Domingo, 25 de noviembre de 2007 | Hoy
MúSICA > MINA A DúO
Su aparición en los conciertos del Bussoladomani, en 1978, la convirtieron en una leyenda instantánea, una leyenda que ella misma alimentó recluyéndose en una mansión suiza, donde graba a razón de un disco por año. Cerca de los 68 años, esta cantante italiana conocida como Mina acaba de editar un disco cuyo nombre habla tanto de su vigencia como de su sostenida calidad: Todavía. Una decena de dúos con voces iberoamericanas como las de Chico Buarque, Serrat, Diego El Cigala y hasta el Pupi Zanetti.
Por Hugo Salas
El 25 de marzo próximo, la cantante italiana Mina Anna Mazzini, conocida internacionalmente sólo por su nombre de pila, cumplirá 68 años. Lejos de toda indiscreción, revelar su edad es invitar a la sorpresa. En efecto, no sobran las cantantes que puedan seguir activas a tan avanzada edad, mucho menos con la calidad y la precisión técnica que despliega en cada una de sus grabaciones. Como ella misma parece reírse, burlona, desde el título de su último nuevo álbum (un grandes hits en español): Todavía. Sí, todavía deslumbra con la amplitud de su registro en “Llévate ahora”, los descabellados sobreagudos de “Vuela por mi vida” y el contraste entre la intensidad dramática de “Grande amor”, la delicadeza de “No sé si eres tú” y el intimismo de “¿Cómo estás?” Todo ello con un agregado fundamental: el tiempo, lejos de arruinarlo, ha decantado su timbre, lo ha templado, llevándolo a un extremo de profundidad que no tiene comparación.
Ocurre que, a diferencia de la mayor parte de la canción italiana de los años ’70, Mina representa, aún al día de hoy, un desafío (incluso para quienes se permiten considerarla con ironía): su carrera demuestra, sin mayores aspavientos, que el pop podría haber sido algo más que un negocio, una sensibilidad verdaderamente particular, con sus códigos propios, sin por ello resignar su calidad musical. Ingenua y malvada, lúcida e irónica, tan melodramática como desgarradora, esa sensibilidad constituiría la matriz, por ejemplo, del mejor Almodóvar (no en vano el personaje de Marisa Paredes en Tacones Lejanos tiene más de un punto de contacto con la cantante italiana), un espacio donde jugar con la emocionalidad más ingenua sin caer, como ha ocurrido con la mayor parte del “negocio” (pienso en Raffaella, la otra grande de aquella época), en la más crasa vulgaridad.
Quizá por ello, por advertir o intuir el gran vuelco hacia el vacío que el género daría en los ’80, Mina haya decidido, tras su legendaria aparición en público en los conciertos del Bussoladomani, en 1978, recluirse en su mansión de Lugano, Suiza, en cuyo estudio siguió grabando a razón de un disco por año. Ecléctica, informal, atravesó en aquellos años los géneros más diversos, grabando en italiano, castellano, portugués, francés, alemán, turco, japonés, latín y varios dialectos italianos. Y justo cuando ese aislamiento amenazaba convertirla en un mito, dejando en segundo plano la música, decidió romperlo. Primero desde la escritura, en 1998 con su columna epistolar para Liberal (que hoy continúa en la versión italiana de Vanity Fair) y desde 2000 con sus lúcidas pastillas de opinión para La Stampa. Después llegaría el turno de In Studio, registro de sus sesiones de grabación que difundió primero por Internet en marzo de 2001 y luego en DVD. Deshielo progresivo, si se quiere, en tanto sigue faltando la esperada presentación en vivo.
Todavía sería parte de esa estrategia, un movimiento destinado al público hispano, no tanto porque grabe en castellano (algo que ya había hecho en numerosas oportunidades), sino por la inclusión de dúos con distintas estrellas iberoamericanas. Los resultados, desde luego, son dispares. La propia cantante parece poco feliz con la versión aflamencada de “Un año de amor” que ensaya Diego El Cigala, al punto de cantar sin convicción unos pocos versos. El timbre, el aire canchero y el fraseo enviciado de Diego Torres atentan inevitablemente contra “Corazón felino”, al menos para cualquiera que haya tenido oportunidad de escuchar la encantadora versión con Adriano Celentano. Y la decisión de grabar el mega-hit “Parole, parole” con el capital del Inter, el argentino Pupi Zanetti, no puede sino ser considerada irónica por partida doble: una declaración de principios sobre la vulgaridad del mundo contemporáneo y el reconocimiento de su sincero hartazgo, después de tantos años, con la cancioncita de marras.
No obstante, los dúos aportan al disco algunas de sus mejores gemas. En principio, “Sin piedad”, canción de Joan Manuel Serrat de 2002 a la que sólo puede imputársele la fragilidad compositiva característica del trabajo del catalán durante la última década, pero que en yunta con Mina mejora considerablemente. En “Agua y sal”, la devoción extrema de Miguel Bossé ciertamente perjudica a la canción (quitándole cualquier connotación erótica posible), pero en revancha la dota de un entusiasmo y un vigor celebratorio contagiosos. La gran sorpresa, inesperada, es “Cuestión de feeling”, junto al italiano Tizziano Ferro (aquí conocido por aquel espantoso hit que decía: “Perdona si te amo y si nos encontramos hace un mes o poco más”). En pocas palabras, Ferro parece haber entendido a la perfección con quién estaba grabando, adaptando totalmente su estilo vocal, y Mina suena decidida a rescatarlo de sus espantosas elecciones habituales (Ferro, un cantante técnicamente demoledor tiene, al mismo tiempo, uno de los peores repertorios de la historia). El resultado no sólo es impecable de principio a fin, sino totalmente inquietante en su descaro. Y por último, sin duda alguna, el momento mágico es el dúo con Chico Buarque, la encantadora “Valsinha”. En él brilla en su máximo esplendor el añejamiento de la voz de Mina, haciendo un ensamble perfecto con la voz gastada de Chico, para darle el marco sinceramente melancólico que merece una de las canciones más bonitas y tristes de la música popular brasileña, acierto que hace de esta versión una indispensable pieza de antología.
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