ARTE
La incorporación de una obra de Duchamp al Museo del Calco y una donación de ese museo a un centro cultural en Villa Fiorito muestran una vez más el poder desconcertante del arte uniendo a dos héroes remotos entre sí en la historia: el David de Miguel Angel y Maradona.
› Por Tomás Espina
El Museo del Calco está ubicado en la Escuela Superior de Bellas Artes Ernesto de la Cárcova, a pasos de la reserva ecológica. Allí se albergan cientos de calcos de esculturas de diferentes épocas de la historia. Parte de la mística de este museo es que todas las piezas están distribuidas por los salones sin un criterio cronológico, sin distinción de estilos ni épocas. Como en una suerte de jeroglífico donde se mezclan todas las culturas, uno puede pasear por las salas como si atravesara de una sola vez cientos de años de historia, y si va silencioso nunca sabrá qué vino antes o después en esa madeja anacrónica.
A ese museo donde el tiempo parecía estar congelado ingresó una pieza muy particular: una réplica de una obra emblemática de Marcel Duchamp (1887-1968). Feuille de vigne Femelle –que puede verse por estos días en la muestra de la Fundación Proa en La Boca– es ahora parte del acervo del museo del calco.
El proyecto fue llevado a cabo por Fernanda Laguna y Roberto Jacoby y es parte de una iniciativa que tiene como contrapunto otra interesante arista. Pero antes hay que saber que esta obra de Duchamp es de por sí un molde (supuestamente es el negativo de una vagina) hecho en yeso y policromado. En el prólogo de El punto de vista anacrónico George Didi-Huberman dice respecto de esta pieza: “En estos objetos no hay nada que mirar porque tampoco hay invención formal, y no hay invención formal, porque son solo muestras, huellas –la no obra por excelencia”. Según leyes aún vigentes, los moldes hechos del natural no pueden tener derechos de autoría, o sea no pueden ser registradas como obra de alguien. Entonces, esta pieza legalmente no puede ser considerada obra. Ahora bien, también sabemos que desde Duchamp es ridículo pensar (por más leyes vigentes y prejuicios que existan) que eso no es una obra de arte. Duchamp mismo hizo más de 50 réplicas de esta pieza (en yeso y en bronce) y todas ellas son consideradas no sólo obras de arte sino también originales. Además, según Duchamp, no existen las copias, toda obra es original.
Entonces al ingresar esta obra al museo del calco, se abren dos opciones. O bien podemos pensar que es la única de las cincuenta y tantas réplicas que no es original y es la primera “copia” de Feuille de vigne Femelle que hay en el mundo (cosa que sería absurda siendo que es una obra de Duchamp). O podemos pensar que a partir de ahora todas las esculturas que conforman el museo del calco pasan a ser obras de arte originales. El David, Nike de Samotracia, los retratos romanos, las tumbas, los relieves precolombinos, etc: todas las réplicas que conforman el acervo del museo del calco, después de Duchamp, pasan a ser obras de arte originales. En ese punto es fascinante el legado que nos dejó este artista que (si queremos) aun hoy en día puede seguir desquiciando las nociones de autoría y originalidad que podamos tener sobre cualquier obra.
El proyecto de Laguna y Jacoby comprende una segunda instancia (o primera, da igual: fueron simultáneas) que también sugiere un corrimiento en cuanto al origen u originalidad de una obra. Como contrapunto de este proyecto el Museo del Calco donó cinco calcos “originales” de obras históricas al Centro Cultural Belleza y Felicidad de Villa Fiorito. Una cabeza de Buda del siglo XII, una cabeza de Palas Atenea en versión romana del siglo III, un fragmento del David de Miguel Angel, una cabeza de Cristo del período románico y una de Afrodita del período clásico griego. Todas estas piezas formarán ahora parte del Centro Cultural.
Entre las cinco piezas donadas hay una que es quizás el protagonista de esta acción: el fragmento de la escultura del David de Miguel Angel. El pie izquierdo, el pie que casi no se apoya del héroe que venció a Goliat hace miles de años, será emplazado en un espacio público a la entrada de Villa Fiorito.
Si hay algo de lo que el arte es capaz es de desarticularse y a su vez desarticularnos. Cualquier obra se hace con el que la piensa y la mira, y allí no se sabe nunca qué pasara. Sin embargo, arriesgo una hipótesis: como todos sabemos quién fue el héroe que nació en Villa Fiorito, no sería raro pensar que ese pie izquierdo llegue a ser un símbolo muy diferente del que pueda tener en cualquier otro lugar del mundo. Ese pie no sólo pasará a ser un punto de encuentro para los que visitan y habitan la Villa, sino también seguramente será una suerte de homenaje a un héroe nacional muy lejano en el tiempo al David y sin embargo muy cercano en sus características.
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