Dom 04.01.2009
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FAN > UNA ACTRIZ ELIGE SU ESCENA DE PELíCULA FAVORITA

Alfonsina, el mar y yo

› Por Amelia Bence

Hoy no veo demasiadas películas, y muchas de las que he visto y me gustaron no las he vuelto a ver en mucho tiempo. Así que, a la hora de elegir una película que recuerde con afecto me disculparán si viene a la memoria una muy querida en la que participé yo: Alfonsina, en la que interpreté a Alfonsina Storni, y que dirigió Kurt Land.

Fue en una época en la que hice mucho cine: el cine me gustaba muchísimo. Y hay una anécdota que tiene que ver con esa película, y también con mi manera de tratar la actuación, de no intelectualizarla nunca, de actuar los personajes desde adentro. Recuerdo que quisieron maquillarme con la cara de Alfonsina, que tenía una nariz más ancha, los ojos más caídos y sin mentón. Y que me vi espantosamente mal, y entonces les dije al maquillador y al director: “Yo no quiero maquillarme para tratar de transformar mi cara en la de Alfonsina Storni. Lo único que voy a hacer para parecerme a ella es tener el mismo corte de pelo que tenía ella en su época; vestir la misma ropa; pero voy a hacer el personaje de adentro, no tratando de parecerme físicamente”. Y así fue, y teníamos un poco de miedo de que a los críticos les pareciera mal, pero después, en ocasión del estreno, no me hicieron ningún comentario negativo. El mismo hijo de Alfonsina me encontró idéntica, y además recibí un premio a la mejor actriz del año.

Me acuerdo que hubo un pequeño contratiempo cuando tuve que hacer la escena en la que entraba al agua, al final. Yo le dije a Kurt Land que no iba a poder entrar al mar, ahí en La Perla, porque estaba lleno de rocas: “Yo puedo nadar en una pileta, pero no en esa agua, me voy a matar”. Entonces hubo que poner a un guardavidas que tuviera más o menos mi estatura para doblarme. La cámara me toma de frente cuando voy entrando, toma mis pies cuando me saco los zapatos y después, cuando estoy de espaldas, el que aparece es el guardavidas, con mi traje y una peluca. Así fue que la que entraba al agua no era yo.

Pero creo que lo que define mi manera de actuar es la anécdota del maquillaje. Siempre lo hice así, y nunca jamás en mi vida tomé como referente a otras actrices para decidir cómo interpretar a un personaje. Nunca, desde los 12 años de edad, que fue cuando empecé a actuar de esto. A los 5 ya había estado haciendo teatro infantil en el Labardén: allí la conocí una vez a Alfonsina Storni, que fue mi profesora. A los 11 entré al Conservatorio Nacional de Música y Declamación a estudiar danzas clásicas con Mecha Quintana, quien inmediatamente, cuando cumplí 12, me mandó al teatro. Un tiempo después empecé a hacer cine, pero como dije, nunca vi el reflejo de otras actrices, porque tuve la posibilidad de hacer lo que yo sentía y a mí me parecía; jamás pude imitar ni tomar a otras como ejemplo en lo mío. Después de ese encuentro en mi infancia, Alfonsina volvió a mi vida cuando acepté hacer la película. Me habían dado a leer el guión que había escrito José María Fernández Unsain, que me pareció muy bueno. Yo estaba haciendo teatro en ese momento, la obra Pesadilla, en El Ateneo, que era del mismo autor, y que en el cine se llamó Dos basuras. Y el lunes, el día de descanso de la obra, me fui a Mar del Plata, a hacer la escena final. Me encantaba todo, los actores, algunos de ellos ya no están, como Alejandro Rey, que era quien hacía del hijo de Alfonsina en la película.

Ahora llevo trece años haciendo el espectáculo Alfonsina. Yo hice siempre más cine que teatro; hice teatro cuando me casé con Alberto Closas en el año ’50. El era un hombre de teatro, y trabajamos juntos. Me gusta mucho, pero me cansa un poco, no me siento tan entregada como en el cine. Lo que hago ahora en Alfonsina es un recitado, y canto tango. Bah, yo no soy cantante, soy, como dicen los franceses, una disseur, y toco el piano, y tengo bueno oído, no desentono; pero tampoco tengo una voz muy alta, como la de Valeria Lynch, como para cantar. Así que lo que hago es actuarlo, lo actúo musicalmente. Vuelvo a actuar a Alfonsina, como hace cincuenta años, con mis propias armas. A mi modo, sin imitar, sin hacer lo que no sé o no quiero hacer: la hago desde adentro, como siempre.

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