Dom 01.02.2009
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FAN > UN ACTOR ELIGE SU OBRA DE ARTE FAVORITA: POMPEYO AUDIVERT Y “GUITARRA NEGRA” DE ALFREDO ZITARROSA

Desacoplado

› Por  Pompeyo Audivert

A mediados de los ’80 tenía una minúscula imprenta, hacía teatro de noche y de día imprimía tarjetas y recetarios en una minerva, máquina primitiva y peligrosa donde uno puede perder la mano si la pifia. Era un trabajo alienante y también, vaya paradoja, creativo. La cabeza volaba intentando una salida. En eso estaba una mañana con la radio encendida cuando de en medio del batifondo de los hierros y el motor eléctrico emergió una voz que, cargada de un imperio que no admitía rechazo, se impuso a todo aquella mañana. Una voz que reconocí de inmediato como aquello que yo estaba buscando sin saberlo, como si la hubiese estado esperando toda la vida y ella hubiera decidido para probarme hacer su aparición así, soterrada por los ruidos de la imprenta. En ese marco tan poco espectacular ni sagrado, el joven engranaje que yo era se desacopló y se detuvo, no falté a la cita y a pesar de que detener la minerva se paga con horas de retraso, yo la detuve. Paré la máquina y me acerqué rapidamente a la radio como a un tótem fulgurante del que manara vida y allí estaba, ¡oh radio sangrada!, Alfredo Zitarrosa recitando “Guitarra Negra”, esa obra de arte poética, musical, ideológica, que a partir de entonces y hasta hoy y seguramente por el breve siempre que me resta vivir latirá entrañada en mi sangre. Los motivos no puedo explicarlos, pues esa es la gracia de las obras maestras y de toda poética bien nacida, no conjugar nunca con la teoría, ser autónomas y ariscas a lo que no sea su radiante “sí” abierto y definitivo “porque las palabras como el aire son aliento que se vuelve viento”.

Tal vez se trate también de la forma, no sólo del contenido de la poesía, la forma en que está dicha, el galope de esa voz extraordinaria, el ritmo, el tono, la cadencia. Como actor le debo a Zitarrosa el haber descubierto que la voz tiene cuerpo y alma y que allí anidan los secretos del sentido y lo sensible.

Años después, tuve la suerte de ser convocado por Naldo Labrín (guitarrista y amigo de Zitarrosa) al homenaje que se le hiciera en el Opera para recitar “Guitarra Negra”. Fue la gloria. Luego hicimos con Naldo, Julio Lacarra y Nacha Roldán un espectáculo homenaje a Zitarrosa llamado Canto de Nadie. Para entonces y desde entonces recito “Guitarra Negra” de memoria, la tengo dentro de mí y muy seguido manejando o solo en mi casa la digo en voz alta y me emociona como la primera vez.

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