francesa.
Las sedes de la Meacvad son la Alianza Francesa (Av. Córdoba 294), el Espacio Fundación Telefónica (Arenales 1540) y el Instituto Goethe (Av. Corrientes 319). Todos los detalles sobre la programación y las distintas actividades pueden consultarse en su sitio oficial, www.meacvad.org.
Quizá la presencia más excéntrica y jocosa en esta edición sea la de Björn Melhus, extravagante polimorfo audiovisual nacido en Noruega, criado en Alemania y residente en Nueva York. Acorde a tan móvil biografía, la identidad y la posicionalidad ocupan un lugar decisivo en su trabajo, cuestiones que —lejos de cualquier planteo esencialista— Melhus problematiza echando mano y cuerpo a un dispositivo particularmente ingenioso, definido por Ana Claudia García (en el volumen Artes y medios audiovisuales, un estado de situación) con el término “clonación”: en cada una de sus instalaciones, videos breves, corto y mediometrajes, el artista representa todos los papeles, metamorfoseado en Dorothy, pitufo, playmobil, niña maltratada, niña abusadora, presentador de televisión, televidente e incluso Björn Melhus, según corresponda.
Como deja entrever tan dispar catálogo de máscaras, la cultura de masas y sus periféricos (obsesión hija por igual de la fascinación y el descontento), conforman el núcleo del imaginario de Melhus, uno que su artífice no cesa de someter al reciclaje, la parodia, el canibalismo e incluso el sampleo de los restos acústicos más diversos (la banda de sonido de películas como El mago de Oz o Billy the Kid, canciones de Elvis alteradas vía loop, etcétera). Un cóctel encantador en algunos de sus gestos e implacable en sus momentos más lúcidos y terribles.
Melhus mostrará su obra el jueves 8 y el viernes 9, a las 19.30 hs., en el Instituto Goethe, con presentación de Ana Claudia García y Rodrigo Alonso, respectivamente.
La tradicional Sala Lugones se suma a la Meacvad con un ciclo dedicado a uno de los artistas brasileños más relevantes de la actualidad, Cao Guimaraes, cuyo último film, Andarilho, acaba de participar de la Mostra de Venecia tras haber abierto la XXVII Bienal de San Pablo. Como podrá advertir el lector, su obra cruza y confunde los ámbitos (para más de uno, antagónicos) del arte contemporáneo y el cine documental, con resultados inquietantes e imprevistos, tanto para la mirada como para ese “yo” que observa. En palabras del propio Guimaraes: “No es el cineasta el que crea la película sino el film el que crea la película. Al hacer un film algo nos hace y algo se hace más allá de nuestro hacer. La película se hace y con ella me hago. Si mi materia es la realidad, no estoy exento de ella ni ella está exenta de mí. Cada tanto, es necesario asesinar al sujeto para que exista la subjetividad”. El ciclo, que va del 10 al 12 de noviembre, incluye cinco largometrajes: El fin de lo sin fin (2001), sobre la desaparición de trabajos y oficios en diez estados brasileños, Calle de doble sentido (2002), en que un grupo de personas desconocidas entre sí intercambian casas, cámara de video en mano, El alma del hueso (2004), sobre un ermitaño de 72 años, Accidente (2006), poema visual y Andarilho, sobre vagabundos en el estado de Minas Gerais.
Natalia Garagiola realizará una presentación de su obra el miércoles 7, a las 18.30 hs, en la Alianza Francesa, y el propio Guimaraes compartirá, junto a Jean-Louis Comolli, una mesa redonda sobre el estado del documental, el lunes 5, a las 19 hs., en la Fundación Telefónica.
En la década de los ’70, los colombianos Luis Ospina y Carlos Mayolo rodaron una historia breve, de tan sólo 28 minutos, que les valió reconocimientos, reproches y rencores. En Agarrando pueblo, un equipo de filmación intenta completar un documental sobre la pobreza, hasta que la “persona real” que han elegido para actuar de sí misma se revela para resguardar su dignidad.
Según el propio Ospina, “hicimos Agarrando pueblo en 1977, como respuesta a la proliferación de cine de porno-miseria en nuestro medio y en el Tercer Mundo. Esto fue como un escupitajo en la sopa del cine tercermundista, y por ello fuimos criticados y marginados de los festivales europeos y latinoamericanos, acostumbrados a consumir la miseria en lata para tranquilidad de sus malas conciencias. Pero a la larga tuvimos razón, porque después de la polémica la situación se volvió apremiante y comenzamos a cosechar premios en los mismos festivales que nos habían excluido”. Como puede verse, no sólo la película sino también la historia de su recepción resultan salvajemente iluminadoras a la hora de pensar el problema de la representación y la otredad en el cine “del mundo”, una diferencia que, lamentablemente, los propios canales de circulación audiovisual y más de un crítico no dejan de ignorar tras el marbete del exotismo.
Agarrando pueblo será presentada por el investigador colombiano Mauricio Durán el miércoles 7, a las 18.45 hs, en la Alianza Francesa.
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