Dom 01.02.2009
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HISTORIETA >LA PRIMERA MUESTRA DE ERNAN CIRIANNI

El hombrecito que vive en mi cabeza

Se hizo conocido por su trabajo regular en Historietas reales, el semillero online de la nueva generación local de historietistas que se convirtió en un inesperado éxito. Pero su caso es muy particular: criado en México, editor de una revista especializada en autores latinos, influido por el comic norteamericano mucho más que por el europeo o el argentino, Ernan es amado y odiado por sus excesivas, despiadadas y delirantes viñetas autobiográficas.

› Por Martín Pérez

Como el travieso protagonista de esa canción de Frank Zappa cuyo estribillo pregunta “¿Cuál es la parte más fea de tu cuerpo?”, Ernan Cirianni parece no saber, en sus dibujos, cuál será esa parte. ¿Será la nariz?, se pregunta. ¿Serán los tobillos? Pero, en realidad, Ernan lo sabe: se trata de la mente. Por eso lo que pasa en la cabecita de sus dibujitos, cada vez más llenos de redondeces, es la clave de sus historietas. Porque Ernan ama esas broncas súbitas e intempestivas, que hacen pensar en delirantes complots unipersonales o universales. Desde imaginar delirantes revoluciones hasta planear crímenes, todo sucede en sus historietas, pero solamente en los globitos. Eso que sale de la boca de los protagonistas de sus viñetas, pero que nace en realidad en sus mentes. La parte más fea de nuestro cuerpo, según se divertía señalándolo Frank. Justamente eso que le gusta dibujar a Ernan Cirianni, protagonista exclusivo de sus siempre excesivas y delirantes historietas autobiográficas, que el viernes inaugurará su primera muestra en el Centro Cultural Recoleta, en el espacio dedicado al género, curado por el especialista Pablo Sapia. “Cuando Pablo presentó una carpeta con mis trabajos, parece que al director del Centro no le interesaron, pero a su secretaria le encantaron, así que le dieron vía libre”, dice Ernan y se ríe. “Siempre pasa lo mismo con lo que yo hago: a la mitad le encanta, y la otra mitad lo odia”, afirma sin orgullo alguno, casi resignándose a señalar lo evidente, este pequeño Crumb de la nueva generación online de la historieta local.

A conquistar México

Con una sonrisa, Ernan acepta que la H de su nombre está donde corresponde en su documento. Pero, como es muda, la hizo desaparecer de su firma. Tal vez sea el detalle terminal de sus parlamentos plagados de faltas de ortografía, quién sabe. Pero lo que sí sabe Ernan es que, cuando a los tres meses se fue a vivir a México con sus padres docentes –un exilio que duró hasta los 17, y que le dejó de regalo un acento latino extraño y, por supuesto, simpático–, ese nombre le hizo la vida imposible en la escuela. Porque es el de Cortés, el conquistador. “Los otros chicos me volvían loco, hasta que decidí que no me importaba más”, cuenta. Tal vez ése haya sido el exacto momento en que comenzó a dibujar sus historietas, apenas unos palotes con globos de diálogo, dignos de su autor de apenas 9 años. Cuando su madre vio las páginas, lo llevó a estudiar dibujo, pero con un humorista gráfico de Guadalajara llamado Helguera. “Nos hacía leer los diarios antes de ponernos a dibujar y así fue como yo hice un chiste sobre la guerra que el tipo me pidió permiso para usar en el diario”, recuerda Ernan. Y cuenta que su profesor le dijo entonces, a la edad de 9 años, que le faltaba dibujo, pero que sus guiones estaban muy bien para la edad que tenía. Quizá por eso es que, aún hoy, los despiadados guiones de Ernan parecen los de un adulto con la capacidad de autocensura de un niño de menos de diez años.

De regreso

Cuando Ernan cayó, a mediados de los ‘90, en la escena historietística local, era realmente casi un extraterrestre. Como venía de México, no conocía casi historietas europeas. No sabía quién era Breccia ni Manara ni Hugo Pratt: se había pasado su infancia leyendo los comics norteamericanos que se leen en México, y casi ni se había fijado en la tradición argentina, tan ligada a la europea. Pero eso también le dio una ventaja relativa con respecto a sus colegas locales, que pocas veces le mencionan sus evidentes deudas estilísticas con dos grandes humoristas mexicanos como Jis y Trino. “Es lo que yo hago –dice con una sonrisa y un guiño–. Pero lo que me deja bien tranquilo es que les llegué a mostrar mis trabajos allá en México, y no se ofendieron ni me acusaron de nada.” Estudiante de la escuela de cine de Avellaneda, luego de la Facultad de Arquitectura, y más tarde del Taller de Historietas de Sapia –donde tuvo como compañeros a Liniers y a Minaverri–, Ernan aún era casi un desconocido en el medio local cuando lo invitaron a participar del proyecto Historietas reales tres años atrás. El éxito del site –tomado como ejemplo del comic online tanto en México como en España– lo ayudó a hacerse un pequeño nombre. Además, obligado a publicar con una continuidad que la realidad actual del género no facilita, le permitió crecer en público e ir puliendo su dibujo, hasta lograr la efectiva espontaneidad que lo caracteriza. Y esa casi pelada con la que se retrata, porque –-asegura– siempre quiso tener entradas en la línea frontal de su cabellera. Pero la edad aún no le ha dado ese gusto.

Bolivarismo en cuadritos

Además de su trabajo como autor de historietas, una de las facetas más sorprendentes de Cirianni es su obsesivo latinoamericanismo como editor de la revista Cabula. En ella, Ernan edita historietistas de Latinoamérica, que va descubriendo de link en link, de muestra en muestra. “Empecé a conocer gente cuando me invitaron a una muestra en Bolivia, a la que llegué gracias a Historietas reales”, explica Ernan, que es un caso extraño porque, como se dijo antes, el medio local mira mucho hacia Europa. O si no, lisa y llanamente, su propio ombligo. “Me gusta publicar esos autores en Cabula, que es una revista que sale cuando junto la plata para editarla, porque si no no los podría leer en ningún otro lado”, explica Ernan, que siempre tiene un nuevo nombre para recomendar. “Acabo de descubrir a un peruano llamado Galiquio”, revela. “Me hice fan de su tira Lito, el perro”, dice este administrativo que dibuja en sus ratos libres. Y a veces, incluso, robándole un tiempo a su trabajo: “Es que mi jefe es fan de las historietas, así que en mi computadora tengo photoshop y al lado un scanner a mi disposición”. Under por decisión antes que necesidad, Ernan igual advierte –como si fuese necesario– que nada de lo que sucede y muestra en su tira autobiográfica es real. “¡Salvo el tamaño de mi miembro!”, agrega con una carcajada, y antes de terminar la frase sabe que lo hizo otra vez. Hacerse odiar y amar en partes iguales con solo una frase. Que honra la parte más fea de su cuerpo, claro. Y también la más delirante.

De cómo me hice rico y famoso inaugura este viernes 6 a las 19 en el C. C. Recoleta, Junin 1930

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