FAN > UN ARTISTA ELIGE SU OBRA FAVORITA
› Por Alberto Passolini
Marte castigando a Cupido es una estampa que aparece intermitentemente en mi vida. Tengo el recuerdo de haber tropezado con ella hace mucho, no sé cuándo, y volví a hacerlo hace poco: apareció en un portal de contactos sexuales, como foto principal del perfil de alguien que se dedica al sadomasoquismo.
La sorpresa del reencuentro además de llevarme a reflexionar si la sexualidad es múltiple desde que apareció Internet, o sólo dejó esta característica en evidencia, me llevó a ese otro momento que no puedo precisar, cuando una imagen era sólo una imagen y yo no hacía diferencias entre una pintura fotografiada, una fotografía, un dibujo o un grabado, siempre que fuera en dos dimensiones. De hecho, ahora que lo pienso, el proceso de excitarme con videos porno estuvo a punto de fracasar; en los primeros ’80, para mí, la pornografía sólo venía en dos dimensiones.
Lo cierto es que allá y entonces, mucho antes de la batalla final entre VHS y Betamax, la reproducción de esta imagen me fascinaba. Hoy por hoy tengo una leve noción de lo que es una alegoría, pero no siempre fui así de anoticiado, y entonces no entendía por qué un hombre “con faldas y a lo loco” se ensañaba con un pobre ángel bastante crecidito, mientras una señora, con gesto de madre protectora intentaba frenar el golpe descargado contra la víctima.
Debo decir que mi desorientación de antaño es comprensible: Cupido suele ser representado por un putto, es decir un niño, generalmente con los rasgos que anti-cipan una adultez signada por desórdenes alimentarios, que inevitablemente desembocan en la obesidad.
Acá el putto de marras es un adolescente atorrante de pies mugrientos, que más bien parece bostezar, antes que quejarse. Y si Marte aparece representado con los elementos distintivos del guerrero que nos consta que fue, éstos aparecen por separado: el carro por un lado y el yelmo por otro, dejando que el dios de la guerra se parezca a un barrabrava enardecido contra un pobre hincha del equipo rival, registrado por el fotógrafo de policiales. Supongo que la señora que intercede, dejando escapar una teta en el forcejeo y levantando las flechas que se rompieron en el tole-tole, es Venus.
En síntesis, es un retrato familiar: Cupido es hijo de Venus y de Marte; este último es un padre intolerante que ha estado todo el día fuera (en la guerra, pongámosle) y quien al volver a casa se encuentra con que su retoño no hace otra cosa más que romper las pelotas con un arco y flechas. Esto ha sido así desde que el Olimpo existe. Pero, tempus fugit, ahora puedo además de excitarme con las películas porno en formato DVD y entender unas pocas alegorías, distinguir con alguna facilidad una fotografía de la reproducción fotográfica de un cuadro. Así, no me queda más que hablar de éste pintado por Bartolomeo Manfredi, cuyo original, que está en el Art Institute of Chicago, jamás he visto.
Y ni falta que me hace: mi mirada está viciada por el pop y el conceptualismo, lo cual me convierte en un inimputable a la hora de juzgar originales. No obstante, el argumento que hace de este cuadro uno de mis favoritos, es que ilustra el proceso creativo que va desde la invención de un estilo y su especialización, hasta la adopción masiva del mismo. La secuencia es más o menos así: a fines del siglo XVI, hubo en Roma un boom de la construcción y muchas paredes estuvieron disponibles para ser cubiertas con pinturas. Los comisionistas querían algo nuevo, no el manierismo artificioso que ya aburría, ni la austeridad del protestantismo que prometía aburrir aún más. Y ahí aparece Caravaggio, con la novedad del naturalismo y el claroscuro. Inmediatamente tuvo seguidores, porque las paredes, como ya dije, eran muchas. Dentro de ese grupo de seguidores que se llamó caravaggistas, Manfredi fue quien más se destacó. Este cuadro debió ser pintado por Caravaggio (hay documentos que prueban que el encargo originalmente había sido para él), pero fue Manfredi quien lo ejecutó, porque el creador del estilo ya estaba comprometido. Es claro que en Roma fue Bartolomeo Manfredi quien llevó al tope de los rankings la pintura de género de los bajos fondos, porque Caravaggio tenía una vida tumultuosa y se la pasaba apuñalando gente, lo cual le valió muchísimos enemigos que le jugaban malas pasadas. Por eso vivía huyendo de una ciudad a otra, mientras en la ciudad eterna, Manfredi pintaba a gusto e piacere. Digo yo, ¿no habrá sido Bartolomeo el que le llenaba la cabeza al Maestro, para que se pelease con todo el mundo y así quedarse él solo con todos los encargos? ¿Eh?
(Versión para móviles / versión de escritorio)
© 2000-2022 www.pagina12.com.ar | República Argentina
Versión para móviles / versión de escritorio | RSS
Política de privacidad | Todos los Derechos Reservados
Sitio desarrollado con software libre GNU/Linux